lunes, 30 de septiembre de 2024

Segundo Premio - Isaki Lacuesta / Pol Rodríguez


Vale, pues ya la he visto. Ahora, o durante, o no sé cuando, viene cuando toca decir que la película está bien, pero que no sé, que tampoco es para tanto. No 'para tanto', sino que está bien para confirmar cosas que uno ya sospechaba o sabía porque le había llegado por otro sitio o había imaginado. Incluso si las desconociera, estaría muy bien la película. Pero sí que creo que hay que ser de Los Planetas. Yo soy de Los Planetas. Entrando en materia, soy de Los Planetas pero por ejemplo, no he sido un fanático de la banda. Los he ido a ver muchas veces, voy a verlos dentro de nada, pero no soy capaz de tararear la letra de según que canciones que son míticas. Por ejemplo, viendo la película, confirmé de nuevo que no me sé la letra, pero ni de cerca, de La Caja del Diablo. O de Toxicosmos. Y de muchas más. Ahora, las que me sé, me las sé. Como la que da título a la película, Segundo Premio, un pedazo de canción cuya letra sí que me sé y que es de las más emocionantes que tienen. Y que, sin hacer spoilers, resume bastante lo que es la película. Y la película responde a esas preguntas que los seguidores del Jota y su banda nos hemos hecho alguna vez, 'pero a quién le canta?'. La película, que se presenta como que no es una película sobre Los Planetas, sí que nos dice que trata sobre La Leyenda de Los Planetas. Es decir, no se habla de lo que pasa o de lo que pasó, sino de lo que pudo haber pasado. Y pudo haber pasado. La historia se sitúa en un momento crítico de la banda, cuando dos de sus miembros fundadores se van, cuando han tenido un pequeño pinchazo discográfico y cuando quieren lanzarse a la grabación de un disco que parece ser un todo o nada. La historia es la historia que hemos visto en documentales de mil grupos. Miembros de la banda que se odian y que se aman, que se necesitan y que se agobian, que pierden la ilusión, que no pueden seguir con la tralla de la vida, que no quieren más, que ya han tenido suficiente, o que no pueden parar, que ya no saben parar, que no saben hacer otra cosa, que han encontrado su vida, que se destruyen pero es en esa destrucción donde encuentran la razón de ser. Complicado, sí, pero es la vida de una banda. Y en ese marco es donde se entiende todo. Quién lo tiene claro, quién va con el gancho, quién está, quién no está, a quién se le reprocha, a quién se le recuerda. Pink Floyd, por ejemplo, no se entiende sin Syd Barret. Su ausencia y su presencia marca todo el devenir de la banda y las letras, obsesiones, motivos de la música, girarán alrededor de aquel que un día fue y ya no. Pues eso pasa un poco o bastante en esta película. Conozco a quien ha hecho de las canciones de Los Planetas un poco una guía vital. Gente que se explica como canciones de Los Planetas. Recuerdo haber sentido discos de Los Planetas según épocas. La primera parte de La Leyenda del Espacio cuando estás de bajón. La segunda parte cuando estás arriba. Una Semana en el motor de un Autobús es un disco capital, su gestación y su desenlace marcará a Los Planetas por el resto de su trayectoria. Un cambio de sonido y encontrar un sentido. Eso lo cuenta la película. Y sale Granada. Y yo he estado en ese sitio. Y yo creo que he aparcado allí. Y el Planta Baja. Y bueno. Unos actores que de manera insospechada se parecen tanto a los personajes reales que el Florent de la ficción parece más Florent que el Florent de la realidad. Y quizás el Erik es más Erik que el propio Erik. Sea como sea, una película que merece la pena para seguidores de la banda, para confirmar o para disfrutar o para lo que sea, y que posiblemente no se coma un lluç en los Oscar, pero oiga, ya está bien. Y ese 'son granaínos' que lo explica todo...

Pequeños cuentos centroeuropeos


Esa fijación que tiene últimamente la gente por caminar, por pasear por senderos, caminos, veredas, no pisar asfalto, sentir la tierra bajo los pies. Quedamos unos cuantos amigos y amigas para ir a visitar el lago y automáticamente una integrante del grupo, obsesionada con la cosa del caminar, propuso ir a darle la vuelta completa al mismo. Para que se notase que yo no estaba por la labor de tomarme aquello como un ejercicio de contacto con el medio sino como un simple paseo, no modifiqué en exceso mi vestuario original, tan solo me equipé con un calzado que digamos, sintonizaba con el propósito. Así que iniciamos la caminata y, cuando ya habíamos recorrido un buen trecho, decidimos que era el momento para hacer la foto de rigor que dejase testimonio de nuestro periplo. Seleccionamos un recodo que parecía ideal para tal efecto y nos adentramos por una veredita que daba a una suerte de mirador. Un poco antes de entrar en la instalación de madera que funcionaba de, me fijé que, en el suelo, alguien había pisoteado un cangrejito de río que yacía aplastado y del que solo se distinguían un par de tenacitas inertes. Ya en la instalación, comprobamos que no estábamos solos. Una pareja algo más joven que nosotros estaba conversando respecto a algún tema que no entendíamos. Había algo en esa conversación que me llamó la atención. El tono era jocoso, pero no era empalagoso, ella y él hablaban y se reían y conversaban como si estuvieran en la barra de un bar y hubieran quedado después de trabajar. Un encuentro informal. Como no accedían al código internacional por el cual si estas en un sitio y llega un grupo te tienes que ir para no molestar o porque te sientes incómodo, les pedimos que nos hicieran ellos la foto, así por lo menos podríamos tener el documento requerido sin ellos de fondo. Fue ella la que accedió muy animosamente a coger el móvil que le ofrecí. Mi móvil. Una vez que posamos para la foto, la chica procedió a lanzar el móvil, mi móvil, al lago, lejos. Al menos tuvo el detalle de no lanzárnoslo a nosotros. Pero el móvil cayó como a 40 metros de dónde nos encontrábamos. Y sin más, se giró, cogió a su chico de la mano y se fueron por el sendero. Y yo me sentí como el cangrejito. 

