La vida es una mierda. Un conjunto de acontecimientos vividos, contados, escuchados, bailados, leídos, sentidos por parte de uno mismo o por parte de otra persona o incluso por parte de un colectivo y que la mayor parte de las veces acaba en nada, porque nada hay y nada somos. Acaba, posiblemente en el recuerdo, en la memoria, en la nada, en la intención, a medio camino, en ningún sitio, en la gloria. La vida son cosas, elementos, un esfuerzo, una duda, miedo, tinieblas, unas risas, cerveza fresquita, frío en invierno, calor en verano. La vida presenta situaciones que no valen nada y momentos para el elogio del ser humano.
Porque elogiable es el esfuerzo de un grupo de estrellas maduras, de cansadas divas de otro tiempo, de Normas Desmonds bajando por escaleras llenas de gente que creen ellas que les están aplaudiendo y en realidad están por otra cosa, de talentos abnegados que han visto sus mejores años dilapidados en la búsqueda de un sentido del arte y de la estética, queriendo representar una vez más una obra de teatro que requiere de ellos el mayor de su esfuerzo, como es Cocotevá y su anual representación de Cómeme el Coco, para mayor gracia de La Marató de TV3.
Un nuevo éxito, una vez más el teatro lleno, para contemplar una de las mejores representaciones que uno recuerda de esta obra que, no por conocida, no se abre a la posibilidad de manejarla, modificarla, malearla e incluso de mejorarla. Muchas -arlas son esas. Un teatro lleno de gente. Alto. Como siempre, el público que acude a las representaciones de Cocotevá, se contagia del sentido de la comedia y del sinsentido de este crepuscular grupo actoral y, creyéndose parte del propio espectáculo, barrera que los propios Cocotevás animan a traspasar, se convierten desde un principio en parte también del combo ajado y marchito que con gran esfuerzo mantiene viva la llama del teatro popular en nuestra ciudad.
Nuestra ciudad, Santa Coloma de Gramenet, provincia de Barcelona, cuna de grandes artistas, también crepusculares y marchitos, que mantienen la pretensión de ser reconocidos más allá de nuestras fronteras cuando, la verdad, como aquí no se está en ningún sitio y, si nos paramos a penar, perdón, pensar, en otros lugares no eres nadie y aquí eres al menos protagonista de tweets y publicaciones en facebook que te hacen pensar y creer que, realmente, este es un entorno maravilloso como aquel de la peli de El Bosque en el que nos creamos un espacio de ficción porque fuera todo es mal. Somos así y tan a gusto de ser como somos estamos que nada cambiamos porque no.
Y me preguntas entonces, lector o lectora, con cara de interés por mi respuesta que seguro que es trascendente, ¿te gustó o no te gustó entonces la representación? Más que otras veces. Ya lo he dicho más arriba aunque quizás tanta digresión y tanto rollo te han hecho perder el hilo y te voy a decir porqué. Porque en las últimas ediciones, la idea de añadir actuaciones, intervenciones, apariciones estelares de grandes nombres del music hall, el cabaret, la verbena, la canción y la copla, habían convertido la obra casi en la excusa para que otros y otras lucieran durante un rato, haciéndote perder el qué, que ya es de fácil extraviar por la propia vida de la obra y el disparate colectivo que supone todo el ir y venir de actores y público escaleras arriba y escenario abajo. Vamos, que siendo mucho más reducido el elenco de invitados, el siempre eficaz en la provocación chocarrera Víctor Guerrero y un estelar Lozano travestido en un improbable rumbero del ballet de Giorgio Aresu, y ajustada la obra a su formato original, todo fue mejor.
Se nota así la experiencia, la calidad que dan los años, el aplomo que da una serena madurez, de un Xavi Villena en la dirección que alcanzada ya esa edad en la que, como John Ford, Berlanga o Manoel de Oliveira, se convierte ya en un mito viviente y que, a diferencia de otros, podrá disfrutar de las mieles del triunfo en el ocaso de su carrera.
A destacar la actuación cada vez más medida y centrada de un Kike Hita que, pese a sus años, mantiene el vigor de otros tiempos; o un Alex Mas que, ya lejos de aquellos años como joven promesa de la interpretación, mantiene todavía algo de frescura en medio de un ambiente adocenado y mustio. Hugo Ramos como intérprete del clásico Soy Minero, siempre mágico; Rosa Aparicio, Xesca Robles, el dúo Martorell y Muñoz y las dos super vedettes Elisabet Villena y Tania Alor, más bien que todo porque sí.
Palabras especiales, como siempre y como en todas las ediciones y en todo lo que haga, para Ponxi Dávila en su papel de folclórica por la que, aquí sí, no pasan los años y siempre supone uno de los clímax de la obra, donde el chándal, la lata de cerveza que se huele desde allende los asientos, el taconeo y la maravillosa interpretación de María de las Mercedes y más arte que en el Can Sisteré. A señalar también a Andrea, más comedida también, menos histriónica, aportando matices de bardo, matices de recitadora, matices de cómica que, lástima, quizás se únicamente recompensados con ofertas de presentación de actos de organizaciones políticas que prometieron el cielo y se quedaron en lo que te dije. Pero todo pundonor y trabajo artesanal, ambas artistas, junto con el resto del elenco (echamos de menos la mítica interpretación de la gran dama Ochoa y su canto alegre Rebélate), hicieron que durante dos horas y media, eso que llaman la vida, eso que ya hemos convenido en apuntar como una reverenda caca, fuera algo divertido, disparatado, caótico y participativo.
Así que, como siempre, felicidades a todos y cada uno de esos provectos y provectos artistas y artesanos del teatro y las variedades que convierten cada Navidad y cada acto benéfico de la Marató en una ocasión no para la lástima o la buena intención, sino para el disparate y la risa.
lunes, 16 de diciembre de 2019
jueves, 12 de diciembre de 2019
Nosotros somos los listos
Madre mía, madre mía, madre mía. La que ha liado. Eso es lo que nos gusta pensar, que este personaje es tonto y que cómo va a poder ser. Y es. Ha sido. Cada mañana, o durante muchas mañanas, en Rac 1 entrevistan a John Carlin, periodista británico, y le preguntan sobre Boris Johnson. Él se esfuerza en repetir una y otra vez que es una persona culta, que habla latín, que es un cerebrito. Pero nos gusta pensar que no, que es un bobalicón, tonto, que no sabe. Nosotros sabemos más. Y resulta que va a ganar unas elecciones con un margen de ventaja sobre el segundo clasificado que sitúa a los laboristas al borde de algo que no por anunciado parece menos sorprendente: ahora qué.
Nos hemos llenado los ojos con los sencillos y didácticos anuncios de los laboristas donde explicaban qué estaba en juego si los conservadores ganaban y llevan a cabo su plan de salir de la UE y entregarse de pies y manos a la aplicación de la americanización del Reino Unido. Y qué. Parece que no ha calado. Porque, ay, como bien sabemos aquí, de lo que iba la cosa era de otra cosa. La patria. El Reino Unido y su idiosincrasia en peligro. La contaminación que supone estar mezclada con europeos de dudosa procedencia, con costumbres disolutas, derrochones, pobres, no saben hablar bien inglés, debe ser corregida. El Brexit y la campaña del Brexit. Cómo nos manejan las emociones, el recurso fácil, la palabra sencilla, la apelación a lo sentimental.
Qué nos van a contar.
¿Qué nos espera? Aquí, en nuestro país, poca cosa nueva, salvo que la salida del Reino Unido convertirá a la UE en Alemania y algo más. Con países como Polonia o Hungría en otra dimensión y con una Italia donde, como aquí, pensamos que cómo va a ganar ese zafio y chabacano y prepotente si nosotros somos los listos. Hasta que gane.
Resulta que a Jeremy Corbyn, el candidato laborista, se le achaca ser demasiado de izquierdas, haber hecho una campaña de izquierdas. Tenemos un problema.
¿Qué quiere oir la gente? ¿Qué necesita oir la gente? ¿Qué respuestas quiere la gente ante los problemas de la vida contemporánea? ¿Hay una respuesta única? ¿Podemos hablar de varias respuestas? Es que vengo de ver la peli del Brexit precisamente y es todo, pues como para temblar.
