lunes, 5 de mayo de 2025

Los últimos días de Quisling - Erik Poppe


Esta serie me vino recomendada y con la idea de que fuera corta y con el señuelo de un personaje polémico y del que sabes pero no sabes, me lancé. Cinco episodios, a ver. Una serie noruega sobre un político que debe remover muchísimas cosas en ese país, Vidkun Quisling, personaje que se convirtió en presidente de su país al aceptar la invasión nazi y que aplicó el mismo, con alegría y entusiasmo, las políticas que desde Alemania le dictaban y que a él no hacía falta que se las dictara nadie porque ya venía siendo un fascista desde bastante antes. Lo que cuenta la serie son sus últimos días, una vez que acaba la guerra, los alemanes se rinden y se van, Quisling es detenido por los nuevos gobernantes noruegos y será juzgado y condenado a muerte. De hecho, 'Quisling' será y es sinónimo de traidor. El relato se basa en los diarios de Peder Olsen, un pastor protestante y su mujer, Heidi. Peder Olsen será el encargado de ocuparse de la asistencia espiritual de Quisling. ¿Qué tal está la serie? Pues a mí me ha dejado un regustillo un tanto extraño. El propósito de Olsen era que Quisling pidiera perdón por sus errores. Sus errores eran crímenes políticos que el tal Quisling cometía a sabiendas, convencido, porque su pensamiento era ese. Un pensamiento basado en proteger Noruega de los bolcheviques, a cualquier precio. Un pensamiento basado en que él encarnaba al hombre fuerte, capaz de liderar su país aunque su país no le quisiera seguir. A su lado, su compañera Maria, enfebrecida seguidora del personaje, una ucraniana que cree en él y alienta sus delirios aunque reciba a cambio únicamente palabras escritas y ni un sentimiento de viva voz. Quisling es incapaz de decirle que la quiere incluso en el último momento, pocas horas antes de ser fusilado. A ella le acaba dando igual. Lo que me molesta de la serie es que hay muchos momentos en los que se sentimentaliza la figura de Quisling. No se habla de manera clara, precisa, explícita de qué hizo, qué promovió, qué fue tan grave como para que lo fusilaran. Solo parece un hombre de carácter duro, intransigente, mesiánico, que no reconoce sus errores, al que se le deja dar discursos políticos que para el espectador contemporáneo no suenan ni mucho menos a pasados de moda. Ahí veo el peligro de la serie y ahí veo que hay algo que no está bien. En estos días no podemos dejar un resquicio a la sentimentalización del nazismo. Si se cometen crímenes no deben darse por sabidos, deben relatarse. Únicamente en el tema del exterminio judío se toca el tema, pero sin aportar cifras, sin aclarar qué pasó realmente. Pinceladas. Es como si se diera por descontado que el espectador noruego ya se lo sabe y que hablamos de otra cosa, hablamos de un hombre incapaz de pedir perdón. Porque pensaba hasta el final que tenía razón. Y pienso que no se trata de hacer un retrato de Don erre que erre y del sufrimiento del pobre pastor que no consigue dar con la tecla. Ya no es tiempo de estar a eso. No sé qué nos han querido contar estos noruegos con esta serie, pero es una bala perdida. A no ser que el final, con la mujer en 1959 con sus cenizas, diciendo que no dejaremos de hablar de Quisling, sean premonitorias. A no ser que nos estén queriendo anunciar algo. Vuelve Quisling. 

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