lunes, 1 de noviembre de 2021
Resurrección
Decir que en un primer momento la resurrección de Angelo Balkidopoulos supuso un terremoto de consecuencias tremendas en la historia no solo del pensamiento o de cualquier otra disciplina, sino de la propia historia de la humanidad, lógicamente se queda corto. Todos recordamos como aquel primer día en el que, después de haber transcurrido casi tres años de su muerte, apareció en una plaza de su ciudad natal, comprando el diario y preguntando a los transeúntes si el equipo local se mantenía en la primera categoría. Angelo Balkidopoulos no ha sido, a día de hoy, capaz de dar una respuesta lógica o razonable a su resurrección o lo que entendemos como resurrección. Todos asistimos a su muerte, todos le acompañamos en la ceremonia de su tal, y todos recordamos la inmensa pena y dolor que nos supuso su ausencia en aquellos primeros meses. Pero cuando Angelo Balkidopoulos volvió, la verdad es que el mero hecho de haber vuelto eclipsó los sentimientos de alegría que nos embargaron porque había regresado. Y ahí está, todavía, ejerciendo la vida pública y opinando sobre esto y sobre aquello con el aura que da el haber vuelto desde otro plano, sabiendo que se toca la pared y se vuelve, conociendo lo que existe cuando se traspasa. Y no nos da muchos datos al respecto. Nos habla de luces, nos habla de una sensación de extrema paz, nos habla de un reencuentro con cosas que pensaba perdidas, pero sin embargo no es capaz de calificar todo eso como cielo o como limbo ni como infierno. Tampoco nos cuenta que se reencontró con ningún familiar, con algún conocido. Ni tampoco con ningún famoso. No hay pues cielo de famosos y mucho nos tememos que la experiencia del traspaso se vive en soledad, pero ni tan mal. Resucitar y seguir viviendo en una situación de cierta normalidad hoy ya nos parece algo asumido y casi descontado. Angelo Balkidopoulos nos habla y nos cuenta. Y nosotros ya asumimos que la resurrección es posible. Aunque nunca más nos hayamos encontrado con otro caso de resurrección. Los teólogos y sabios de toda condición nos han tratado de explicar lo que no es posible explicar. Que se vuelve de la muerte. Que hay billete de vuelta. Y que da igual.
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