¿Sabemos quiénes son los nuestros?
Ante un mundo que cambia hacia peor, hacia menos derechos, hacia la nada, ¿qué respuesta damos? ¿mantenemos el orden o somos ruptura? ¿la ruptura es siempre de izquierdas? Ya vemos que no. En el Reino Unido y aquí cerquita.
¿Está esto yendo a mejor? Nos emperramos en dar respuestas, en tener propuesta, en hacer proyectos que a la gente, al grueso de la gente, parece que no le acaban de llegar. Hemos tenido unas elecciones generales hace nada, donde un partido que propone las soluciones más zafias, chuscas y ramplonas que se pueden escuchar ha sacado nada menos que 52 escaños. Y sin embargo, seguimos pensando que los listos somos nosotros. Los listos que hemos leído y visto.
En esta película del Brexit hay una escena en la que una ama de casa inglesa se rebela y estalla en medio de una discusión porque se siente nada, que nadie la escucha, que a nadie le interesa su opinión y ya está harta.
Hemos pasado de impugnar el sistema a salvaguardar el orden, ya que los bárbaros están en la puerta y van a derribarlo todo. Somos, y ahora me pongo de ese estupendo que precisamente critico, como el bárbaro de ese cuento de Borges que mientras los godos están asediando Ravena, se pone de parte de los romanos que la defienden. Preferimos la civilización a la barbarie.
Naturalmente.
Pero la civilización no es mantener el orden. La civilización es avanzar, creo. Y nos estamos yendo a la mierda. Y nos van comiendo terreno quienes han inoculado ya el virus de que las luchas son todas inútiles, o zafias, o de cuatro locos. El feminismo, el cambio climático, la lucha por la vivienda. Activistas en la cárcel, el feminismo dividido, el cambio climático ridiculizado en la figura de una joven activista a la que soñamos con ver caer.
No sé. Ahora tocará otro periodo de hundimiento de la izquierda, al menos la inglesa. Y los nacionalistas a sacar pecho de que lo único que cuenta es hacer notar que nosotros no somos como ellos. Y mientras tanto, la pobreza y la precariedad en las vidas de la gente avanza y galopa y la damos por descontada.
Nos están descontando ya.
Todo esto ya lo he contado antes.
Nos hemos llenado los ojos con los sencillos y didácticos anuncios de los laboristas donde explicaban qué estaba en juego si los conservadores ganaban y llevan a cabo su plan de salir de la UE y entregarse de pies y manos a la aplicación de la americanización del Reino Unido. Y qué. Parece que no ha calado. Porque, ay, como bien sabemos aquí, de lo que iba la cosa era de otra cosa. La patria. El Reino Unido y su idiosincrasia en peligro. La contaminación que supone estar mezclada con europeos de dudosa procedencia, con costumbres disolutas, derrochones, pobres, no saben hablar bien inglés, debe ser corregida. El Brexit y la campaña del Brexit. Cómo nos manejan las emociones, el recurso fácil, la palabra sencilla, la apelación a lo sentimental.
Qué nos van a contar.
¿Qué nos espera? Aquí, en nuestro país, poca cosa nueva, salvo que la salida del Reino Unido convertirá a la UE en Alemania y algo más. Con países como Polonia o Hungría en otra dimensión y con una Italia donde, como aquí, pensamos que cómo va a ganar ese zafio y chabacano y prepotente si nosotros somos los listos. Hasta que gane.
Resulta que a Jeremy Corbyn, el candidato laborista, se le achaca ser demasiado de izquierdas, haber hecho una campaña de izquierdas. Tenemos un problema.
¿Qué quiere oir la gente? ¿Qué necesita oir la gente? ¿Qué respuestas quiere la gente ante los problemas de la vida contemporánea? ¿Hay una respuesta única? ¿Podemos hablar de varias respuestas? Es que vengo de ver la peli del Brexit precisamente y es todo, pues como para temblar.
¿Sabemos quiénes son los nuestros?
Ante un mundo que cambia hacia peor, hacia menos derechos, hacia la nada, ¿qué respuesta damos? ¿mantenemos el orden o somos ruptura? ¿la ruptura es siempre de izquierdas? Ya vemos que no. En el Reino Unido y aquí cerquita.
¿Está esto yendo a mejor? Nos emperramos en dar respuestas, en tener propuesta, en hacer proyectos que a la gente, al grueso de la gente, parece que no le acaban de llegar. Hemos tenido unas elecciones generales hace nada, donde un partido que propone las soluciones más zafias, chuscas y ramplonas que se pueden escuchar ha sacado nada menos que 52 escaños. Y sin embargo, seguimos pensando que los listos somos nosotros. Los listos que hemos leído y visto.
En esta película del Brexit hay una escena en la que una ama de casa inglesa se rebela y estalla en medio de una discusión porque se siente nada, que nadie la escucha, que a nadie le interesa su opinión y ya está harta.
Hemos pasado de impugnar el sistema a salvaguardar el orden, ya que los bárbaros están en la puerta y van a derribarlo todo. Somos, y ahora me pongo de ese estupendo que precisamente critico, como el bárbaro de ese cuento de Borges que mientras los godos están asediando Ravena, se pone de parte de los romanos que la defienden. Preferimos la civilización a la barbarie.
Naturalmente.
Pero la civilización no es mantener el orden. La civilización es avanzar, creo. Y nos estamos yendo a la mierda. Y nos van comiendo terreno quienes han inoculado ya el virus de que las luchas son todas inútiles, o zafias, o de cuatro locos. El feminismo, el cambio climático, la lucha por la vivienda. Activistas en la cárcel, el feminismo dividido, el cambio climático ridiculizado en la figura de una joven activista a la que soñamos con ver caer.
No sé. Ahora tocará otro periodo de hundimiento de la izquierda, al menos la inglesa. Y los nacionalistas a sacar pecho de que lo único que cuenta es hacer notar que nosotros no somos como ellos. Y mientras tanto, la pobreza y la precariedad en las vidas de la gente avanza y galopa y la damos por descontada.
Nos están descontando ya.
Todo esto ya lo he contado antes.
El género humano
En esta nueva tanda de viajes a Can Ruti, nos hemos vuelto a topar de nuevo con el género humano. Con las personas. Con las personas al volante. Y no nos estamos refiriendo a la nueva adquisición para el mundo de los conductores, mi hermano, que tras años y años de dudas se ha decidido a sacarse el carnet y lo ha hecho a la primera el muy... no. Nos referimos a las personas humanas al volante y la pretensión de sacar ventaja, de ser más listo, de no detenerse ante nada, de prescindir de las normas para erigirse en poseedores de la potestad... poseedores de la potestad, es el momento de cambiar de párrafo.
Si no toman la salida de Montigalá y siguen hacia delante por ese carril que ahora no sé si llamarlo de salida o de entrada a la autopista o autovía o b-20 en dirección hacia allí, Mataró, supongo, y toman la siguiente, la primera de las salidas que te puede llevar hacia Can Ruti, verán que en primer lugar hay que bajar una pequeña cuesta que te lleva a un semáforo. Justo en frente, la vía continúa con una cuesta de dos carriles que se han convertido, por mor de unas obras, en un carril únicamente.
Así las cosas, quienes salíamos antes por ahí y nos situábamos en el carril de la izquierda con la idea de seguir por ese carril para, una vez subida la cuesta, girar a la izquierda en dirección a la carretera de Can Canyet, vimos, el primer día que nos percatamos de este hecho, que ese carril está cortado y que, cielos, nos tenemos que meter en el carril de la derecha.
Esto te pasa el primer día.
El resto de días, al salir, ya entras directamente por el carril de la derecha y te comes una pequeña cola cuando hay tráfico que suele ser muy a menudo. Y suele haber más tráfico porque muchos siguen metiéndose por el carril de la izquierda hasta que, al final, quieren incorporarse al carril de la derecha, ahorrándose la cola.