viernes, 27 de septiembre de 2024

Pequeños cuentos centroeuropeos


Te pongas como te pongas la historia es así de corta. El relato no da para más. Es que lo de Trussi no tiene más misterio. Trussi vive sola. Trussi no ve a nadie. Va a trabajar y cuando vuelve se encierra y se acabó. Trussi un día se encuentra con alguien que le da conversación en la parada del autobús. Ese alguien es un completo desconocido. Trussi, que ya la conoces, es desconfiada como ella sola, no se sabe porqué, le sigue el rollo. Los testigos dicen que el desconocido no es singularmente bien parecido, no va tampoco bien vestido. Es alguien normal y corriente. Trussi se ríe. Ese es el tema, Trussi se está riendo. ¿Cuánto hace que no veías a Trussi riéndose? Pues ese es el tema. Van juntos en el autobús y el desconocido, completamente desconocido, se baja un par de paradas antes de que Trussi llegue al trabajo. Trussi dice que se pasa el día con una sonrisa en la boca pensando en la conversación con el desconocido. Vuelve a casa y no se lo encuentra de nuevo en el autobús, tal y como ella esperaba. Se encierra en casa pero al cabo de un rato sale en dirección a la parada del autobús, por si vuelve a encontrarse con el completo desconocido. Y se lo encuentra. Y ya está, fin de la historia. Lo que pase a partir de ahora, lo iremos viendo. 

miércoles, 25 de septiembre de 2024

Pequeños cuentos centroeuropeos


Checoslovaquia se había convertido en una obsesión. Comenzó con lo habitual, las referencias futbolísticas, atletas, tenistas y poco a poco se fue profundizando con escritores y políticos. La cosa se agudizó durante un viaje que, casualmente, le llevó de jovencito a Praga, justo cuando ya había caído el comunismo y Checoslovaquia había dejado de existir. No aceptó bien aquello, como otros muchos no habían aceptado muchas cosas y otros lo habían aceptado de tal buen grado que significó un alivio. Pero él no. Pese a no tener nada que ver con el país más allá de aquella fijación que le llevaba a ir murmurando nombres, apellidos, lugares, sacar a colación anécdotas de personajes checoslovacos, coleccionar botellas de cerveza, dejarse bigote o mirar en youtube vídeos de dibujos animados, así como comprarse un Skoda, entre otras muchas cosas, se sentía checoslovaco y decidió empeñar su vida en la recuperación de aquel estado compuesto por checos y eslovacos. Así, casado con una checa a la que había conocido a través de las redes sociales, se trasladó a Praga para vivir, encontrando trabajo de manera casi milagrosa en una empresa española que le permitía trabajar a distancia en asuntos relacionados con la importación y exportación de cacharretes. Una vez allí, fundó la Asociación de Amigos Españoles de Checoslovaquia, que de manera paradójica, muy pronto comenzó a sumar adeptos. Muchos eran quienes por motivos políticos o sentimentales tenían vínculos con aquel extinto país. Sin embargo, aquel amor o nostalgia, no compartía en muchos casos el sentido último de la acción de nuestro amigo, que no era otra que refundar Checoslovaquia. Como del deseo únicamente no se vive, aprovechó sus contactos para organizar algunos encuentros, organizar reuniones, organizar charlas, viajar a Bratislava, y así, pudo fundar un partido político propio. La Unión Checoslovaca Socialista, se presentó a las elecciones primero en la República Checa obteniendo un exiguo 0,75% de los votos. En los comicios siguientes en Eslovaquia, el resultado fue algo mejor, un 0,89% de los votos. Una enfermedad rara de su esposa les hizo pasar una larga temporada en la costa levantina, lugar de procedencia de nuestro amigo. Pasaron meses hasta que ella se pudo recuperar y, cuando tocó regresar, Jana, que así se llamaba, le expuso a José Carlos, que así se llamaba él y no lo habíamos dicho, que no quería volver y que allí estaban a gusto y que se quedaran. Y se quedaron. 

lunes, 23 de septiembre de 2024

Pequeños cuentos centroeuropeos

 

