jueves, 21 de noviembre de 2024
Pequeños cuentos centroeuropeos
Ya hacía tiempo que no le pasaba, pero le pasó. Le habían encargado buscar algún arreglo para un reloj de la familia, un reloj que no tenía más valor que el sentimental y que se había parado. Posiblemente fuera la pila, le dijeron. Tendrás que ir a lo de Applebaum y preguntar a ver qué se puede hacer. Así que salió a la calle con el reloj en el bolsillo. Tuvo que comprobar antes de llegar que no se había equivocado de dirección, que se equivocó de dirección, porque hacía tiempo que no iba a lo de Applebaum y posiblemente no hubiera ido nunca pero es de esas cosas que crees que has hecho y que no has hecho, como fuera, el caso es que se había pasado y tuvo que volver sobre sus pasos. La mañana tampoco era propicia para ir deambulando, se centró y encontró el tienducho. Tocó el timbre y el propio Applebaum salió a abrirle. De inmediato se situó detrás del mostrador y escuchó lo que le decía el otro con el reloj en la mano. Debe ser la pila. Seguro que es la pila. Lo que pasa es que esta pila. Voy a ver si la encuentro. Y fue entonces cuando le pasó. Otra vez.
miércoles, 20 de noviembre de 2024
Pequeños cuentos centroeuropeos
Que quede claro que la húngara no sabía jugar al ajedrez, o mejor dicho, sabía jugar pero no era la Polgár precisamente. Cualquiera de las Polgár. La húngara trabajaba de periodista en un diario deportivo de Budapest. Escribía sobre partidos de fútbol que jugaba la selección o bien partidos relevantes que se daban en el extranjero así como la participación en competiciones europeas de los equipos de la ciudad. Sabía mucho de fútbol y no le importaba la política. Cuando todo empezó a desmoronarse, cuando ya estaba desmoronado, conoció a Fred McClusky, un periodista americano que había venido a vivir la aventura del fin del comunismo. Al principio, McClusky le pareció un gilipollas, poco a poco fue sintiendo pena por él y finalmente le cogió cariño. Cuando McClusky le confesó que se había enamorado de ella, la húngara sintió que se había metido con las dos patas en un cubo lleno de mierda calentita y que aunque la mierda era mierda igual, no se encontraba a disgusto. La húngara y McClusky finalmente se casaron, aunque McClusky era evidentemente bastante más mayor que ella, pero no lo suficiente como para ser un anciano. Se casaron en Budapest y ella le dijo que, mientras él trabajara, ella querría seguir viviendo en su ciudad. Él se fue a Oriente Medio, hizo un reportaje sobre el régimen sirio, quiso entrar en Irán y allí sufrió unos mareos que le obligaron a volver a los Estados Unidos. La húngara se negó a acompañar a McClusky a su país y le dijo que ella le esperaba en Budapest. Él le dijo que se lo tomaba como el anuncio de una ruptura y ella simplemente no contestó a la penúltima carta. La última era una petición de divorcio que ella firmó encantada. La húngara no sabía jugar a la ajedrez y tampoco esta historia nos va a aportar nada más que unos minutos de distracción antes de pasar a temas que, si no son más interesantes, serán al menos diferentes.
martes, 19 de noviembre de 2024
Pequeños cuentos centroeuropeos
Poco después de la caída de lo que hemos convenido en llamar régimen comunista en Hungría, llegó a Budapest un periodista americano bastante afamado por entonces y hoy bastante olvidado, llamado Fred McClusky. McCluscky había comenzado su carrera haciendo reportajes sobre la América rural de los cincuenta, fue a Vietnam en los sesenta, nos contó el horror de Camboya en los setenta y desde América latina hizo exactamente lo mismo en los ochenta. En cuanto olió lo de la caída del Muro y demás, supo que tenía que estar ahí. Y se trasladó a Budapest con la intención de introducirse en un marasmo en el que las fuerzas de la revolución democrática y los comunistas que quisieran aferrarse al poder o quizás vivir una nueva invasión soviética y la represión y todo aquello que ya se vivió una vez. Y no se vivió de nuevo. Lo único que hizo McClusky en Budapest fue enamorarse de la ciudad. Hasta entonces había vivido en ambientes poco urbanos, rurales, pero Budapest era otra cosa. Tardó mucho tiempo en enviar una primera crónica. Hablaba de una ciudad decadente, pero viva, vieja, pero joven, revolucionaria, pero que miraba atrás. McClusky se aburrió de Budapest y se fue a Oriente Medio. McClusky no escribió nada sobre Budapest. Pero se casó con una húngara. A su edad.
lunes, 18 de noviembre de 2024
Pequeños cuentos centroeuropeos
Bueno, bueno, eso es lo que tú piensas, pero en realidad aquel equipo se ha mitificado mucho por el rollo político. Claro, porque interesa decir que aquel equipo era tan bueno porque se deshizo después por temas políticos después de la invasión soviética y también porque nos gustan mucho esos equipos que son tan buenos y tan mágicos y que acaban siendo derrotados por alguien más práctico, en este caso los alemanes. Lo mismo le pasa a la Holanda de Cruyff, aunque aquí no influye tanto el tema político, incluso se oculta, por el tema del mundial de Argentina, donde también perdieron ya sin Cruyff. Equipos bonitos, que juegan fenomenal y que acaban perdiendo. Contra Alemania, principalmente. Alemania, perder contra Alemania. Alemania habitualmente suele perder, pero en esto del fútbol se han creado un aura de invencibilidad que luego pienso que trasladan a todo lo demás esa sensación de infalibilidad, porque a ver, los alemanes no ganan nunca y mejor que no ganen, también te lo digo. Así que todo eso que me dices de los alemanes, los alemanes, los alemanes nada y mejor que así sea, y lo de los húngaros, pues si quieres un día te hablo yo de los húngaros que también tengo para ellos.
viernes, 15 de noviembre de 2024
Pequeños cuentos centroeuropeos
Tenía la cara redonda, era lo primero que te llamaba la atención. La Hruskova había sido bailarina durante su juventud, pero se casó y abandonó la danza. Ahora tenía la cara redonda y una tienda de zapatos en la calle Principal. Yo iba siempre con mi madre a comprarme los zapatos a la tienda de la Hruskova. Siempre me llamaba la atención su cara redonda, sus ojos redondos, su peinado redondo. Para hacerla rabiar, siempre le pedía a mi madre que me comprara zapatos de punta. En la tienda de la Hruskova no había zapatos así. Mi madre siempre me acababa comprando unos zapatos duros como piedras, para que durasen mucho. La Hruskova no había vuelto a bailar desde el día de su boda. Yo ya no era un niño cuando fui por última vez con mi madre a su tienda. Mi madre me había explicado su historia. Cuando entramos, le pedí que nos bailase algo. Y ella contestó que no podía porque no tenía zapatos de punta, que eran los mejores para bailar. Me pareció una excusa muy mala. O muy obvia. No sé.
jueves, 14 de noviembre de 2024
Pequeños cuentos centroeuropeos
Yo no estaba allí como estaban ellos, que estaban de vacaciones y parecía que estaban siempre de vacaciones pero no, en realidad no estaban de vacaciones, estaban trabajando allí. Eran una familia numerosa, eran primos, hermanos, sobrinos, abuelos, primas, hermanas, sobrinas y abuelas. Maridos y mujeres. Residían en una gran casa que parecía un hotel. O quizás habían comprado un hotel para que pareciera una casa. Yo los veía todos los días porque me habían encargado la reparación un pequeño puente que entraba hacia el mar. Paseaban por allí todos los días. Captaba sus conversaciones, sus risas, reflexionaban, hacían negocios. Principalmente, de lo que trataba su vida, era de la defensa acérrima de eso mismo, poder pasear por aquel puente de manera despreocupada, pero preocupada por si alguna vez aquello pudiera acabar. Trabajaban estando allí y demostrando que podían estar allí. La reparación de aquel puente duró meses. La seguridad, los materiales. Tanto tiempo allí, pasó que Masha, que se había quedado viuda hacía un par de años, se fijó en mí. Masha era un poco mayor que yo, no mucho. Un día me preguntó cómo iba el trabajo. Otro día me preguntó si teníamos fecha para acabar. Un día se quedó allí conmigo charlando. El puente sigue allí, cerrado al público.
miércoles, 13 de noviembre de 2024
Pequeños cuentos centroeuropeos
Nos conocimos en un bar. Ella iba con un grupo de gente. Yo iba con otro grupo de gente. Ella trabajaba en una empresa. Yo no trabajaba. Ella parecía feliz. Yo estaba contento. Intercambiamos unas palabras, ella quería pedir algo, el de la barra no atendía, le dije nosequé. Me dijo nosecuantos. Nos reímos. Ella se fue con su grupo. Yo volví con el mío. Pasan los años y recuerdo ese momento cada día de mi vida como un momento decisivo. Lo plasmo en mis novelas, en mi poesía, lo revivo en las canciones que escucho, cada cuadro que miro contiene su cara, en las películas reconozco su sonrisa. Nos fuimos a vivir juntos. No es lo mismo.
