No se dejen engañar por la foto. Este año 2020 ha sido un buen año de lectura. Bien sea porque no ha habido más narices que quedarnos en casa o por otros condicionantes, este 2020 he recuperado el ritmo de lectura que más o menos uno considera necesario. La clave, creo, no ha sido tanto la cosa del confinamiento sino haber hecho un propósito ante el descalabro del 2019. Leer y sobre todo, leer cosas que me gusten. Así las cosas, la última semana de 2019 compré tres libros que me gustaban y sabía que me iba a leer casi del tirón. Y con esa inercia, seguir adelante. Esto de comentar y listar los libros que uno lee puede parecer pedante. Se trata de seguir con una tradición instaurada desde los tiempos en los que seguía la gloriosa web La Página Definitiva y su reto de leer 50 libros en un año. No lo he conseguido jamás, pero este año ha sido muy digno. Y disfrutado. Al menos eso.
- Steven Forti et altri. – Patriotas indignados. Libro escrito entre varios y diversos autores, uno de ellos el adorado Francisco Veiga y otro de ellos Steven Forti, al que sigo por Twitter. El libro es un intento de aproximación a la nueva extrema derecha, cómo surge y qué la caracteriza y diferencia de los fascismos clásicos. Algunas derivas nos recuerdan a cosas que tenemos tan cerca que da miedo. Muy importante por la importancia que se le da a lo que pasa en el Este de Europa respecto a otros estudios que se centran mucho en los países grandes de la UE. Los rusos, los polacos, los húngaros y cómo influyen en los italianos y los demás. Parece que el fantasma de la extrema derecha ha retrocedido algo, pero el óxido no descansa.
- Pedro Vallín – Me cago en Godard. Este es uno de los libros del año. Un libro que reivindica el cine que nos gustaba (o no, que yo era un niño sovietizado y eso de ver E.T. o cosas así no lo llevaba bien), o que nos gusta, aunque no sea cine 'de calidad'. El cine americano y el cine europeo analizados de manera entretenida y sin complejos por un tal Pedro Vallín, al que también empecé a seguir por Twitter y que da opiniones a veces ciertamente provocadoras sobre lo que consideramos cine de autor o porqué nos gusta el cine palomitero y no debemos sentirnos culpables o 'traidores a la causa de la revolución' por hacerlo. Tiene una anécdota sobre Andy Warhol y la repetición en el arte, o lo que es el arte, que si la supiera repetir la estaría repitiendo todos los días. Divertidísimo.
- Francisco Veiga y Pablo Martin – 1914/1923 Las guerras de la Gran Guerra. Ningún año sin un libro de Veiga. Esta vez un libro sobre la Primera Guerra Mundial. Un libro que alarga la guerra hasta el 23 y que nos cuenta que los objetivos que se marcaron unos y otros no se cumplieron, que los que ganaron la guerra en realidad no saben qué ganaron, que los que la perdieron no tenían la sensación de haber perdido hasta que les hacen firmar tratados que tal y en las que, como siempre, queda de manifiesto el absurdo de la guerra o cómo los conflictos armados solo son una puta excusa para dirimir luchas entre poderes económicos. La primera guerra mundial como una carnicería. Las masacres en los frentes, la incompetencia de los mandos, la manipulación, todo, contado de una manera que se entiende y que se lee como una novela. Esto último no es tan así, pero para venderlo mejor...
- Ivan Turguénev – Dos amics. Ningún año sin un ruso. Este año, por ejemplo, ha sido un año sin un Simenon o un Zweig. Pero siempre cae un ruso. Un ruso del siglo XiX preferiblemente. Turguénev es uno de los grandes aunque este libro era cortito. Cortito pero al pie. Dos amigos. Uno es de una manera y el otro es de otra manera. Ambos, no, uno de ellos, se enamora de una chica. La chica es un compendio de virtudes. Un amigo se casa con ella y el otro se va de viaje. Uno tiene pero el otro tiene más. Al final el uno se da cuenta de que tal y el otro dice, pues si eso pues ya. Creo que el argumento era ese. La verdad es que la historia era bastante buena y bien contada. Qué narices, ahora no recuerdo quién se casaba con la chica, si el ilusionado y molón o el otro que era más tosco. Y quién se acaba separando y si...
