¿Quién no ha querido ser alguna vez como Fran Lebowitz? ¿Quién no ha querido alguna vez estar toda la vida contando cosas, hablando de lo que te gusta y sobre todo de lo que no te gusta? ¿Quién no ha querido vivir de contar cosas? ¿Quién no ha querido ser alguna vez objeto de un documental donde tenga carta blanca para opinar sobre lo que uno considere? ¿Quién no ha querido tener a Martin Scorsese descojonándose de risa con cada cosa que digas?
Posiblemente, lo de Martin Scorsese, no. Pero todo lo demás sí. El documental Supongamos que Nueva York es una ciudad parece una chorrada. Qué sentido tiene escuchar a una escritora norteamericana a la que la verdad, no conocemos de nada. Hasta que empieza el documental y no nos ponemos en situación, no entendemos que lo que Fran Lebowitz tiene que contarnos va más allá de las impresiones sobre su ciudad, Nueva York, o sobre la gente que haya podido conocer que es muy importante. El documental y Lebowitz te acaba gustando porque la Lebowitz podría ser cualquiera de tus colegas despotricando sobre esta mierda de vida moderna a la que nos enfrentamos y con gracia.
El mundo moderno es una mierda y corremos el riesgo de ser abuelos cebolleta añorando los tiempos pasados. La canción de los Modern Lovers con el gran Jonathan Richman añorando el mundo de sus padres. Pero el documental o el pensamiento de Lebowitz no es que añore el tiempo antiguo, en realidad no añora nada, en realidad es que no le gusta y no le gustaba ni lo que había ni lo que hay. Sabemos lo que no le gusta, intuímos qué es lo que le gustaría.
Una periodista que habla de cosas que ha visto, una escritora que lleva mil años sin escribir porque está bloqueada, alguien que no tiene ojo para los negocios, para el dinero, para la vida común, alguien que es capaz de llevar la contraria al mismísimo Spike Lee hablando de Michael Jordan y, aunque uno sea un futbolero acérrimo, no puede más que decir que tiene absolutamente toda la razón sobre el deporte, sobre los deportistas, sobre el cuidado, sobre el bienestar.
Una mujer que habla sobre los abusos, sobre el Me Too, y puede parecer que lo hace de manera jocosa, pero el mensaje que está dando es terrible. Lo que pasa, ha pasado y pasará, les pasa sobre todo a las mujeres pobres, las que lo llevan sufriendo y sufrirán porque el sistema, este sistema, este esquema de relaciones, lleva a eso. Y lo dice y de repente ya no te ríes tanto.
Y de repente no te ríes ya tan frecuentemente y lo que haces es pensar. Y entonces el documental no es que gane, es que vence. Porque no se trata de hacer reír sino de hacer pensar.
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