miércoles, 28 de agosto de 2019

Ceguera total

Miguel Strogoff salió del edificio ciego de ira. Le habían confundido con alguien y no lo podía soportar. Todo su trabajo, toda la fama adquirida, se había esfumado de un plumazo. La intervención de aquel hombrecillo había sido decisiva. 'Personaje menor, equiparable a uno de tantos que...'. Sin saber cómo continuó todo su proceso, se fue y quiso encontrar a su amada para explicárselo. Pero no recordaba su nombre. De repente estaba solo en la calle y no podía volver a casa. No sabía dónde estaba su casa. Strogoff intentó coger un taxi, tardó bastante en encontrar uno, cuando por fin consiguió subirse al vehículo comprendió que algo estaba pasando en el relato.
De qué manera surgían antes las ideas, cuando alguna anécdota te servía para hilar al cabo de un rato algún tipo de relato con un final más o menos ocurrente. La ocurrencia, el imaginario, la imaginación, la falta de vocabulario, los lugares extraños, todo parece que le estaba pasando a otro. En aquel taxi, Miguel Strogoff comprendió que estaba ocupando de chiripa un lugar en un texto de una manera completamente fortuita. No debía estar allí.
Se despertó aquella mañana mucho mejor de ánimo. Había descubierto una cosa. Alguien se había acordado de él, al menos, para rellenar un texto insustancial. Un relato de transición. Buscó a su amada por la casa y no la encontró. Sí que encontró una nota.
'Tengo mucho miedo de que un día recuerdes quién eres y me abandones, así que te abandono yo'. Firmaba una tal Ana María Carlemany.
Volvió a salir del edificio ciego de ira...

martes, 27 de agosto de 2019

Crónica de un viaje a Portugal. Ni triste ni fea.

Ahí ven a una persona poniendo en riesgo su bienestar, su salud, sus tobillos. Protegido de aquella manera por una crema que me tuvo en vilo durante largo rato, pero que, ya me conocen los que me conocen, no me empujó nada a mejorar mi situación y esperé a ver qué pasaba, me ven tumbado en una playa de Vilanova de Milfontes, costa vicentina, Alentejo portugués.
Viaje a Portugal. Este año sí que puedo contar cosas sobre las vacaciones mínimamente equiparables a las que contáis los que os vais por ahí. Nos vamos por ahí. Una persona que jamás hubiese pensado ir a dos destinos en un mismo mes y ahí me ven, empujado, remolcado, por esos campos del diablo. El viaje a Portugal se concibe como una especie de gira por diversos pueblos y lugares, pero que por mi propensión al sedentarismo se queda en la visita a tres sitios: Vilanova de Milfontes, Sines y Lisboa. Dos de ellos son destinos eminentemente playeros, con costa. Mal para mí. Según me decía mi compañera: no se te ve sufrir mucho tampoco. Estoy sufriendo. Ahí en ese momento lo estoy pasando muy mal.
No me gusta la playa. Igual es una herencia no debida de mi padre, al que le repele la playa, y como todo el mundo sabe en esto de parecerme a mi padre lo llevo todo al extremo. La playa. A la playa ni atado. Pues dos destinos con playas.
Dato previo, hace diez años estuve en Portugal. En Zambujeira, en un Festival de música, el Sudoeste, creo que fui a la playa obligado no, lo siguiente. Dormíamos en un camping. El horror. Lisboa en cambio me gustó mucho. Mucho. No recuerdo que mi viaje a Portugal fuera muy feliz. A ver si volviendo.
Vilanova de Milfontes. Pasamos la frontera pero no cumplimos el trámite de validar la tarjeta porque pone que deben parar los extranjeros y nosotros no somos extranjeros, somos europeos. Glups. Los peajes no son de pararse, te leen la matrícula... ojos que no ven... nos salimos de la autopista del Algarve y nos metemos por carreteras secundarias para llegar a Vilanova de Milfontes. En la primera rotonda, una cabra. Pintoresquismos. No nos volverá a pasar. Llegamos a Vilanova de Milfontes. Soy un pésimo copiloto, siempre con miedo, cuidado, ojo, despacio, ojo. La primera impresión de Vilanova de Milfontes no es buena, una calle larga llena de tiendas de turista, restaurantes ful, no, no me mola. Llegamos al hotel y damos una vuelta por el 'casco histórico', parece otra cosa. Más bonito. Muy bonito. Llegamos hasta el llamado castillo, la primera cerveza, el primer bacalao a bras.