- Arthur Conan Doyle – El tren especial desaparecido. Este libro constaba de tres historias breves de Conan Doyle, el autor creador de las historias de Sherlock Holmes. Pero el detective no aparece en estas historias. Son tres historias diferentes, independientes y en todas ellas hay algo, algún misterio, algo que resolver. El libro no está mal, pero tampoco nos vamos a flipar. Tengo ganas de leer algo de Conan Doyle pero los dos buenos de Sherlock creo que ya los he leído.
- Michel Houellebecq – El mapa y el territorio. Houellebecq. Algo en este autor me tiraba para atrás. Algo, no sé si alguna polémica sobre islamofobia, algo, alguna opinión controvertida, algo. Tan algo que este libro lo tenía yo en casa desde hacía mil siglos y nunca se me había ocurrido tirarme a por él. Pero nada como un confinamiento para leer lo que nunca imaginaste. La novela está bien, no es la alegría de la huerta, pero está bien. Nos cuenta la vida de un artista, de cómo se dedica a la fotografía y luego a la cartografía y luego... a Houellebecq. Pues no está mal, ya digo que no es que sea una cosa trepidante, pero tiene su qué. Que no voy a leer otra cosa de Houellebecq, eso también lo sabemos todos.
- Patricia Castro – Sueño contigo, una pala y cloroformo. Esta es la primera novela de una compañera, Patricia Castro. Un libro que podría calificar de generacional. Es decir, que es la fotografía de un tipo de generación concreta. La historia de una chica y sus relaciones y sus inquietudes en la Barcelona y extrarradio de nuestros tiempos. Una historia de amor, de desamor, de feminismo y de mala leche. Porque la compañera tiene mala leche.
- Rosa Luxemburgo – La cuestión nacional. A Rosa Luxemburgo la asesinaron los Freikorps en 1919. Su legado ideológico digamos que es difícil de localizar en estos tiempos. Salvo la fotografía, alguna frase suelta, la efeméride y tal, poco sabemos así en plan grueso de cómo pensaba realmente la Rosa Roja. Este libro habla de su visión sobre la cuestión nacional. Ser luxemburguista en este aspecto francamente se me antoja apetitoso. Es decir, la visión de Rosa Luxemburgo estaría bastante lejos de lo que alguna o buena parte de la izquierda suele presentar. Autodeterminación, libertad, los pueblos, las naciones, etc., son para Luxemburgo, cómo te diría, ganas de enredar. Un libro cortito que yo no sé cómo andaba por casa y que leído está.
- Sergi Pàmies – L’art de portar gavardina. Hacía mucho tiempo que no leía nada de Sergi Pàmies y después de reírme mucho con él escuchándolo por la radio, me decidí. Creo que se lo compré a mi compañera. Me lo leí y me gustó bastante. Pero bastante. Tiene un cuento sobre la teoría que desarrolló en torno a su familia y la posibilidad de que Jorge Semprún fuera su padre que es una pasada. Tiene muchos cuentos que son una pasada. Nunca escribiré como él, pero lo imitaré hasta donde pueda.
- Rudyard Kipling – Kim. Uno de esos libros que uno debería leer de jovencito pero que te los lees de mayor porque uno no puede estar en todo. La historia de Kim, el niño hijo de un soldado irlandés que vive en Lahora y que acaba enredado en un lío del denominado Gran Juego por el que Inglaterra y Rusia se disputaban el Asia Central. Un auténtico festival de nombres, religiones, lugares, viajes, con la visión de un Kipling que dejaba claro que el imperialismo era lo que tenía que ser y que Inglaterra estaba allí para salvar el mundo y a los propios indios de sí mismos. El prólogo de Edward Saïd ya nos lo cuenta y ya vamos vacunados y podemos disfrutar del libro sin que nos chirríe todo.