Hay una casa en Praga, cerca del cementerio judío, bueno, no está tan cerca del cementerio judío, pero para situarnos un poco creo que está bien decirlo. Cerca del cementerio judío de Praga hay una casa, una casa en la que vivía una familia. La casa tenía tres plantas. Esta familia, la familia Dinkov, vivía en el segundo piso. El tercer piso estaba vacío. Y en la primera planta había una taberna. La familia Dinkov no regentaba la taberna. La taberna era propiedad de otra familia. Peter Dinkov trabajaba en una herrería, su mujer Natalia Dinkova en una fábrica de botones y los hijos Karol y Petra estaban todavía en el colegio. La taberna la llevaba la familia Hrilak. No eran de Praga. No sabía explicar claramente de dónde venían. El padre hacía años que había muerto. Tampoco sabían explicar cómo había sucedido. Si le preguntabas a su viuda, la señora Hrilakova, respondía con una larga historia en la que la enfermedad y la depresión se mezclaban para acabar en un momento en el que no sabías si se había suicidado o la enfermedad lo había matado. Si le preguntabas a la hija, esta hablaba de que había muerto en la guerra. Si le preguntabas por qué guerra, te contestaba que la guerra. Los Dinkov y los Hrilak nunca habían sido amigos. Los Hrilak hacían vida en la taberna, donde al fondo tenían unos cuartos y un baño. Los Dinkov entraban  por una puerta que llevaba a una escalera que conducía al segundo piso. Un día apareció un señor muy atildado, parecía británico, se plantó delante de la casa y miró hacia el tercer piso. Entró en la taberna, preguntó a la señora Hrilakova y esta le explicó que el tercer piso estaba vacío. La casa pertenecía a un señor que decían que vivía en Viena. El señor pidió las señas, llegó a un trato y al cabo de un mes se instaló en el tercer piso. No pisó más la taberna. El señor recibía cada día una comanda del mercado y él mismo cocinaba en una pequeña cocina que había instalado. Tampoco coincidía demasiado con los Dinkov. Al cabo de los dos meses consideró que había llegado el momento de las presentaciones y metió debajo de la puerta de los Dinkov y entregó en mano a la señora Hrilak una invitación. 'Soy el señor Jeremías Stürmer, propietario de este edificio, he venido a instalarme aquí desde Viena durante unos meses para comprobar el estado del mismo. Cuando termine de hacer las comprobaciones pertinentes pondré el edificio en venta y volveré a Praga, por lo que les animo a que busquen un nuevo emplazamiento para su hogar. Sin más, Jeremías Stürmer.'

jueves, 19 de septiembre de 2024

Pequeños cuentos centroeuropeos


- Pues estás tú para hablar, que te has pasado la vida encerrado en casa, leyendo y vegetando, para ahora venirme a decir que el tiempo es el bien más preciado y que desperdiciarlo de esta manera es un crimen. Tú, precisamente, que me explicabas que el enriquecimiento que te suponía estar aislado del mundo, consumiendo sabiduría en solitario, sin intermediarios, sin necesidad de compartirlo con nadie, únicamente por el placer de conocer. Ahora, tú, me dices que no entiendes qué me pasa. No entiendes qué me pasa y no entiendes nada. He visto una luz y esa luz sólo se encuentra en el interior. Que otros digan que esa luz, como tú anticipaste, se encuentra en el saber de los demás, asimilado y procesado. Yo he encontrado esa luz por mí mismo. Sin necesidad de procesar nada, sin leer, sin escuchar, sin hacer. He visto una luz estando solo, sin estímulos, sin distracciones, únicamente trabajando mi mente y entrando en contacto con algo inmaterial que se encuentra en mí y que se encuentra a mi alrededor. Contactando, entrelazando, conectando. Ahora estoy en otra dimensión y no vas a ser tú quien me diga lo que tengo que hacer, lo que tengo que pensar o cómo puedo aumentar este conocimiento que no se puede explicar. No, no voy a hacerte caso. Sal de mi casa. 

- Pero qué casa, Juan Carlos, qué iluminación, qué dices, de qué me hablas. Yo solo...

- Sí, tú solo. 

miércoles, 18 de septiembre de 2024

Pequeños cuentos centroeuropeos


No nos dejemos llevar por el negativismo ni nos pongamos tremendistas porque no conduce a nada. Porque te voy a contar lo que nos pasó aquella vez que lo intentamos y no nos salió como queríamos. No nos salió bien, eso es absolutamente cierto, pero aprendimos. Y aprender ya es algo. Kozelek siempre ha sido muy pesimista, siempre nos ha dicho que no en cuanto escuchaba una idea. Yo no lo veo, a mí no me parece que vaya a salir bien, ahora es pronto, ya es tarde, siempre le ha encontrado los inconvenientes a todo y sin embargo siempre hay que escucharle. No hacerle caso, pero sí escucharle. Kozelek aquella vez dijo exactamente lo mismo que estás diciendo tú. Que le parecía que estábamos tirándolo todo por la borda porque no estábamos preparados. Pero es que había que tirarlo todo por la borda y habíamos llegado a un punto en el que o empezábamos de nuevo de alguna manera o nos iríamos pudriendo sin saber qué estábamos haciendo. Kozelek fue de los primeros en caer, porque Kozelek tendría sus cosas pero no se escondía tampoco. Y eso es algo que aprendimos. Esconderse. Aprendimos a ocultarnos, a no decir, a esquivar, a no ser claros. A difuminarlo todo, a ser menos directos, a deshacernos de lo concreto. Kozelek nos decía que tenía que ser blanco o negro, pero siempre lo veía todo negro. Después de aquello, aprendimos a no decir. No nos ha ido mal, pero todo se agota. Así que ahora, cuando nos encontramos en un momento similar a aquel, en el que nos conviene hacer algo, ponernos en cuestión y saltar por los aires si fuera necesario, que tú nos digas ahora, tú precisamente, que no crees necesario ponernos en riesgo por que el riesgo nos aniquilará. Bueno y qué. 

