Yo podría poner alguna foto de esas en las que se ve lo verdecito que está todo y lo que cambia Vilches y sus entornos de estar en el terrible mes de Agosto a estar en esta Semana Santa, mes de Abril, donde todo está como para poder vivir y para poder disfrutar, pero siendo esa una imagen bellísima que enamoraría a quienes quisieran encontrar un destino propicio para las vacaciones, no ilustra lo que es ir a Vilches. Haga frío, haga calor, haga mucho calor, haga un calor que se te meta por la boca y te cueza el cerebro, o haga un tiempecito bueno que te apetezca estar en la calle a cualquier hora. Haga bueno o haga malo, lo que mola de ir a Vilches, lo que al cabo de tantos, tantísimos años, hemos conseguido con tanto ir, con tanto no perder, con tanto estar, es haber conseguido algo tan espectacular como un grupo de gente que te siente como uno de los suyos y que hace sentir como uno más a cualquiera. Y eso es lo que realmente hace de la experiencia vilcheña algo que no se compara con el destino bonito, con el paraje maravilloso, con la playa solitaria, con el atardecer, con el vino de denominación, con el sendero que nadie había pisado jamás. Eso es y siempre ha sido ir a Vilches. Supongo que por eso nos hemos perdido muchas veces tantas y tantas cosas geniales que hay que ver y que vivir en esos entornos, porque nos hemos encandilado con estar allí, solo allí, escuchando a la gente hablar, contar sus cosas, explicar su vida, con su acento, sus maneras, su desto. Cortemos rápido esta especie de introducción que pareciera digna de ese típico cronista de ciudad con aspecto de fachoso revenido que utiliza palabras relamidas para contar algo muchas veces visto. Digamos simplemente que estar en Vilches, vivir la experiencia vilcheña, tiene mucho de sentarse, que vayan cayendo botellines, comer y dejarse ir
Comencemos por el jueves y obviemos un viaje de ida plagado de sobresaltos en forma de caravanas interminables, lluvias torrenciales por toda la fachada mediterránea y buena parte de la provincia de Cuenca. Olvidemos eso. Vayamos directamente al cerro y vayamos a ver el Cementerio y la visita de rigor, identificando por primera vez en solitario dónde está cada uno y dónde se ubican los que han ido llegando, del Tito Basilio a la Abuela Pepa. Y del cementerio al Castillo mira tú que vistas. Perdón, no he dicho que este viaje lo hacemos con dos colegas colomenses, Sancho y Esmeralda. ¿Cómo recibirán ellos lo de venir a Vilches? Siempre que viene gente al pueblo pienso lo mismo, yo me lo paso muy bien, pero no sé si a la gente le gustará lo que a mí me gusta. Yo que ya disfruto con ir al MásyMás a comprar y a ver a quién te encuentras. ¿Les gustará? ¿Entenderán el rollo? Visitamos el Castillo y ya casi de bajada, un matrimonio con unas niñas pequeñas, de repente una de las niñas se arranca cantando el 'Andaluces levantaos'. Casi nada para empezar. Nos vamos camino de la plaza y en la plaza vemos que está abierto el bar Las Olas, el preferido de mis padres. Hace mucho que no estaba abierto. Y allí que empieza la historia. Allí ya me preguntan por mi tito Basilio, cómo se acuerda de él la gente. Y de ahí pasamos a los Cazadores, lugar ya de referencia al que hay que ir para que quien sea tímido o tenga algún tipo de remilgo, se lo quite de golpe. Si ya aceptas Los Cazadores, todo lo demás viene seguido. Allí comemos y volvemos a comprobar que la simpatía local te viene a así de golpe y ya no se te va. Y llega Marina y la inmersión es completa. Marina, antes ya nos hemos encontrado con María José y María que nos lo han advertido, nos dice que hay que ir al Lagrimeo, la procesión de las Lágrimas. Pero no ir, se trata de contemplarla en primera fila desde el Aljarafe. A cien por hora todo. Vamos. Esa procesión que no llega nunca aunque la estás viendo venir desde hace una hora y media. Y vamos al campo a comprobar cómo es eso del campo, y el campo nos sorprende tan verdecito que parece mentira. Y para qué vamos a ir enumerando todos los bares, aquello o lo otro. Acabamos antes diciendo los bares a los que no hemos ido: Rafi, Ginés, Buen Gusto, el del Roberto... El primer día termina con una visita al Garden y la impresión de que ya nos hemos metido en la dinámica desde el primer momento.