Porque a mí no me engañan. De la misma manera que yo me di cuenta al primer viaje, todos sabemos que hay que coger ese carril aunque te tengas que comer una cierta cola. Pero siempre, mientras estás parado tragándote una buena cola, ves esos coches que pasan embalados a tu lado y que, al llegar al final, ponen el intermitente. Y no pasan despacio, dubitativos, pasan con la seguridad que les da el saber que son ellos, los listos, los que saben, los que tienen el derecho a tener un carril libre y no hacer caravana como los gilipollas, quienes pueden y deben hacerlo.
Y los veo pasar a mi lado, con esos coches altos, blancos, suvs, y me gusta hacer apuestas sobre quién va a hacer la pirula al final y quién no. Ese que pasa como si fuese ministro de algo, ese va a hacer la pirula. Y es que la hace. Ese humilde que va despacio y temoroso de dios, ese se para en el semáforo para girar a la izquierda. Así somos. Hay un conjunto de personas que por un sentido de la vida que muchos llamarán conservador, o legalista o tonto del culo, nos comemos las colas, nos da vergüenza hacer eso, eso mismo, hacernos los locos y ponernos ahí delante. Déjame pasar. Es que voy.
Así un día y otro día.
El género humano. Demostrando cada vez ser más listo, más fuerte, más poderoso. Que yo. Que todos nosotros.
Estamos muertos.
Si no toman la salida de Montigalá y siguen hacia delante por ese carril que ahora no sé si llamarlo de salida o de entrada a la autopista o autovía o b-20 en dirección hacia allí, Mataró, supongo, y toman la siguiente, la primera de las salidas que te puede llevar hacia Can Ruti, verán que en primer lugar hay que bajar una pequeña cuesta que te lleva a un semáforo. Justo en frente, la vía continúa con una cuesta de dos carriles que se han convertido, por mor de unas obras, en un carril únicamente.
Así las cosas, quienes salíamos antes por ahí y nos situábamos en el carril de la izquierda con la idea de seguir por ese carril para, una vez subida la cuesta, girar a la izquierda en dirección a la carretera de Can Canyet, vimos, el primer día que nos percatamos de este hecho, que ese carril está cortado y que, cielos, nos tenemos que meter en el carril de la derecha.
Esto te pasa el primer día.
El resto de días, al salir, ya entras directamente por el carril de la derecha y te comes una pequeña cola cuando hay tráfico que suele ser muy a menudo. Y suele haber más tráfico porque muchos siguen metiéndose por el carril de la izquierda hasta que, al final, quieren incorporarse al carril de la derecha, ahorrándose la cola.
Porque a mí no me engañan. De la misma manera que yo me di cuenta al primer viaje, todos sabemos que hay que coger ese carril aunque te tengas que comer una cierta cola. Pero siempre, mientras estás parado tragándote una buena cola, ves esos coches que pasan embalados a tu lado y que, al llegar al final, ponen el intermitente. Y no pasan despacio, dubitativos, pasan con la seguridad que les da el saber que son ellos, los listos, los que saben, los que tienen el derecho a tener un carril libre y no hacer caravana como los gilipollas, quienes pueden y deben hacerlo.
Y los veo pasar a mi lado, con esos coches altos, blancos, suvs, y me gusta hacer apuestas sobre quién va a hacer la pirula al final y quién no. Ese que pasa como si fuese ministro de algo, ese va a hacer la pirula. Y es que la hace. Ese humilde que va despacio y temoroso de dios, ese se para en el semáforo para girar a la izquierda. Así somos. Hay un conjunto de personas que por un sentido de la vida que muchos llamarán conservador, o legalista o tonto del culo, nos comemos las colas, nos da vergüenza hacer eso, eso mismo, hacernos los locos y ponernos ahí delante. Déjame pasar. Es que voy.
Así un día y otro día.
El género humano. Demostrando cada vez ser más listo, más fuerte, más poderoso. Que yo. Que todos nosotros.
Estamos muertos.
martes, 10 de diciembre de 2019
Historia de un matrimonio - Noah Baumbach
Película con gente que parece sacada de una peli de Woody Allen o de Norah Ephron. Director teatral y actriz. Son majos, no viven mal, tienen sus cosas, no te pueden caer mal aunque sean un poco repelentillos de tan majos. Son majos. Pequeñoburgueses como lo que te gustaría ser a ti, a mí. Y como no te pueden caer bien a aunque te caigan bien ves la peli con cierto recelo. Con ganas de que no te guste. Ganas de decir, bah, qué historia mil veces vista. Bah, otro pastel. Bah, otro bah.
Y la película te va enganchando y la historia te va interesando hasta que llega un punto, ya al final, en el que el protagonista canta una canción. Una canción de un musical, la canción se llama Being Alive. Y cuando acaba de cantar la canción, por lo que dice la canción y cómo canta la canción ha pasado algo. Y quizás ha pasado algo que cuando acaba la película no te sale, o no acabas de digerir.
La película la protagonizan dos actores que no te pueden desagradar. Adam Drevin es el Kylo Ren de la Guerra de las Galaxias y es el bajista de Pink Floyd Roger Waters y solo por eso ya no te puede parecer mal nada de lo que haga. Scarlett Johansson no ha hecho nada mal jamás. Ni una mala. El director es Noah Baumbach, del que no tengo el gusto de haber visto ninguna película.
Un matrimonio que parece feliz no, felicísimo, que en las primeras escenas ya dices, ay, qué cosa tan así. Y va a ser que no. Es la historia de un divorcio. Y naturalmente que es un poco fuera de órbita todo lo que dicen, los monólogos, las intervenciones de los abogados y que la realidad es, seguro, muchísimo más cruel, y que ya sabes que estos americanos hacen unas películas que calculadamente quieren llevarte al huerto. Pero es que hay un par o tres de momentos que, ay.
No es la película de la vida, no es la película del año, pero se deja ver. Quizás un poco larga, pero ahora todas las películas son largas. No sé si podrían haberse ahorrado algo, pero la verdad es que dentro del indicador de 'me caigo de sueño, tengo las piernas que no las puedo tener quietas de lo cansado que estoy y aunque me está gustando me parece que me voy a la cama', con todos esos avisos, aguanté.
Intervenciones estelares de Laura Dern, que creo que ha encontrado su personaje y ya lo va repitiendo peli tras peli y el señor Ray Liotta que, bueno, después de Uno de los nuestros puede hacer lo que le de la gana.
Como digo, la película es la historia, triste o no, de un divorcio. Con la que puedes empatizar más o menos, que te puede recordar a lo que dicen que son las pelis de Bergmann (yo he visto Secretos de un matrimonio, con todo el rollo sueco de un matrimonio que también se rompe y la verdad, los suecos queriendo caer mal es que son insuperables y Bergmann no tenía, me parece, en las pocas películas que he visto, demasiado sentido del humor y aquí en la peli que estamos comentando todavía hay alguna cosa que te hace reír).
En fin. Este último párrafo pues es lo que es. El final de una crítica de una película en la que nos tiene que quedar claro que la canción Being Alive, pues es mucho.
Y la película te va enganchando y la historia te va interesando hasta que llega un punto, ya al final, en el que el protagonista canta una canción. Una canción de un musical, la canción se llama Being Alive. Y cuando acaba de cantar la canción, por lo que dice la canción y cómo canta la canción ha pasado algo. Y quizás ha pasado algo que cuando acaba la película no te sale, o no acabas de digerir.
La película la protagonizan dos actores que no te pueden desagradar. Adam Drevin es el Kylo Ren de la Guerra de las Galaxias y es el bajista de Pink Floyd Roger Waters y solo por eso ya no te puede parecer mal nada de lo que haga. Scarlett Johansson no ha hecho nada mal jamás. Ni una mala. El director es Noah Baumbach, del que no tengo el gusto de haber visto ninguna película.
Un matrimonio que parece feliz no, felicísimo, que en las primeras escenas ya dices, ay, qué cosa tan así. Y va a ser que no. Es la historia de un divorcio. Y naturalmente que es un poco fuera de órbita todo lo que dicen, los monólogos, las intervenciones de los abogados y que la realidad es, seguro, muchísimo más cruel, y que ya sabes que estos americanos hacen unas películas que calculadamente quieren llevarte al huerto. Pero es que hay un par o tres de momentos que, ay.
