Entré en el bar y no esperaba encontrármelo. Yo le reconocí desde el primer momento. Él a mí no. Fui a la barra y pedí una cerveza. La barra estaba pegajosa y detrás de las botellas de licor había un retrato del general Girard. Debajo del retrato había un texto en el que se contaba la historia de este general, que murió como consecuencia de las heridas recibidas en la batalla de Ligny, la batalla hermana de la de Waterloo, en 1815, cuando Napoleón fue derrotado. El general Girard fue condecorado como barón del Imperio. En otro texto, se decía que la familia propietaria del bar descendía del famoso general Girard y que, aunque el apellido se había perdido, el bar seguía llamándose Girard.
Estaba leyendo todo esto cuando noté que se colocaba a mi lado. Me dijo, yo te conozco, tú eres Gerard, tío, hace mil años, qué haces por aquí, te habías marchado a América. Me giré y me hice el sorprendido, pero luego le sonreí, claro que te conozco, Martin, dame un abrazo. Le pedí al camarero un par de cervezas más, le pregunté por su vida, cómo le había ido, si se había casado, hijos, etc. Me lo contó todo, que no era mucho y además ya me lo sabía todo. No se había casado, seguía enamorado de mi hermana, se había quedado en paro, el puto Gobierno se había llevado la empresa a China, ya no se podía vivir en el pueblo, estaba cobrando una pensión por nosequé. Pedí dos cervezas más.
Le pregunté si tenía algún plan para el día siguiente. Me dijo que no. Le dije que si me quería acompañar a visitar la granja de Michelle que quería llevarme unos corderos preparados para llevármelos de vuelta a mi casa. Me miró un poco desconfiado y se disculpó, no me podía acompañar porque... le dije que no pasaba nada. Ya sabía que no vendría. Pedí dos cervezas.
Nos quedamos sin conversación.
Le pregunté al camarero si conocía a Pascal, Ricochet, que había trabajado en el bar hacía algunos años. Me dijo que no. Le pregunté si conocía entonces a Rosalinne, que también había trabajado en el bar durante mucho tiempo, cuando Martin y yo éramos jóvenes. Íbamos cada día a ese bar, el bar Girard, y le preguntábamos a Rosalinne si se acordaba del general Girard y Rosalinne nos decía que sí, que le recordaba como si fuera ahora, en una esquina, ahí en esa mesa, bebiendo una copita de aguardiente y hablando de la guerra. El camarero me miró de la manera que se mira a la gente cuando se sabe que saben. Me preguntó quién era yo. Yo le dije que era Gerard. Y me preguntó si también era familia del general.
Le contesté que sí y él me dijo que entonces éramos primos. Como los números, le contesté yo. Y Martin se rio.
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