El bacalao. En mi primer viaje no lo probé. En este sí. Este primer bacalao por poco me hace desistir. No me lo esperaba y era como una pasta con huevo y patata y bacalao. Nyecs. Pero coló. El pueblo es muy bonito, y tiene mucho turismo. Mucho turismo en todas partes. Muchos turistas pero pocos españoles. Tiene playas y vamos a las playas y el agua está helada y no te puedes meter, pero te metes. La playa, el entorno, es precioso. Fotos. Mucha fotos. Fotos a la ballena varada. Seguimos comiendo, paseando, comiendo, paseando, playa. Dos días. Nos vamos a Sines.
Sines, al llegar te recibe con una central hidroeléctrica y un puerto industrial. Mal asunto. Esa imagen ya no se te va. El pueblo es bonito, tiene una ciudad pequeña detrás. Vamos a dar un paseo. Estatua de Vasco de Gama, que era de allí. Casi nada. Vasco de Gama, navegante, etc. Hubo un equipo en los años ochenta, el Vasco de Gama que venía de Brasil a los torneos de verano. Nos tomamos una birra en el primer bar que vemos que nos da confianza y no parece ser un bar de confianza. Estamos en una pensión. La mujer de la pensión nos ve en el momento que nos da la llave y no la volvemos a ver jamás. Buscamos un sitio para comer y vamos a la Adega de Sines, que Google no falla. Y no falla. Un garito familiar con un viejo viejísimo pendiente de las sardinas. Sardinas a saco. Y vino de la casa y pan. Y mesa larga y para delante. Y encima está en la misma calle de la pensión. Palante. Siesta y a disfrutar de la noche. La noche de Sines digamos que no es divertida. Vamos a algunos sitios, cervezas, nos comemos un bifana en un bareto un poco triste pero con muy buena música y poca cosa más. En Milfontes hacía fresco por las noches, aquí menos.
Sagres o Super Bock. Pues mira, esta vez Sagres.
Cdu o Bloco de Esquerda. Hombre pues CDU, durante todo el viaje carteles de la Festa Avante.  La mejor fiesta.  Ojalá no pringuen en las elecciones de octubre. 
Por la tarde habíamos descubierto, los aventureros, que si bien el pueblo tenía una playa cuqui pero con vistas al horror de puerto, había una costa interminable de playa vacía. Pero vacía. Convenimos en ir. No me quito ni la camiseta. Pero paso un rato muy bueno. Sombrilla, camiseta, cero viento, puedo leer, no cal que vaya a bañarme porque no te puedes bañar, perfecto. Me voy igual pero he pasado dos horas en la playa y no me ha pasado nada. Ni tobillos en riesgo ni nada. Todo muy bien. Vamos a Lisboa.
De camino a Lisboa nos dice el señor Booking que no tenemos el mismo hotel, que nos cambian a... nos vamos a casa de una compañera de Alba que casualmente se van de viaje y... ole con ole.
La casa donde viven está en la calle María Pía. La calle María Pía parte de la plaza Triste-Feia. Me muero.
El viaje ya ha merecido la pena.
Lisboa. La primera noche salimos a tomar algo por una zona que no me suena de nada y en la que jamás estuve. Una zona de bares levantados en una zona que fue industrial. Bares buenos y caros. Bares bien. Se ve gente bien. Al día siguiente nos vamos a Sintra.
En Sintra hay algo especial, energía, algo esotérico, nos dicen la noche de antes. Picamos en el anzuelo. En Sintra hay un parque de una casa de un tipo rico, cuyo parque diseñó un pirado italiano y el parque mola. Pasear mola.
Pero mi rodilla está muy mal. Muy mal. Me duele desde hace tiempo. No me aguanto. Me quejo, no me quejo. Caminamos. No tenemos ni hambre porque nos hemos comido una tosta para desayunar. Las tostas es muy bien. Vamos a ver el castillo y el parque Da Pena. jejeje. Da pena. El parque es largo y es un poco todo como... no sé. Cómo decirlo. Como el Tibidabo. Subes y subes y te encuentras con tomaduras de pelo como una cúpula escrita en árabe y con pinta de árabe y que tú crees que es árabe y no es árabe. Y el castillo Da Pena está allí arriba y parece como de juguete y no te lo tomas en serio. Hay muchísima gente.
Advertencia. En los sitios a los que va gente a ver cosas, hay españoles con familias. En los sitios de beber y comer, hay guiris.
En Sintra hay muchos españoles. Con la conciencia tranquila por haber visto cosas, nos volvemos a Lisboa. Toca disfrutar de la noche lisboeta.
