miércoles, 19 de enero de 2022

El viejo Banadek


Más allá de lo que comentaban algunos, las cosas no le iban del todo mal al viejo Banadek. Había conseguido un buen precio por la cosecha, los negocios marchaban bien y su hija Jana había tenido un primer hijo. La carta que su hija le envió desde la capital le llenó de alegría. Jana se había casado con un abogado hijo de una importante familia medio húngara que en principio molestó algo al viejo Banadek pero se acabó acostumbrando. Ya habían pasado algunos años desde el casamiento y el hijo no llegaba. Cuando Banadek recibió la noticia sintió que sus días llegaban a su fin con casi todo cumplido. Se asomó a la ventana de su gran caserón y contempló los campos verdes, casi perfectos. Una extraña sensación de bienestar le inundó, incluso un repentino cansancio, cansancio de trabajo hecho, abandono ya de cualquier responsabilidad con la vida. Buscó un butacón y pensó que por primera vez, podría esperar a la muerte tranquilo. Recordó entonces, por un instante, fugazmente, la cara de su esposa. Maria, la señora Maria, no había muerto ni mucho menos. Pero al señor Banadek, al viejo Banadek se le olvidaba. Como se le olvidaba que la señora Maria no había podido tener hijos y que continuaba trabajando en casa de los señores Spengler, desde donde veía los campos verdes, perfectos, que alguna vez ella misma y el señor Banadek habían trabajado. El viejo Banadek. 

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