Parece que hace un año que escribí el último texto sobre un viaje a Vilches y ese año parece que se ha hecho corto. Como si hace nada que me senté a escribir sobre lo que nos pasó hace un año y en un año han pasado mil cosas y ahora que te sientas aquí te das cuenta de que realmente no ha pasado tanto porque parece que... y así un año y otro año. Este año hemos llegado de nuevo a Vilches después de haber estado en otro sitio, con lo que pudiera parecer que es el segundo plato. Claro, tenemos que ir a Vilches como si fuera una obligación. Es una obligación y es un compromiso. Un compromiso con nuestras raíces, con nuestros amigos y amigas, con una manera de entender lo que somos y lo que nos gustaría ser. Hablo en plural pero hablo por mí, principalmente. Ir al pueblo, tener pueblo, enriquece. Cuántos y cuántas no están ahora arrepintiéndose de no tener pueblo, de no tener otro punto de vista, un lugar al que pertenecer también o además. Este año, después de un año, había que ir a Vilches, como siempre, por las fiestas o sin las fiestas, pero hay que ir. Y cada año enganchar a alguien más a lo que significa el pueblo y cada año quizás conocer a alguien más con quien no tenías contacto y que fíjate o bien recuperar a alguien que hacía mil años que no y resulta que también. En definitiva, la visita al pueblo significa reconectar con todas esas cosas de tu infancia que te han marcado de manera perenne, con los recuerdos tanto de uno mismo como de tu familia y amistades, y enganchar con otras personas que están ahí y que siempre acaban aportando. Este año, por ejemplo, y por todo lo que nos ha pasado, tenía muchas ganas de conversar con Bartolo, el ex alcalde y compañero. Su visión y manera de ver las cosas siempre me aporta mucho y este año tenía ganas de hablar con él. Creo que solo pudimos hablar un día con cierta calma aunque rodeados del ruido de las chapas, pero ya me sirvió de mucho. Como siempre sirve de mucho pasar tiempo con Marina, esta vez confirmando que realmente somos familia y que tanto ella como su hermanas y hermanos, somos familia. Son mis chachas y chachos. Explorar sobre la familia me encanta. Sobre la familia de mi abuela Juliana y mi abuelo Antonio, en principio. Especialmente mi abuela Juliana, ya que mi padre nunca fue muy familiero y estoy convencido de que los Garridos y Vallejos deben ser muchos más de los que mi padre tenía ganas de localizar. Él no iba al pueblo por la familia, o al menos por la familia que fuera más allá de sus padres y su hermana. Mi madre es otra cosa. Hemos ido al pueblo y es la última vez que vamos al pueblo en estas condiciones o con este planteamiento. Nos hemos dado cuenta de que nosotros vivimos todavía las fiestas de Vilches como las vivíamos hace años y ya nadie las vive así. El posturón del 15 de agosto es un recuerdo, no existe, se acabó. Ya no lo hace nadie. Al menos en la plaza. Supongo que harán otras cosas en otros puntos, pero lo que nosotros recordamos, ya no está. Salir a mediodía y por la noche, un error. La última vez. Luego llega la noche y no aguantas porque estás cansado. Quizás ha sido la última vez que vemos el formato de fiestas en la Piscina como lo recordamos. Las orquestas ya no son orquestas para todos los públicos y todos los días. Las orquestas han dado paso a un formato de conjuntos que bailan más que cantan, que no cantan todo el rato, y que repasan los éxitos preeminentemente actuales frente a los pasodobles y demás reliquias que ya ni medio llenan la pista de baile. Es así. Puede haber quejas, pero el cambio de guardia ya ha sonado y hay que estar atentos y atentas a las tendencias. No vimos a Medina Azahara, es que no lo sabíamos, y entramos cuando ya estaban acabando y agradeciendo. Tampoco