Vamos al Bairro Alto, en bus. Antes de entrar nos metemos en un bar que nos creemos que es una tienda friqui y no lo es. Es un bar y qué bar. Y nos metemos y nos quedamos a cuadros con el bar.
El barrio Alto que yo recuerdo era otra cosa. Es igual de bonito, claro, pero tiene un 200% más de guiris y de guiris en las calles. Nos metemos en un restaurante digamos que de batalla, de los pocos, y cae un bacalao. Y damos vueltas por el Barrio Alto muy cansados y nos vamos, porque el ambiente es... muy... nos vamos.
Al día siguiente buscamos Alfama. Yo recuerdo Alfama en otro sitio, pero está claro que aquello no era Alfama. Vamos al castillo de SAo Jorge y no recuerdo haber pagado hace diez años. Ni recuerdo haber pensado que fuera tan poca cosa. Alfama. Es muy bonito, naturalmente. Pero somos tantos y tantos... sitios para comer, sitios para beber, sitios para comer. Y así.
Lisboa. Dicen que es mejor Oporto. Seguro que cuando vaya a Oporto es mejor otro sitio. Intento ver todo lo que recuerdo que me gustó. Chiado, Pessoa... fútbol. Benfica o Sporting. El Benfica es el equipo del pueblo, pero el Sporting es el equipo fraca, el equipo débil. Aunque es el equipo de pelas, no me me decido. Veo el último día el Benfica Oporto y voy con Benfica, naturalmente.
Lisboa. Dicen que ha cambiado y que ya no mola, pero a mí me ha gustado igual. Incluso quitando a los guiris, incluso con los guiris. He comido sardinas, dorada y bacalao.
Y nos tenemos que ir. A qué barrio fui yo con Pepa y el otro chico donde nos comimos un nosequé que era por debajo de... sería Baixa? no sé.
Hago casi las mismas fotos que ya hice. Hago otras fotos que no había hecho. Las mejores fotos.
Nos vamos.
Nos paramos en Évora. Comemos una migas extrañas, mojadas, con mucho pimentón.
Todavía estamos bebiendo agua. No vemos el templo a Diana, queremos agua nada más.
Nos vamos.
Igual otro año habrá que volver.

lunes, 26 de agosto de 2019

Seis días en Vilches. El retroceso.

¿Qué te pasa? ¿Este año no bailas? Nos queremos, nos amamos. Las personas, las gentes, las familias, los amigos. Somos todos uno. Con cariño, en mis sueños soy Ronaldinho y marco un gol para ti. Claro que bailamos, bailamos regularmente, pero bailamos. Seis días en el pueblo. Un año después vuelvo a bajar. Vamos por oleadas, primero mis padres preparando el terreno ya que sin coche solo van hasta el cruce como mucho y ya. Luego llego yo, después mi hermano y ya el día de la ascensión, mi compañera. ¿Es necesario recordarlo? Lo haré. Mis compañeros no han mantenido la alcaldía de Vilches. El PSOE, por ciento y pocos votos, se ha puesto por delante. El PP haciendo gala de espíritu de moderación y cordia, esta vez no ha querido hacer alcalde a un comunista extranjero y las aguas vuelven a su verdadero cauce. El efecto paralaje, cómo era. Una estrella parece que va hacia atrás y luego resulta que no, que es que avanza. Pero no. Aquí el asunto era como el de aquel cartel neofascista de los años sesenta, la nostalgia del porvenir.
El primer día no noté nada, porque apenas pasé del cruce y me dediqué a familiarizarme con mis gafas nuevas. De lo más destacado del año a mi entender, estreno gafas nuevas. Gafas como de viejo, pero de viejo moderno. El segundo día fui al pregón. El pregón lo hace el señor que vende diarios y tabaco en el estanco. El pregón me suena a nostalgia del porvenir. Un cuéntame. Qué bonitos aquellos tiempos en los que todo estaba por construir y en el que nos inventamos fiestas, bailes, un presente y un futuro. El pregón me sonaba. A algo ya aprendido. A que lo nuestro no existe, lo nuestro, lo que nosotros hagamos, es escribir en el agua. Sé que existe una figura poética que lo explica mejor. Escribir en la nada. En el vacío. Lo que queda es otra cosa. Quien te daba palmas, quien te hacía de corifeo, mañana deja de hacerlo y aquí no ha pasado nada. Y se vuelve a construir lo que nunca dejó de estar. Ocho años que parecen borrados de un plumazo en unos pocos meses, dos siquiera. El retroceso. Un pregón para un pueblo nuevo, un pueblo que vuelve al punto de partida, a la línea trazada. Al abrazo fuerte. A volver a pisar la piscina. A verás ahora cómo sí. Al tinte. A la cera vieja. Al agradecimiento al consistorio por parte de la Hermandad de la Virgen en el escenario donde luego se leerá el pregón de que ahora, por fin, se les reconoce. Al ataque descarnado por parte de quien no tiene sus derechos garantizados en el Club pero ataca porque le atacan al presidente del Club. De traca.
