viernes, 9 de septiembre de 2022
Crónica del #PleGramenet de Julio. Los caminos de la memoria
Si contemplan la pampa y sus rincones verán las sequedades del silencio. La memoria es como una pampa salitrera, abandonada, inhóspita, seca, vacía, terrible. La memoria nos engaña y nos coloca en una realidad que nunca fue. Recordar un pleno municipal sucedido hace un mes y algo, contar qué sucedió, como si importara, como si importara contarlo hoy o haberlo contado en su momento. Un pleno municipal contado sin un recuerdo real, tan solo con un dato cierto, la afonía de la compañera que tenía que hacer los posicionamientos. Si es el silencio la mejor arma contra las infamias, sin duda hemos sido héroes. Sin el silencio certero, oportuno, callarse cuando toca, ser prudente, no contestar a la babalá, sopesar mucho las palabras y elegir bien los argumentos. Si el silencio es lo que nos hace mejores, sin duda somos merecedores del premio, del galardón, de la medallita en la solapa. Callarnos como solución vital, no contestar aunque sea evidente que te estás contestando encima. Callarnos ante la mirada amenazante, ante la presencia ofensiva, callarnos, silenciarnos, botón de mute, no saludar, no fingir, no decir, no y no. Qué recuerdo de ese pleno municipal que ahora se me aparece como una nebulosa de momentos que no sé en qué desembocaron si es que lo hicieron en algo. Qué les cuento yo de un pleno municipal donde no dijimos nada porque nada se pudo decir. Qué podemos hacer respecto al manejo del recuerdo y las caras que ahora recuerdo que antes no estaban tan gastadas y el efecto que provoca el paso del tiempo en los rostros. Esos rostros que un día fueron jóvenes o que un día guardaron una belleza ya madura y que hoy han perdido esa lozanía, ese vigor para convertirse en rostros sudorosos, aceitosos, sonrientes con dientes, o bien caras acaloradas, coloradas, donde se percibe el desgaste de los nervios y de las noches tenebrosas del alma. Es un recuerdo de un pleno municipal o es el recuerdo de otras noches, de otras caras, de otros espacios. Mi cabeza se queda como suspendida en algo que debería haber contado y que me prometí continuar de manera comprometida y que olvidé o simplemente no consideré. Y en no considerar hay una decisión. Y esa es una decisión política, una decisión que implica una voluntad, la voluntad de olvidar. La voluntad de no dejar nada para la memoria de un tiempo que será recordado por la infamia y el cansancio y los rostros cada vez más gastados y cada vez más abotargados y cada vez más desquiciados por el tiempo que no avanza y las ganancias que no llegan. La voluntad de dejar de contar lo que una vez fue una herramienta para poner en evidencia que la política colomense era interesante, apasionante, podría ser vista de una manera crítica o mordaz o vete tú a saber qué pensaba yo que podría hacer escribiendo textos sobre un punto, un decreto o una moción. La emoción de una moción, el debate acalorado, nada queda en el recuerdo. Un detalle, una mirada, una sonrisa, una camiseta llamativa que denote que quien la lleva pertenece a cual o tal colectivo y que eso imprime un carácter absolutamente me da igual todo lo que llevas puesto porque a mí lo que me interesa es el interior de las personas. Aquí y ahora y siempre. Y es dentro, mirando en el pozo profundo de tus ojos, cuando siento ese terror que sienten las personas ante lo conocido, ante lo que ya has vivido antes, porque te acuerdas, porque lo sabes. Es la memoria. Los caminos de la memoria son enrevesados, son a veces simplemente fruto de la casualidad, la memoria es un bien preciado, una herramienta política, un elemento de desestabilización. La memoria de una figura frágil que se convirtió en percherón, de un rostro afilado que se hizo redondo, de una inteligencia al servicio del pueblo que jamás pasó. La memoria desdibujada de un pleno al que entras a hacer fotos para ilustrar algo que no podemos contar porque nos quedamos sin voz, porque el ser humano es insondable en la búsqueda de mecanismos de defensa y yo ya no sé absolutamente nada de lo que está asando, perdón, pasando. Es el último pleno antes de las vacaciones, unas vacaciones que ya nos hemos contado. Unas vacaciones y unos viajes y unas experiencias que han dado paso a una Festa Major y de ahí pasaremos al inicio de un curso político. Lo que hemos hecho hasta ahora no importa una mierda. Nadie se acordará de nosotras cuando hayamos muerto.
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