Hay que ser un poco mentiroso. Un poco trilero. Hay que saber mentir. Saber decir que estás mal, muy mal, fatal. Saber estar. Tener algo de clase. Somos meros imitadores de un cliché. Hasta que no lo tienes delante no te das cuenta. Vamos a hablar de blues. Vemos a Tail Dragger justo antes de que comience su concierto. Parece una persona ciertamente mayor, un anciano. Pero qué anciano. Con un sombrero negro de cowboy y unas botas negras de cowboy también. Se deja hacer fotos con todo el mundo y se apoya en un bastón. Un anciano afectuoso que va repartiendo una sonrisa blanca de bondad y sosiego. Pero tiene la cara del mismo diablo. Y cuando el concierto comienza y los músicos de acompañamiento han tocado ya su repertorio estipulado, llaman a Tail Dragger para que protagonice la velada. No conocemos a Tail Dragger, no nos vamos a engañar. Vamos a hablar de Blues. Qué conocemos nosotros del Blues. ¿Qué sabemos del blues? ¿Somos unos enfermos del Blues? ¿Si no fuera por Led Zeppelin, los Stones, los Yardbirds, Eric Clapton, qué sabríamos realmente? No sabemos nada. Salvo un grupo de gente que lleva sudaderas de otro festival en el que tocó Tail Dragger. Tail Dragger tocó con Howlin' Wolf. Y poco más sabemos al respecto. Tail Dragger, si lo buscas en google images, solo salen colas de aviones, o aviones. No le conocemos y no sabemos nada de inglés. La banda llama a Tail Dragger y el anciano sale a cantar, se ha cambiado el traje sospecho y se dirige a una silla caminando lentamente apoyado en el bastón. Bastón que tira al suelo. Hay que saber mentir, saber actuar. Como cuando James Brown se tiraba al suelo y le venía el compañero a ponerle la capa por encima y decirle que era el número uno. No puedo más, venga, vamos, número uno, Mr. Dynamite, el padrino del Soul, el hombre más trabajador del mundo... vamos. Y Tail Dragger da el primer alarido.
Y no ha cantado nadie más en las seis ediciones de festival. Ha venido mucha gente, virtuosos del tema, guitarristas increíbles, y cantantes con voces poderosas y carismáticas. Y este señor. Da dos o tres berridos, para cantar algo sobre que está sentado en una silla y al cuarto grito ya queda claro quién manda allí. Se baja de la silla, baja las terroríficas escaleras del Teatre, sube por las escalofriantes y criminales escaleras del Sagarra y va repartiendo saludos, berridos, frases. Se apoya aquí, se apoya allí y baila.
Efectivamente, ese señor que no se podía tener sin el bastón, está bailando. Y uno se acuerda de aquel documental sobre Marvin Gaye en el que sale a un concierto a cantar la de Sexual Healing y parece que vaya en chándal y sabes que tiene más clase que nosotros siempre. Siempre. Jamás. Y Tail Dragger ya ha conseguido lo que quería. Que los descreídos perdiéramos el miedo y que tuviésemos miedo. Ese señor sabe de lo que habla. Nos da las clásicas lecciones moralizantes. No bebas. Trata bien a tu mujer. No te metas en lo que hacen en la casa de al lado. Canciones con los ritmos y compases clásicos.
Vamos a hablar del blues. Vamos a hablar de blues. Y lo vamos a hacer durante el tiempo que sea necesario. No tenemos prisa. El concierto transcurre con sus pausas, sus momentos para subir otra vez a beber, para intentar hacerte el simpático con la autoridad, para pasar un poco de frío y volver a la carga.
Vamos a hablar de blues. Estamos aquí para mentir y para engañar, más que nada. Poca gente se gana la vida diciendo la verdad. Unos cuantos elegidos. Lo tenemos claro. Acaba el concierto y el buen señor lo hace con una especie de conga. Subiendo y bajando escaleras. No dábamos un duro por él. En absoluto. Pero nosotros no sabemos nada de Blues. El público entendido baila y conoce. Los listos como yo no sabemos de nada. Desperdiciamos el día y las tardes y las noches escribiendo sobre cosas que no sabemos bien bien qué son. Vamos a hablar de blues. Un señor se levanta por la mañana y tiene que ver cómo le van a venir las cosas. Cosas antiguas. Géneros antiguos. Viejos. Ancianos. Que cantan en festivales. Que han cultivado una leyenda de bebidas fuertes y momentos al borde de y dento de. Que deben haber vivido bastante más que nosotros pero aún así desconfiamos. No sabrá. No podrá. Y nosotros escribimos o nos tomamos una cerveza en los intermedios intercambiando opiniones. Y la vida es un poco eso.
Un pavo que se pone a escribir y que acaba diciendo cosas como 'la vida es'. Te está tomando el pelo, seguro.
Vamos a hablar de blues.
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