Parece que avanza pero no avanza.
Las fiestas. Este año las fiestas se han calcado a las fiestas del año pasado. Es un decir. El plan de siempre. Subir, hacer tiempo en la sartén o en otro sitio, ensalada de cervezas y piscina y orquestas y saludar a gente. Orquestas muy buenas que no lo parecían tanto, versiones de Rosalía (larosalía) que no llegaban y orquestas roqueras que no sé muy bien qué pretendían con tanto rock si allí habíamos ido a escuchar otra cosa. Las orquestas ya estaban contratadas, así que el año que viene verás. Van a venir, La Musgaña, Obradoiro, El Nuevo Mester de Juglaría, Amancio Prada y Luis Pastor. A tope. Se va a caer el pueblo abajo de la gente que va a venir. Nadie se va a ir a la playa. Van a volver los valencianos. Los madrileños. Los catalanes. Van a volver. Como antes. Porque nada de esto ha pasado. Todo es un sueño. Un sueño bonito que se ha aprovechado.
No hay que darle más vueltas a la cabeza. Ciento y pico votos. No hay quedarle ninguna vuelta más. Otros compañeros y compañeras víctimas de la ola. Una ola que ha venido para que no quede nada de nosotros. Heroico es resistir y perder por solo ciento y pico votos. Nada más. Con casi todo en contra. Algo habrán hecho bien para casi conseguir frenar la ola. Casi. Pero no.
Abrazos fuertes, gambas en el suelo, otro abrazo coño, que ya era hora.
Este año he subido a la procesión del día 14 y no subí a la del día 15 por un error de cálculo que pagamos con creces. El día 14 subí a mis padres a ver la procesión, cosa que jamás pasó, y como no tenía nada que hacer, me quedé. Y vi la procesión. Y le saqué una foto al San Sebastián y unas fotos muy chulas de la Montse haciendo fotos a la Virgen que parecen fotos de la Virgen y son de Montserrat. Morena de la Serra. Una procesión. Una procesión como has visto otras, pero en un pueblo en el que la mitad de sus habitantes se larga de vacaciones y de esa mitad hay una mitad que no va. Una procesión con esa gente que ves, que es gente pero no aquello que dices... gente. Es igual, me va a dar igual la gente que vaya. Impresiona ver a la gente cantando, aunque sea por lo bajo, el ave maría, o la salve. O lo que sea. Y para entrar a nuestra madre a la iglesia, el himno nacional. En qué consiste la procesión: bajar a la virgen desde el castillo hasta la iglesia por esos caminos con esas cuestas así y bueno. Pues la banda, la música, etc. Cuando suena el himno nacional yo ya estoy en el bar.
El retroceso. Mi padre subió conmigo un día 'por ahí arriba' como antes. Solo un día. Un rato. Subimos, dejamos el coche demasiado lejos, pero quiso subir andando. A la plaza. En la plaza venga a saludar a gente. Fuimos a la callejuela, donde vivió de chico. Se hizo fotos allí sin ningún entusiasmo. Saludó a más gente. Cuando conoce a alguien, se va para él. Le digo de ir a tomar algo. A las olas. Vamos a las Olas y nos tomamos un quinto. Sí, estamos. Pero mi padre se quiere ir. Volvemos a casa.
Este año, los socialistas, precisamente, han puesto una foto suya de cuando tenía 16 años y se fue a una juerga con sus amigos Antoñirri y Jaime Rincón. En el libro de las fiestas le llaman 'Paquito Lagarto'. No le gusta nada que le llamen Lagarto porque no es lagarto, pero le sale la sonrisilla, porque el ego es superior a que le llamen como quieran. Sale en el libro de las fiestas. Nostalgia de un pasado de juergas en Semana Santa.