martes, 17 de septiembre de 2024

Pequeños cuentos centroeuropeos


Las ciudades y los pueblos grandes y las capitales de provincia y las capitales de comarca y las islas de casas y los bloques y los barrios y las urbanizaciones. Adela vivía en algún sitio así, rodeada de gente. Y esa gente la conocía y sabía cómo se llamaba y dónde trabajaba y quién era su novia y qué ideas tenía y todo eso. Adela vivía en un piso con otra gente y todo el mundo lo sabía. Todo el mundo tenía ya ubicada a Adela y Adela solo tenía que dejarse ir el resto de su vida para seguir siendo la Adela a la que todo el mundo quería o ignoraba, según. Así transcurrieron los años y Adela finalmente se casó con su novia y se fueron a vivir juntas. Todo el mundo recogió este cambio, asimiló la información y sin más sobresaltos llegó el momento en el que Adela y su compañera, que se llamaba Alicia, tuvieron un hijo, que se llamó Adamo. Y aquí comenzaron los malentendidos, las preguntas y no ubicar a Adela donde se esperaba, porque Adamo claramente nos deriva a un cantante belga de los años sesenta y Adela no tenía ninguna relación con todo eso de los sesenta. Adela era otra cosa y todo el mundo lo sabía. Alicia, por su parte, prácticamente era un clon de Adela y ambas tenían los mismos gustos, querencias, aficiones, ideología, clichés. En este caso, no existía la influencia perniciosa de. Adamo creció y sus madres le apuntaron a un conservatorio de música. Creo que es innecesario referirnos a cómo acaba la historia de Adamo y las extrañas coincidencias y equívocos que. Pero sí que tendré que decir algo sobre Adela y Alicia y del absoluto aburrimiento que fue el resto de su vida, aunque todo el mundo en la ciudad, en el barrio, en el poblacho, en la aldea, en la comuna, en el bloque, en la capital de comarca con una importante industria de procesados alimenticios, estuviera tan contento con todo. 

lunes, 16 de septiembre de 2024

Pequeños cuentos centroeuropeos


Una cuestión que no es menor es la actitud con la que enfrentas los problemas, mucho más que el problema en sí. Theresin era igual que tú, en cuanto la cosa se complicaba, ella lo complicaba todo mucho más y así todo se liaba, se embarullaba, se hacía imposible y finalmente abandonaba para volver a recaer y encontrarse con otro problema que resolvía, o no, de la misma manera. Esquivaba los problemas, puedes pensar que es una manera de hacer más o menos inteligente, pero no. Lo que Theresin hacía era complicar los problemas. Parecía tener una habilidad especial para esto. Theresin finalmente optó por una decisión drástica que tú ya conoces. Se fue. Se marchó porque creyó que el problema éramos nosotros y que en otro sitio las cosas serían de otra manera. No tardó en volver y no lo hizo sola, ya te acuerdas de Fedor, aquel chico con el que se casó y que era majísimo pero que, una vez aquí, se le giró la cosa y acabaron peleándose. Y no te digo yo que el problema no fuéramos nosotros, pero es que nosotros y una vez que vino con Fedor nosotros no aparecimos prácticamente, es que nosotros no buscábamos a Theresin y sin embargo Theresin venía a nosotros. A lo que voy es que Theresin tiene un problema y ese problema de Theresin es que quiere algo de nosotros que no es capaz de asumir que no va a conseguir. Y como no lo consigue lo lía todo, lo complica. Y aquí estamos, que no sabemos si llamarla, si quedar con ella, si hablar o si conformarnos con ir tirando y seguir a merced de sus idas y venidas. En fin, que si quieres te cuento lo mío que también tiene miga. 

viernes, 13 de septiembre de 2024

Pequeños cuentos centroeuropeos


Inventar, inventar, podemos inventar cualquier cosa, pero lo que le ocurrió a Argimira la de la Tienda cuando fue a visitar a su hermana Cloti que vivía en la calle Alta, por encima de aquella mercería que fue de las primeras en quitar la campanilla de la puerta para poner un sensor que pitaba cada vez que entrabas y que asustaba a la gente y que no sabían luego cómo quitarlo, pues que lo que le ocurrió a la Argimira, pues no es ni medio normal. Porque ella tenía aquel camino muy por la mano. Cada semana subía a ver a su hermana y la Cloti le devolvía la visita al día siguiente. Se veían, hablaba la Argimira de las cosas que le habían pasado y cuando la Cloti le devolvía la visita se daba cuenta de que al haberse visto con tan poco tiempo de distancia, no tenían nada que decirse y así la segunda visita de la semana se convertía en una sucesión de silencios. Lo que ocurrió aquel día con la Argimira es que cuendo llegó a casa de la Cloti, subió las escaleras de los dos pisos, abrió la puerta y entró en casa de su hermana, fue que la Cloti comenzó a hablar. No le contó nada especialmente reseñable, dolores en la espalda, cosas por fregar, lo caro que está todo, una tienda nueva, un programa de radio que escucha todas las noches y donde habla gente que necesita estar acompañada y que a ella le gusta mucho. El hecho fue que Cloti tomó la iniciativa. Argimira no hizo ni un gesto. Escuchó a su hermana y cuando acabó y se bebió su copita de anís. Y entonces ella contó lo que tenía que contar, problemas en la espalda, no podía dormir por la noche, había cambiado de sitio una butaca, no le gustaban las cortinas de su comedor y no le gustaban desde que las puso y ya sabía que llevaba contándole eso desde hacía años, pero es que no y que tenía una radio en algún cajón pero nunca la sacaba para escucharla porque al cabo de un rato de tenerla puesta se dormía y sin embargo, sin la radio no se dormía. Pues ponte la radio si no puedes dormir, hermana. Pues mira. Desde entonces solo se ven una vez por semana, pero la visita dura el doble.  