martes, 12 de noviembre de 2024
Pequeños cuentos centroeuropeos
Todo comenzó con una discusión estúpida sobre Calamaro y su deriva. Estábamos en un bar y comenzó a sonar una canción, no sé si de Calamaro o de Los Rodríguez, y como siempre Laia puso mohín de disgusto y comentó que puto facha de Vox y esas cosas. Y como siempre, yo le dije que sí, que se le había ido la pinza o que quizás siempre había sido así, pero que tenía canciones chulas. Que yo me enganché mucho a la de Flaca o la de Yo soy un loco, y que incluso había ido a un par de conciertos suyos, si no tres. Y que el disco de El Cantante, que era de versiones, me gusta todavía mucho, aunque no lo puedo poner porque yo también tengo una Laia interior que me dice, qué asco de facha. Y fue entonces cuando el Salva, que siempre conocía a alguien, nos comenzó a contar que conocía a alguien con una historia con Los Rodríguez. El tipo, al parecer, era un apasionado de la historia rusa. Comenzó siendo el típico niño sovietizado, de padres comunistas, que militó en juventudes y se aficionó a la historia y cosas rusas. Pero cuando cayó el Muro y los comunistas se vieron fuera de juego, él no se dio por aludido y trucó su pasión comunista por una pasión filoeslava. Comenzó a dejarse el pelo y la barba largas, como un pope ortodoxo. Hablaba de cosas raras, cosas que ya no tenían nada que ver con cosas comunistas. Y un día, al cabo de los años, le escucharon tararear 'déjame atravesar el tiempo sin documentos', durante un encuentro de antiguos nosequé. Le preguntaron, cómo es que te gustan Los Rodríguez, que son argentinos, cuando llevas años a base de folklore eslavo y coros y danzas... Les contó entonces que el padre del pueblo ruso, de donde proviene incluso el nombre de Rusia, era Rurik o Riurik, que se sospecha que era un guerrero varego, es decir un vikingo, que conformó un estado con las tribus eslavas y que dio nombre tanto a la dinastía como al propio país. Y que Rurik significa lo mismo que nuestro Rodrigo, que también es un nombre germánico. Y que así, Rusía no sería otra cosa que un país de Rodríguez y que en realidad Los Rodríguez no son otra cosa que Los Rusos. Yo esa historia ya la había escuchado. Laia dijo entonces que al día siguiente tenía una movida y se fue.
lunes, 11 de noviembre de 2024
Pequeños cuentos centroeuropeos
Vivíamos todos en aquel piso. Nos habían dicho que era el cúmulo de la modernidad y que estábamos rompiendo esquemas. Construyendo un mundo nuevo, a partir de unas relaciones horizontales, de tejer una comunidad, fraterna, pero Schröder no quiso participar. Desde el primer día, comenzó poniendo pegas. Decía que compartía los objetivos, que estaba de acuerdo en que algo había que hacer respecto al tema, pero que no veía claro que aquello fuera a salir bien y que, aún saliendo bien, no entendía cómo eso de vivir todos juntos en el mismo edificio iba a cambiar de alguna manera el sistema. Schröder vivía solo en un pequeño apartamento, minúsculo, no tenía cocina propia ni tampoco cuarto de baño. Se aseaba en una especie de lavabo comunal que tenían en un edificio extrañísimo del barrio antiguo. Y la cocina también se llevaba a través de un sistema por el que desde la taberna de los bajos se les suministraba un menú diario que se les sumaba al alquiler que pagaban. Schröder nos decía que él ya estaba viviendo en un régimen semi comunal y que no entendía en qué estaba cambiando su vida con aquello. Nosotros le decíamos que lo que contaba era la vida en común, que se establecían una serie de relaciones que desmontaban convenciones familiares y de clase. Y él solo veía que iba a seguir cagando no cuando quisiera, sino cuando pudiera.
viernes, 8 de noviembre de 2024
Rock Bottom - Maria Trénor
En la vida real, el final de la historia que se cuenta en la película es este:
La película se llama Rock Bottom y nos quiere contar de manera un tanto libre, la gestación de un disco absolutamente único que se llama Rock Bottom y que materializó Robert Wyatt después de que Robert Wyatt viviese la traumática experiencia de quedarse atrapado a una silla de ruedas después de caerse por una ventana en una fiesta y ver así como su carrera como músico se viese seriamente afectada. Pero la película de Maria Trénor nos cuenta esto y no nos cuenta esto. Porque yo no soy un biógrafo de Robert Wyatt y menos de Alfreda Benge, pero y qué. Porque la película cuenta una historia, una historia que pudo ser aunque uno sospecha que no fue así, que eso no pasó como nos cuenta, o quizás sí y lo que tú crees saber de la historia de Robert Wyatt no es todo lo que deberías saber. Ni de Alfreda Benge. Y eso que al comenzar la película se nos dice que el mismo día que salió este disco, Robert Wyatt y Alfreda Benge, se casaban. 1974, aunque todo comenzó antes. La película. La película, así por decirlo pronto, es una delicia si te gusta la música de Robert Wyatt. Si no eres quisquilloso con el rigor histórico y con las licencias poéticas y con todo un poco, si no crees que eso no pasó así y te abstraes de eso, la película no quieres que acabe. Porque en la película pasan cosas y suenan músicas que uno pensaba que jamás escucharía en compañía de otros que no fueran su compañera o mi hermano. Porque cuando en las primeras escenas, cuando se nos cuenta la historia de la fiesta y uno está haciendo cábalas de si eso fue así o no fue así, si esa Caroline puede ser la Caroline que inspiró la canción... de repente se sacan de la manga que Robert toque la canción, O Caroline. Y esa maravilla de canción, sonando, interpretada por unos músicos animados, Robert, David... hace que todo se te olvide y que asumas que sí, que a lo mejor esto va de sacarse de la manga muchas cosas, pero que suene esta canción que abre el primer disco de Matching Mole, el de los topos en la portada, la banda que formó después de salir de Soft Machine y que no es otra cosa que el mismo nombre en francés, que suene esta canción significa todo. Y la historia, la relación tempestuosa entre Robert y Alfie, Alifib, en Mallorca, con las adicciones que a uno le chirrían un poco, porque uno sabe que Robert era de beber pero no de otras cosas, pero da igual porque salen los topos, y los erizos y toda esa simbología y poco a poco se van desgranando las canciones del Rock Bottom, un disco con unas letras muy particulares que hablan precisamente de esa relación de amor tenso entre Robert y Alifib, una historia que en la película transcurre entre flipadas y cuelgues y donde un Daevid Allen que uno sabe que estuvo allí, en Mallorca, pero que no sabe si eso que se dice fue verdad o no, invita a Robert a tocar y Robert se saca de la manga Signed Curtain. Y si O Caroline era grande y bonita, Signed Curtain es estar muy arriba. Y muy abajo. Y tampoco es del Rock Bottom, pero parece que, de manera insospechada y no sé si involuntaria por parte de la directora, como parte central de la película, más incluso que las canciones del Rock Bottom, que es lo que pareciera que es el tronco de la película. Pero es que Signed Curtain es demasiado. Y así, la película nos hace de fondo a una música psicodélica, íntimista, brutal, salvaje y oscura y dolorosa y un no sabe qué más. Canciones compuestas antes de y canciones después de. Y sale también Kevin Ayers, porque tiene que salir, claro. Y sale también Mike Oldfield, porque tiene que salir, claro. Toda la banda. Y no hace falta comprobar si pasó o no pasó. Solo que hay una historia que podría encajar en esa música. Como pasa cuando escuchas una canción y te la llevas a tu terreno. Quizás ese terreno imaginado, dibujado, planteado por Maria Trénor no es el que tú crees, pero es igual, porque esas canciones pueden servir para ponerte patas arriba sepas o no sepas, conozcas o no conozcas. Y uno sale del cine dando gracias, escuchando los comentarios que dice la gente sobre la verosimilitud, con una sonrisa en la boca, porque ha pasado una hora y pico escuchando y viendo y teniendo la cabeza ocupada en Robert Wyatt. Y eso es bueno.