Nos hacemos viejos. Todos. Recordamos cosas, hablamos de cosas antiguas, de cuando. Veo a las sevillanas, cada vez más guapas, cada vez mejor. De manera increíble hay gente como ellas que mejora y mejora. Veo a las compañeras y compañeros, superando el tema, peleando por el tema. La Marina, peleando, peleando cuando le dan la murga, peleando y bailando.
Veo a mi prima Juani y no veo a mi prima Juli. Y me sabe fatal. Veo a mis primas Conchi y Aurora, pero no veo a mi primo Paco Luis y me pregunto cuánto hace que no veo a mi primo Paco Luis. Veo a mi prima Mari Jose con la que no recuerdo haber estado tanto tiempo nunca jamás y me cae muy bien. Veo como siempre al primo Sebas y al tito Pepe que no es tito sino que es primo y mi primo es mi sobrino y a la Cata y a la Antonia y así. Y al tito Lorenzo, que bueno.
Ahí estamos.
Un retroceso. Un paso atrás. Las fiestas concluyen para nosotros antes de tiempo porque nos vamos. Sí, ya somos de esos, venimos a pasar unos días pero no nos quedamos hasta el final. No hacemos el día de clausura. No nos quedamos ya todos los días ni siquiera cuando estamos, hay un día que no salimos. Estamos cansados. Somos viejos. Como siempre, no estamos el día bueno, ese día ya nos hemos ido.
Y la Rocío, ya encarnada en el papel de gran dama de la noche vilcheña.
Este año como novedad hemos hecho una barbacoa de despedida. Un cerro de costillas. Yo en el fuego. No hubo heridos. Vienen las colegas y vienen los Robin también. No veo este año ni a Robin ni al tito Manolo.
Tampoco veo al tito Basilio y mi tita Loli murió hace unos pocos meses. Mis primos no han venido tampoco. Mi tito Basilio ni siquiera aguanta al teléfono diez segundos cuando le llama mi madre.
Mi tito Basilio y mi padre entrando en un bar, aquí no hay más que cuatro fascistas, y ya está liada. Mi tito Basilio y mi padre yendo por espárragos, primo, vamos a por chumbos, primo, qué haces, vente que me ha mandado la Loli a por... Menuda mierda que es todo. Pero lo hecho hecho está.
Mi tito Basilio y mi padre.
Mi madre en casa tostándose en la piscina. Pero tostándose de verdad. Mi madre llevando el triple de su peso en el tren cuando nos hace llamar a Atendo para que la ayuden... pero esa mochila con todo absolutamente, que no falte jamás. Mi madre yendo casi cada día a ver a mi tita Maribel que está mal. A mi tito Bibiano lo he visto pero fugazmente. Mi madre animando al Moli para salir, para vestirse, para ir a tomar algo, para...
Yo y mi hermano. Los fijos. Vosotros sois fijos. Siempre venís. Comemos churros, no nos hemos comido la hamburguesilla.
No sé. Vamos unos pocos días. Cinco, seis. En un año. Eso es muy poco. No hemos ido ni al Porrosillo, ni a Arquillos, ni a ningún sitio ninguno. Eso no puede ser.
El pueblo. Vilches. La estación. Creí ver a Rodrigo un día por la sartén. Ví al Argudo, pero hice el gilipollas y al final no hablé con él. Ni una conversación con Berna chico. Una cerveza corriendo en los Cazadores. Visitas rápidas a Ginés. Así no.
Estos ocho años no han sido en balde. Pero habrá que remar muy fuerte, hacia delante, o hacia atrás, aprendiendo de lo que se hizo. Qué bonito es todo. Una mierda. Un día en la piscina. Lo volví a escuchar.
Alguien, al acabar una canción dijo 'una mierda'. Vilches. Siempre hacia delante.

domingo, 11 de agosto de 2019

Crónica de un viaje por el Norte

Y cuando vuelves a casa, te encuentras a una pareja de jóvenes aguerridos saliendo del oscuro más oscuro bar de la calle a eso de la una del medio día. Y te vuelves a encontrar a uno de ellos a las cinco de la tarde saliendo del mismo bar. Y te encuentras a gente con el bolso ese colgado así como... y ya estás en casa.
¿Has visto esas cosas fuera? Viajero, de dónde vienes, qué cosas has visto. He viajado gracias a la extrema generosidad de la familia de mi compañera. Un viaje en tres etapas que incluye Logroño, Beceña en Asturias y Bilbao. Bilbao, Vizcaya, claro. Un viaje de ocho días en los que viajas, vas, ves cosas, ves otras gentes, te acuerdas de gente que vive en esos sitios y a la que no vas a ver y de gente a la que le gustaría estar allí o que te gustaría que estuvieran allí también.