jueves, 12 de septiembre de 2024

Pequeños cuentos centroeuropeos

Antonio Deborach era un melómano conocido por todos en el barrio. Parece que había sido profesor, quizás de música, hacía bastantes años en algún colegio privado de la zona alta, pero una desmedida afición por la bebida le había apartado de la docencia. Malvivía dando clases particulares y evitando pisar los bares que acababa frecuentando más de lo debido. Cuando le preguntabas por cómo le iba, cómo estaba, su respuesta siempre incluía una referencia musical, alguna canción, un disco que te recomendaba, una pieza de música que no dejaba de sonar en su cabeza. En el barrio, lógicamente, le llamábamos 'Mozart'. Así que a Mozart nos lo encontramos una vez tirado en el suelo, un poco más allá de la puerta de su casa y lo llevamos al médico. Llorando nos contaba que había estropeado su colección de discos por haberlos tenido demasiado tiempo al sol. Sin sus discos no sabía qué iba a ser de él. Como solución de emergencia le propusimos que escuchara la radio. Había muchas emisoras musicales, incluso existía una emisora especializada únicamente en música clásica. Mozart nos hizo caso y durante un tiempo pareció estar bien. Seguía frecuentando el bar más de lo necesario y seguía hablándonos de cosas que estaba escuchando, de un artista que descubrió en un programa, de una cantante desconocida de un país que nunca habíamos conocido. No conocíamos muchos países. Otro día, descubrimos que Mozart se había encerrado en el lavabo del bar y no quería salir. Se había querido cortar las venas. Lo llevamos al médico otra vez y este le recomendó ingresar en un centro para recuperarse. Allí descubrió a dos o tres tipos que también eran conocidos en sus barrios como Mozart. Nos lo contó cuando salió al cabo de un par de meses. Ya no bebía y llevaba debajo del brazo un disco de un compositor checo que, no sabía porqué, le había llamado la atención.   

lunes, 9 de septiembre de 2024

Pequeños cuentos centroeuropeos


Posiblemente esto ya lo haya contado antes y también cabe la posibilidad de que lo vaya a contar después. De todas maneras, voy a contarlo. Esto es lo que pasó cuando José Carlos Páez, conocido en el barrio por el sobrenombre de Papi, decidió afrontar la realidad y poner algo de orden en su vida después de una temporada en la que anduvo perdido y no había manera de hacer carrera de él. Una tarde, después de no comer, de haberse quedado en el sofá mirando la tele, tuvo una suerte de epifanía. Él habló después de un 'transimiento'. Bajó a la calle y se dirigió a la tienda de la señora Adela, que vendía un poco de todo y casi siempre poco y se ofreció para ayudarla en lo que se pudiera y necesitara. La señora Adela conocía al Papi desde chinorri y había sido amiga de la madre del Papi hasta que esta murió y lo dejó a cargo de su tía y la señora Adela siempre miraba al Papi con el presentimiento de que el Papi no iba a acabar bien. Y ahí lo tenía, delante de ella ofreciéndose a trabajar en una tienda en la que no había apenas trabajo. Y sin embargo, aceptó tenerlo allí con ella, ahora cógeme esa caja, ahora ordéname esos mecheros, mira a ver si todas las botellas de leche están bien, tírame los bollos que ya estén mohosos o duros, bárreme, friégame, limpia un poco la estantería, ajústame eso que parece que cojea. El Papi se levantaba cada mañana a las siete de la mañana y a las ocho ya estaba en la puerta de la tienda de la señora Adela. A las ocho menos cuarto, paraba en el bar del Gallego para tomar un café. El Gallego le preguntaba siempre si lo quería adornar y él siempre contestaba que no, que estaba trabajando. Ahí estuvo, trabajando por un sueldecito casi testimonial durante un tiempo, unos años, quizás fueron diez. La señora Adela no tenía intención de morirse. No tenía hijos. Pero la intención no fue suficiente y un día se murió. Antes de ese día comenzó a sentirse mal, un dolor de cabeza, resultó ser un tumor, en fin. La tienda cerró. La señora Adela no era dueña de la tienda, que el local era de un tipo que vivía en la Bonanova y al que no conocía nadie. El Pipa pareció que se iba a la mierda otra vez. Volvió a aparecer en al bar del Gallego. Esta vez lo pedía enriquecido. Adornado. Como fuera. Ponle algo, Gallego. Se pasaba los días allí. Esperando el 'transimiento'. Le pasó un día en el propio bar. Le preguntó al Gallego si necesitaba algo. El Gallego le contestó que necesitaba morirse. 

jueves, 5 de septiembre de 2024

Tríptic del Silenci. La condició txarnega - Brigitte Vasallo


Este libro la verdad es que no es un libro. Un libro como uno espera que sea un libro que se ponga a hablar del charneguismo y de lo que es o de lo que parece ser o lo que quiera que sea. Un ensayo, vamos. Un tratado sobre la condición de los que no tenemos ni el nombre ni los apellidos y que poco o mucho tenemos una historia que no aparecía y no aparece en casi ningún sitio. Aparece, de vez en cuando, claro. Pero no así. Porque lo que hace Brigitte Vasallo en este compendio de páginas es transmitir un grito. Es decir, no esperen en este libro algo académico, algo político, una reivindicación personal, una historia de la familia, la superación, lo pobres que éramos y mira ahora, el sufrimiento, la buena acogida, lo integrados que estamos, nada. No. Lo que Brigitte Vasallo dice en este libro es ese estar hasta los mismísimos de no ser. De ser y de no ser, de no poder ser nunca. De estar siempre y no poder estar nunca. De tener la cabeza en muchos sitios, con mucha gente y saber que eso no está bien, que no es lo que se espera, que no tenemos y no somos. Que queremos ser otra cosa. Que no tenemos ni siquiera el nombre bien. Nada está bien, puto español de mierda. Fascista. Nyordo. A quién le importa de dónde eran tus padres. Eso. No esperen en este conjunto de páginas nada que no sea ese grito que quieres lanzar cuando te das cuenta de que no, no eres y no serás nunca. 

miércoles, 4 de septiembre de 2024

Turingia, Sajonia.