Pequeños cuentos centroeuropeos
Básicamente me enamoré de él porque me dijo que trabajaba en la Terlenka. Yo no sabía qué era la Terlenka, yo solo era un pobre comunista que tenía obsesión con todo lo soviético, lo que me sonara a centroeuropeo, al Pacto de Varsovia, a lo ruso, todo eso, ya sabes. Yo no sabía lo que era la Terlenka y me enteré después. Como ya no podía reconocer el error, lo reconduje con lo del hilo rojo. Me dejó de todas maneras.
jueves, 7 de noviembre de 2024
Lenin celebra
Que sí, que sí, que la fiesta, que el aniversario, que todos contentos, que la emoción, que te acuerdas, que si el cañonazo, que si fue ese día, que si la cosa ya venía de antes, que si el cañonazo no fue el cañonazo, que si aquel estaba y ahora no está, que si aquel se fue, que si este que vino de dónde salió, que sí, que todo eso, que si fíjate qué tiempos, que si tú estás igual, que si vaya cagada, que si cagada de qué, que hubo cagadas, cagadas tú, idiota, gilipollas, vendido, traidor, flojo, mierda, cerdo, rata, bueno, que no nos liemos otra vez como nos hemos liado toda la santa vida o al final me acabaré yendo, joder, no te vayas, es que al final me ponéis negro, pero es que tío, ni tío ni nada ostia y además no soy tío de nadie soy camarada, sí, camarada, es que ya ni eso camarada, ni llamarnos camaradas, es que la gente, que sí, que la gente, bueno, a lo que vamos, saca ya las copas y brindamos y nos vamos, es que ni eso, es que ni estar un rato juntos, que sí, que joder, que hoy vamos a estar felices celebrando que es el aniversario, que por lo menos eso lo hicimos bien, que al menos en ese momento estuvimos ahí, venga, joder, que el recuerdo de ese momento tan bonito nos sirva para impulsarnos de alguna manera en estos tiempos, has empezado ya con el discurso, qué discurso, ah que no había discurso, que no estoy dando ningún discurso que solo estoy hablando de las cosas, es que a veces hablas y parece un discurso, es que ese es nuestro problema que siempre parece que estamos hablando como con intención de algo y a veces pues simplemente le apetece a uno hablar y comentar y ya está, pero es que a ver somos lo que somos, y qué somos.
miércoles, 6 de noviembre de 2024
Trump
Echémosle la culpa a alguien. Digamos que ya lo sabíamos. Pensemos que era inevitable. Todo estaba encaminado a facilitar el triunfo de Trump. La candidata era mala. Parece que lo hagan adrede. ¿Se ha dicho ya que los problemas de la clase trabajadora han sido dados de lado y que Trump sí que conecta? ¿Se ha dicho ya que el problema es? Reflexionemos sobre cómo puede ser la gente tan ignorante, tan estúpida, tan poco como somos nosotros. Nosotros. ¿Se ha dicho ya que este triunfo de Trump en realidad no es ni tan grave ni tan importante ni significa ningún cambio porque si le preguntamos a la gente de Gaza van a seguir siendo masacrados igual? ¿Se ha puesto ya encima de la mesa que hay que refundar algo? ¿Se ha manifestado ya que es necesario abrir debates? ¿Hemos hablado de los medios de comunicación? ¿No es acaso evidente que se ha producido una polarización del voto y que se ha forzado tanto la máquina que al final la gente se asusta, los hombres se asustan, los blancos se asustan, los ricos se asustan? Era inevitable. La democracia no funciona. Estamos en manos de descerebrados. ¿Se ha dicho ya que la guerra de Ucrania se va a acabar? ¿Es usted parte de alguno de esos colectivos que se van a ver perjudicados de alguna manera por la presidencia de Donald Trump? ¿No? ¿Entonces de qué se preocupa? No nos preocupemos y no nos pongamos estupendos. Si usted simplemente es un hombre, incluso una mujer, que va de su casa al trabajo y se preocupa por sus findes de ocio y a dónde va a ir de puente, no tiene ningún problema. No se meta en follones. Consuma, haga por vivir. Hagamos por vivir. Incluso una mujer. Todo esto ya lo sabíamos. Hemos perdido, hemos dejado muy atrás el umbral del dolor. Hace años que nos hemos acostumbrado a cosas que nos hubieran parecido inimaginables. Opiniones, relatos, haitianos comiendo gatos, invasión de inmigrantes, niños que van al cole y que vuelven siendo niñas. No hay mucho más que añadir. Recordemos estos años de democracia y de cierto bienestar, no universal, pero bueno, apañadito, que hemos tenido. Con cariño.
martes, 5 de noviembre de 2024
Pequeños cuentos centroeuropeos
Salimos de allí sin saber qué nos había querido decir. Nos había convocado de manera urgente, no podía esperar. Y una vez allí nos soltó un rollo que no parecía tener tampoco demasiado preparado acerca del futuro y de cómo este futuro estaba ya escrito en el pasado. Pero lo dijo de una manera y empleando un tiempo absolutamente innecesario. Mientras volvíamos a casa, Demianski me dijo que se sentía un poco cansado de todo, que en muchos momentos pensaba que lo que él había considerado en un principio como fundamental se había diluído tanto que no entendía qué estábamos proponiendo en este momento y sobre todo qué era lo que estábamos diciendo sobre el día de mañana. Eso era.
lunes, 4 de noviembre de 2024
Elecciones en los Estados Unidos. ¿Da lo mismo?
Mi padre era (es) un proveedor de frases, refranes y dichos que me sirven para ilustrar infinidad de momentos de mi vida o de situaciones varias de la política, cultura o lo que se ponga por delante. Uno de ellos decía que 'lo mismo me da que me cague un perro que una perra'. Y ese dicho, precisamente, es lo contrario de lo que pienso que se dirime en estas elecciones a la presidencia de los Estados Unidos que se dirimen mañana mismo. Así que, con urgencia y a riesgo de ser considerado un iluso, algo naif e incluso un desnortado liberal, me posiciono y digo que no, que no es lo mismo que gane Kamala Harris que lo haga Trump. No da lo mismo. Incluso personas a las que tengo estima en lo profesional e intelectual me argumentan que, a fin de cuentas, que gane Trump no cambia demasiado el escenario político y que, a fin de cuentas, incluso es mejor para la política global que gane el señor naranja porque 'Estados Unidos no se mete en guerras'. Este argumento, que la Administración Trump no se ha metido en conflictos en el extranjero, no inicia guerras, etc., mientras que los demócratas están obsesionados con esa idea de expandir la libertad por el mundo pisando todos los charcos, creo que no se ajusta a la realidad, ya que la maquinaria bélico-diplomática-económica de los norteamericanos no descansa y ahí sí que da lo mismo que una u otra opción esté al mando. El mando quiere proteger los intereses de quienes tienen intereses y los norteamericanos los defienden como sea y dónde sea. Les ha importado un comino siempre y les seguirá importando el tema de la libertad, la democracia y los derechos humanos siempre y cuando su negocio lo demande. Ese no es el problema. El problema lo tenemos con que Trump y lo que representa y lo que está manifestando y promoviendo y fomentando durante estos años y lo que va a promover, significa una regresión absoluta en lo que hemos considerado un consenso sobre ciertos derechos que parecían extenderse a amplias capas de la población. Que Trump gane las elecciones significará el ascenso de una ideología ultraconservadora, pero no simplemente de derechas, no, algo diferente, algo peor, algo que ya habla de que la democracia está acabada y no sirve y sí, puede que a la izquierda más fuera de órbita le parezca genial que la democracia 'ya no sirve', pero no lo va a sustituir un régimen de soviets de campesinos y soldados, sino un consejo de administración, algoritmos, CEOs y fundamentalistas religiosos. Y tú no vas a poder hacer absolutamente nada. No en los Estados Unidos únicamente. El influjo que este resultado electoral en la consolidación y normalización de partidos que ya no tienen en el sistema democrático una vía de juego, sino que piden otra cosa. Y esa cosa es el horror. Un horror que toma las calles, que invade el debate público, que contamina las opiniones, que se normaliza y que incluso alcanza el poder en países con democracias, culturas, clases ilustradas, festivales de cine y ferias del libro. Todo eso, que ya está aquí y que ya se vive, será corregido y aumentado de nuevo porque nada menos que un presidente de los Estados Unidos está en esa locura. Si la presidencia de Reagan supuso un antes y un después para el ascenso y consolidación del neoliberalismo en todo el mundo, las presidencias de Trump pueden ser demoledoras para todo lo que signifique diversidad, pluralidad, libertad, dignidad, y sí, democracia, aunque los comunistas y los marxistas leninistas tuerzan el morro y piensen que bueno, que cuanto peor mejor y que de ahí saldrá algo positivo. Vivir en Rusia, vivir en China, vivir en los países del Golfo, vivir en lugares donde puedes comprar y divertirte pero no opinar. Ese sería el futuro. Y sí, una victoria de Kamala Harris puede que no signifique otra cosa que prolongar la agonía, y que la matanza en Gaza se extienda a más lugares, y que haya una guerra en China. Pero creo que el abismo al que nos enfrentamos, comenzando por los propios Estados Unidos y llegando a la propia Santa Coloma es lo suficientemente grave como para tomarnos esto en serio. Trump no representa lo antisistema, y si el sistema es algo parecido al régimen de libertades controladas que tenemos hoy día, efectivamente apuesto por el sistema antes que por una puta mierda de dictadura fundamentalista, racista, terraplanista, turbocapitalista y salvaje. Prefiero que no gane Trump, no quiero que gane Trump. Tengo miedo de que gane Trump. No es lo mismo.
