jueves, 24 de marzo de 2022
Cuento sueco
Pedro Pablo era un enamorado de Olof Palme. En una época en la que todos estábamos con la cabeza del revés y no podíamos parar de ser cada día un poco más radicales o bien devanarnos los sesos con propuestas que alternasen el concepto de hegemonía con la nosequé, él estaba enamorado de Olof Palme. No le podíamos ni ver. Se pasaba el día diciéndonos que Olof Palme había conseguido una síntesis, que Olof Palme era una esperanza, que pensaba viajar a Suecia e intentar conocerlo. Finalmente consiguió su objetivo y se fue con un coche hasta Suecia. Se llevó a un par de amigos que se quedaron en Francia hartos de un Pedro Pablo que ya entonces era tan especialito que un ratito era muy bien y un muchito era insoportable. Pedro Pablo nos mandó una carta desde Suecia que decía: 'Todo es aún mejor de lo que yo pensaba. Olof Palme es un auténtico líder carismático que representa un salto adelante fundamental en nuestras ideas y posiciones. Y lo más importante, una vez aquí, te das cuenta de que hay mucha más gente parecida a Olof Palme de la que yo creía.'. Su segunda carta fue todavía más definitoria. 'Me he enamorado de una chica y estoy convencido de que en Suecia puedo emprender una vida acorde con lo que siempre me he propuesto'. La tercera misiva, que tardó en llegar, ya no dejó lugar a dudas. 'Pernila y yo estamos esperando nuestro primer hijo, soy tremendamente feliz'. Ni una referencia a Olof Palme, con lo que llegamos a la conclusión que el tal Olof Palme no había conseguido ni era ni mucho menos esa persona incomparable que podía ser la referencia de nada, puesto que nuestro Pedro Pablo, en poco tiempo, había perdido la cabeza por una mujer y encima se había condenado con un hijo. Ese tal Olof Palme.
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