jueves, 3 de abril de 2025

La Residencia - Paul William Davies


Pajareando por esos canales del diablo, aparece en Netflix una serie llamada La Residencia y por no dejar un plato sin picar, nos lanzamos a por ella sin saber ni qué ni porqué, pero en cuanto llevamos un rato de primer episodio entendemos que la serie tiene algo. Ese algo no deja de ser el clásico argumento de enredo detectivesco, con detective singular y con sus manías particulares, en la línea de los Sherlock, mucho de Poirot, etc., con un escenario no menos exclusivo, nada menos que la Casa Blanca. Alguien ha matado a alguien y tenemos ocho episodios para resolver el entuerto. Nos entretendremos con pistas falsas, sospechosos que ya sabemos que no, sospechosas que nos harán reír, otros que nos cargarán un poquito, algunos que nos enternecerán con sus historias, patatín y patatán, con una manera de contar que no permite ver más allá de un episodio de una tacada por la intensidad de los diálogos y una realización que yo no sé porqué, pero más allá de un episodio por sesión, insisto, es que no. Y mira que molar, la serie mola. Y mira que la interpretación de la protagonista, Uzo Aduba, es tremenda, sin embargo no hemos conseguido hacer aquello de verla en una sentada. No valemos para nada. Pero la recomendamos con efusión. Y lo hacemos sobre todo por el final, porque los americanos están ahora mismo y supongo que la serie esta no la han hecho en tres días, los americanos, o algunos americanos, o los americanos que hacen cosas, productos culturales, series, películas, están en estado de shock con lo que les está pasando y con lo que están viendo y no pierden la oportunidad de contar lo que les pasa y meter en todas partes algo que les recuerde que están viviendo tiempos excepcionales, excepcionales y oscuros, y que hay que dejar claro que esto no puede ser y que algo se tiene que hacer, que lo que pasa no es normal, que no es bueno y que no hay que dejarlo pasar. Así, esta serie tiene el final que se merecen los tiempos y ese final es... bueno, no desvelaremos el final, pero ya tú sabes. El mensaje, un mensaje que a nosotros, los izquierdistas locales nos hubiera parecido flojito y mi padre viéndolo diría 'ya estamos con las americanadas', pero que oye, hoy día, pues ya tuviéramos nosotros algo que ofrecer que enviara este discurso final, el discurso acusatorio, de la detective Cupp. Es que me estoy mordiendo la lengua todo el rato. Ya lo dejo. Vean la serie. 

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