No es la película de la vida, no es la película del año, pero se deja ver. Quizás un poco larga, pero ahora todas las películas son largas. No sé si podrían haberse ahorrado algo, pero la verdad es que dentro del indicador de 'me caigo de sueño, tengo las piernas que no las puedo tener quietas de lo cansado que estoy y aunque me está gustando me parece que me voy a la cama', con todos esos avisos, aguanté.
Intervenciones estelares de Laura Dern, que creo que ha encontrado su personaje y ya lo va repitiendo peli tras peli y el señor Ray Liotta que, bueno, después de Uno de los nuestros puede hacer lo que le de la gana.
Como digo, la película es la historia, triste o no, de un divorcio. Con la que puedes empatizar más o menos, que te puede recordar a lo que dicen que son las pelis de Bergmann (yo he visto Secretos de un matrimonio, con todo el rollo sueco de un matrimonio que también se rompe y la verdad, los suecos queriendo caer mal es que son insuperables y Bergmann no tenía, me parece, en las pocas películas que he visto, demasiado sentido del humor y aquí en la peli que estamos comentando todavía hay alguna cosa que te hace reír).
En fin. Este último párrafo pues es lo que es. El final de una crítica de una película en la que nos tiene que quedar claro que la canción Being Alive, pues es mucho.
lunes, 9 de diciembre de 2019
Haces pum y fuera
Es que cuando se sabe y se conecta, es todo sencillo. Es esa sensación de que estás ahí y haces pum y fuera. Todo lo que te molesta haces así, pum, y se va, desaparece. Porque eres el más fuerte y tienes a la colega subida en la moto contigo y si no fuera poco eso es que además luego no tienes a la compañera subida en la moto sino que vas solo y haces también pum y fuera, y con la copa ya ganada y todo. Sobre todo que se vea bien la copa. Y encima pillas una canción de King Crimson y te meas en ella. Porque eres ese tipo de tío que va sin camiseta y que hace pum, así, chas y en lugar de aparecer a tu lado lo que haces es que lo mandas todo así como a la mierda. Exacto. Es esa sensación. Quién no quiere ser así. Quién no quiere ser ese tío. Ese tipo de tío que hace eso. O el otro, el hombre de hoy, the man of today, que te cuenta que es el hombre de hoy y prácticamente ya lo tienes todo hecho. El hombre de hoy. Vale, ese es un punto, pero es un punto con el que conectas con un tipo de gente pero no con toda la gente. Con el del hombre de hoy, conectas pero con un tipo de gente que debe de ser responsable de algo, ceo, campeón del mundo de la virgen santa, algo. Pero el otro no. El otro eres tú. Eres tú y somos todos. Todos los tíos capaces de hacer así, pum, y a tomar viento todo, porque tú tienes ese poder. Y ese poder lo tenemos todos. Que te olvides ya de ser el hombre de hoy. Porque puedes ser el hombre de hoy y el hombre de ayer y el hombre que te salga de los mengues. La peña te persigue y tú no es que te escapes y te escabullas o te escondas o hagas como que afrontas cualquier tipo de responsabilidad.
O apuestes por el diálogo.
Mierda para todos. Haces así, pum, y todo se va a otra dimensión. Es la vida, es la vida que todos queremos tener, la vida y la actitud. No llevar camiseta, saber llevar una motaca gorda, ir por el desierto como el de Mad Max, huyendo de la peña y pam. Como en la peli 300, llevar barba, tener la mandíbula cuadrada, calvo con barba, calvo con barba, barbudo y pelazo, barba recortada y espesa, para poder parecerte al central del Leganés. Y vas en moto, moto gorda que para llevarla hacen falta brazacos y estás escapando y te escapas, pero no te escapas, es que haces pum y fuera.
Pum y fuera.
Se acabó. Es esa la colonia que tengo que tener. Está claro. Ahora mismo no sé qué colonias tengo y qué anuncios le corresponden. Pero estoy convencido de que si quiero conseguir algo en esta vida, algo que tenga que ver con mi talante viril y dispuesto, es la colonia esa en la que sale el tipo sin camiseta y con barba y hace así, pum, y todo a la mierda. Si creo que tengo una colonia de Gaultier y todo, dónde quiero ir con una colonia del Gaultier que con eso ni impones respeto ni impones carácter ni decisión ni nada de eso. La del pavo ese.
Eso es conectar y eso es controla así. Un país entero haciendo así, pum y fuera.
O apuestes por el diálogo.
Mierda para todos. Haces así, pum, y todo se va a otra dimensión. Es la vida, es la vida que todos queremos tener, la vida y la actitud. No llevar camiseta, saber llevar una motaca gorda, ir por el desierto como el de Mad Max, huyendo de la peña y pam. Como en la peli 300, llevar barba, tener la mandíbula cuadrada, calvo con barba, calvo con barba, barbudo y pelazo, barba recortada y espesa, para poder parecerte al central del Leganés. Y vas en moto, moto gorda que para llevarla hacen falta brazacos y estás escapando y te escapas, pero no te escapas, es que haces pum y fuera.
Pum y fuera.
Se acabó. Es esa la colonia que tengo que tener. Está claro. Ahora mismo no sé qué colonias tengo y qué anuncios le corresponden. Pero estoy convencido de que si quiero conseguir algo en esta vida, algo que tenga que ver con mi talante viril y dispuesto, es la colonia esa en la que sale el tipo sin camiseta y con barba y hace así, pum, y todo a la mierda. Si creo que tengo una colonia de Gaultier y todo, dónde quiero ir con una colonia del Gaultier que con eso ni impones respeto ni impones carácter ni decisión ni nada de eso. La del pavo ese.
Eso es conectar y eso es controla así. Un país entero haciendo así, pum y fuera.
domingo, 8 de diciembre de 2019
El fracaso de una sociedad
Entre poner una foto de Joaquín muriéndose de risa después de habernos marcado tres goles con 120 años que debe de tener Joaquín, o poner una foto del desastre de la India donde han muerto unas cincuenta personas que dormían directamente en la empresa donde trabajaban después de que saliera todo ardiendo, o poner una foto de Greta Thunberg que seguro que provoca reacciones encontradas, mejor poner una foto de Greta Thunberg. Greta Thunberg, en la cumbre del Clima que se está celebrando en Madrid pero que en toda la publicidad pone que es en Chile porque debería ser en Chile pero como la gente protesta y no está seguro nada, pues mejor traerlo aquí, que aquí todo está bien. Incluso puede que se juegue el partido del Barça-Madrid el día 18 porque ya está todo bien. Greta Thunberg interviniendo al final de una manifestación con un cartelito y tú te indignas porque piensas que la niña esa no es más que un instrumento del sistema para que ahora pensemos en lo verde y que nos cambien de nuevo todo para favorecer a los de siempre y que nos embobemos con la niña sueca y su cara de cabreo y pensemos que eso, eso es la revolución, cuando tú y yo sabemos que la revolución es decir que eso no es la revolución y que la revolución es eso que yo te digo que es cuando nos dijeron que esto iba a ser una revolución y se está quedando en una cosa así como de derechas. Al final todo se está quedando en una cosa así como conservadora, que era lo que nos temíamos que podría pasar, y seguramente habrá pacto y con el pacto de gobierno tendremos que ponernos delante del espejo para ensayar cómo explicamos que lo que muchos pensaron que era fácil en realidad no es que será difícil, es que no va a ser, pero ahí se ha estado y será cuestión de saber cuánto dura el invento. ¿Va a haber pacto? Va a haber pacto. Me preguntas y te contesto. Porque el pacto conservará la situación y la llegada de las hordas bárbaras pone a todo el mundo que quiere salvar algo de la civilización de acuerdo. Menos a los que ven lo del transporte público como el enésimo ejemplo de claudicación ante el sistema, que a esos ya sabíamos que no les podríamos colar ni una más. Debates, posicionamientos, presencia en la Cumbre del Clima de nuestra alcaldesa presentando el histórico proyecto de río verde que tenemos y que deberíamos estar haciendo loas y glosas por semejante ganancia y lo digo sin un ápice de ironía y sin en cambio tenemos el parque de Can Zam todavía sin terminar y tenemos lo de las bajas emisiones en Santa Coloma solo de aquella manera porque a ver, todo todo no se va a hacer y lo del río te lo presento como si fuera de ahora pero tiene ya unos años y qué más tengo que decirte, ah, sí, lo de la gestión de residuos, pero yo voy a Madrid y me hago la foto y hago la nota de prensa y todo es del color golden. Como las manzanas. Esto es más o menos lo que tenemos pero lo tenemos bien y lo tenemos de muchas maneras y tamaños. Y lo puedes comprar. Porque tienes dinero. Se acerca la Navidad, hermanos y hermanas, y todavía no tenemos decidido nada de lo que vamos a hacer el año que viene. Qué tendremos el año que viene, reflexión a bote pronto. Un millón de amigos, y así más fuerte poder cantar. No tengo ahora mucho más que aportar ni sobre este tema ni sobre tantos otros que se van quedando en el tintero y sobre los que tampoco quiero discutir más. Porque una cosa está clara, está claro que en la discusión y en el disenso está el avance de la civilización y que las cosas no se arreglan porque tú digas una cosa y yo me calle y te diga que está todo bien si así lo dices, pero te digo también que uno se empieza a mosquear cuando no es que lo que diga uno esté bien o esté mal, es cuando lo diga uno cuando está mal y lo mismo dicho por otros ni te interesa ni lo cuestionas. Y te voy a decir cuál es el mayor fracaso de la sociedad ahora que ya me he embalado, porque van a apagar la luz o la han apagado ya y habrá que hacer un pensamiento y no he cenado porque me he dejado la tarjeta en otro pantalón y no tengo un llus y no he comprado cena y estoy con el estómago vacío y me parece que voy a pasar una noche que tela. Te voy a decir lo que es el fracaso de una sociedad. Hacer las cosas, decir las cosas, para buscar la palmadita, la mano por la espalda, el 'somos colegas', el 'mira quién me ha puesto un megusta', el 'es que es mi amigo', el 'siempre me dice cosas', y pensar que desde ahí estás construyendo algo y no tener ni una santa opinión propia, sino movernos por tópicos y por prejuicios y por todo eso que te hace decir que Greta Thunberg es una loca del coño y que antes, tú y tus amigos, si que construisteis un sistema de felicidad y justicia. Menudo montón de mierda, así en general.
