Vamos a lo que vamos. Si uno ve esta foto dice, vaya, ya nos estamos creyendo que somos los Kennedy o algo así, pero si uno ve esta foto puede decir, menudo golazo. Un golazo imprevisto, cuando nadie daba ya un duro por nosotros y que, gracias a la estrategia suicida de unos y al empecinamiento de los nuestros en creer que se podía y que no había que ceder. Sea como sea, se ha llegado a un acuerdo de gobierno, un Gobierno que, después de la decisión de ERC de abstenerse, parece que va a ser evidente y contra el que, como siempre, se levantan las voces de los que auguran desastres, cataclismos, ruina y lo más importante: la decepción.
Es evidente que un pacto de Gobierno con el PSOE como fuerza dominante no es el primer paso hacia ninguna República socialista. Es evidente que el acuerdo no es el máximo que se pudiera soñar en la mente de los revolucionarios más dignos y santos. Es evidente todo. Es tan evidente que da hasta pereza reconocerlo. Pero el mero hecho de estar ahí, de que se haya forzado la situación de tal manera para que, por primera vez, POR PRIMERA VEZ, ministros a la izquierda del PSOE estén ahí, teniendo algo que hacer y que decir, creo que merece al menos, una alegría sincera y clara por parte de quienes somos, o creemos ser, algo de izquierdas.
Ayer, a bote pronto, se me ocurrió lo siguiente, como fórmula para contrarrestar el argumento de que esto no va a valer para nada y que va a ser un fracaso de antemano, pienso lo siguiente. Creo que en un momento en el que van a venir ostias como panes a nivel de macroeconomía, con otra crisis a las puertas, con el ascenso de la ultraderecha como única alternativa posible, con una izquierda europea y mundial en claro retroceso y desconcierto, con los identitarismos como única vía de expresión política posible para cada vez más gente, con la ruptura por la derecha como expresión del descontento, creo que ante todo eso, al menos ponerse delante por una vez, intentarlo, como hicieron los compañeros de Syriza en Grecia, ponerse al frente, manejar la situación y servir de escudo ante lo que viene encima, es ahora mismo lo más valiente. Lo más valiente y lo único que nos queda. Nos queda una legislatura para probarlo, para intentarlo al menos.
Sé que es mucho más digno autoconvencerse de que no va a servir de nada y que lo mejor es asegurar la movilización y la lucha y poner fin al régimen del 78 y todo eso, naturalmente. Eso lo sabe cualquiera. Eso es de cajón. Pero por el momento, por algo llamado correlación de fuerzas, tenemos lo que tenemos y se hará lo que se pueda. Y esperemos que lo que se deba.
Pongamos por ejemplo el caso de que, como pasó en tiempos de Zapatero, se tengan que tomar medidas como la reforma del artículo 135 de la Constitución el PSOE se encuentra solito y únicamente con el PP como interlocutor. Se aplica y sanseacabó. En cambio, esperemos que con la presencia de los compañeros y compañeras en el Consejo de Ministros, las alternativas sean más imaginativas. Y más valientes. Seguro que lo serán.
Cosas que está forzando este cambio de escenario, inédito en Europa: el desmontaje, al menos aparente, del tema del Procés. Ese bloque independentista que parecía y solo parecía inamovible y compacto, se empieza a romper. La decisión de los compañeros y compañeras de ERC de concertar una abstención que daría mayoría al acuerdo de gobierno, contraviene la decisión de sus antiguos compañeros y compañeras de misión histórica de no apoyar esto porque PONGA AQUÍ SUS MOTIVOS. Está claro que un acuerdo que podríamos llamar de progreso, un poco socialdemócrata al menos, no puede ser apoyado por JXC, porque la derecha neoliberal y esencialista es lo que tiene. Y también está claro que la CUP no puede apoyarlo. PONGA AQUÍ SUS MOTIVOS. Ellos ya avisaron de que venían a no hacer nada y nada se debe esperar de ellos.
El asunto es que, ay, se abre la puerta en un futuro, ay, para un posible nuevo tripartito en Catalunya. En el hipotético caso, cuento de hadas, de que JXC, la Convergència de toda la vida, decida convocar elecciones, es más que probable que ERC sea la primera fuerza. Y eso podría abrir la puerta a nuevas combinaciones. Es posible que un tripartito ERC, PSC y Comuns, nosotros, pudiera ser viable. Pero ese acuerdo tendría que superar una fuego completo que sería incluso superior al que vamos a ser sometidos a nivel nacional. O no, quizás el mismo.
Los últimos tiempos en Catalunya han servido para levantar algunas caretas y demostrar dónde está realmente eso que llamábamos y conocíamos como Procés. La derecha. Una ruptura, es cierto, pero una ruptura de derechas, neoliberal y esencialista. Los catalanes y quiénes son catalanes, la pureza y sobre todo y por encima de todas las cosas, a quién le suben los impuestos, pusieron encima de la mesa de qué iba todo esto. Ruptura, es posible, pero una ruptura que no es de izquierdas. Quizás ERC ha querido escapar de esta Polonización del país. Esperemos que sea así y que sirva para romper con la dinámica que ha llevado a este país a crear monstruos como los que viven en Twitter, el tietismo, el melindrismo, Ciudadanos y el hermano peligroso: VOX.
¿Qué nos queda pues? Alegrarnos. Alegrarnos porque si no es con alegría esto va a ser muy difícil de llevar y alegrarnos porque son precisamente nuestros enemigos los que nos dan más ganas de que esto salga bien. O que medio salga, que al menos sirva para demostrar que estando ahí alguna cosa puede cambiar.
Alegrarnos porque, por primera vez en la vida, en mi vida, voy a poder llamar compañeros y compañeras a ministros y ministras cuando hace diez años íbamos a ser borrados del nosequé de la historia.
Alegrarnos porque es la última oportunidad de hacer frente a un desastre contra el que no tenemos más alternativas reales que poner la cara y bajar la pelota al suelo, jugar, hablar y construir esa alternativa con un boli y una goma de pollo.
Como siempre.
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