Comenzaré diciendo que no tengo ni idea de cómo es Turingia y tampoco Sajonia. Ambos son estados del Este, es decir, de la ex RDA y no sé qué evolución han tenido desde la caída del muro, pero... pero por lo que parece a lo largo de estos años ha crecido allí la extrema derecha de manera importante. No una extrema derecha de estas de por aquí, no, ahí hablamos de cosas más serias. Un reciente artículo que explicaba qué era la AFD decía que podríamos caer en la tentación de pintarlos como un grupo de estrambóticos fachas sin más, pero no, es peña que va bastante en serio y ya sabemos qué pasa cuando esta gente va en serio y en serio en Alemania. Lo que más me fascina de todo, como siempre, es ver hacia dónde se dirigen las culpas de todo esto. La extrema derecha, los nazis, aumentan su representación electoral y a quién culpamos. ¿No será culpa de la izquierda que suban los nazis? Ya leí ayer un artículo publicado donde lo progre es delito diciendo que, precisamente, los progres tenían la culpa de que suban los nazis ya que no se están aplicando los principios rectos del marxismo-leninismo o algo así en la política alemana. Efectivamente, no aplicar los principios del marxismo-leninismo puede que no conduzcan precisamente al socialismo, pero de ahí a pensar que todos somos cómplices del ascenso del nazismo... a ver. Estamos a punto de recuperar el 'socialfascismo' como manera de identificar a todo el mundo. Y ya sabemos lo bien que suele ir eso. Sale mal. Una reflexión estúpida, en este caso por mi parte, es decir que si los nazis, los fachas, la extrema derecha, sube, es principalmente culpa de los nazis. Y de que hay mucho dinero detrás de los nazis y de que los nazis y la extrema derecha no son esos pelaos con garrote con chincheta, sino unos finos estilistas de la comunicación con muchísimo dinero detrás que van contaminando el debate, la opinión, las alternativas, todo, hasta que parece que no queda otra cosa que ellos. Inmigración, el problema, cada día en la radio, en la tele, el aumento de navajas requisadas, los menas, los inmigrantes en Tossa, el alcalde de Tossa como ejemplo de argumento muy de derechas disfrazado de simple economicismo, inmigración, la percepción de seguridad, nos invaden, todo mentira. Absolutamente todo. Pero ahí tenemos los días en medios privados y públicos el tema, en tu cabeza, siempre. Y las voces que dicen que la izquierda debe ser realista y afrontar este debate de manera seria. Que debemos ser realistas y serios. Como por ejemplo Sarah Wagenknecht y su oferta política basada, dicen, en ser de izquierdas en lo nosequé y de derechas en lo nosecuantos. Y de repente eso parece una salida. Que por aquí todavía no abraza nadie, claro, pero. Pero. Qué tentador. Afrontar debates con realismo. Ese diez por ciento de votos. Dejar de ser buenistas. En realidad tenemos un problema. El horror. Está claro que los discursos valientes y que discuten temas como la identidad y la nación y los derechos naturales, no están muy de moda y que una parte de la izquierda, aquí mismo, utiliza la identidad como una herramienta antifascista. Pero pienso que eso debería cambiar desde el lado de quienes no somos izquierdas nacionales y discutir esos temas con alegría. Y jugar abriendo el campo. Si no quieren, daremos más. Interesante lo que ha escrito hoy, creo el Bernabé. Por ahí, quizás. Pero no darnos latigazos en la espalda y, ni mucho menos, dar ni un paso atrás. Ni para tomar impulso. 

martes, 3 de septiembre de 2024

Crónica de la Festa Major de Santa Coloma. Olor de Ámbar.