Vamos a ver.
Se inicia el viaje. Parada en Alfajarín. Me parece más pequeño. Carne rebozada y macarrones. Nos perdemos. Sí. Me pierdo. Dos veces. Conocemos Luceni y no llegamos a entrar en Boquiñeni. Don't Ask.
Dicen de Logroño que no hay mucho que ver. Lo cierto es que, como un resorte, entra uno en La Rioja y solo piensa en vino. Dos día en Logroño y tú pensando en vino. Y el pensamiento no era malo. Yendo por la autopista o la autovía, vas viendo el paisaje, los viñedos, ignoras todo lo demás, solo piensas en viñedos, viñas, vino. Qué habrá más interesante que una visita a la ciudad capital de La Rioja, que lleva el nombre del vino más así, conocido, popular, no sé. Beber, comer, etc. Dicen de Logroño que es una insensatez quedarse dos noches allí. Porque no hay nada que ver. Dos calles. La calle Laurel y la otra calle. La San Juan. Una parece un compendio de bares con cierta pretensión de modernidad. Pinchos del palo. Y vino. Una promesa, no beber cerveza durante todo el viaje, prácticamente cumplida. Tres calles. Logroño tiene no dos, tres calles. La tercera calle es como el paseo por el que todo el mundo pasa, la calle de los Portales. Cosas que pasan en Logroño que no pasan en otros lugares. Los hijos y las hijas todavía pasean con los padres. Hijos e hijas con una cierta edad. Solteros y solteras. Con sus padres. Sentados, tomando algo. Paseando, compartiendo. Cosas de Logroño. En Logroño hay dos calles, tres. En la misma calle must, se encuentra la sede del PCE e IU. En la calle San Juan los locales parecen más de batalla. Y no pasa nada. Vino, vino bueno. Pero tanto vino bueno o como sea, pues no sé. Iglesias. Tiene una catedral y una iglesia de Santiago. En la puerta hay un tipo de unos cincuenta años que lleva en el móvil bellas canciones de Kortatu. En la iglesia de Santiago hay un espacio para monseñor Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei. Por el trabajo hacia Dios y todo eso. Las huellas en la nieve del fraile, el trabajo, qué le doy yo a Dios, etc. También visitamos la casa de Espartero, un recorrido por la historia de La Rioja. La Rioja no es el País Vasco, pero muchos apellidos coinciden. Los vinos, por ejemplo, tienen nombres muchos de ellos que parecen vascos. Pero no son vascos. En la historia que cuentan en el museo de la casa, se deja claro que La Rioja es parte fundamental para entender España. Es España. Aquí nació el castellano, etc. No nos confundamos. Los apellidos no dicen nada. Me acuerdo de mi amiga Vanessa, que estudió periodismo en la Autónoma. No le digo nada. Nos vamos de Logroño. La última noche vamos a tomar algo que no sean vinos. Hay un local que promete no poner trap, reguetón, electro latino, ni esas mierdas. No recuerdo cómo se llama. Creí haberle echo una foto. Pues no. Ponen música rock, rock radical, ponen Kortatu, claro, Tijuana, pero también cosas como Buzzcocks o los Nikis. Nos quedamos bastante rato. Está vacío y cuando se llena nos vamos.
El siguiente paso es llegar a Asturias, a Soto de Cangas, donde tenemos el siguiente alojamiento. Pero antes paramos en Laredo a comer. Laredo, Cantabria. El trayecto presenta aquí sí, sensaciones nuevas. En Logroño no había estado nunca, pero había pasado por ahí. Aunque fuera de largo, camino de Bilbao. Pero más allá de Bilbao, jamás. En cuanto pasamos de Bilbao, no dejo de mirar. El paisaje, la costa, lo verde, los nombres de los pueblos. Laredo. México. O Nuevo México. O Texas. O Arizona. No sé. Laredo. Cantabria. Tengo la idea de que paremos en Laredo a comer. Tengo la extraña idea de que paremos en Laredo, porque creo que Laredo será un pueblo. Un pueblo porque más allá de Bilbao debe ser todo pueblos. Y Laredo no es un pueblo. Laredo es una ciuda turística, como las ciudades turísticas. No parece tener ningún encanto al menos en los lugares en los que nos aposentamos. La costa, la arena, la playa, el paisaje, sí, es bonito, pero lo demás es como cualquier otro lugar. Comemos en un bar de menú, pruebo los bocartes enharinados y fritos que no dejan de ser los boquerones fritos de mi madre. Y seguimos adelante.