vimos el tributo a Fito, esta vez de manera consciente. pero sí que vimos tanto la actuación en la plaza de la coplera, que impresionó a mis jóvenes sobrinas, y la actuación del tributo a Rocío Jurado, que, cuando vimos que ya había tocado las canciones que medio nos sabíamos, nos fuimos. Podríamos habernos quedado más. Quizás. Creo que solo hasta el último día, no pudimos hacer todo el circuíto de las fiestas completo. Con su orquesta, sus bailes hasta el final, saludando a todo pichichi y acabando la cosa con la rosca de churros correspondiente. Como tiene que ser. Esperemos que no sea la última vez. Una vez más disfrutando de la compañía de la Marijose e Isabelita, las sevillanas que tampoco pueden faltar en las fiestas y a las que queremos con locura. Una vez más con Yolanda y Antonio. Una vez más con Montse. Una vez más sin cuadrar las agendas con Jordi y Amanda. Una vez más recibiendo la visita de mis titos, Antonio y Cati y mis primos Jesús, ya toda una persona dispuesta a volar libre por el mundo, y mi prima Ana, fenómena absoluta que ya no es que vuele, es que yo que sé mi prima Ana. Y solo he podido quedar un ratillo de nada con mi prima Juani y como siempre y viene siendo habitual en los últimos encuentros, lamentarnos de lo lejos que vivimos y lo que nos gusta un chismoseo y lo que me gusta hablar con mi prima Juani. Y si hubiera estado mi prima Juli, pues para morirse ya del todo. Y volver a ver a Fabri y su familia, y recuperar a la Mercé, la estacionera de Sabadell. Y no hemos visto al primo Manolo, no hemos visto a los Robin, no hemos visto a Manoli. Eso ha sido una falta grave. Hemos visitado quizás menos bares que nnunca. Las Olas, bastante más Buen Gusto que otras veces, una vez a los Cazadores antes de su reforma (según qué hagan veremos que pasa, porque íbamos por lo bizarro, no sé si luego...), una vez casi de chaspi al Pichi, una vez al Baesucci, una vez al Aljarafe. Pero no puntúa visita ni al Ginés, ni al Ágora, ni al Cruce, que estaba cerrado. No hemos visitado tampoco el Porrosillo ni tampoco nos ha visitado el Porrosillo a nosotros. Hemos vuelto a contemplar las vistas desde el Castillo y hemos vuelto a echarnos unas risas y aprender frases nuevas con el tito Martín, siempre en forma. Hemos estado con todos los de siempre, hemos hablado con la gente que hemos podido y hemos constatado que no es fácil, pero que hay que ponerle buena cara a esto, María. Ha hecho calor, claro, pero ya hizo calor los días previos como para fundir las piedras y el resto de días hizo calor, pero es un calor que es el calor. Vinieron la prima y las sobris al pueblo y apreciaron la idiosincrasia local. Tipismo e historia. No hemos visto ninguna procesión y tampoco hemos visto un encierro por mucho que habrá un día en el que acaben poniéndonoslo en la puerta. Hemos ido una noche a cenar a la Fernandina y nos sirvió para despedirnos pero no pudimos despedirnos de todo el mundo y eso supone un problema grave, porque nos gusta saludar y nos gusta también decir adiós y preguntar por esto y por lo otro, como me pasó con mi otra prima Ana. Que hay que preguntar. Y una noche vino la Catalina a casa. Y un día volví a ir a la piscina a bañarme y descubrí que la piscina es un sitio en el que se está bien, pero es que no encuentra uno tiempo. Encontré tiempo para dar la vuelta al mortero y para comprar magdalenas en Covirán y para ver a mi prima Laura en la farmacia, pero me sigue faltando tiempo para otras muchas cosas. A veces tiempo y ganas. Otro año más, los años van pasando y este año no hemos sido el pack indivisible como los zumillos, con mi hermano, pero el año que viene seguro que volvemos. ¿Entonces?
domingo, 27 de agosto de 2023
Crónica de un viaje a Vilches. La última vez.
