lunes, 15 de marzo de 2021

Pablo Iglesias, fundador


Desde luego, el que tenga alguna idea de esto que lo explique y empiece a ganar dinero. Después de todo lo que ha ido pasando estos días, cuando parecía que se entraba en una vía muerta con la convocatoria de elecciones y los eternos dilemas y cálculos dentro de la izquierda madrileña, más la sensación de abandonismo del PSOE poniendo de nuevo a Gabilondo como candidato, y Ayuso despedazando a Ciudadanos y mostrando su perfil más trumpista, qué narices, más lepenista de la vida, va y pasa lo de hoy. 

A lo de hoy no estamos acostumbrados. Aquí no pasa eso. No suceden esas cosas. Como mucho, podemos entender un caso como el de Illa, por ejemplo. Deja un ministerio en un gobierno socialista para pasar a encabezar una candidatura que todo el mundo da con buenas perspectivas y que ya se encargará todo el mundo de decir 'que es un perfil técnico de político que gestiona y bla bla bla' y que representa el orden y 'lo correcto'. O de cualquier otro candidato que, de ministro o ministra, pasa a una candidatura semejante. Pero que de vicepresidente del gobierno, digo más, de ser el líder, la cabeza visible, el fundador, el artífice del cambio político más importante en el país más importante de los últimos (pongan aquí la cifra que les parezca) años, dejar el puesto de vicepresidente (ese 'no se aferra al cargo' me parece casi injusto para alguien que solo hace un año que es vicepresidente) para encabezar o pretender encabezar una candidatura que confronte con el PP de Isabel Díaz Ayuso que parece destinada a arrasar con todo. No a arrasar tanto en cuanto a resultados sino a arrasar con una manera de entender la política que sí que nos va a parecer flipante en los próximos años. Y una manera de hacer política para la que no va a dudar en contar con la extrema derecha.

Si a Pablo Iglesias, fundador de Podemos, que ha llegado a ser vicepresidente del gobierno en un gobierno de coalición por primera vez en democracia, le parece que este es el momento para embarcarse en la aventura de intentar frenar a una derecha populista de esas que vemos en TV3 o en las televisiones europeas, sobre todo italianas, y para ello renuncia a la gestión o a recoger los réditos de haber ido salvando la pandemia de una manera bien digna, es porque la cosa es grave. Si alguien se arriesga incluso a inmolarse sin tener ligada la candidatura, sin saber si los compañeros de Más Madrid tienen algo pensado para el ofrecimiento, sin asegurarse qué va a pasar, simplemente ofrecer su prestigio entre los votantes de izquierdas para intentar frenar lo que parece el comienzo de algo oscuro y profundo, es al menos digno de elogio.

Porque bien pudiera parecer que lo correcto hubiera sido calcular, manejar los tiempos, considerar que hay tiempo, que no es una elección en la cual haya que dar la cara, como ha dicho Enric Juliana sobre el PSOE y su rollo de colocar a Gabilondo al frente. Seguir cada uno en su rincón, hacer oídos sordos a los llamamientos a la unidad que hacen (hacemos) los votantes de izquierdas, echarle la culpa a nosequé y seguir con unas posiciones similares mientras la bestia crece. Pero no. La situación la deben pintar chunga. Y no hay más que escuchar lo que ha dicho hoy Ayuso (y da igual cuando sea ese hoy) para que te hierva la sangre y pienses que algo hay que hacer. 

Con la decisión de Iglesias, además se da el relevo en Unidas Podemos. Y así, Yolanda Díaz pasará a ocupar la vicepresidencia que deja libre Iglesias y con ello se convierte en digamos 'la sucesora' de éste como posible candidata para las próximas generales. Siendo Yolanda Díaz una pedazo de ministra de Trabajo que está haciendo lo que se puede y más por torcer el brazo de lo políticamente posible para intentar no dejar a nadie atrás y cubrir las necesidades de la gente a la que le ha jodido la pandemia, siendo Yolanda Díaz todo eso, Yolanda Díaz es además mucho más que eso. Porque ha sido una política que ha sabido ver, desde muy al principio de todo esto que se dio en llamar 'la nueva política' o las consecuencias del 15M, que según que miradas y según que formas de ver las cosas ya no podían ser como antes. Y esa mirada abierta, premonitoria de lo que había de venir, es la que rige y la que debe funcionar. 

Sea como sea, no estamos acostumbrados. Pero es que a lo mejor es que nos tenemos que acostumbrar a decisiones drásticas en momentos drásticos y este lo es. 

¿Saldrá bien?

Yo espero que salga bien. Que los angelitos mofletudos disparen sus flechas de buena voluntad sobre quien tenga que hacerlo y que se urda, se teja, algún tipo de hilazón por la cual el caudal de carisma de Pablo Iglesias, la estructura de Izquierda Unida y el trabajo de la gente de Más País, consigan trabar y darse cuenta de las dificultades del momento y de lo que puede significar un gobierno del PP y VOX en la capital. 

Pablo Iglesias. Qué tiempos cuando lo mirábamos con escepticismo, cuando pensábamos que esos romanos estaban locos y que todo era un bluf. Pues en esta como en otras, reculada. 

Hablo como un viejo.

Saldrá bien.  

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