lunes, 30 de marzo de 2020

Confinamiento #14

En esa caja hay cosas. Cosas que son mías. Cosas. No. Me he confundido. En esa caja hay cosas que no son mías.
Ese armarito que hay debajo de la tele lleva en mi casa desde antes de que yo viviera aquí. Mucho me temo que incluso esté aquí desde que mis padres vinieran a vivir aquí. Hay cosas dentro. Es como la butxaca de Doraemon. Todo mi piso, de hecho, es un poco una butxaca de Doraemon. Salen cosas de donde no te esperas. Si necesitas algo, posiblemente no se encuentre en ningún sitio, pero de algún lado saldrá.
Alella. Hace poco fuimos a Alella. Nos bebimos unos vinos en Alella, no recuerdo si eran vinos de Alella. Supongo que no. Y comimos en un sitio en una plaza. Y todo estaba bueno y compramos unas plantas en un sitio y nos vinimos para casa porque a no sé qué hora había algo. Pues ahora, volveremos a estar en Alella. Al menos mentalmente.
Nosecuantos días de confinamiento y seguimos preocupándonos por los pormenores de decisiones que consideramos inaceptables, que significan desorden, que dan muestras de una profunda improvisación, que denotan una falta de planificación que deja en mantillas a... y esto te lo dice desde el facha más facha, sea indepe o no, hasta el anarco más irredento. Todo el mundo está de acuerdo en que todo esto se tendría que haber hecho mejor, como hubiera dicho el MHP y como ellos consideran que se está haciendo en otros países. La puta democracia. En Hungría por ejemplo, se está haciendo de puta madre. El presidente, aprovechando que ya de manera casi definitiva, la UE ha desaparecido, ha decidido suspender la democracia. Cargarse el control parlamentario al gobierno, suspender las elecciones hasta que él se acuerde, y otra serie de medidas que aquí muchos supongo que ven como medidas con un par de cojones, o de profunda vocació de servei al poble en aquests moments que demanden de nosaltres el bo i millor de nosaltres mateixos. En Hungría nos están enseñando cómo es el mundo del mañana. Los húngaros, no sé si como los austriacos o los checos, pero los húngaros me caían bien. En los años ochenta, la selección de fútbol no era mala, y siempre había porteros húngaros en los equipos portugueses. Lajos Detari, creo que era uno de los jugadores buenos. Calders ambientó algunos cuentos en Budapest si no recuerdo mal. Creo que de ahí me viene también el cariño por lo centroeuropeo. Lástima que Hungría sea Hungría ahora mismo.
He descubierto que sé hacer cosas al horno. Una de las cosas que más me gustaban de la cocina de mi madre antes de que diera el salto cualitativo brutal que dio hace... no sé, eran las patatas al horno de cuando hacía pollo al horno. Pues llevo dos de dos. Solomillo al horno y costillas adobadas en el horno. Con patatas y tal. Oye, que me salen buenas. Me salen como que recuerdan a aquellas patatas. Todavía no me he asomado al tema del pan, pero esta semana igual me lío la manta a la cabeza.
Pero os cuento. Les cuento.
Dos días que me he puesto a hacer la masa de pizza o la masa de un pastel de zanahoria, me ha dolido la muela. Un dolor insoportable. Como un calambre dentro de la muela. Espantoso. Y he tenido que retirarme a mis aposentos para que me dejara de doler y empastillarme además. Así que ahora ya asocio el estar trasteando con la harina a los dolores de muela.
Esta noche he dormido poco. Quizás sugestionado con que iba a hacer frío, me he despertado tosiendo y estornudando. Tosiendo y estornudando. Estornudando. Estornudando. Sensación de frío. He dejado de estornudar y hasta ahora. Tan sencillo como eso.
Llevo la camiseta térmica debajo de manga larga.
Hoy a la hora de aplaudir, una señora muy mayor del piso de delante, ha sacado una radio como la que teníamos en casa, una de esas Sony, y tenía puesta la canción de Resistiré. A mí la canción como que no, pero el detalle de la señora muy mayor muy mayor con el radiocasette escuchando Resistiré y poniéndola en el balcón, como que mira, no sé. Qué bonito. Y a la gente de los balcones de debajo del mío le iba señalando el transistor. Escucha.
Mira. Las nueve y pico pasadas. Me ahorro ver el informativo de la TV3.
Otro día que mira cómo corre.

