martes, 22 de febrero de 2022
80 años del suicidio de Stefan Zweig
Hoy hace 80 años que el escritor austriaco Stefan Zweig se suicidó en Petrópolis, Brasil. Antes se había suicidado también su esposa Lotte. Se suicidaban en una ciudad brasileña, en 1942, aterrorizados ante las noticias que llegaban de la Guerra mundial. Los nazis iban ganando y todo por lo que había peleado el escritor se iba a la mierda. Vivir en esa situación, después de ya algunos años de exilio por diferentes países de Europa, Estados Unidos y finalmente Brasil, la perplejidad ante el triunfo de la barbarie cuando todo el mundo piensa que la barbarie no va a triunfar nunca, debió suponer un agotamiento mental tan extraordinario, una decepción con tantas cosas tan bestia, que no lo soportó más. No me atrevo a explicar así en plan patillero quién era Stefan Zweig si no lo conocen. Un escritor austriaco, de familia judía aunque él no profesó nunca el credo, que creció y... lo que voy a explicar se basa en mis recuerdos de un libro que deberíamos leer todos. 'El mundo de ayer', sus memorias, son una auténtica obra maestra. Un libro impresionante sobre un mundo perdido, una manera de entender las relaciones humanas, quizás en muchos momentos idealizada y con una mirada muy... burguesa, no sé cómo decirlo, una mirada de quien ve la tranquilidad y la vida sin sobresaltos, la armonía entre las gentes, el repudio a la violencia, a los conflictos, a los nacionalismos. Es un mundo muy influido por un recuerdo de lo que fue el Imperio Austro-Húngaro y cómo los diferentes pueblos que vivían allí, vivían y se relacionaban. Y cómo eso se va a la mierda. Y cómo aparecen los conflictos entre personas que se habían conocido de toda la vida y que acaban mal. Y cómo él, que era quien era, que pensaba como pensaba, se tiene que largar de su país, de su mundo, porque se lo pelan. Los libros de Stefan Zweig, desde las autobiografías, como la de Fouché que es una auténtica pasada, la de María Antonieta, la de María Estuardo, la de Erasmo... las novelas, casi cuentos extendidos, la Novela de Ajedrez, o una pequeña joya a la que le tengo un rollo especial que se llama Mandel, el de los libros, que tiene todos los ingredientes de lo que Zweig quiere contar. O la Carta de una Desconocida o las Veinticuatro horas en la vida de una mujer. Libros que no solo son entretenidos, es que te meten en un clima muy determinado, en una manera de entender el mundo, en un tiempo, que te parece una auténtica cabronada que se tuviera que acabar. Hoy debería todo el mundo, al menos leer una página de algo que le guste, de algo que le de paz, que le de buen rollo, que le conforte y que le haga pensar. Y escribirlo ya sería la hostia.
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