Pequeños cuentos centroeuropeos
Me decía, es que soy pintor. Y yo siempre le miraba como quien mira a un niño al que le preguntan qué quiere ser de mayor y te dice que quiere ser astronauta. Soy pintor. Jarek vivía con su pareja en un pequeño piso y había dedicado una habitación minúscula a lo que él consideraba su estudio de pintura. Allí se pasaba las horas. No pensaba en buscar trabajo, simplemente pintaba o hacía cosas relacionadas con la pintura. Es que soy pintor. Por las mañanas se dedicaba a buscar inspiración, se sentaba en los bancos y contemplaba el cielo, o el cauce del río, o cómo los pájaros sobrevolaban el barrio. Comía algo, poco y se encerraba en la habitación a pintar durante toda la tarde hasta que a las nueve salía a la taberna, también a coger inspiración. A eso de las once volvía a casa y seguía pintando. No pintaba lo mismo por la mañana que por la tarde. Pero era malísimo. Quizás él lo sabía y, mientras estaba pintando mal no estaba haciendo mal otra cosa.
jueves, 31 de octubre de 2024
Pequeños cuentos centroeuropeos
Stressemann era el gracioso del grupo. Pipi Stressemann siempre tenía el comentario mordaz, la broma ligera, la astracanada, el doble sentido o directamente la payasada a punto para que la cosa nunca decayera. Pipi Stressemann se casó y se fue de la ciudad. La familia de su mujer al parecer tenía una granja de cerdos y allí Pipi podría trabajar de manera estable, algo que no era demasiado habitual en él. Había sido cartero, intentó ser periodista, trabajó en una mercería, en una charcutería y finalmente en un bar de camarero, que fue donde conoció a su mujer. Su mujer se llamaba Loretta Fedl . Los Fedl, ya lo sabréis, era una familia de las más adineradas de la zona. Stressemann se adaptó muy bien durante unos años a su nuevo papel de esposo amante y formal. Tuvieron un par de hijas, Pippa y Lotta. Pasaron muchos años y nos reunimos los del grupo en un restaurante para celebrar el cumpleaños de Raymond cuando vimos aparecer a Stressemann. Llegó, nos saludó a todos muy serio, algún gesto cariñoso, preguntó por nuestras vidas, en ningún momento soltó una broma, lanzó una puya, contó un chiste, se marcó una cancioncilla, contó una anécdota. Comió, escuchó a los demás y cuando nos despedimos ninguno fuimos capaces de preguntarle el porqué del bigote pintado a rotulador en la cara.
martes, 29 de octubre de 2024
Crónica del #PleGramenet de octubre. Hitler y el cableado
Vamos a por faena. Imaginemos que Hitler, no, venga, vamos a poner otro nombre para que no se diga, imaginemos que Pol Pot tiene la idea de quitar el cableado ese de los edificios que están a la vista y que tan mala imagen dan y que puede ser peligroso. Unos minutos antes de darte esa idea, ha propuesto exterminar a todos los universitarios porque son perpetuadores de los valores de la burguesía. Imaginemos que Hitler quiere que quitemos de las calles el cableado que se ve en los edificios, porque no puede ser, pero que antes ha tenido una idea que nos ha parecido reprobable como la de exterminar a todos los enemigos de Alemania y en especial extirpar la raza judía de Europa. Diríamos que hombre, por muy buena idea que sea lo de los cables, pues si viene de la mano de unos nazis, pues igual no. Sigamos ahora el razonamiento de Dimas Gragera ayer en el pleno municipal. Vox propone una moción para quitar los cables de los edificios, esos cables, esos. Unos minutos antes ha presentado una moción delirante con el objeto de que decidamos en referendum si echamos a los inmigrantes ilegales de Santa Coloma, entre otras propuestas igual de delirantes. Según Dimas Gragera, dejando a un lado la moción anterior, esta, sin mirar el logo de quien la presenta, es útil para Santa Coloma. Y prácticamente a la misma conclusión, sin este fundamento teórico absolutamente patillero, llega el grupo Socialista del consistorio, por lo que se suman a la moción de Vox y la moción de Vox se aprueba. Y se aprueba porque en un gesto totalmente incomprensible, el grupo socialista se niega a aceptar, a votar favorablemente, una moción de ERC, una contramoción que se presenta únicamente con la intención de 'tapar' la moción de Vox y dar la oportunidad de que salga adelante no como una propuesta de extrema derecha sino de otro grupo político. Pues el PSC se niega y no solo se niega o se abstiene, es que vota en contra porque aducen que esto de las contraesmenas es una pirula indigna, olvidando que el PSC ha hecho esto por sistema en los últimos años, presentar contraenmiendas que salen aprobadas con la intención de no debatir o negociar otras propuestas. Esto que cuento es francamente lamentable. Lamentable que en aras de ser todos amigos y que haya concordia y que los plenos no se conviertan en batallas campales, se amanse a la fiera asimilándola a cualquier otro partido político siempre y cuando no se metan con los derechos humanos. Es decir, puedes ser un nazi, pero si no haces cosas nazis, todo bien. Podemos hablar. Pues no, no se trata de que bueno, si es útil para la ciudad... nada de lo que hace Vox es útil para la ciudad, absolutamente nada y no se puede entender que un partido que acaba de decir que les han vandalizado la sede, como dijo Toni Suárez, termine aprobando una moción de Vox por muy bien pensada que esté. Porque se les blanquea. Blanquear parece que no signifique nada, pero significa que consideramos que un partido que nos ilegalizaría a todos, que eliminaría la democracia, que perseguiría o discriminaría a amigos y amigas nuestros y a nosotros mismos, si tiene la idea de que hacen falta más bancos en los parques, ya puede ser nuestro amiguito. Creo que los intentos del PSC por intentar atraer a Vox o al PP hacia algo así como un partido de orden, son un error, porque el primero que va a pagar todo esto es el propio PSC y, por mucho que otras opciones no les parezcan rentables o presentables o vete tú a saber, hay veces en las que hay que mojarse. Un poco. No hay que ponerse una pegatina antifa, o un parche, o una camiseta. Es simplemente no dejar hueco. Y se les deja hueco después de que protagonizaran un pleno repleto de barbaridades, fascistadas, machistadas, momentos diversos en los que la propia alcaldesa tuvo que llamarles la atención porque era insoportable la cantidad de sandeces que pueden reproducir en cada intervención. Y al final, llegan los cables y venga, palante. Incompresible. Y bueno, el resto del pleno. Se aprueba inicialmente lo del presupuesto municipal, no podemos decir gran cosa porque nadie puede decir gran cosa porque es todo tan reciente que vete tú a saber, decir por decir. Y la grandísima Pepa González ha sido formalmente ya y de forma oficial y con papeles de por medio, reelegida como Defensora de la Ciutadania. Y es una buena noticia y poner un poco de sentido en un mundo que a veces no se sabe por qué reglas se rige. La Pepa es una buena persona, como las hay a centenares de centenares en esta ciudad a la que quiero más que a mi propia vida y mi propia alma, pero es que además sabe lo que hace, cosa que a veces no está tan claro que todo el mundo lo sepa en esta ciudad que es la Santa Coloma de Gramanet que es más bonita que un lucero. Y la Pepa más. Y el pleno fue larguísimo, pero largo, largo, como hacía tiempo que no se veía y se sentía, porque había muchos puntos, puntos de urgencia, puntos importantes, modificaciones presupuestarias, que hacía tiempo que no, y lo del PAM, que fue también movidito donde se alardeó de participación, sí amigos, de participación, en Santa Coloma, y todo fue así como en plan a lo loco hasta llegar al tema de los cables que es que no se me va de la cabeza porque ya había habido tanteos con el tema de Vox, con temas de seguridad del palo te retiro esta moción porque me has dicho que vamos a hablar y dices, pero qué hablar con Vox, qué hablar ni qué hablar, que estamos haciendo aquí de tripas corazón por hacer un cordón sanitario contra la barbarie y os andáis con estas historias, mal, muy mal. No sé qué más, hubo muchas más cosas, como la reivindicación de los trabajadores municipales, es que hubo muchas cosas. O la presentación del Correllengua, que en otras ocasiones concitó la presencia de una Santa Coloma muy activa durante años y que ahora está desaparecida en combate. Y hacía calor y hacía frío porque seguimos con el tema de los aires acondicionados. Y se despidió ¿Definitivamente? el gerente don Fernando Hernández Baena Parera, que tuvo el detalle de hacer un discurso contra el racismo que me dejó así como con el culo torcido y que yo que sé ya esta ciudad cómo es y a cuántos palos puede jugar la peña. En fin.
Pequeños cuentos centroeuropeos
Nos habíamos alistado un poco a regañadientes. Yo lo hice porque casi matan a mi madre y Kostia porque casi lo mato yo. Nos enviaron a un campamento, nos dieron el uniforme y sin saber cómo estábamos de barro hasta los ojos y con las balas silbando a nuestro alrededor. Y bombazos. Y compañeros destrozados. Nos dieron un día de permiso y antes de que acabara ya nos estaban llamando para volver. Al barro, a las balas, a los bombazos. Kostia parecía un muerto. Nunca sabía qué había que hacer, dónde esconderse, dónde estaba. Un día le dije que tenía que animarse, que pensase en otra cosa. Al día siguiente Kostia parecía otro. Era como el Kostia de antes. Ahora estáis esperando algún tipo de final con giro por el cual Kostia muere precisamente por haber pensado en otra cosa, estar contento, un rayo de sol. No. Kostia sacó su revolver y me disparó. Y me mató. Y ahora qué.
lunes, 28 de octubre de 2024
Pequeños cuentos centroeuropeos
Correr había sido su vida. Desde pequeño, gracias a su padre, que le dedicó tiempo y dinero, el atletismo fue parte fundamental de su vida y así, cuando tenía 17 años, participó en un campeonato nacional de pruebas de media distancia, donde sorprendió a todo el mundo. Ya se hablaba de él como el Pequeño Zatopek. El país había encontrado un nuevo ídolo. Pero con 18 años, participando en una prueba de cross, se torció el tobillo. No parecía nada, hasta que lo pareció. Ligamentos, una recuperación demasiado lenta, la impaciencia, no pudo volver a correr como él quería. Y se encontró con que no sabía hacer otra cosa. Solo le gustaba correr y que le conocieran como el Pequeño Zatopek. El Nuevo Zatopek. Que le terminaran conociendo por su verdadero nombre y que un día, alguien fuera el Pequeño Szmuda. Pero no. Aquel tobillo destrozado terminó llevándole al mundo de la literatura y por eso esa carrera de cross fue culpable pero también detonante de que hoy no nos acordemos del Pequeño Zatopek sino del gran Szmuda. Que solo sabe escribir sobre correr.