sábado, 7 de diciembre de 2019
La Revolución Permanente - León Trotsky
¿Pero, realmente qué dijo Lenin? Esto es lo grave. ¿Realmente qué dijo Lenin cuando dijo lo que dijo? ¿Cuánta gente ha muerto por no haber entendido lo que alguien creía o le interesaba creer que había querido decir Lenin? ¿Cuánta gente no ha entendido a Lenin tal y como debiera y se ha largado a su casa aburrido de debates infinitos, resoluciones, informes, debates, juicios, purgas, acción, aventurerismo, estrategia, táctica y demás? ¿Qué es la Revolución Permanente.
La Revolución Permanente es un libro escrito por León Trotsky a caballo entre la deportación en Alma Ata, cuando ya lo tienen enfilado en la Unión Soviética y le obligan a darse el piro y Estambul, cuando ya está fuera de juego. Pero no olvidado. Tan poco olvidado que, recordemos, será asesinado años después con el famoso piolet. Por no entender a Lenin o haberlo entendido mejor que nadie. O algo.
Trotsky escribe el libro para contestar a quienes le acusan de algo que él cree que no es verdad pero no queda claro lo que es. Salvo al final, la segunda mitad del libro y la parte final, donde explica técnicamente qué es la Revolución permanente, el libro en su primera parte es un debate que al amable lector le puede llevar por el camino de la amargura. Sintetizando: a lo que tenemos que ir, a lo que tenían que ir en aquellos tiempos, todos, era a una dictadura del proletariado en la que los campesinos estuviesen con los proletarios, pero no siendo la cabeza del sistema y la revolución y la dictadura. Los campesinos, bien, pero siguiendo a los proletarios. Los proletarios con los campesinos, pero atrayéndose a los campesinos, porque los campesinos por sí solos no son nada y casi siempre acaban yendo con los burgueses. La revolución no se hace para llevar al poder a los burgueses, ya no, porque la revolución rusa ha demostrado que democracia burguesa nasti de plasti y que, con sus pros y sus contras, si se tiene que avanzar se avanza. Y luego, con el tiempo, se construye el socialismo. ¿Hay que liarse la manta a la cabeza y armarla sin fin? No.
No habéis entendido nada.
Hay que tomar el poder, pero cuando se pueda tomar el poder. Que no os enteráis de nada, ni Bela Kun en Hungría ni... es que no.
Trotsky se dedica en este libro a contestar a mucha gente que a su juicio han traicionado el espíritu de la revolución y la han llevado a la reacción. Radek y Bujarin, principalmente. Radek y Bujarin serán eliminados por Stalin también en el 37, antes incluso que a Trotsky.
Trotsky dedica páginas interesantísimas a juzgar el cas de la revolución china, donde acusa a los estalinistas de estar siguiendo las tácticas de los menchevistas. La socialdemocracia. El sosiego y el freno, la responsabilidad. Frenando siempre la revolución proletaria. Sin embargo, creo que Mao no estaría demasiado de acuerdo con lo que preconizaba Trotsky para China. Pero, eso a quién le importa.
A quién le viene a importar ahora todo esto.
A mucha gente, supongo que intentamos esclarecer y ver entre líneas qué podemos utilizar y qué no. Qué podemos utilizar. No lo sé. Socialismo en un solo país, revolución mundial, páginas en las que se repiten discursos de Lenin, contestaciones de Trotsky a esos discursos de Lenin en los que Lenin le da la razón a Trotsky, demostrar que Radek ha perdido la cabeza, que Bujarin no tiene ni idea, que Lenin decía más o menos lo mismo que él y nadie lo supo ver.
Y venga a morir gente y Stalin era un besugo y no tenía ni puta idea y ahí lo tenías porque tú hablas muy bien y dices que Lenin dijo lo que dijo pero mira, aquí estoy y venga a hablar sobre lo que vamos a hacer cuando la revolución estalle. La revolución.
Conclusión. Una cosa hecha.
La Revolución Permanente es un libro escrito por León Trotsky a caballo entre la deportación en Alma Ata, cuando ya lo tienen enfilado en la Unión Soviética y le obligan a darse el piro y Estambul, cuando ya está fuera de juego. Pero no olvidado. Tan poco olvidado que, recordemos, será asesinado años después con el famoso piolet. Por no entender a Lenin o haberlo entendido mejor que nadie. O algo.
Trotsky escribe el libro para contestar a quienes le acusan de algo que él cree que no es verdad pero no queda claro lo que es. Salvo al final, la segunda mitad del libro y la parte final, donde explica técnicamente qué es la Revolución permanente, el libro en su primera parte es un debate que al amable lector le puede llevar por el camino de la amargura. Sintetizando: a lo que tenemos que ir, a lo que tenían que ir en aquellos tiempos, todos, era a una dictadura del proletariado en la que los campesinos estuviesen con los proletarios, pero no siendo la cabeza del sistema y la revolución y la dictadura. Los campesinos, bien, pero siguiendo a los proletarios. Los proletarios con los campesinos, pero atrayéndose a los campesinos, porque los campesinos por sí solos no son nada y casi siempre acaban yendo con los burgueses. La revolución no se hace para llevar al poder a los burgueses, ya no, porque la revolución rusa ha demostrado que democracia burguesa nasti de plasti y que, con sus pros y sus contras, si se tiene que avanzar se avanza. Y luego, con el tiempo, se construye el socialismo. ¿Hay que liarse la manta a la cabeza y armarla sin fin? No.
No habéis entendido nada.
Hay que tomar el poder, pero cuando se pueda tomar el poder. Que no os enteráis de nada, ni Bela Kun en Hungría ni... es que no.
Trotsky se dedica en este libro a contestar a mucha gente que a su juicio han traicionado el espíritu de la revolución y la han llevado a la reacción. Radek y Bujarin, principalmente. Radek y Bujarin serán eliminados por Stalin también en el 37, antes incluso que a Trotsky.