domingo, 29 de marzo de 2020

Confinamiento #13

Pedro Sánchez tiene un dispositivo desde casa desde el que nos vigila y sabe perfectamente qué es lo que nos puede joder más. Pablo Iglesias, en su chalet, tiene todo un ejército de monos adiestrados que van proponiendo cosas al tuntún a ver la que sale bien. Donald Trump me envía un mensaje cada mañana y me pregunta cómo va la cosa, que cómo lo veo yo. Quin Torra, el Molt Honorable President, me ha pedido por favor que necesita que le diga que lo está haciendo bien, que lo que él propuso es lo que se tenía que haber hecho. Alguien está mandándome señales desde algún lugar y entiendo precisa y claramente estas señales porque a mí los malditos burócratas no me van a decir qué es lo que pasa o lo que deja de pasar. Malditos burócratas, no me cogeréis vivo.
Estamos preparados para dos semanas más. Soldados de Yolanda Díaz, que se ha mercado unas gafas como las que llevaba mi madre en los setenta y nos va comunicando que todos para casa y que las cosas van como tienen que ir. Los americanos, los alemanes, la virgen santa, los rusos, los suecos que están como a su puta bola, los italianos, todos los países del mundo están unidos en una sola causa. ¿Cómo es la cancioncita esa? La del pájaro aquel que tocó delante del Papa. La de saber que se puede, querer que se pueda. Menuda mierda de canción y menuda mierda de vídeo y menuda mierda todo esto de recuperar esa canción que no puede ser más de centro derecha.
¿Sí? ¿Seguro? Pongo la TV3 para ver las noticias y me ponen unas canciones de esas de grupos charangueros que tienen exactamente el mismo mensaje. Sonríe, todos juntos, esperanza, irá bien.
Que sí, que no voy a ser cenizo con la mañana tan guapa que ha hecho, pero oiga, a mí no me la van a dar con sus mensajes y sus textos cifrados y sus tweets donde lo descifran todo. Yo tengo mi verdad.
Mi verdad es esta.
Dos puntos.
Tengo todo el poder de mi mente concentrado en saber en qué momento esto va a dar un giro inesperado y ver en qué momento nos vamos a quedar como un poco con la boca abierta. A ver en qué momento, todo se va a poner patas arriba y como en todo, lo que hoy nos parecía indignante e imposible mañana nos lo comeremos con patatas y pensaremos, la subvención aquella de la UE, dónde está. Y no me pondré ahora a cantar desde la terraza las bondades de la Unión Europea, pero cuando nos den una patada en el culo y naveguemos por el espacio sideral... ay la subvención y el programa de ayudas y todo aquello. A cambio de convertirnos en una mierda, claro. Pero ole.
Es que estoy oyendo y ole. La música, el dvd, la perra. Nos vamos a ir todos, el Abel, el Mario, el Edu y nos vamos a poner pero bien.
Ayer empezamos a ver Freud. De primeras no queríamos y luego quisimos. Cinco episodios de golpe. Lo mejor de todo es que la serie es austriaca y es en alemán. Y todos los apellidos son austriacos y húngaros. Kiss, por ejemplo. Ahora no recuerdo ninguno más. Pero los apellidos austriacos son tan literarios.
Los apellidos austriacos con tan literarios.
La serie mola y te tiene ahí. Ya nos tocaba ver alguna serie que molara también. Como todo el mundo que ve cosas que molan y come cosas guapas. Nosotros hoy hemos comido en la terraza. Bistec, pimientos, alcachofas (not me). Y vino. Y gintonics. Al final verás.
El confinamiento se alarga quince días más y los que trabajaban presencialmente parece que se volverán para su casa, siempre que no trabajen en sectores de primera necesidad. Tengo una pregunta, lo de Amancio Ortega y que sea el próximo Duce ¿es en serio? Guardiola, Amancio Ortega, a cada uno lo que necesita, naturalmente.
Y aquí estamos, tranquilos, contentos, todo va viento en popa, salvo esos absurdos del Ajuntament de Barcelona que no dejan de enviarnos 'sin hogar' hacia aquí. Es que no puede ser.
Oye, que es domingo por la tarde y no nos queremos enfadar con nadie.
Y sobre todo, no queremos dar pistas al FBI.
Y lo de ayer del directo no tengo ni puñetera idea de cómo fue, pero ya está hecho, otra muesca más en el revolver.
La música, a por la música sin piedad, siempre.
Estamos contentos. Qué coño.