domingo, 27 de octubre de 2024
Una decepción comunista
O la decepción del comunista o una decepción más o una decepción comunista más. El sistema es implacable e impecable y no decepciona. El sistema no tiene la culpa. El sistema al que te enfrentas como comunista no te da opción a la esperanza, a la alegría, a la posibilidad. El sistema, incluso cuando crees que has logrado abrir brecha, lo que está haciendo es incorporarte a su rueda. El sistema se hace con nosotros y nos utiliza para legitimarse, para pervivir, para decepcionarnos. Pero el sistema no te lleva a la decepción. Quizás a la resignación, quizás a la rabia, quizás al pesimismo, a perseverar porque crees que quizás desde otro lado, de otra manera, el sistema caerá. Aunque no caiga nunca. La decepción siempre llega del mismo lado. La decepción del comunista siempre llega de la mano de otro comunista. Un comunista que te decepciona y que te desestabiliza, de anula, te machaca, te decepciona en definitiva y te convierte en un descreído. Un comunista descreído es el estadio superior del comunismo. Un comunista decepcionado por un comportamiento personal de otro comunista. Un comunista decepcionado porque otro comunista ha decidido arruinarte la vida. Un comunista decepcionado porque no entiende la deriva de otros comunistas. Un comunista condenado al ostracismo por otro comunista. Un comunista que vive con extremo dolor saber que alguien que era un hijodeputa, un cabrón, un perro, un sociópata, un psicópata, era tu referente, o tu coordinador, o tu secretario general, tu ideólogo, tu cuadro bien formado, tu núcleo irradiador, tu lo que sea. Querido líder, nos has decepcionado. En qué momento nos creímos que éramos diferentes. En qué momento nos creemos que no estamos condenados a la decepción, constante, perenne, sin salida. Una decepción detrás de otra. En qué momento los comunistas nos olvidamos de que la violencia machista es inherente a nuestro comportamiento vital y social y que somos eso, también. Cuándo hemos pensado que los nuestros no. En qué momento hemos creído en los nuestros como si los nuestros fueran nuestros, todos uno, todos todo. Sabemos que no es así, que unos, otros, aquellos, los del otro lado, somos lo que somos. Al final. En qué momento los comunistas ponemos por delante la salud de nuestra organización, taparnos los ojos y los oídos en beneficio de la organización. Leo a la Teresa Rodríguez hacer un alegato durísimo que nos coloca a los hombres en una posición que es la que es. Leo también a compañeros que analizan primero el de dónde, el cómo, lo que va a pasar. Me leo a mí mismo intentar hacer el cálculo de los daños que esto nos va a producir. Lo importante es la decepción del comunista. Nuestra decepción porque una vez más, otro comunista nos ha traicionado, nos ha dejado tirados, ha demostrado ser un mierda, se ha vendido, ha agredido, ha violentado, se ha sacado la polla delante de una mujer en una habitación, nos sentimos decepcionados porque somos comunistas que lo único que tenemos es una fe en algo que se encarna en unos compañeros y compañeras a los que creemos. Pero que sabemos que no, que no es verdad, que llegará el momento en que esos compañeros, camaradas, nos decepcionarán. Y lo más bestia. Es que escribimos estas cosas sobre la decepción para no ver, no ponernos en la piel de lo que deben sentir nuestras compañeras comunistas cada día, a cada momento, en cada hora. Esa violencia latente. Ese terror a que pase. No lo queremos ver porque no lo queremos saber porque creemos que lo sabemos. Ese terror. Por eso hablamos de la decepción comunista, aunque no sean comunistas.
miércoles, 23 de octubre de 2024
Pequeños cuentos centroeuropeos
Pobre Studamayr. No supo nunca porqué le dimos de lado. Él creyó siempre que era por lo del acordeón. En su casa tenían la costumbre de tocar el acordeón. Su tatarabuelo, por lo menos, ya tocaba el acordeón en alguna de las bandas del ejército o de la policía y la saga familiar continuó hasta llegar a él. A Studamayr le gustaba decir que el acordeón que tocaba había visto la batalla de Sadowa. Siempre le decíamos que un instrumento tan triste había sido el culpable de que perdiéramos aquella batalla. Studamayr, al que conocimos en el instituto y que frecuentaba con nosotros las mismas tabernas, era buen tío. Pero tenía la fea costumbre de llevar el acordeón a cuestas y a cada momento, cuando ya llevábamos algunas cervezas, sacarlo para cantar alguna canción. Siempre tristes. Nosotros sabíamos que existían canciones más alegres o alegres simplemente, que se podían tocar con el acordeón. Pero Studamayr parecía que no. Él no era especialmente triste, pero cuando se colgaba el acordeón se transformaba. Un día le pregunté que porqué. Qué le pasaba, si es que le recordaba a su familia, si es que estaba melancólico por algo, si le podíamos ayudar. Me dijo que no le pasaba nada. Un día vimos que hablaba con Marika. Marika era una chica que nos volvía locos. Era inteligente, siempre andaba sola, se juntaba con nuestro grupo y desaparecía para estar con otros, bailaba, gritaba, yo estaba enamorado absolutamente. Marika comenzó a hablar con Studamayr y Studamayr seguía tocando en el acordeón esas canciones tristes. Conectaron, no sé porqué. Está mal, lo sé. Le dije a la gente que... yo que sé. Ahora no tiene importancia. Sé que se llegaron a casar y que él, en fin. Creo que ya sabemos todos lo que pasó. Pobre Studamayr.
martes, 22 de octubre de 2024
Vince McMahon: El titán de la WWE - Chris Smith
Hay una canción de David Bowie, ya de los 90, que se titula I'm afraid of Americans. Viendo este documental sobre la vida del impulsor del espectáculo del Wrestling, Vince McMahon, uno se preocupa no de los americanos, sino de todos los que dependemos de lo que los americanos deciden. Y a falta de quince días para las elecciones en los Estados Unidos, la verdad es que es para echarse a temblar. O quizás somos demasiado exquisitos los europeos y no somos capaces de entender que sí, que debajo de esa masa que se toma en serio un espectáculo como el Wrestling hay también gente que puede compatibilizar eso con tener ideas... vete a saber. Pero la primera impresión es nefasta. Esta serie documental narra un despropósito tras otro, una visión del espectáculo televisivo, del capitalismo, de los negocios, del desprecio por la vida humana, por los valores de respeto más fundamentales, por cualquier cosa, de una manera descarnada y sin tapujos. Sin tapujos significa también que hay mucha gente que aparece en el documental que no denuncia, sino que apoya estos métodos. Métodos de coerción, de abuso, de violencia, de carencia absoluta de escrúpulos, de mentira, de manipulación, todo por el espectáculo. Todo por un espectáculo que se hizo crecer de manera gigantesca a base de no tener límites, a base de cumplir todo lo que el tal Vince McMahon iba ideando y planeando y consumando a lo largo de los años, desde finales de los setenta, con la intención de hacer dinero. Son muchos, muchísimos, los momentos en los que esta serie parece que no puede llegar más lejos. Quizás no se puede llegar más lejos de lo que se dice en el propio principio: el documental deja de rodarse cuando Vince McMahon está siendo asediado por múltiples denuncias de violencia sexual, abuso, etc. Algo que parece que se va sorteando a lo largo de todo el documental y que finalmente termina con el personaje, o no. Así explicado, el documental, la serie, puede parecer un espanto, pero es fascinante. Es fascinante porque nos cuenta como el mundo del espectáculo es tan primario y tan brutal que siempre pides más. Y si luchan unos hombres y mujeres más o menos musculados al principio, hay que darle una vuelta de tuerca, y se idean tramas, y el propio presentador del programa se convierte en personaje, y no contento con ello mezcla a su familia, y no contento con ello... tienen que verlo. Tienen que verlo para comprobar porqué muchas de las cosas que pasan allí, en la otra orilla, pasan y nos sorprenden. Y no las entendemos. Y cómo también muchas de esas cosas podrían pasar aquí. Así, nos encontramos con que nada menos que Trump mismo es un personaje de ese mundo, un personaje, no una persona, y que se prestó también a participar en esa grandísima farsa, que al mismo tiempo es real, porque es real que la gente acaba fatal, que muchos acaban palmando, o hechos cisco, o bien terminan reconciliados con el monstruo que les hizo ser unos monstruos, con quien les aseguró una fama que no podrían ni imaginar, con quien les convirtió en ídolos por su obra y gracia, simplemente porque un día decidió que podrían ser buenos para el negocio. Una cabeza tremenda, espantosa. Una cabeza que debería estar en el talego, que debería pagar, pero que en realidad es pagando como se va escapando y como va fomentando lo que quiere. Espectáculo en el que él es el protagonista. Bien jugado el cartel original presentándolo como un muñidor de marionetas. Lo que no sabemos es que nosotros también lo somos.