Trotsky dedica páginas interesantísimas a juzgar el cas de la revolución china, donde acusa a los estalinistas de estar siguiendo las tácticas de los menchevistas. La socialdemocracia. El sosiego y el freno, la responsabilidad. Frenando siempre la revolución proletaria. Sin embargo, creo que Mao no estaría demasiado de acuerdo con lo que preconizaba Trotsky para China. Pero, eso a quién le importa.
A quién le viene a importar ahora todo esto.
A mucha gente, supongo que intentamos esclarecer y ver entre líneas qué podemos utilizar y qué no. Qué podemos utilizar. No lo sé. Socialismo en un solo país, revolución mundial, páginas en las que se repiten discursos de Lenin, contestaciones de Trotsky a esos discursos de Lenin en los que Lenin le da la razón a Trotsky, demostrar que Radek ha perdido la cabeza, que Bujarin no tiene ni idea, que Lenin decía más o menos lo mismo que él y nadie lo supo ver.
Y venga a morir gente y Stalin era un besugo y no tenía ni puta idea y ahí lo tenías porque tú hablas muy bien y dices que Lenin dijo lo que dijo pero mira, aquí estoy y venga a hablar sobre lo que vamos a hacer cuando la revolución estalle. La revolución.
Conclusión. Una cosa hecha.
Marwan Ibn Yyaqub. Regreso
Al cabo de un tiempo Marwan Ibn Yyaqub volvió a su pueblo. Sus viajes habían sido azarosos, le había ocurrido de todo, había vivido experiencias tremendas, había sido feliz y había sufrido, pero él seguía pensado que era el mismo que un día se fue. Así que regresó a su aldea con la ilusión del que cree volver a casa.
Sus viajes, ciertamente, no le habían cambiado demasiado. Había conservado siempre su forma de vestir, había visto mundo pero conservaba en su cabeza la nostalgia del desierto, había conversado com miles de personas de culturas y credos distintos pero siempre echó de menos la charla con la gente de su lugar de origen. Marwan Ibn Yyaqub lo preparó todo para volver y se presentó en su pueblo un día de diciembre. Llegó e inmediatamente llamó la atención de sus paisanos. Salieron a recibirle como si hubiera llegado un forastero. Los niños le miraban asustados, los adultos le daban la mano y le saludaban y le pedían que entrara en sus casas a descansar y a tomar un té. No habían reconocido a Marwan Ibn Yyaqub. Y es que, aunque él había alardeado siempre de ser el mismo, no era el mismo a los ojos de los demás. Sus ropas habían cambiado aunque fueran pretendidamente iguales, su lenguaje se había impregnado de algunos leves, tenues, giros extranjeros, su mirada también parecía la de alguien que ya no pertenecía a aquel mundo.
Marwan Ibn Yyaqub se plantó en la puerta de la que había sido la casa de su familia y llamó a la puerta. Allí le recibió una anciana que enseguida reconoció como su madre, su madre le hizo pasar y preparó una fastuosa comida para su hijo que había regresado. Su padre, sus hermanos, las esposas y esposos de la familia se fueron reuniendo para contemplar al visitante. Al cabo de un rato Marwan Ibn Yyaqub se dio cuenta de que no le reconocían tampoco y que le preguntaban las cosas típicas cosas que se le preguntan al forastero.
Así que, cuando acabó la comida, se dirigió a su madre y le preguntó si es que no le había reconocido. Soy tu hijo, Marwan Ibn Yyaqub, he pasado largo tiempo fuera y ahora vuelvo. Siempre vuelves, le contestó su madre. Y a todo el que vuelve, aunque se haya ido a un viaje corto, hay que celebrarlo. Vuelve siempre.
Sus viajes, ciertamente, no le habían cambiado demasiado. Había conservado siempre su forma de vestir, había visto mundo pero conservaba en su cabeza la nostalgia del desierto, había conversado com miles de personas de culturas y credos distintos pero siempre echó de menos la charla con la gente de su lugar de origen. Marwan Ibn Yyaqub lo preparó todo para volver y se presentó en su pueblo un día de diciembre. Llegó e inmediatamente llamó la atención de sus paisanos. Salieron a recibirle como si hubiera llegado un forastero. Los niños le miraban asustados, los adultos le daban la mano y le saludaban y le pedían que entrara en sus casas a descansar y a tomar un té. No habían reconocido a Marwan Ibn Yyaqub. Y es que, aunque él había alardeado siempre de ser el mismo, no era el mismo a los ojos de los demás. Sus ropas habían cambiado aunque fueran pretendidamente iguales, su lenguaje se había impregnado de algunos leves, tenues, giros extranjeros, su mirada también parecía la de alguien que ya no pertenecía a aquel mundo.
Marwan Ibn Yyaqub se plantó en la puerta de la que había sido la casa de su familia y llamó a la puerta. Allí le recibió una anciana que enseguida reconoció como su madre, su madre le hizo pasar y preparó una fastuosa comida para su hijo que había regresado. Su padre, sus hermanos, las esposas y esposos de la familia se fueron reuniendo para contemplar al visitante. Al cabo de un rato Marwan Ibn Yyaqub se dio cuenta de que no le reconocían tampoco y que le preguntaban las cosas típicas cosas que se le preguntan al forastero.
Así que, cuando acabó la comida, se dirigió a su madre y le preguntó si es que no le había reconocido. Soy tu hijo, Marwan Ibn Yyaqub, he pasado largo tiempo fuera y ahora vuelvo. Siempre vuelves, le contestó su madre. Y a todo el que vuelve, aunque se haya ido a un viaje corto, hay que celebrarlo. Vuelve siempre.
jueves, 5 de diciembre de 2019
Baal
Era Baal una sombra de lo que fue, si es que algo fue Baal. Y se dejó llevar a la depresión y a la pregunta eterna sobre su existencia y sobre su necesidad. ¿Realmente existió Baal? Con el paso del tiempo, su presencia en la tierra que había creado fue olvidada. Algunas ciudades llevaban y llevan en la raíz de su nombre su esencia. Algunos nombres le recuerdan. Quizás algún poema. Quizás alguna canción. Rarezas que olvidan quién fue Baal. Quién es Baal. Baal se levanta temprano y cree que tiene que ir a trabajar. Es entonces cuando recuerda que es Baal y que no tiene que trabajar y que no tiene que levantarse temprano y que no tiene que desayunar y que no tiene que preocuparse porque es algo o tiene que hacer algo o alguien espera algo de él. Y se sienta en cualquier rincón de cualquier parte y cree que los vagabundos que se juntan en la plaça de Sant Pere o los que duermen en los cajeros de los bancos son otros dioses olvidados como él. Y alguna vez habla con ellos y no les entiende y se siente mal Baal porque cree que esos están peor que él y que si no lo remedia acabará igual Baal. Y se pregunta Baal cuándo pasó todo lo que le está pasando y porqué pasa lo que le pasa. Y quién es él y quién ocupó su lugar. Y piensa Baal que algo hizo mal, que confió demasiado en alguien, que no le dio importancia a según qué cosas. Y lo intenta. Intenta recordar, intenta llegar a aquellos tiempos. Y acepta beber a morro de un cartón de vino. Y mira melancólico a los niños jugar y cree que debería llevar muerto hace muchos años. Y que porqué no muere. Y que porqué se sigue despertando por las mañanas de un tiempo que ya no controla y cree que tiene que hacer algo Baal. Y así un día llegó que Baal no recordó que fue un dios, que fue Dios y que fue Baal. Y sintió que debía hacer algo, y pidió trabajo y lo encontró en un almacén y comenzó a trabajar y a encargarse de la organización del almacén y con el tiempo llegó a ser el encargado del almacén y vio que se le daba bien distribuir, memorizar dependencias, dónde estaba cada cosa, quién era quien tenía que hacer qué y fue subiendo puestos en la empresa Baal. Y le propusieron un trabajo de oficina. Y cuando llegó a un salón lleno de ordenadores y de gente ensimismada mirando una pantalla pensó Baal que había conseguido al fin ser alguien. Y sintió Baal que le faltaba algo, que se encontraba solo. Y una mañana, al despertarse, el mundo, todo, había desaparecido. Y resultó que Baal se había levantado de noche y sonámbulo había destruido el mundo. Y se sintió feliz Baal, porque destruir el mundo y todo solo lo podía hacer Baal.
