domingo, 31 de octubre de 2021

Muerte

La muerte de Angelo Balkidopoulos no ha sido una muerte cualquiera porque Angelo Balkidopoulos no es un cualquiera. No fue un cualquiera. Pero su muerte es lo que finalmente hace que nos preguntemos si merece la pena seguir pensando en Angelo Balkidopoulos. La muerte es el final. La muerte significa que se acaba. Y que no hay manera de recuperar nada. Cuando mueres, dicen, queda tu memoria, queda lo que has hecho, quedan las efemérides. Recordaremos tus poemas, tus frases célebres, aquel gol que marcaste con la mano, el motivo de tu suicidio, los chistes, las patadas al aire, aquella vez que te caíste por un barranco. Eso dicen. Que cuando mueres se acuerdan de ti. Angelo Balkodopoulos hizo que su vida fuera lo suficientemente especial como para que a la hora de su muerte nos apresuremos a recordar todo lo que hizo. Y lo que no hizo. Y pensemos en la desgracia que supone no contar con él ahora mismo para que nos aconseje y nos guíe en estos tiempos tan turbulentos. Con la muerte nos acordamos de Santa Bárbara. Nos acordamos de los muertos unos días concretos y nos acordamos de los vivos casi cada día. Las efemérides, las fechas señaladas. Hoy hace tantos años. Hoy me acuerdo de él. Hoy recuerdo cuando ella se sentaba delante de la tele y llamaba zarrias a las mujeres que fumaban. ¿Te acuerdas del cumpleaños de tus abuelos? Solo los recuerdas si coinciden con otra cosa. En la muerte todos somos iguales. Este es otro de los dichos más populares. Angelo Balkidopoulos tuvo una muerte sencilla, si se quiere, una muerte dulce, si se quiere, una muerte digna, si se quiere. Y si no se quiere se contará otra cosa. Porque Angelo Balkidopoulos hizo, contrariamente a lo que propugnó toda su vida, todo lo posible por no morirse. Esto tampoco lo sabe mucha gente. Y es ahora, cuando ya se ha muerto, cuando puedo hablar de ello. Puedo hablar de las cosas más tristes esta noche. Los muertos no pueden hablar. Perdonen que no me levante. Angelo Balkidopoulos nos ha dejado. Ya no le veremos más. Le veremos, claro, porque quedan cientos de miles de vídeos, fotografías, imágenes suyas aquí y allá que nos acompañarán siempre. Pero eso no vale para nada. No le veremos más. La muerte de Angelo Balkidopoulos nos sirve para recordar que quizás, después de muertos, no se acuerde nadie de nosotros. Yo pienso recordarlo. No a él, lo otro.  

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