Pequeños cuentos centroeuropeos
No le llamaban ni Panenka por el bigote, ni Jaruzelski por ser calvo y con gafas, ni Kafka por estar como más seco que el señor, ni Masaryk por el aspecto señorial, ni Puskas por la barrigueta, ni Kratoschtilova por los músculos, ni Navratilova por la melenita rubia, ni Lendl por lo aburrido, ni Kundera porque le cundiese, ni Neruda por poeta, ni Forman por superhéroe, ni Freud por comeollas, ni Walesa también por el bigote, ni Radetzky por lo musical, ni Schiele por lo pinturero, ni Klimt por pintor, ni Kokoschka por lo colorista, ni nada por el estilo. Le llamaban Banacek. Y tampoco te puedo decir si era por los puros o porqué. Pero todo el mundo le conocía como Banacek, menos cuando ella le llamaba, que lo hacía por su nombre. El nombre lo he olvidado.
lunes, 21 de octubre de 2024
Pequeños cuentos centroeuropeos
viernes, 18 de octubre de 2024
Tots ocells - Oriol Broggi
Hace unos días se celebró la Biennal del Pensament en Barcelona. Pasaron por nosequé espacio diversos escritores y pensadores que reflexionaron sobre el mundo y sus misterios. En uno de los reportajes del Telenotícies, en los que se esfuerzan en pintar esa Catalunya de obras de teatro, estrenos en el Liceo, exposiciones tal, pusieron sus cámaras allí en la Biennal y en concreto en la aparición de Wajdi Mouawad, autor de la obra Tots ocells. Wajdi Mouawad es un autor nacido en Beirut, Líbano, pero canadiense. Ponían micros al público y una señora decía que había ido a ver Tots ocells ya dos veces. A los pocos días, mi compañera me dijo que recordara que íbamos al teatro el miércoles. El miércoles no puedo, igual puedo, pero así de primeras no puedo. No recordaba ni la obra que iba a ver. Finalmente las piezas encajaron y pude ir a ver la obra. Era Tots ocells y en mi cabeza la imagen de aquella señora yendo a ver dos veces la obra estaba muy presente. Ya tiene que ser buena, porque además son tres horas. O más. Bien. Totalmente mediatizado por mis lecturas sobre charneguismo, me fijo en el elenco de la compañía en el cartel que preside la entrada recinto teatral, un espacio que yo no visitaba desde hacía por lo menos 20 años. El espacio es una maravilla. Veo el elenco, el personal, la dirección. La obra. Un príncipe, hijo de un rey, claro, vive en palacio pero le gusta salir por ahí a ver mundo. Un día conoce a una muchacha que es esclava de un magnate. La esclava es muy guapa y el príncipe se enamora. Pero no se pueden casar, él es príncipe y ella es una esclava pobre y posiblemente sea musulmana porque el magnate es un malísimo magnate de origen bereber. Y la familia de él se opone, claro. Y hay una trama y disputas y al final, por arte de nosequé, se descubre que la esclava fue raptada de niña de un palacio por parte de unos piratas moriscos y ella es, no solo cristiana, sino la hija perdida del duque de tal. Este argumento, digno de Lope de Vega, por ejemplo, es, de otra manera pero no tan de otra manera, el qué de una obra de tres horas y cuarenta y cinco minutos con el conflicto de Palestina como fondo. Un conflicto en el que se exponen los motivos, los traumas, las contradicciones, los dolores, las firmezas, las intensidades de una de las partes, y el lirismo y la poesía y la delicadeza de la otra. Un conflicto que nace de un dolor y que se quiere resolver con unas metáforas sobre pájaros y peces que casualmente coinciden con las partes menos estimulantes de una obra que a medida que va transcurriendo y que se van sucediendo los giros finales transforma toda esa intensidad en una sensación de gato por liebre. Un folletín disfrazado de denuncia o de radiografía del mundo actual, tal y como reza en el folleto. Con momentos en los que un progre de nivel medio, un progre de nivel Broncano, se sonroja, como el arrepentimiento y perdón de una violadora así porque sí. Tres horas y pico de interpretaciones al límite de lo posible, rayando en altísimos niveles de emoción, de desgarro, de todo, pero que no sirven para otra cosa que para disfrazar de bienal de pensamiento algo que está diseñado y pensado para tocar la fibra sensible en muchos palos, de muchas maneras y colocarnos un mensaje final confuso, sin buenos, ni malos, ni nada. Y una cosa es una cosa y otra cosa es otra. Pero un poco ya es la tónica de todo. Y es que viendo el chozo, se ve el melonar.
jueves, 17 de octubre de 2024
Crónica del #Plegramenet extraordinario de Ordenanzas Fiscales. Quiero tener tu presencia
Samu Omorodion es el delantero de moda. Resulta que Samu Omorodion era jugador del Atlético de Madrid, de la cantera creo, y el año pasado estivo cedido en el Alavés, donde cuajó una temporada aceptable. No recuerdo si marcó muchos o pocos goles pero lo normal era decir que Samu Omoridion ojo con Samu Omorodion y que el Atlético lo iba a recuperar seguro. Acabada la temporada pasada, Samu Omorodion vuelve al Atlético de Madrid pero Simeone se lo quita de encima y lo acaban vendiendo al Oporto, no al Elche, ni al Valladolid, o al Valencia, o al Hajduk Split. Al Oporto, que no son cojos. Pues parece ser que Samu Omorodion se esta saliendo en Portugal. Y en los partidos de la Sub21 de esta semana ha llegado a hacer cuatro goles en un solo partido durante 45 minutos, mostrando lo que llamaríamos una superioridad incontestable. Samu Omorodion es un armario de pavo y viendo las jugadas parece que les saca medio cuerpo a sus rivales. Pero esto no era suficiente para el Cholo Simeone, que ha preferido a un argentino medio, Julián Álvarez, ni carne ni pescado, para liderar la delantera colchonera. Tratándose de una aprobación inicial, nos abstendremos para hacer las alegaciones pertinentes y según la respuesta del equipo de gobierno, decidiremos nuestro voto final. Esto es más o menos lo normal en este tipo de plenos. Si quieres, puedes hacer una intervención marcando un poco las líneas políticas de lo que pretendes, enseñar alguna alegación, darte un poco de publicidad. Es normal. Y esto es más o menos lo que sucedió el pasado martes, las consabidas arengas disparatadas de la ultraderecha, el tono de oposición opuesta por parte de Esquerra y la aparición del portavoz del PP como el nuevo 'el niño que mucho sabe'. Porque no estábamos ante la aprobación inicial, sino que estábamos ante la aprobación provisional. Este puntillismo ya nos dice cosas. Nos dice cosas como que el portavoz popular va a jugar a ser 'el que sabe' en la nueva temporada del consistorio. Me habéis quitado a los que sabían y con los que me medía de igual a igual y ahora esta tropa no sabe hacer la o con un canuto. Os lo voy a tener que decir todo. Se acabó ser el simpático regidor calmado que afea los exabruptos de los voxeros, llega un nuevo tiempo, el tiempo de pasar a la ofensiva. Añadamos en el transcurso del pleno una discusión si no bizantina, estambulesca, sobre la presencia o no presencia de Vox en la comisión tal, porque te llamé, porque no me dijiste, me dijiste que iba a venir pero no estabas, te llamé, ese no es el número, pues me llamas igual, yo que sé, tal. Poca cosa más. Este fin de semana, vuelve la Liga.
miércoles, 16 de octubre de 2024
Pequeños cuentos centroeuropeos
Yo no sé si era muy moderno o no, pero me tuve que ir del pueblo y venirme a la ciudad. Tenía en el pueblo un puesto de aprendiz en la carpintería y con el paso del tiempo, posiblemente, hubiera sido oficial de plantilla y me habría ganado bien la vida y habría conocido a alguna chica y me hubiera casado, pero me sentía encorsetado en aquel lugar, asfixiado. Así que decidí irme. En la ciudad busqué trabajo como oficial de carpintero, que era lo que yo sabía hacer, aunque mi idea era dedicarme a otra cosa. Esa otra cosa no la tenía clara. El señor Hirek me dio un trabajo en su pequeña fábrica de muebles. Me alojé en un cuartucho desde donde veía el mercado. Y olía a mercado. Un día, después de trabajar, me cambié de ropa y fui al barrio bohemio, quería conocer a mis iguales y darme a conocer yo también. Entré en una taberna donde vi a gente joven y me pedí un licor no muy fuerte, no quería correr riesgos. Un grupo de cuatro chicos y dos chicas conversaban animadamente sobre literatura. Hablaban muy alto y era fácil seguirles la conversación. En un momento uno de ellos fue a la barra, donde yo estaba, a pedir más cerveza. Mientras esperaba le dije 'La literatura está muerta, y si no lo está, hay que matarla'. No me hizo ni caso. Volví otro día y estaban allí de nuevo. Seguían con una discusión sobre Mann. El de las cervezas me miraba de vez en cuando. Entendí que podría ser una invitación a dar mi opinión. Mann me parecía viejo y caduco. Iba a decirlo cuando una de las dos chicas, me miró al ver que avanzaba hacia la mesa y me pidió dos cervezas. Le dije que no era el camarero, que me llamaba Sheba y que también era artista. ¿Artista? nosotros no somos artistas, somos estudiantes de la escuela de artes y oficios y nos gusta leer de vez en cuando, pero no somos artistas. ¿Artes y oficios? Yo soy carpintero, le dije. Y se giró, sin más.