Llegamos finalmente al destino, que no es Soto de Cangas, junto a Cangas de Onís o en Cangas de Onís, sino que es Beceña. Un complejo turístico, un hotel, situado arriba de uno de los dos mil montecitos de la zona. Todo es extremadamente verde. Y bonito. E impresionante. Estarías mirando como las nubes se hacen y se deshacen en torno a las montañas de enfrente, todo el día. No hace frío.
En ningún momento, durante todo el viaje, hace frío. He llevado camisas de manga larga, un suéter, una chaqueta de cuero, un chubasquero. Ocho días en el Norte. Calor abrasador. Incluso con nublado. Incluso en Beceña. Nada. Nada de frío. El hotel tiene piscina, como siempre el primer día no me baño. Disfruto de un partido del Athletic en el móvil. Me como un cachopo. No me comeré más cachopos. Todo es tan bonito y tan verde. El segundo día nos vamos a Covadonga, pero no vamos a Covadonga, vamos a los lagos. Lago de ERcina y lago de Enol. El paisaje es abrumador. Pero hay algo que falla.
Somos nosotros.
Todos.
No me quiero poner estupendo y decir que me sobra gente porque el primero que sobra soy yo. Pero somos tantos en un paraje tan agreste, tantos, tantos, de tantas maneras, tantísimos, que parece que no estás en ningún sitio como en el que estás, sino en las ramblas, o en la sagrada familia, o en otro sitio parecido. El paraje es espectacular, pero somos tantos que en las fotos sale gente, siempre sale gente. Merece la pena ir, verlo, disfrutarlo, e imaginarlo sin nosotros. Pero está limpio y eso ya es mucho. Gente que va como para ir a escalar el K2 y gente que va como a un cóctel. Me regalaron unas bambas de esas de montaña, que nunca pensé que encontraría el momento para ponérmelas, pero sí. Y me las puse. Yo con unas bambas de esas. Bien. No me hacen daño atrás. Nos vamos tarde y no nos paramos en Covadonga. Vamos a comer. Me como una fabada, es tarde y hace calor, pero da igual. Fabada. Me sienta estupendamente. Me hecho una siesta de colores. Me baño en la piscina. Vale todo. Un gintonic en vaso de sidra para despedirnos. A la mañana siguiente una parte de la expedición va a Covadonga, al santuario. Nosotros nos vamos a Llanes. También me han dicho que es bonito Llanes. No es Laredo. Antes, paramos en Corao y compramos Sidra. Llanes es grande, vamos a ver si aparcamos, aparcamos, cerca de un río, parece lejos de lo que es lo importante. La costa. Llanes está en la costa. Vamos al mercado y compramos quesos, varios quesos, y más cosas. Hay muchísima gente. Llanes parece bonito y es bonito. Y hay muchísima gente. Paseamos por el pueblo y acabamos eligiendo para comer el primer sitio que habíamos visto. Me como otra fabada. Así soy yo. Es momento de pasear mínimamente por el pueblo, hacer alguna foto, no parar demasiado. Nos vamos a Bilbao.
Las visitas a Bilbao siempre las cojo con mucho entusiasmo que se va enfriando cuando pienso que, realmente, ya he estado en Bilbao y que hay algo que no. Expongo mi teoría, recibida con un bueno. Somos unos entusiastas de Bilbao y lo vasco, del Athletic, etc. Pero no sabemos cuánto de entusiastas son los bilbainos, (no sé), de los que vamos a Bilbao. Vamos a Bilbao y nos alojamos muy cerca del nuevo y del viejo san mamés. Cuando hemos ido a Bilbao la última vez creo que nos hemos alojado cerca, muy cerca de allí. Llego y ya veo Bilbao y ya veo San Mamés. No quiero ponerme pesado, no quiero ir a San Mamés el primer día, la primera hora. No. Vamos a dar una primera vuelta por el Casco Viejo. Vamos caminando. Estamos en Sabino Arana y nos dice el google que vayamos por Indautxu y que cortemos por la calle San Francisco. El ambiente es... Hace unos pocos días ha sido violada una chica por un grupo de hombres. Vemos mucha policía. Bilbao la Vieja. Quienes vamos a Bilbao buscando San Mamés, vasquismo, siete calles, pinchos, etc., y caemos en Bilbao la Vieja, vemos otro Bilbao. Como el tradicional paseo por Santurce, Portugalete, etc. Pero hay que verlo. A las diez todo está recogiendo y prácticamente cenamos poco, muy poco. Es martes, tampoco le pidamos peras al olmo.