Venga, comencemos por el principio y casi lo más importante y ya nos lo quitamos de en medio. Este año hemos podido disfrutar a nivel personal y colectivo de la Festa Major de Santa Coloma porque no hemos podido montar caseta de Comuns. ¿Por qué? Porque el Ajuntament ha decidido no poner dinero para las casetas y el coste de las casetas resulta inviable. ¿Entonces lo de Can Zam no era una Fira d'Entitats? No, bajo ningún concepto. Tres 'entidades' han puesto caseta, es cierto. Dos de ellas auspiciadas o amparadas o respaldadas por negocios de la noche colomense. ¿Por qué le han llamado Fira d'Entitats? Pues porque les ha dado la gana, pero podrían haberlo llamado 'discoteca a cielo abierto' y no hubieran engañado a nadie. ¿Pero si se hizo una paella en la caseta de la AV Raval? A la que asistieron regidores del equipo de gobierno, del PP, y alguna despistada que no entiende que eso 'legitimaba' la actuación del Ajuntament. ¿Pero no les van a dar una subvención? Es posible, la promesa está, pero las cosas no se hacen de palabra cuando se están jugando tanto dinero. Debería ser todo más formal. Pero en Santa Coloma funcionamos así. Casetas sin el nombre de las entidades en la caseta. Y así nos encontramos con que hemos podido vivir la Festa Major y contemplar cómo desde la Fira d'Entitats al resto de actividades programadas, con la excepción de los inevitables y necesarios actos relacionados con la cultura tradicional catalana y los espectáculos musicales (con barras alrededor, claro), tienen el alcohol como elemento vertebrador. Y sí, soy de esos cenizos que no se lo pasan bien con nada, que no quiere RockFest, que no entiende Santa Coloma, claro. Y así nos quedamos con una Festa Major absolutamente blanca, europea, donde no encontramos prácticamente ninguna muestra de la diversidad de una ciudad que tiene 120.000 habitantes pero que parece reducida a quienes o somos nacidos o descendientes de las emigraciones del resto del Estado. El resto, brilla por su ausencia. No encontramos caras diferentes en el Corretapa, en el Sintonizza, en las discotecas de Can Zam, incluso en las actuaciones musicales. La oferta es para nosotros y nadie más. ¿Dónde vemos otros rostros, dónde están los otros colomenses? En las atracciones. ¿Es esto inevitable? Pues no, porque para eso debería existir un ente, por ejemplo EL AYUNTAMIENTO, para vertebrar una Fira d'Entitats donde se reflejase la diversidad social y cultural de nuestra ciudad. Pero no, lo que se quiere demostrar es la diversidad de negocios que tenemos. Es una elección, no es nuestra elección. El repaso del día a día de esta Festa Major podría comenzar con el seguici inaugural, donde nuestras diversas collas castelleras, geganteras, demoniacas y diableras, nos ofrecen lo bueno y mejor que tienen y así lo harán durante el resto de días del fin de semana. Ah, claro, la alcaldesa. A lo largo y ancho de estos cuatro días hemos visto a la presentación o representación de Mireia González como alcaldesa de la ciudad en sustitución de Núria Parlon, que a su vez ha seguido visitando la ciudad y fotografiándose casi como alcaldesa emérita. Sin embargo los focos estaban, están y estarán ya puestos en Mireia González. Estas fiestas no son sus fiestas, no han sido diseñadas o pensadas por ella ni su equipo y tendremos que esperar y esperamos que sean diferentes. Por lo pronto hemos visto que, desde el primer discurso de la recepció d'entitats, el esfuerzo por presentar a la nueva jefa del cotarro es evidente y que ésta, además, se esfuerza (o quizás le sale natural) en tener otro tono. Y ahí lo dejo. Otro tono. Arropada por el tropel de regidores y técnicos y técnicas, la nueva alcaldesa se ha desenvuelto por los puestus y, hasta el momento, todo sigue igual. Una visita a las Festes Alternatives como paso previo a la estancia y residencia en Sintonizza. No por parte de la alcaldesa, sino por mi parte, que hablo de mí. Las Alternatives este año se enfrentaban, en principio, al mismo problema que nosotros pero ellos deben tener otra manera de gestionarse y al final han hecho unas fiestas similares a las de siempre. Y está bien que se hayan proyectado con el lema 'orgull de classe' porque es precisamente el orgullo de clase lo que no acabamos de concretar lo que es y si ese orgullo de clase sólo lo detentan unos o bien no entendemos que en Santa Coloma lo de la clase es precisamente lo que nos define, a todos y todas. Y si el primer día no acabé en las alternativas, sí lo hice el segundo. Pero el primer día acabé en el Sintonizza. Este año el cartel del Sintonizza era para mi un arcano. No conocía a casi ningún grupo. La excepción de las dos bandas colomenses, Alcancen Victoria y FANTA, así como nombres como Mujeres. Y lo demás, cero points. Llegué a medio concierto de los Mojama Saz y me gustaron. El rollo así como tribal y psicodélico a la vez y las pintas de los muchachos, me molaron. Y de ahí pasamos a The Jackets que, no es que yahan, perdón, hayan, inventado la cocacola, pero su cocacola es efectiva, rock garagero de siempre con una cantante que ella solita mantiene el tipo de toda la actuación. Perfecto. A la cama. No, no he ido al corretapa, os lo vuelvo a repetir. Este año, precisamente este año que no he estado atrapado en la caseta, ha sido el año en el que menos me ha apetecido el rollo del corretapa. Las colas, los precios, y un ambiente donde si no estás muy arriba te sientes como absolutamente fuera de lugar, no acompañaba. Así que después de haber hecho un vermutete en el local con los y las compañeras, a por el arroz de las alternativas. Arroz vegano junto a la familia política. Despedida y siesta. Encuentro después con los camaradas del PCPC. Este año no ha habido cervecita revolucionaria, la cerveza que por sistema nos tomamos en su caseta y les preguntamos cómo va. Nos los encontramos en las alternativas lamentándose y con razón de que se han cargado la Fira d'Entitats y que no hemos hecho nada al respecto. Y tienen razón. Lo hemos denunciado, lo hemos explicado, pero qué. Discotecas a tope. Al Sintonizza del Sábado no le faltó de nada. Un orgullo ver a mi colega Gorka en el escenario del Sintonizza, de verdad, con Alcancen Victoria y verlo además como si llevase de gira con Bob Dylan desde el 76. Tranquilo, seguro, etc. Un muy buen bolo para una banda de punk rock local y la otra banda de punk rock local de las otras bandas que hay, los Fanta, hicieron un concierto acorde a lo que se espera, rápido, contundente y sin ostias. Del resto de bandas poco que comentar y así llegamos a los Mujeres a los que vi hace dos millones de años y dieron un bolo como si no hubiera pasado el tiempo. Las dos versiones finales, fueron lo que más me gustó. Demoler y No volveré. Terminé en las Alternativas junto a mi esposa evitando que mi culo se moviera al ritmo del dj que por el contrario tenía a todo el mundo en armas. Yo no. No es mi rollo. Ya está. A casa. Exposición de Coloristes frustrada por la lluvia y para casa de nuevo evitando el corretapa. Salida a ver la Feria de atracciones y ver que llegaba prácticamente hasta la Cacaolat, invandiendo el parc de Can Zam y, claro, la parte de Fira d'Entitats que no existe. Como digo, allí es donde se encuentra la otra Santa Coloma, la que no vemos EN TODO EL PROGRAMA DE LA FESTA MAJOR Y DA IGUAL QUÉ PROGRAMA MIRES. Que esa gente no vota, dirán. Pero votan. O votarán. Si es por eso, votarán. Pero pareciera que queremos vivir de espaldas a eso y luego pasa lo que pasa, que de no reconocer, no reconocemos. La plaça de la Vila llena de gente escuchando a Fórmula V. No tienen tantas canciones como pensamos. Este año no ha habido música en las calles. Y este comentario tiene relación con todo lo de antes y tiene relación con una manera de hacer que no sé qué sentido tiene. Y correfoc infantil por Jaume Gordi y nos asomamos a ver a María del Monte con cierta decepción porque empieza tarde y porque María del Monte tiene la voz digamos que un tanto magullada. Le aguantamos cuatro canciones y no aguantamos hasta el final porque hay que madrugar y nos quedamos sin ver ni escuchar el Cántame, me dijiste cántame. Para casa. El último día consiste en esperar pacientemente que lleguen los fuegos, intentar ver los fuegos, etc. Como este año no ha habido caseta, insisto, pues había que buscarse la vida. Primero nos acercamos a la Plaça para ver a Lia Kali, cantante que lo está petando entre la juventud y como lo está petando entre la juventud yo no conecto demasiado, pero entiendo que conecta con mucha gente que entiende a lo que le está cantando. Nos vamos a ver los fuegos y nos subimos a las montañitas del parc Europa para no ver nada. Pero ya es eso un poco también. Y así, deambulando para comernos el último frankfurt de la vida antes de entrar en una época de recogimiento y meditación, despedimos las fiestas. ¿Qué diferencia ha habido con otros años? La posibilidad. Tener la posibilidad de ir y también la de no ir, que creo que es importante. ¿Qué hay que hacer? Pues no tener miedo a decir lo que no nos gusta, lo que vemos que es exagerado y también apuntar a lo que falta. Y que cada uno asuma lo que puede hacer. 