martes, 15 de octubre de 2024
Pequeños cuentos centroeuropeos
Multiplícalo por veinte. Ahora divídelo. Ahora escribe en un papel el nombre de tu madre. Ahora su apellido. Ahora cuenta las letras del nombre y del apellido y compáralo con el resultado que tenías de la división. Verás que no tiene nada que ver. Pues así es todo.
lunes, 14 de octubre de 2024
Pequeños cuentos centroeuropeos
Nos habíamos comprado un piso, nada especialmente llamativo, pero muy bien situado. Una ganga. El piso era bastante pequeño pero nosotros no teníamos nada con lo que recargarlo y conseguimos que pareciera más digno de lo que en realidad era. Incluso nos permitimos recibir visitas. Anton y Klara, nuestros mejores amigos, venían una vez por semana a cenar. Ellos vivían en un apartamento, lejos del centro, un tanto siniestro, en los bloques de Opatov. Anton y Klara tenían sueños. En todas y cada una de las reuniones, nos contaban sus planes de futuro. Tendrían hijos, uno se llamaría Anton y ella, Klara. Él encontraría trabajo como profesor en un buen colegio del centro y ella prosperaría en su carrera de actriz. Se vendrían a vivir aquí, al centro, con nosotros, y nos invitarían cada semana a su casa a cenar. Y brindaríamos con vino. Y pondríamos discos de jazz. Y hablaríamos de los libros que hemos leído, las obras de teatro a las que asistimos, las tabernas donde suena la mejor música en directo. Un día quisimos invitar a otra pareja, otro día. Jan y Nedeljika. Nedeljika no era de aquí, venía de fuera. Jan y Nedeljika trabajaban en una tienda de comestibles que habían montado al lado del mercado, traían alimentos y productos de los Balcanes. Les estaba empezando a ir bien. Eran jóvenes, un poco más jóvenes que nosotros. El día que vinieron a cenar nos trajeron quesos y un licor. Hablamos y nos contaron sus sueños. Jan quería prosperar y abrir varias tiendas. Nedeljika quería volar, no para volar a su país, sino por volar. Cuando se fueron, nos preguntamos por primera vez cuáles eran nuestros sueños.
viernes, 11 de octubre de 2024
Pequeños cuentos centroeuropeos
No sé a santo de qué vino aquello pero me o estuvo repitiendo durante años. Fue un momento estúpido, algo que le dije o que él creyó que le había dicho y le sentó tan mal que todos los días que nos vimos a lo largo de los años estuvo recordándomelo. Lo que no entiendo es porqué quiso seguir siendo mi amigo. Si es que alguna vez fue mi amigo. Igual fue eso lo que le enfadaba.
jueves, 10 de octubre de 2024
Crónica de un concierto de Los Planetas. 30 años de Super 8.
Los Planetas otra vez. Y ya hace tiempo que no veía a Jota, Florent y los demás, en esta ocasión unos demás diferentes aunque el bajo creo que fue bajo en otras ocasiones y, fatalmente, faltó el Erik. Hacía tiempo, creo que desde un concierto en el Vida Festival, que fue un poco bastante sosillo. En esta ocasión, el concierto era especial. Treinta años del Super 8, el disco que les hizo famosos y que creó no solo un sonido, también, y no poco importante, una estética. Porque la estética planetaria nace y cuaja en este disco y ayer fue parte fundamental de un concierto en el que lo visual tuvo una importancia apabullante. Los diseños de Aramburu para las portadas de los discos de la banda han sido fundamentales, decisivos, y el de Super 8 fue icónico. Tipo mirando al suelo con el suetercico de rayas. Ayer había mucha camiseta de rayas. Ayer había mucha gente en el Razzmatazz. Era curioso ver cantar a gente que ya pasó los cuarenta hace rato cantar lo de 'siempre he fracasado, una y otra vez', cuando era ostensible que ahí no se olía a fracaso por ningún lado. Mejorando lo presente. Un concierto pues en el que la banda se autohomenajeaba y con razón. Y en un momento, este homenaje, en el que la bdan vive un momento mediático importante, gracias a la película Segundo Premio que narra lo que ocurrió después del disco de después del Super 8 y el proceso de primera ruptura de la banda. Este disco, el Super 8, ya presentaba todos los temas que han hecho famosos a Los Planetas y en todas sus variantes. De la canción pop a los largos desarrollos psicotrópicos y psicodélicos. De lo cotidiano a lo trascendental. La canción de amor disfrazada de otra cosa o al contrario. Así, el concierto comenzó extrañamente a su hora y con un dron prolongado que dio paso a De Viaje, canción que uno recuerda haber escuchado siempre en los finales y aquí abría y es una canción peligrosa porque después de De Viaje tienes que hacerlo muy bien, tienes que estar muy seguro de que tienes más. Y claro, había más. Clásicos del repertorio planetario que pertenecen a Super 8 y otras canciones del disco que uno, sinceramente, era la primera vez que escuchaba, pero tampoco porque siempre hay un estribillo que reconoces, algún giro, algo, aunque toda la canción no la hayas retenido. Para eso estaba el Abel, que era y es fanático y con el que hemos visto mil conciertos de Los Planetas, los buenos y los malos, pero que no está aquí y se le echó de menos, pero aún así creímos verlo por todas partes. Había muchos Abel allí. El concierto fue avanzando de manera firme, con el ya comentado apoyo visual demoledor y en un momento, después de la apoteosis de La Caja del Diablo, llegó un surtido de 'the very best' comenzando por la genial Segundo Premio. Y ahí, ay, renqueó la cosa por que el batería no parecía estar en la misma sintonía. Creí detectar un par de errores en canciones siguientes que hasta provocaron eso que los que tenemos una banda conocemos como 'la mirada asesina' del Jota hacia atrás en una cagada estratosférica. La imagen del Erik, que volvió a no estar convocado, con sus baquetas arriba y dándole una fuerza a los compases de Segundo Premio que la hacen inconfundible, se te venía a la cabeza y quizás el prejuicio me hizo ver fallos donde quizás hubo... qué ostias, fallos. Así, el surtido tocó muchos palos y discos pero se olvidó, por ejemplo, de La Leyenda del Espacio, discarramental absoluto que yo tengo en un altarcito y del que no tocaron nada. Sí que lo hicieron de discos recientes, de clásicos, de las rápidas y de las lentas y todo el mundo salió de allí contento y satisfecho de ver a una banda así, clásica, aunque diezmada, pero que es capaz de llenar tres días la Razzmatazz con una propuesta de hace 30 años y que sigue tocando muchas fibras de mucha gente que lleva esas canciones pegadas a la cabeza como si fueran lecciones de vida de otros que son como tú.
miércoles, 9 de octubre de 2024
Pequeños cuentos centroeuropeos
Mi padre me llevó al desfile. Era domingo, hacía buen día, no teníamos nada que hacer. Mi padre no era especialmente adicto a los militares y el emperador ni le iba ni le venía, pero siempre le gustaba ir a sitios, mirar cosas, estar con gente, sobre todo si era gente diferente a él. Nos pusimos en un lugar que estaba un poco apartado, pero desde el que se veía bien. Yo notaba que mi padre quería meterse en el meollo. Pero yo le agarraba fuerte de la mano para que nos quedáramos donde estábamos. Comenzó el desfile y fueron pasando diversos cuerpos militares. La gente aplaudía, vitoreaba a los soldados, se maravillaba con los trajes, los vistosos gorros, hasta que por último, apareció el emperador junto con su familia y altos dignatarios del Imperio. Hubo confusión, no sabíamos si teníamos que aplaudir o guardar un respetuoso silencio. Hacía pocos meses que el emperador había perdido uno de sus perros más queridos. Mi padre lo miraba todo con una cara socarrona. No entendía toda aquella reverencia, todo aquel respeto. Cuando el emperador llegó a nuestra altura, mi padre me soltó la mano y rompiendo de manera sutil el cordón que impedía pasar se plantó delante del emperador justo antes de que los guardias le dispararan y dijo 'Pobre perro'.
martes, 8 de octubre de 2024
Pequeños cuentos centroeuropeos
No tenía pensado decir nada, pero me invitaron a decir algunas palabras. Y se me ocurrió una parábola bíblica que había leído hace tiempo. En ella, creo que alguien llamado Ira descubría que su familia se había ido y le había dejado solo. Desesperado, le pedía a Dios que hiciera algo por él, la pena le invadía y creía que estando solo, moriría pronto. Y el Señor le respondió dejando en su puerta una imagen de madera de una persona con los brazos en cruz. Ira entendió que el Señor no le podía devolver a su familia pero que el muñeco de madera podría ser un buen sustitutivo. Así que Ira cogió el muñeco, lo metió en casa y como pensó que debía agradecerle a Dios aquel detalle, se propuso sacrificar cada cambio de estación un cordero. Así pasaron veinte años en los que Ira se habituó a hablar con el muñeco, a contarle sus rutinas, a pedirle cosas y a sacrificar corderos. Hasta que un día, apareció por su casa un hombre que le resultó conocido. Padre, le dijo aquel, vengo a llevarte conmigo a las tierras de Heroazam, donde vivimos. Y Ira, sin pensarlo dos veces, cogió algunas de sus cosas y partió con su hijo, que se llamaba Ariel. Dejó allí el muñeco de madera por si acaso alguien lo necesitase. Pasaron los años y cuando ya estaba a punto de morir, Ira le pidió a sus hijos y nietos que le llevasen a la casa que abandonó. Y los hijos le llevaron allí, en la casa no vivía nadie pero estaba todavía el muñeco. Dejaron a Ira y se llevaron el muñeco.
