lunes, 7 de octubre de 2024

Crónica de un viaje a Girona. Cementerio indio


Al acabar del partido, personal que destina el Athletic Club a seguir a nuestra afición cuando se desplaza, una especie de mediadores, nos iba saludando uno a uno cuando salíamos de Montilivi. Nos daban las gracias, nos daban ánimo y yo solo quería decirles 'no vengo nunca más'. El Athletic Club no es un club sufridor. Hay otros equipos que tienen fama de pupas, de cagarla en el momento más propicio, de ser una desgracia ambulante, de sufrir descensos tortuosos, de tener una afición acostumbrada a pasarlo mal. La afición del Athletic Club no es así, al menos sobre el papel. Pero. Resulta que jugamos contra el Girona. Yo no recuerdo haber ido nunca a Girona, creo que he ido dos veces, y haber disfrutado. Un día hizo un frío terrible, acabó lloviendo, perdimos sin tirar a puerta casi, hace dos años perdimos también en partido horroroso... el campo está por ahí lejos, si visitas el centro no puedes hacer mucha cosa porque tienes que ir con tiempo para que te miren la entrada porque la entrada es como de un campo de segunda B y bueno. El caso es que este año nosotros estamos bien y ellos están un poco de aquella manera. De hecho vienen de perder en Champions con un cúmulo de desgracias y parece todo propicio para... para que paguemos el pato. Vamos en autocar, cuatro jinetes de la Centenario, acompañados por la Peña Lehoi Beltz de Barcelona y la Bilbo Ondokoak de Sant Cugat. Buen ambiente, gente maja, todo correcto. Llegamos a un bar a comernos un frankfurt y Homobono se hace fotos con todo pichichi, polacos, holandeses y gente del Girona. Las bilbainadas habituales de quien se cree que ser del Athletic es 'bilbainizarse' y no. Veremos por dónde nos salen las vaciladas. El tema, vamos al estadio. Ya he dicho lo de las entradas, hace muchísimo calor. Y empieza el partido y salimos con un equipo bastante potable, casi el titular. Tras un intercambio inicial, se nota que nosotros estamos mejor, más serios. Vamos teniendo control, vamos, vamos, pero no acabamos de. Sancet se está saliendo. Pero mucho. Nos pitan un penalty a favor. Lo tira Berenguer después de un periodo de deliberación que no augura nada bueno. Lo tira regular y se lo para Gazzaniga. Es que no puede ser. Al cabo de unos minutos, pocos, una jugada estúpida en la que Asprilla centra y la pelota va botando pim pam pong hasta que entra en nuestra portería y todo es tan tonto que pensamos que lo va a anular porque... porque... no lo anula. Es gol. Pero si... no puede ser. Pues sí, es gol. Fallamos penalti, gol idiota, pero de repente Sancet liga un par de combinaciones y se planta delante de Gazzaniga y lo fusila. Gol. Bien. Una buena noticia al fin. Buena noticia que dura medio segundo porque Sancet se lesiona al marcar y pide el cambio. Sancet estaba dando una lección de fútbol. Pues no. Sigamos. Media parte, cerveza sin alcohol, comenzamos ahí medio medio como el final de la segunda y en una jugada que parece que no, Williams provoca otro penalti. Williams se dispone a tirar este segundo penalti. No quiero verlo. Pero lo veo. Williams tira un penalti tan infame que no tiene ningún tipo de explicación racional. Pero para sorpresa de todos y todas, el árbitro decide que hay que repetir el penalti. Va Ander Herrera, va, venga, que este parece más serio que ya sabemos que Iñaki tiene el pie cuadrado. Ander Herrera tira un penalti tan lamentable que la pelota va botando hacia los pies del portero. Acabamos de presenciar un hecho histórico. El Athletic Club nunca había fallado tres penaltis en un partido. Nunca. Jamás. Y lo hemos visto nosotros. A partir de ahí, el fatalismo que supongo que nos caracteriza pero que no trasluce en el tópico del hincha del Athletic, nos dice que vamos a palmar. El portero, Padilla, se está luciendo intentando frenar lo irremediable. Pero sabemos que va a pasar. El Girona mete a Stuani, que siempre, siempre, siempre, marca. Sale a falta de diez minutos, en el descuento. Padilla ya le saca una milagrosa. El árbitro nos pita un penalti más que justo. Gol de Stuani. Y yo pienso que en Montilivi antes hubo un cementerio o algo. Y que yo no vengo más. Aficiones. La nuestra no para de animar, no son todos vascos, ni vascas, pero no paran de animar ni en los momentos más ridículos. La afición del Girona es la arquetípica afición que no anima hasta que ya ha ganado. Volvemos al bar del punto de recogida. Homobono sigue haciéndose fotos con todo el mundo. Nos acordamos de Martín Palermo. Me imagino a mi padre pegándole fuego al estadio de Montilivi. Volvemos en el autocar y constatamos que las nuevas generaciones no viven el fútbol como nosotros. Música y jolgorio. Pienso si voy volver a Girona nunca más. Que sé que volveré. Aupa Athletic. 

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