domingo, 4 de julio de 2021

Rayonismo


Somos de una manera de ser que bueno. Y si no la hacemos a la entrada, la hacemos a la salida. Vanka y yo no somos diferentes a los demás. La princesa Manakova llevaba años muerta y nadie se acordaba ya de todo el pollo que había montado. Intentó huir y no lo consiguió, se quedó recluida en una suerte de granja donde internaron a unos cuantos enemigos del pueblo y con el paso del tiempo incluso había gente que hablaba bien de ella. Nos acordamos de lo mejor y olvidamos lo que había sido. La princesa Manakova era una persona que había sido, por voluntad propia o porque hacemos caso de quien no debemos, protagonista de una serie de sucesos que habían precipitado su caída en desgracia. Cuando llegó la revolución, no tenía demasiados amigos. Quiso salir del país, pero la detuvieron en un control, unos ucranianos que estaban piradísimos, la confundieron con una espía y se la quisieron entregar a uno de los generales que luchaban contra la revolución. La llevaron en presencia del tal general, pero ese general se acababa de pasar al ejército rojo y éste aprovechó para pillar a los ucranianos y a la princesa para intentar ganarse el favor de los bolcheviques. La princesa acabó internada y el general fusilado. Vanka y yo coincidimos con la princesa durante su internamiento. Nosotros estábamos haciendo una inspección en nombre del comisariado y un miembro de la nosequé, un organismo internacional para el cuidado de los derechos. Vanka y yo la vimos y ella nos vio a nosotros también. Y la recordábamos tan puesta y tan peripuesta, siempre un poco de aquella manera, pero muy señora y ahí la teníamos. Vanka me dijo. 'Parece un rayajo'. 

Era cierto. Parecía una raya. Delgada, seca, con los ojos como rombos puntiagudos, la cabeza terminada en punta. Una raya. Que se movía como una flecha. Se movía de manera incesante. No quiso hablar con nosotros. Le contamos que la recordábamos de otros tiempos, que no tuviera miedo, que si quería podría salir del país siempre que se comprometiera a no hacer nada contra la nueva patria de los trabajadores. Ella no nos escuchaba, se movía de lado a lado, arriba y abajo, por todas partes. 

Vanka y yo nos despedimos de ella y le dijimos que volveríamos a verla para ayudarla con el papeleo si quería salir. El día que llegamos de nuevo a aquel centro de internamiento, un comandante nos dijo que la habían tenido que fusilar. Que no habían podido tolerar que aquella mujer tan inestable perturbase la paz del grupo. Le preguntamos por el responsable del fusilamiento y nos dijo que él mismo. Fiodr Antonovich Viatov. Vanka apuntó su nombre y, bueno, pues eso. Que al final pasa lo que pasa. 

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