lunes, 7 de octubre de 2024
Un año bárbaro
Mientras escojo el título del artículo y selecciono una foto, es posible que hayan muerto 10, 50 o 100 o 200 personas en Beirut, o en Gaza, o en Cisjordania. Qué más da. Hoy hace un año, un atentado de Hamas contra un país cuyo servicio de inteligencia es capaz de infiltrarse y asesinar a la cúpula de la seguridad de Irán, de Hezbollah y de cualquier otro de sus enemigos y acabar con ellos a su antojo. Murieron más de mil personas, asesinadas muchas de ellas a sangre fría. La sensación de poder vengar años, décadas, lustros de opresión, asesinatos selectivos, humillación constante, ocupación de casas, terrenos, vidas, bombardeos sobre población civil, un infierno en la tierra, durante unas horas en las que el enemigo parecía haber desaparecido, tuvo que ser apabullante. Israel lo estaba esperando. Desde ese día, se ha alterado tanto el orden de las cosas que estamos ante un cambio del orden internacional en el que se nos está diciendo alto y claro que cualquiera de nosotros, países, comunidades, naciones, localidades, clases, podemos ser aplastados, masacrados y eliminados, exterminados y ridiculizados ante las cámaras, sin que pase absolutamente nada. Supongo que antes de los nazis, nadie llamó nazi a nadie. Existirían otros apelativos. Hoy, llamar nazis a los responsables del Estado de Israel no me parece correcto. Esto es otra cosa. Un país se considera legitimado a perpetuidad a tomarse la justicia por su mano, a no respetar ni resolución internacional, ni legalidad, ni principios, ni humanidad. No es una guerra, no pelean contra seres humanos, sino contra bestias a las que no se les puede ya otorgar el beneficio de ninguna duda. Todos los palestinos son culpables. Todos los que discutan sus procedimientos, somos culpables. Arrasar Gaza, exterminar Cisjordania, bombardear Beirut, atacar a Irán. Es posible y probable que yo no simpatice con Hamas, que no lo haga con Hezbollah, que el régimen de los ayatollahs me parezca penoso. Pero esto es diferente. Aquí hay otra cosa que parece que se esté utilizando como laboratorio. Hasta dónde podemos llegar. Cientos, miles de muertes, cientos de miles de muertes provocadas por enfermedades derivadas de los bombardeos, vídeos de soldados riéndose, vídeos cantando. La barbarie en nombre de la civilización. En nombre de la paz, un genocidio. En nombre de la seguridad, el caos. Todo por que son de los nuestros, todo por una culpa ancestral, todo por el dinero, todo por alianzas y tácticas y estrategias y movimientos y órdenes que cambian y que cuestan miles, cientos de miles de vidas. En Palestina y en otras partes del mundo. Pero el caso palestino es tan doloroso y lo es porque los victimarios son un pueblo que ha sido la gran víctima siempre. No todos, ni siquiera deben ser la mayoría, solo los que comparten la idea sionista. No todos los judíos. Siempre he admirado a tantos judíos que no me lo explico. Cómo puede ser. Es. Y hacemos manifestaciones y nuestro gobierno hace gestos simbólicos, pero no parece que se pueda ir más allá. Quizás cuando vuelvas a estar en el gobierno tú, que no hiciste nada, cambie la cosa. Quizás tantas cosas cambien. Lo que no cambia es que esa gente está condenada a ser masacrada y no sabemos qué puede pasar para que la cosa cambie. Y llevamos un año y pueden ser más. Una masacre sin fin. Pero es en nuestro nombre, porque somos nosotros, porque son como nosotros. Es una barbaridad.
Crónica de un viaje a Girona. Cementerio indio
Al acabar del partido, personal que destina el Athletic Club a seguir a nuestra afición cuando se desplaza, una especie de mediadores, nos iba saludando uno a uno cuando salíamos de Montilivi. Nos daban las gracias, nos daban ánimo y yo solo quería decirles 'no vengo nunca más'. El Athletic Club no es un club sufridor. Hay otros equipos que tienen fama de pupas, de cagarla en el momento más propicio, de ser una desgracia ambulante, de sufrir descensos tortuosos, de tener una afición acostumbrada a pasarlo mal. La afición del Athletic Club no es así, al menos sobre el papel. Pero. Resulta que jugamos contra el Girona. Yo no recuerdo haber ido nunca a Girona, creo que he ido dos veces, y haber disfrutado. Un día hizo un frío terrible, acabó lloviendo, perdimos sin tirar a puerta casi, hace dos años perdimos también en partido horroroso... el campo está por ahí lejos, si visitas el centro no puedes hacer mucha cosa porque tienes que ir con tiempo para que te miren la entrada porque la entrada es como de un campo de segunda B y bueno. El caso es que este año nosotros estamos bien y ellos están un poco de aquella manera. De hecho vienen de perder en Champions con un cúmulo de desgracias y parece todo propicio para... para que paguemos el pato. Vamos en autocar, cuatro jinetes de la Centenario, acompañados por la Peña Lehoi Beltz de Barcelona y la Bilbo Ondokoak de Sant Cugat. Buen ambiente, gente maja, todo correcto. Llegamos a un bar a comernos un frankfurt y Homobono se hace fotos con todo pichichi, polacos, holandeses y gente del Girona. Las bilbainadas habituales de quien se cree que ser del Athletic es 'bilbainizarse' y no. Veremos por dónde nos salen las vaciladas. El tema, vamos al estadio. Ya he dicho lo de las entradas, hace muchísimo calor. Y empieza el partido y salimos con un equipo bastante potable, casi el titular. Tras un intercambio inicial, se nota que nosotros estamos mejor, más serios. Vamos teniendo control, vamos, vamos, pero no acabamos de. Sancet se está saliendo. Pero mucho. Nos pitan un penalty a favor. Lo tira Berenguer después de un periodo de deliberación que no augura nada bueno. Lo tira regular y se lo para Gazzaniga. Es que no puede ser. Al cabo de unos minutos, pocos, una jugada estúpida en la que Asprilla centra y la pelota va botando pim pam pong hasta que entra en nuestra portería y todo es tan tonto que pensamos que lo va a anular porque... porque... no lo anula. Es gol. Pero si... no puede ser. Pues sí, es gol. Fallamos penalti, gol idiota, pero de repente Sancet liga un par de combinaciones y se planta delante de Gazzaniga y lo fusila. Gol. Bien. Una buena noticia al fin. Buena noticia que dura medio segundo porque Sancet se lesiona al marcar y pide el cambio. Sancet estaba dando una lección de fútbol. Pues no. Sigamos. Media parte, cerveza sin alcohol, comenzamos ahí medio medio como el final de la segunda y en una jugada que parece que no, Williams provoca otro penalti. Williams se dispone a tirar este segundo penalti. No quiero verlo. Pero lo veo. Williams tira un penalti tan infame que no tiene ningún tipo de explicación racional. Pero para sorpresa de todos y todas, el árbitro decide que hay que repetir el penalti. Va Ander Herrera, va, venga, que este parece más serio que ya sabemos que Iñaki tiene el pie cuadrado. Ander Herrera tira un penalti tan lamentable que la pelota va botando hacia los pies del portero. Acabamos de presenciar un hecho histórico. El Athletic Club nunca había fallado tres penaltis en un partido. Nunca. Jamás. Y lo hemos visto nosotros. A partir de ahí, el fatalismo que supongo que nos caracteriza pero que no trasluce en el tópico del hincha del Athletic, nos dice que vamos a palmar. El portero, Padilla, se está luciendo intentando frenar lo irremediable. Pero sabemos que va a pasar. El Girona mete a Stuani, que siempre, siempre, siempre, marca. Sale a falta de diez minutos, en el descuento. Padilla ya le saca una milagrosa. El árbitro nos pita un penalti más que justo. Gol de Stuani. Y yo pienso que en Montilivi antes hubo un cementerio o algo. Y que yo no vengo más. Aficiones. La nuestra no para de animar, no son todos vascos, ni vascas, pero no paran de animar ni en los momentos más ridículos. La afición del Girona es la arquetípica afición que no anima hasta que ya ha ganado. Volvemos al bar del punto de recogida. Homobono sigue haciéndose fotos con todo el mundo. Nos acordamos de Martín Palermo. Me imagino a mi padre pegándole fuego al estadio de Montilivi. Volvemos en el autocar y constatamos que las nuevas generaciones no viven el fútbol como nosotros. Música y jolgorio. Pienso si voy volver a Girona nunca más. Que sé que volveré. Aupa Athletic.