lunes, 2 de septiembre de 2024

Casa en flames - Dani De la Orden


Prácticamente desde que apareció en la cartelera, las voces que me llegaban recomendando esta película eran numerosas y algunas, incluso, de calidad. Gente a la que le tengo confianza me decían que tenía que ver esta película. Una familia que se reúne en una casa y pasan cosas. Con este planteamiento, yo esperaba una película y me encontré con otra. Una película divertida, que me hizo reír en muchas ocasiones, pero una película reconocible y que se alejaba de algo que yo me había construido. Donde yo quise ver una película, me encontré con que, cuando salía del cine, me dejó una sensación de que había visto una de esas películas francesas que nos venden sistemáticamente como 'la comedia francesa del año'. Familias burguesas que se enfrentan a los choques generacionales o a un mundo cambiante y que con humor nos van dejando un mensajito a veces bastante sospechoso. No es el caso aquí, donde todo es bastante más blanco y no hay ninguna crítica, si acaso, a la pérdida de las relaciones familiares o a la superficialidad. Porque es una película que retrata a una familia que es el arquetipo de la familia catalana bien a la que, se supone, todos queremos parecernos, los de muy de izquierdas y los que tralarí tralará. Casa en Cadaqués, dinero para un terrenito en la Cerdanya, preparando una maqueta, despacho de arquitectos o de abogados... un microcosmos, unas referencias, que pueden convertir a la película en una de las más taquilleras basándose también y mucho en unos rostros conocidísimos de la escena catalana y estatal. Emma Vilarasau, un mito desde los tiempos de Nissaga de poder, hace un gran papel, pero no menos el resto del elenco. No podría destacar a ninguna o ninguno sobre los demás, porque todos desempeñan magistralmente unos papeles y unos carácteres que, seguro, no les son ajenos. Porque, insisto, películas, series, ficciones televisivas en los que las y los protagonistas son más o menos esos mismos, ya los hemos visto. Que esta película tenga más o menos gracia, es la diferencia. Sin crítica y sin sangre. Pero con gracia. El argumento. Pues eso, una familia se reúne a iniciativa de la madre en la casa de Cadaqués que ella quiere vender para pagarle la residencia a la abuela. Dos hijos que no ven ni a su madre ni a su abuela, con sus respectivas parejas e hijos, junto con el ex marido que acude con su nueva pareja para evitar que la casa que venda, componen el cuadro. Finalmente, lo que queda, es la llamada de atención de una mujer que necesita el cariño de quienes considera que deben devolverle lo que ella les ha dado. Eso de que amar es dar, pues no. Y a todos nos ha pasado y por eso es reconocible y por eso quizás, puede que haga que nos identifiquemos con ella. Y por eso todo.