Parece que hace un año que escribí el último texto sobre un viaje a Vilches y ese año parece que se ha hecho corto. Como si hace nada que me senté a escribir sobre lo que nos pasó hace un año y en un año han pasado mil cosas y ahora que te sientas aquí te das cuenta de que realmente no ha pasado tanto porque parece que... y así un año y otro año. Este año hemos llegado de nuevo a Vilches después de haber estado en otro sitio, con lo que pudiera parecer que es el segundo plato. Claro, tenemos que ir a Vilches como si fuera una obligación. Es una obligación y es un compromiso. Un compromiso con nuestras raíces, con nuestros amigos y amigas, con una manera de entender lo que somos y lo que nos gustaría ser. Hablo en plural pero hablo por mí, principalmente. Ir al pueblo, tener pueblo, enriquece. Cuántos y cuántas no están ahora arrepintiéndose de no tener pueblo, de no tener otro punto de vista, un lugar al que pertenecer también o además. Este año, después de un año, había que ir a Vilches, como siempre, por las fiestas o sin las fiestas, pero hay que ir. Y cada año enganchar a alguien más a lo que significa el pueblo y cada año quizás conocer a alguien más con quien no tenías contacto y que fíjate o bien recuperar a alguien que hacía mil años que no y resulta que también. En definitiva, la visita al pueblo significa reconectar con todas esas cosas de tu infancia que te han marcado de manera perenne, con los recuerdos tanto de uno mismo como de tu familia y amistades, y enganchar con otras personas que están ahí y que siempre acaban aportando. Este año, por ejemplo, y por todo lo que nos ha pasado, tenía muchas ganas de conversar con Bartolo, el ex alcalde y compañero. Su visión y manera de ver las cosas siempre me aporta mucho y este año tenía ganas de hablar con él. Creo que solo pudimos hablar un día con cierta calma aunque rodeados del ruido de las chapas, pero ya me sirvió de mucho. Como siempre sirve de mucho pasar tiempo con Marina, esta vez confirmando que realmente somos familia y que tanto ella como su hermanas y hermanos, somos familia. Son mis chachas y chachos. Explorar sobre la familia me encanta. Sobre la familia de mi abuela Juliana y mi abuelo Antonio, en principio. Especialmente mi abuela Juliana, ya que mi padre nunca fue muy familiero y estoy convencido de que los Garridos y Vallejos deben ser muchos más de los que mi padre tenía ganas de localizar. Él no iba al pueblo por la familia, o al menos por la familia que fuera más allá de sus padres y su hermana. Mi madre es otra cosa. Hemos ido al pueblo y es la última vez que vamos al pueblo en estas condiciones o con este planteamiento. Nos hemos dado cuenta de que nosotros vivimos todavía las fiestas de Vilches como las vivíamos hace años y ya nadie las vive así. El posturón del 15 de agosto es un recuerdo, no existe, se acabó. Ya no lo hace nadie. Al menos en la plaza. Supongo que harán otras cosas en otros puntos, pero lo que nosotros recordamos, ya no está. Salir a mediodía y por la noche, un error. La última vez. Luego llega la noche y no aguantas porque estás cansado. Quizás ha sido la última vez que vemos el formato de fiestas en la Piscina como lo recordamos. Las orquestas ya no son orquestas para todos los públicos y todos los días. Las orquestas han dado paso a un formato de conjuntos que bailan más que cantan, que no cantan todo el rato, y que repasan los éxitos preeminentemente actuales frente a los pasodobles y demás reliquias que ya ni medio llenan la pista de baile. Es así. Puede haber quejas, pero el cambio de guardia ya ha sonado y hay que estar atentos y atentas a las tendencias. No vimos a Medina Azahara, es que no lo sabíamos, y entramos cuando ya estaban acabando y agradeciendo. Tampoco