- Oh Magnífico Baal, lo oculto resplandece y lo que nadie ve aparece!
- Calla Mortal, que tengo que recordar ahora cómo se hacía todo de nuevo. Y ahora procuraré que me recuerden para acordarme.
- Oh Magnífico Baal, lo oculto resplandece y lo que nadie ve aparece!
- Calla Mortal, que tengo que recordar ahora cómo se hacía todo de nuevo. Y ahora procuraré que me recuerden para acordarme.
martes, 3 de diciembre de 2019
El alcalde
- - Dime
tú entonces.
- - Yo no
te tengo que decir nada, simplemente me gustaría que te acordaras de lo que le
pasó a Zivojinovic. Zivojinovic era el hijo de un pandero que había hecho algo
de dinero y que se fue a estudiar a Belgrado. Allí completó estudios de Leyes y
cuando volvió al pueblo fue designado alcalde. Todo el mundo en el pueblo
consideró normal que Zivojinovic fuera el alcalde. Su familia era respetable,
ni muy rica ni muy pobre, tenía un título universitario, había visto mundo y
era, sin duda, lo más respetable del pueblo. Zivojinovic se puso manos a la
obra a gestionar el municipio y se sentó en su despacho a recibir a los vecinos
que le iban a pedir cosas. Arreglos en las calles, mejoras en la iluminación,
echar del barrio a los jóvenes molestos, perros que ladraban sin cesar, los
borrachos de la taberna de Marica, un banco para sentarse y mirar los coches al
pasar por la plaza Novi Pazar. Zivojinovic entonces era joven. Tenía menos de
treinta años pero parecía que ya era una persona mayor. Tenía predilección por
atender a las ancianas que, camino del mercado, le contaban sus penas. Era
capaz de perder horas escuchando. Siempre diligente, acudía a la llamada de
cualquier vecino que lo necesitara. Acudía puntual al Ayuntamiento, nadie le
vio nunca en una taberna, discutir con nadie, el diario local no vio nunca un
texto suyo en el que anunciase una idea, un proyecto, una desazón. Iba y venía,
hacía trámites, acompañaba a los ancianos a donde le dijeran, siempre sonriente
y siempre con una buena palabra. El señorito Zivojinovic se convirtió en el
señor Zivojinovic y cumplió un mandato y luego otro. Fue alcalde por
designación del pueblo durante 30 años. Se fue a la capital para ser diputado
nacional. Dos años después de su nombramiento lo dejó y se dedicó a vivir de
rentas en el pueblo. Al señor Racan, cuando fue nombrado alcalde, le tocó
arreglar las calles, mejorar la iluminación, echar del barrio a los jóvenes
molestos, controlar a los borrachos de la taberna de Marica yendo a la taberna
de Marica donde ya era cliente, y colocar un banco para que se sentaran a mirar
los coches los ociosos en la plaza Novi Pazar.
lunes, 2 de diciembre de 2019
Karpov
Qué amigos éramos entonces. Qué banda tan maja formábamos. No me hablaba al menos con dos o tres de ellos, pero cuando nos veíamos, pues nos dábamos la mano y nos saludábamos y luego cada uno iba a lo suyo, pero teníamos cierta sensación de pertenencia. Claro, porque éramos del mismo equipo. Qué amigos éramos. O no éramos tan amigos. Me llevaba bien con el de la cara de loco. O me caía bien. El de la cara de loco que no estaba loco, que era el mejor de todos. Pero no jugaba en nuestra liga. Fuimos entonces a aquel torneo, a aquella olimpiada y la verdad es que lo hicimos de narices, naturalmente ganamos, éramos los mejores. Éramos tan amigos. Y él era tan listo y sabía tanto y ya estaba siempre detrás mío para decirme lo brillante que era, lo diferente que era de mí, lo mucho que quería parecerse al colega del mechón raruno, porque quería ser tan extravagante como él y tan excéntrico y tan original, pero quien de verdad sintonizaba con él era yo. Yo creo que tengo una conexión especial con esta gente. Yo no soy así en absoluto, pero me atrae. Me lo dijeron una vez, hace mucho tiempo. Te atrae lo bizarro, lo extraño, los personajes fuera del circuito. Y sé reconocer también al impostor en cuanto lo tengo cerca. Y siempre está tan cerca. Siempre detrás de mí. Éramos raros. Yo era como del norte y ellos eran muchos del sur y ellos eran de una manera y yo era de otra. Me imagino a veces rodeado de gente como yo y no me gusta. Prefiero estar con gente que no sea como yo. Pero no opuestos a mí, sino fuera de mí. No sé explicarme. A quien no soporto es al de detrás. Tan listo, tan original, tan mentira. No me gusta la gente que quiere hacerse querer, que busca que le necesites, que le busques, que sepas que está ahí. Ese tipo de gente. Me aburre, me cansa. Prefiero al cara de chalado. No creas que no sé cómo se llama. No se me ha olvidado. No soy tan viejo. Tal. Tal. Qué amigos éramos entonces. Creo que éramos amigos. Al menos nosotros. No sé si lo éramos tanto con los demás. Creo que lo hicimos muy bien. Y siendo tan diferentes ahí estábamos. El sentimiento de pertenencia a algo. Todo eso se ha perdido.
domingo, 1 de diciembre de 2019
Pink Floyd - The Wall
Y ya que estamos hablando de cosas que no interesan a nadie, vamos a celebrar que se conmemoran los 40 años de la publicación de The Wall de Pink Floyd para hablar de The Wall de Pink Floyd. Con el transcurso de los años, este disco de los Pink Floyd se ha convertido en el disco con el que empieza o se certifica el fin de la banda, el disco grandilocuente, el disco megalomaníaco, el disco en el que a Roger Waters ya se le va del todo y... Un disco con el que ya no puedes simpatizar.
Y caes en la trampa.
The Wall, para la gente de mi edad, es el disco con el que por primera vez empiezas a saber lo que es Pink Floyd. En las fiestas de los pueblos, en las del pueblo de mis padres, cuando comenzaba el pase rockero de las orquestas, ponían el helicóptero y sonaba Another brick in the wall. El vídeo lo ponían mucho en la tele, la canción sonaba siempre en las radios. Era un himno. Luego descubres Dark side of the moon y Wish you were here y si sigues siendo curioso, te metes hasta el fondo y ya no sales más.
Cuando yo era chaval y me grabó el Ramón este disco en una cinta de 90, lo escuchaba con mi hermano que el pobre tendría que tener 8 o 9 años, vuelta y vuelta, mientras jugábamos al monopoly o a hacer el indio por casa. Me sabía hasta las frases que salían de manera incidental. Time to go, are you feeling ok? Era el disco.
Ahora, escucharlo cuesta. Lo he puesto esta mañana y no le he puesto ningún pero. Es cierto que ahora ese rollo orquestal parece sobrecargado, pero, tampoco es para ponerse de esa manera que se pone la gente con las orquestas.
El muro contaba muchas cosas. Lo que era la guerra contra los alemanes, los padres que se van, lo que significaba ser una estrella del rock, el peligro el fascismo y como siempre en todos los discos de pink Floyd, la ausencia de Syd Barrett. El disco sonaba muy bien, demasiado bien. Los punteos de Gilmour eran más limpios y cuidados que nunca, todo sonaba absolutamente perfecto, incluso cuando se ponían duros como con In the flesh.
Y claro, molaba decir que siendo punks todos ya, lo de Pink Floyd era esa mierda grandilocuente de la que había que escapar. Y la camiseta de odio a Pink Floyd de Johnny Rotten. Claro. No sé si hay indicadores pero yo debo tener el record de haber escuchado más veces un disco de pink floyd con camiseta de Kortatu puesta.
Datos de justificación sin importancia.
The Wall es un discazo. Vale que los hay mejores, pero es un discazo que tiene canciones que si las vas repasando una a una, dices, ojo, y esta, ojo, y aquella, cuidado. Y sí, está Comfortbably Numb que es muy conocida y muy buena, pero también in the flesh, o todas las another brick in the wall, o thin ice o...