- Greil Marcus – Rastros de Carmín. Este libro era un regalo. Una historia del punk, pensaba yo. Pero no. No era tanto eso sino un esfuerzo por relacionar el punk inglés, el punk de los Sex Pistols, con los movimientos vanguardistas como el Dadá, el situacionismo, etc. Y digo etc., porque acaba uno un poco hasta el moño del libro. Porque al final le quitan a uno las ganas de punk. Es verdad que el punk es mucho de eso, pero todo el rato, tampoco.
- Eduardo Rodrigálvarez – Un soviético en la Catedral. Libro chiquitín sobre la experiencia athleticzale del periodista Eduardo Rodrigálvarez. El libro es eso, para hinchas del Athletic Club que tenemos ganas de masajearnos un poco el alma. Un libro que fue un regalo y que me hizo pasar un buen rato.
- Sergi Pàmies – Si menges una llimona sense fer ganyotes. Y como no hay dos sin tres, este es el segundo libro de Pàmies que he leído este año. Es un libro anterior, de hecho creo que es de hace bastante tiempo. Mantiene, eso sí, las mismas constantes del libro anteriormente comentado, cuentos, historias que parece que pudieran pasarle a cualquiera, contadas con una especie de humor/resignación/tristeza/distancia, que me gusta sobremanera.
- Ingmar Bergman – La linterna mágica. Memorias. Otro libro que fue un regalo. La autobiografía de Ingmar Bergman, el legendario director de cine sueco. Un libro que es muy interesante, muy entretenido y que está muy bien escrito. Una manera de conocer cómo es la persona y qué le mueve o qué no le mueve o cómo se encuentra las cosas y qué errores comete y qué aciertos y cómo puede ser un cabrón o un irresponsable o simplemente una persona que sabe que tiene algo que contar y que va probando hasta que lo encuentra. Me gustó bastante. No tanto como para ponerme a ver pelis de Bergman. Que una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.
- Sean Egan. De Bowie a Bowie. Encuentros con David Bowie. Este libro es una delicia. También un regalo. Un libro que se compone de entrevistas a David Bowie a lo largo de los años, desde que tiene su primer éxito con Space Oddity hasta que saca uno de sus últimos discos, como diez años antes de morir y que dejara de dar entrevistas. Para fans muy fans que quieran saber qué pensaba de sí mismo Bowie y de su música. La que le gustaba y la que no le gustaba. Te hace querer a Bowie todavía más si es que no le queríamos ya infinito.
- Jordi Amat. El hijo del chófer. Y este es sin lugar a dudas uno de los libros del año. La historia de un periodista catalán, Alfons Quintà, contada de tal manera que, en estos tiempos, a uno solo le viene a la cabeza la posibilidad de que se hiciera una serie sobre la vida de un periodista que fue cavando su fosa casi desde el primer momento en que tuvo conciencia de sí mismo. Una historia sobre Catalunya y sobre porqué nos encontramos donde nos encontramos y para saber a dónde vamos a ir a parar. Digo lo de la serie y me imagino a Tv3 haciendo la serie y, qué quieres que te diga. Se me escapa la risa. Tienen que leerlo.
- Josep Ramon Aragó. M'agrada el paper. Este libro del compañero Josep Ramon Aragó no es fácil de leer. Porque los libros, novelas, ensayos, etc., te van llevando con un hilo, un algo. Pero este libro del Aragó no es así. Porque se compone de frases, de aforismos, pensamientos que requieren una parada, no ir leyendo del tirón a troche moche, porque posiblemente se te escaparán algunas ideas. O bastantes ideas. El único libro de colomense que he leído este año y ha sido al final. Las ideas de Josep Ramon Aragó son diversas, aunque tienen un hilo único e irrefutable. El capalismo, mal. Y debe terminar, ya.