jueves, 11 de julio de 2024
Furia española
Una vez más y para que quede claro, el entusiasmo por la selección española de fútbol masculino jamás me ha acompañado. Dicho esto, aclaremos varias cosas. Esta Eurocopa está evidenciando que eso que llamamos España y eso que llamamos la gente, es algo que debemos acostumbrarnos a valorar de otra manera. Si han sido las derechas las que se han apropiado de las ideas de patria y nación y lo que es y lo que se debe ser por estos lares, la presencia simbólica de dos españoles que no se corresponden con lo que antes veíamos por la calle y encarnaban los valores fundamentales de patatín y patatán, parece haber hecho saltar por los aires las costuras y los puntos del facherío. Dos españoles, (no, me diréis, que Lamine Yamal es catalán y Nico Williams es navarro), dos personas nacidas en el territorio que sale en al mapita que viene impreso en el DNI, se convierten en la imagen de la selección española de fútbol, el recinto sagrado de las esencias patrias. Pero que no son como Don Pelayo, Fernando Hierro o Blas de Lezo. Y hay problemas. Porque no son Catanha, Pernía, Pizzi, Senna u otros jugadores que adquirieron la nacionalidad para jugar con la selección, no, aquí hablamos de dos personas nacidas aquí y que son tan de aquí como la Mahou caliente. Y discúlpenme los compol o los loquesea si en este punto me pongo excesivamente explícito. Efectivamente, en el caso de Lamine Yamal, reivindicar su procedencia de barrio de esos barrios que los fachas de Vox y los fachas de la Orriols, y considerar que sí, que hay que explicitar una identificación con el chaval, es necesario. Porque del otro lado no se andan con ostias. Así que hacer lo que sea para plantar delante de su cara de facha la imagen de Lamine o del athleticzale Williams, es un acto, simbólico como casi todo ya, de antifascismo. Y sí, es simbólico en tanto en cuanto sigue habiendo un racismo institucional en cada paso que damos. Y sí, mientras ponemos pantallas gigantes para aprovechar el tirón popular y juvenil sobre todo, ponemos trabas para el empadronamiento y para mil cosas a esa gente que, luego vitoreamos cuando 'hacen las cosas bien'. Es lamentable, sí. Pero no por eso creo que debamos señalar que, esa gente, es también nuestra gente. Somos nosotros.
Pantallas gigantes. Los ayuntamientos de signo diverso están anunciando o ya han colocado pantallas gignates para seguir las semifinales o la final. Esto, hace unos cuantos años, se podría ver como oh, en estas tierras, como una provocación españolista tendente a... pero viendo el seguimiento popular y diverso de esta selección y lo que está consiguiendo generar, parece que le da en los morros a quienes lo ven todo como un ataque a su esencia. Precisamente en estos días en los que el mensaje racista, xenófobo, excluyente, parece desatar una ofensiva gigantesca, hay quien le ve fisuras al tema de que la gente se identifique ya no tanto con una bandera o con un país, sino con unos jugadores que juegan bien y que son como sus colegas del insti, compañeros de trabajo, etc. Como ellos. También nos molesta. Nos molesta ver que la gente, nuestra gente, nuestros vecinos, se entusiasman con la selección española porque, caramba, hay cosas que se escapan de nuestra cabecita cuadrada. Cuando vemos vídeos en los que una fuerza política de izquierdas dice que el mayor peligro del turismo masivo es la españolización, cuando la fuerza indepe de derechas a la que todos deben rendir pleitesía porque el objetivo nacional prima sobre el de clase, como es Junts, se niega a que vengan más inmigrantes, cuando tenemos a la Orriols lanzando vídeos de mierda, cuando la identidad parece querer excluir o bien pretender la asimilación a algo establecido de antemano como 'lo catalán' o 'lo español', resulta que por abajo algo se mueve y lo descoloca todo. Y tenemos a gente siguiendo y tifando por la selección que jamás lo hubiera pensado. Y en Pamplona colocarán pantalla gigante. Y en tantos sitios. Y si no se entiende, pues habrá que comenzar a ver mundo. Verlo y sentirlo. Y si no te gusta lo que ves a tu alrededor y no lo entiendes, pues al rincón. Tan a gusto.
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