Ayer tuvo lugar el tercer recuento de personas que viven o duermen en la calle organizada por la entidad Ningú Sense Llar en Santa Coloma de Gramenet. El recuento consiste en organizar a las personas voluntarias en grupos, dividir Santa Coloma en barrios, y pasear por las calles fijándonos en los espacios en los que es posible que haya gente durmiendo y registrar cuántas personas hay. Ayer se encontraron 28 personas en nuestra amada ciudad durmiendo en la calle. La cifra de personas durmiendo en la calle es mayor a la que se registró en el último recuento, llevado a cabo en 2019, si no recuerdo mal, antes de la pandemia.
Hasta aquí la información. Pasear por las calles buscando a personas que estén durmiendo a la intemperie, resguardados en cajeros, portales, parkings, en un banco en la calle, en las aceras, no es algo especialmente agradable. Tampoco es algo de lo que uno puede enorgullecerse demasiado. Estar en la calle, sin ningún sitio al que ir, o al que querer ir, debe ser una experiencia terrible. Es una experiencia terrible. No tener sitio donde ir. Que todo lo que tienes quepa en un carrito de la compra. Puede haber personas que lo justifiquen como una opción vital, la vida se te tuerce y vives de esta manera y quizás ya no quieras volver a una vida convencional. Me lo puedo creer de alguna manera. Pero la justificación personal de una vida que te está haciendo polvo... en el hambre de cada uno...
Pasear por las calles de Santa Coloma. No era muy tarde, antes de las 00.00h del jueves ya estaba hecho el recuento. Sin embargo, quizás por que la pandemia nos ha acostumbrado a estar en casa mucho antes de lo habitual y porque no nos engañemos, en muchas zonas de Santa Coloma, no hay mucho que hacer más allá de las 22h. Gente volviendo de trabajar, gente joven pelando la pava en los bancos, escuchando música, demasiada gente meando por la calle..., una ciudad de gente trabajadora que está en casa porque mañana hay que madrugar y no está la cosa para estar gastando por los puestos.
Santa Coloma, estamos hartos de decirlo, es un hervidero de gente, una ciudad de una vitalidad inmensa, de un colorido, una fuerza increíble a pesar de las situaciones críticas que se viven en el orden económico. Una ciudad pobre pero que pelea su dignidad. Y sin embargo, en una noche como la de ayer, una sensación de tristeza recorría las calles. De tristeza, de cansancio, de grisura.
Hemos pasado un año terrible. Un año espantoso. Un año que a mucha gente le ha costado muchas cosas, desde la vida a la economía, pasando por la salud y muy especialmente la salud mental. Un año que nos ha desquiciado y que nos ha enseñado otra vez que el abismo está muy cerca. Que podemos caernos y que es muy difícil levantarse.
Esperemos que el recuento, que señalar la gente que vive en la calle, no solo en Santa Coloma sino en el resto de poblaciones, sirva para que nos sensibilicemos de que hacen falta recursos para esta gente. Porque podemos ser nosotros. Lo hemos visto en este año. Y que no se imponga el mirar para otro lado o las soluciones de populismo fascista que parece que van ganando terreno.
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