martes, 13 de mayo de 2025
El Eternauta - Bruno Stagnaro
Últimamente me he aficionado a los reels de instagram en el que aparecen cortes de programas de fútbol argentinos en los que leyendas de los años setenta, ochenta y noventa, explican anécdotas más o menos graciosas sobre sus carreras. El protagonista casi absoluto es Ruggieri, que fue central del Madrid y campeón del Mundo en el 86, pero también aparecen Basile, Caniggia, Valdanito Crespo, grabaciones de Bilardo, etc. Se escuchan y se mueren de risa a veces con situaciones grotescas, otras que son simplemente lances del juego, es hipnótico. Esas mismas anécdotas, en una conversación entre futbolistas o entrenadores españoles, no tiene ni la mitad de gracia. Viendo esta serie, esta primera temporada de El Eternauta, uno tiene la sensación de que los argentinos, o al menos una parte de los argentinos, necesitan urgentemente recuperar el orgullo de ser argentinos. La llegada al poder de alguien tan grotesco como Milei y la aplicación de unas políticas salvajes debe ser un golpe duro para toda una generación de argentinos que creían que, aunque sus gobiernos fueran más o menos, habían superado el esperpento y el saqueo constante, que habían conseguido una democracia con avances progresistas. Esta serie creo que es una respuesta a ese golpe, a base de una producción de una gran calidad y con un mensaje que se remacha mucho, eso de que 'la solución a los problemas es colectiva'. El Eternauta se basa en un cómic de finales de los años cincuenta que tuvo diversas secuelas. Se da la circunstancia de que el guionista Héctor Germán Oesterheld fue una víctima de la dictadura argentina instaurada en 1976, la del general Videla. Víctima significa que se lo pelaron, que desapareció. Un detalle a tener muy en cuenta en tiempos en que el nuevo gobierno argentino 'discute' lo que parecía ya superado y aceptado respecto a la dictadura. Así pues, nos encontramos con una adaptación de un cómic a los tiempos actuales y la verdad es que la serie te atrapa desde el principio, bien sea por el factor hipnótico de lo argentino, por la presencia de un Ricardo Darín que aunque salga haciendo anuncios sin hablar está bien y es interesante y no sé qué tiene que yo que sé, y porque la historia tiene muchas aristas y muchos ángulos. Ángulos en los que queremos ver la crítica a las dictaduras aunque en esta primera temporada la referencia no es demasiado explícita, al valor que tiene la colaboración entre todos y todas para salir de situaciones difíciles, las secuelas de las guerras, las consecuencias de la alienación, entre otras que uno ha intentado entender. Insistiré en que la serie está muy bien hecha, la serie, la producción, es absolutamente competente y en ningún momento el pensamiento 'esto va a ser una cutrada' se acerca a nuestra pervertida mente por lo que todo lo que no sea anglosajón es peor. Pues no, esta serie, orgullosamente argentina, en la que el argentinismo es el plasma en el que se mueve todo, desde los juegos de cartas, a la música que suena siempre rock nacional, a las comidas, a los giros idiomáticos para nada suavizados, y cada vez más explícitamente orgullosamente argentina a medida que avanza la misma serie, demuestra que con medios y talento, las cosas se pueden hacer estupendamente. A la espera de una segunda temporada en la que se aclaren los misterios que nos llevan a presenciar lo que parece un desastre ecológico y luego resulta ser otra cosa, lo que nos queda claro es que en este caso es evidente que el medio es el mensaje.
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