Al día siguiente vamos a Lekeitio. Lekeitio porque Mikel Laboa, cantautor vasco, tiene canciones que se llaman Lekeitios en sus discos. Y los recopiló en el Lekeitioak. Por eso. Para llegar a Lekeitio hay que atravesar Urdaibai. Más paisaje bonito y verde. Cuando llegamos a Lekeitio, nos estamos asando de calor. Dónde se aparca. Aparcamos a la entrada del pueblo. En Lekeitio se habla euskera. Mucho. En Bilbao menos, pero me ha parecido escucharlo mucho también. Si esperas que se hable mucho, pues no. Bueno. No sé. Lekeitio es muy bien, pero también se nota que ya se lo sabe mucha gente. Mucha gente local. Tiene playa. Tiene una isla frente a la playa a la que puedes llegar andando. No me pienso bañar pero me acabo mojando los pies y me hago una foto. El sitio es genial. Me hago mayor. Hace muchísimo calor. Comemos de pinchos. Nos vamos de Lekeitio. Hay un pequeñísimo mural en la playa con una letra de Mikel Laboa. Y pintadas de aquellas grandes con las reivindicaciones de Aministia Osoak.
Volvemos de Lekeitio y pasamos por Gernika. Visitamos en Gernika el árbol de Gernika y las Juntas de Bizkaia. Conocemos, mediante un vídeo, una historia del árbol de Gernika y de lo que son la Juntas Generales y lo que es el pueblo vasco. En los agradecimientos, la fundación Sabino Arana. Bueno. Es lo que hay. Vemos pocas calles de Gernika, caemos por la plaza que hay debajo del árbol y nos tomamos unos pinchos. Mucho más baratos que en Bilbao. En el bar en el que entramos, Arrien, como un jugador del Athletic, hay fotos de jugadores del Athletic Club.
Mucha gente con camisetas del Athletic club.
Hago mucho la broma de que si viviera en Bilbao no sería del Athletic Club. Pero soy del Athletic Club. Al día siguiente toca ir a San Mamés. Con entereza. Al museo. El museo, las fotos, todo va bien. Lo llevo bien. Pero hay un momento en el que el tour por San Mamés pasa por 'salir' al campo. Y ahí, amigos y amigas, no lo notásteis porque soy un gran actor, pero me emocioné. Mucho. Me acordé de mi padre que el culpable de esta afición. El tour por San Mamés te pasea por las tripas del estadio. Todo muy bien. Pero saltar al césped, sentarte en el banquillo, el vestuario, el busto de Pichichi... y luego el museo, lleno de fotos, cosas, sobredosis de Athletic Club, orgía de Athletic Club. La ostia. La felicidad. El techo.
Todo el resto del día, es volver al Casco Viejo, a los pinchos... y por la tarde la visita a Getxo, al puente colgante, a Portugalete y Santurtzi, el paseo por el margen de la ría. Y descubrir que, efectivamente, la margen izquierda no es otra cosa que Santa Coloma y que lo tenemos visto pero lo queremos ver.
A la mañana siguiente, último día. Rompimos un retrovisor y hay que cambiarlo en un concesionario en Zorrotza. De Zorrotza era Javi González. Y de Sopelana era Armando. Y vamos a Sopelana hasta que llega el espejo. Y Sopela es muy bonito, la costa es bonita. Y si hubiera sido de otra manera tendríamos que habernos bañado. Pero no. Y nos vamos y volvemos al Casco viejo y volveremos al Casco viejo por la noche para tomar algo. Y nos vamos por las zonas donde creemos que hay ambiente, y sí que hay ambiente, pero no sabemos si es el ambiente que esperamos, o el que nos esperábamos, o el que hay o qué. Gente cantando Amaral. La cumbia de Cariñito. Yo me lo estoy pasando bien, nos lo estamos pasando bien. Pero hay que madrugar.
Hay que volver.
Paramos en Alfaro a comprar vino. Tendríamos que haber parado en Haro. Pero todo se me ocurre tarde.
Un viaje por el norte. Ahora quiero volver a Asturias. Quizás Cantabria. Ahora quiero hacer muchas cosas. Luego se me van las ganas. Sufro. Viajar, los viajeros, ver cosas, comer, beber, decir si los sitios son bonitos o no, echar de menos gente.
Y disfrutar de la compañía de los que están. Y agradecer el viaje.
Seguimos.