vimos el tributo a Fito, esta vez de manera consciente. pero sí que vimos tanto la actuación en la plaza de la coplera, que impresionó a mis jóvenes sobrinas, y la actuación del tributo a Rocío Jurado, que, cuando vimos que ya había tocado las canciones que medio nos sabíamos, nos fuimos. Podríamos habernos quedado más. Quizás. Creo que solo hasta el último día, no pudimos hacer todo el circuíto de las fiestas completo. Con su orquesta, sus bailes hasta el final, saludando a todo pichichi y acabando la cosa con la rosca de churros correspondiente. Como tiene que ser. Esperemos que no sea la última vez. Una vez más disfrutando de la compañía de la Marijose e Isabelita, las sevillanas que tampoco pueden faltar en las fiestas y a las que queremos con locura. Una vez más con Yolanda y Antonio. Una vez más con Montse. Una vez más sin cuadrar las agendas con Jordi y Amanda. Una vez más recibiendo la visita de mis titos, Antonio y Cati y mis primos Jesús, ya toda una persona dispuesta a volar libre por el mundo, y mi prima Ana, fenómena absoluta que ya no es que vuele, es que yo que sé mi prima Ana. Y solo he podido quedar un ratillo de nada con mi prima Juani y como siempre y viene siendo habitual en los últimos encuentros, lamentarnos de lo lejos que vivimos y lo que nos gusta un chismoseo y lo que me gusta hablar con mi prima Juani. Y si hubiera estado mi prima Juli, pues para morirse ya del todo. Y volver a ver a Fabri y su familia, y recuperar a la Mercé, la estacionera de Sabadell. Y no hemos visto al primo Manolo, no hemos visto a los Robin, no hemos visto a Manoli. Eso ha sido una falta grave. Hemos visitado quizás menos bares que nnunca. Las Olas, bastante más Buen Gusto que otras veces, una vez a los Cazadores antes de su reforma (según qué hagan veremos que pasa, porque íbamos por lo bizarro, no sé si luego...), una vez casi de chaspi al Pichi, una vez al Baesucci, una vez al Aljarafe. Pero no puntúa visita ni al Ginés, ni al Ágora, ni al Cruce, que estaba cerrado. No hemos visitado tampoco el Porrosillo ni tampoco nos ha visitado el Porrosillo a nosotros. Hemos vuelto a contemplar las vistas desde el Castillo y hemos vuelto a echarnos unas risas y aprender frases nuevas con el tito Martín, siempre en forma. Hemos estado con todos los de siempre, hemos hablado con la gente que hemos podido y hemos constatado que no es fácil, pero que hay que ponerle buena cara a esto, María. Ha hecho calor, claro, pero ya hizo calor los días previos como para fundir las piedras y el resto de días hizo calor, pero es un calor que es el calor. Vinieron la prima y las sobris al pueblo y apreciaron la idiosincrasia local. Tipismo e historia. No hemos visto ninguna procesión y tampoco hemos visto un encierro por mucho que habrá un día en el que acaben poniéndonoslo en la puerta. Hemos ido una noche a cenar a la Fernandina y nos sirvió para despedirnos pero no pudimos despedirnos de todo el mundo y eso supone un problema grave, porque nos gusta saludar y nos gusta también decir adiós y preguntar por esto y por lo otro, como me pasó con mi otra prima Ana. Que hay que preguntar. Y una noche vino la Catalina a casa. Y un día volví a ir a la piscina a bañarme y descubrí que la piscina es un sitio en el que se está bien, pero es que no encuentra uno tiempo. Encontré tiempo para dar la vuelta al mortero y para comprar magdalenas en Covirán y para ver a mi prima Laura en la farmacia, pero me sigue faltando tiempo para otras muchas cosas. A veces tiempo y ganas. Otro año más, los años van pasando y este año no hemos sido el pack indivisible como los zumillos, con mi hermano, pero el año que viene seguro que volvemos. ¿Entonces?
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