Marina, María, María José, Bartolo, Antonio, Yolanda, Paqui, la tropa. Algunas compañeros y compañeras y otras no lo sé. Esta gente tiene que volver. Durante la procesión del lagrimeo, nos dicen que un capataz ha pedido que para las próximas vuelvan a ganar las elecciones y ha dedicado una levantá al tema. No te lo pierdas, los socialistas apelando a los seres del espacio. Falta un año para las municipales y se nota en todas partes, también aquí.
Al día siguiente vamos de visita a Almuradiel. Almuradiel es un pueblo que está al pie de Despeñaperros y por el que pasamos cada vez que vamos a Vilches y jamás paramos. Resulta que Esmeralda tiene familia allí. Siempre decimos que los vilcheños somos un poco manchegos, pero los manchegos vemos que no hablan como nosotros, hablan con las eses, lo pronuncian todo, pero hay algo familiar en ellos. Para empezar, el apellido Lozano, que parece internacional y transfronterizo. De la visita de Almuradiel pasamos a ir a comer a la Fernandina. La Fernandina, la Isabela, La Carolina, Arquillos, Aldeaquemada, tengo mucho interés por esas poblaciones creadas por Carlos III, repobladas con colonos centroeuropeos. Jamás investigaré en serio sobre nada de eso. En la Fernandina se come como dios. Y hemos quedado para ir a Giribaile con una guía de excepción, la María, que nos lleva hasta casi el pie del Castillo. Lo dicho. Irlanda. Alucinante comprobar cómo cambia un paisaje en unas semanas. Dentro de nada todo será amarillo y no habrá dios que pare, pero ahora es la gloria. El castillo de Giribaile ahora son unas ruinas, pero en su día tuvo que ser imponente. Vámonos, asustamos a unas ovejas, a bastantes ovejas, y nos vamos. Mañana más.
Comilona en casa de la familia de Marina. Con toda la tropa. Misión especial para probar la harina titos, que mi madre también llama leche pájaro, y un arroz con conejo. Un día genial donde se mezclan los Chemical Brothers a todo meter, el calorreo inmortal, y las ganas de escuchar a mi gente, a la gente de mi pueblo, hablar y hacer. Qué quieres, es mi pueblo. Recapitulemos, soy catalán pero mi pueblo es este, es también este. La de Marchena cuando llega me dice que 'vosotros sentís el primer cohete y ya estáis aquí'. Ea. Quien quiera pensar que soy menos catalán o que Catalunya me la sopla o que soy un nostálgico de esos de Ciudadanos, en fin. Menos catalán. Poco catalán. Nada Catalán. En fin. Es muy largo de explicar y tampoco tenemos todo el día. Es una experiencia vilcheña completa, como cuando éramos pequeños y mis padres quedaban con los vilcheños de la Telefónica y se juntaban y era todo un follón de mil demonios de gritos, gente hablando más, gente hablando más todavía, más hablar, más gritar, y un cachondeo constante. Ese sábado ya valió por toda la semana santa.
El domingo tocó naturaleza. Aldeaquemada, Despeñaperros, la Cimbarra, un paisaje que está ahí mismo, a nada, a tocar, pero al que nunca he ido. Y merece mucho la pena. Ver las águilas, los buitres, el verde otra vez. Cómo llama la atención tanto el verde. Hace calor ya, pero hay agua en el salto de la Cimbarra. Me acuerdo de cuando Fabri nos hablaba de La pequeña niña de la Cimbarrilla. Y acabamos el día yendo de visita a Linares. Han puesto un Land Rover en una rotonda. Damos un paseo, visitamos algún bar, está la Carbonería cerrada, huele a cera. Nos vamos ya. Me acuerdo de Robin y de Manolo. Y de mis titos y mis primos.
También me acuerdo de Marijose, de la Isabelita, de las primas a las que no veo, la Juli y la Juani, y de las primas a las que tampoco veo. Este año he visto al Sebas, he visto también a la Rocío, como siempre hemos hablado poquísimo, y al menos hemos podido coincidir en algún sitio con el Jordi y la Amanda. No he visto a ningún Berna. Al Argudo lo vi cruzando la calle un día, él no me vio a mi.
Y nos vamos. Y han sido cuatro días y como siempre saben a poco pero mi estómago también es persona y necesita parar. Cuatro días de gloria gracias a esa gente que te hace sentir como si fueras de allí de verdad, como si fueras otro más, aunque haya a quien eso le parezca mal, pero a mí me parece un orgullo que alguien diga 'ojo con este que es de Vilches', solo por eso ya estaría. Gracias a todos y todas por estos cuatro días que sirven para tanto.