Con el paso del tiempo nos creemos lo que nos dicen, lo que nos cuentan, lo que nos quieren hacer pasar por bueno y por malo. Ahora, decir que te gusta The Wall te hace pasar por un rancio, un antiguo. Grandilocuente. Con lo que mola la música sencilla, directa y popular.
Y sin embargo, de vez en cuando, aparece un jovenzuelo con su camiseta con los dos martillos cruzados y piensas... hay algo de criterio todavía.
Y caes en la trampa.
The Wall, para la gente de mi edad, es el disco con el que por primera vez empiezas a saber lo que es Pink Floyd. En las fiestas de los pueblos, en las del pueblo de mis padres, cuando comenzaba el pase rockero de las orquestas, ponían el helicóptero y sonaba Another brick in the wall. El vídeo lo ponían mucho en la tele, la canción sonaba siempre en las radios. Era un himno. Luego descubres Dark side of the moon y Wish you were here y si sigues siendo curioso, te metes hasta el fondo y ya no sales más.
Cuando yo era chaval y me grabó el Ramón este disco en una cinta de 90, lo escuchaba con mi hermano que el pobre tendría que tener 8 o 9 años, vuelta y vuelta, mientras jugábamos al monopoly o a hacer el indio por casa. Me sabía hasta las frases que salían de manera incidental. Time to go, are you feeling ok? Era el disco.
Ahora, escucharlo cuesta. Lo he puesto esta mañana y no le he puesto ningún pero. Es cierto que ahora ese rollo orquestal parece sobrecargado, pero, tampoco es para ponerse de esa manera que se pone la gente con las orquestas.
El muro contaba muchas cosas. Lo que era la guerra contra los alemanes, los padres que se van, lo que significaba ser una estrella del rock, el peligro el fascismo y como siempre en todos los discos de pink Floyd, la ausencia de Syd Barrett. El disco sonaba muy bien, demasiado bien. Los punteos de Gilmour eran más limpios y cuidados que nunca, todo sonaba absolutamente perfecto, incluso cuando se ponían duros como con In the flesh.
Y claro, molaba decir que siendo punks todos ya, lo de Pink Floyd era esa mierda grandilocuente de la que había que escapar. Y la camiseta de odio a Pink Floyd de Johnny Rotten. Claro. No sé si hay indicadores pero yo debo tener el record de haber escuchado más veces un disco de pink floyd con camiseta de Kortatu puesta.
Datos de justificación sin importancia.
The Wall es un discazo. Vale que los hay mejores, pero es un discazo que tiene canciones que si las vas repasando una a una, dices, ojo, y esta, ojo, y aquella, cuidado. Y sí, está Comfortbably Numb que es muy conocida y muy buena, pero también in the flesh, o todas las another brick in the wall, o thin ice o...
Con el paso del tiempo nos creemos lo que nos dicen, lo que nos cuentan, lo que nos quieren hacer pasar por bueno y por malo. Ahora, decir que te gusta The Wall te hace pasar por un rancio, un antiguo. Grandilocuente. Con lo que mola la música sencilla, directa y popular.
Y sin embargo, de vez en cuando, aparece un jovenzuelo con su camiseta con los dos martillos cruzados y piensas... hay algo de criterio todavía.
The Irishman - Martin Scorsese
No es una mala película. Es una película entretenida, que cuenta una historia más o menos real, nada menos que la historia de la desaparición del sindicalista Jimmy Hoffa. Es una película de Martin Scorsese sobre el mundo de la mafia, de los contactos de la mafia con el mundo de la política y de prácticamente todo. Es una película que cuenta con un repartazo de lujo. Robert De Niro, Al Pacino, Joe Pesci. Incluso sale Harvey Keitel haciendo nada. La clásica película con personajes secundarios que son oro puro, donde se come pan bueno, filetes buenos, vino, hay bares, ambiente, etc. Es una muy buena película de Martin Scorsese, que es bastante complicado que haga malas películas. Incluso las películas que no parecieran suyas están bien hechas. Aquella de Georges Lumiere, por ejemplo, no tenía ningún tipo de interés pero era buena.
Y sin embargo, esta película, El Irlandés, teniéndolo todo, quizás peca de algo y ese algo lo voy a decir porque me clavé la peli de tres horas y lo volvería a hacer, pero lo que es, es. Esta película ya la has visto. Y si no la has visto, reconocerás en ella muchas de las cosas que ya has visto en otras películas. En Uno de los nuestros, por ejemplo. Quizás desde que Scorsese, el propio Scorsese, completó Uno de los nuestros y Casino, hacer una película de nuevo sobre la ascensión y caída o simple ascensión de alguien en el mundo de la mafia parezca una repetición. Por no hablar de la alargada sombra de El Padrino y de que la escena del frutero y la paliza al frutero es como si la hubieras visto no una, ni dos ni tres veces... y qué.
Y no es una mala historia, y no está mal construída, (aunque los momentos de Robert de Niro rejuvenecido o dios sabe qué pues son un poco así como que vale que la tecnología esté ahí y todo eso pero es que queda un poco... como que Robert de Niro sale viejo siempre y quizás no hubiera pasado nada si otro actor...) no sé. Sea como sea, De Niro no lo hace nada mal y a Al Pacino ya le hemos visto hacer ese mismo papel en otras ocasiones. Pero el que está sobrado es Joe Pesci. Esta vez no hace de canijo spaguetti nervioso asalvajado sino que hace de persona que teje y que es el que, bueno, él no, gente, él no, pero hay gente que sí, pero él no, pero sí que es verdad que hay gente que... y lo borda.
Qué cuenta la película. Una historia que todo el mundo ya debe conocer de pe a pa, porque sobre este caso de Jimmy Hoffa se han hecho varias películas. Y no es otra historia que la de la conexión entre la mafia y los sindicatos y los políticos norteamericanos. Y que los errores se pagan. Esto ya lo he contado antes. Pues esto mismo es la película. Que ya la has visto.
Y la volverías a ver.
Excepto la parte final que es como muy querer recrearse en algo que ya está dicho.
Y sin embargo, esta película, El Irlandés, teniéndolo todo, quizás peca de algo y ese algo lo voy a decir porque me clavé la peli de tres horas y lo volvería a hacer, pero lo que es, es. Esta película ya la has visto. Y si no la has visto, reconocerás en ella muchas de las cosas que ya has visto en otras películas. En Uno de los nuestros, por ejemplo. Quizás desde que Scorsese, el propio Scorsese, completó Uno de los nuestros y Casino, hacer una película de nuevo sobre la ascensión y caída o simple ascensión de alguien en el mundo de la mafia parezca una repetición. Por no hablar de la alargada sombra de El Padrino y de que la escena del frutero y la paliza al frutero es como si la hubieras visto no una, ni dos ni tres veces... y qué.
Y no es una mala historia, y no está mal construída, (aunque los momentos de Robert de Niro rejuvenecido o dios sabe qué pues son un poco así como que vale que la tecnología esté ahí y todo eso pero es que queda un poco... como que Robert de Niro sale viejo siempre y quizás no hubiera pasado nada si otro actor...) no sé. Sea como sea, De Niro no lo hace nada mal y a Al Pacino ya le hemos visto hacer ese mismo papel en otras ocasiones. Pero el que está sobrado es Joe Pesci. Esta vez no hace de canijo spaguetti nervioso asalvajado sino que hace de persona que teje y que es el que, bueno, él no, gente, él no, pero hay gente que sí, pero él no, pero sí que es verdad que hay gente que... y lo borda.
Qué cuenta la película. Una historia que todo el mundo ya debe conocer de pe a pa, porque sobre este caso de Jimmy Hoffa se han hecho varias películas. Y no es otra historia que la de la conexión entre la mafia y los sindicatos y los políticos norteamericanos. Y que los errores se pagan. Esto ya lo he contado antes. Pues esto mismo es la película. Que ya la has visto.
Y la volverías a ver.
Excepto la parte final que es como muy querer recrearse en algo que ya está dicho.