sábado, 28 de marzo de 2020

Confinamiento #12

El Ajuntament informa, el Ajuntament entretiene y yo me despido de vosotros hasta la semana que viene. No, es broma. No me despido. Ayer me llamó mi madre por teléfono para decirme que qué cojones ando escribiendo con ese pesimismo, que a qué viene esa tristeza, que no, hombre, que no, que hay que echarle pelotas y volvió a repetir ese lema tan conocido y reconocido de nuestro pueblo y que tan poquita gracia me ha hecho siempre de que 'el dinero, y los cojones, son para las ocasiones'. Mi madre está en el Esperit Sant desde hace una semana, por si no se había dado cuenta nadie. Y la que nos da ánimos es ella. Va todo más o menos bien y la preocupación gorda creo que ya pasó, aunque con esto no te puedes fiar. Y nos da ánimos ella.
Este es el nivel. Qué día tan intenso ayer. Creo que salí a la calle para aplaudir en la terraza y otra vez el frío este que está haciendo me detuvo en seco en la pretensión de estirar la broma. Salvo eso, poco más. Vimos otra peli, La Habitación porque una amiga recomendó y tal. El caso es que, esta película, siendo el tema duro y muy duro, al final se queda en nada y tiene uno la sensación de que ha perdido dos horas de su valioso tiempo viendo un algo que se te expone y que finalmente no llega a nada. Sí, que el amor materno filial llega a generar un vínculo muy fuerte si está expuesto a una situación de encierro. Bien. Eso ya me lo sé. Y que la familia y tal. Oye que sí. Pero que si eso al final no lleva a ningún sitio y el drama que se expone es como de aquella manera, pues qué quieres. Y temas como que el abuelo quiera mirar al nieto, pues explícalo de alguna manera joder.
Y luego vimos, dentro de esta 'dèria' que tengo por lo que es el judaísmo y sus cosas, una serie llamada Unorthodox sobre la historia de una chica que huye de su familia hasídica. Aplico un poco lo expuesto anteriormente, que al final acaba todo tan bien que se queda uno un poco frío.
Un día más, escribo el sábado sobre lo que pasa el viernes porque el viernes no tuve tiempo. El viernes fue ayer, hoy es sábado y hoy tengo muchas cosas que hacer. Cosas como, por ejemplo, hacer una especie de concierto en directo junto a mi hermano que no sabemos cómo lo vamos a hacer. Somos un desastre incomprensible. Si sabemos que tenemos que hacer una cosa ¿porqué no nos preocupamos de saber cómo se hace con tiempo? No, lo tenemos que hacer todo mal y corriendo y con esa sensación de que nos importa todo un poco un pimiento. Y no es verdad. Nos importa tanto que lo dejamos correr por que... y si sale mal.
No va a salir mal, lo haremos si no dignamente, a nuestra manera.
Y hace buen día, que no hace calor tampoco. Vamos a sacar la plancha Palson que me regalaron en cuanto me vine a vivir aquí y vamos a hacer unos bistecs al aire libre como si fuera una barbacoa. Somos unos valientes. Y por la tarde concierto.
Es un disparate esto del confinamiento. Nos empeñamos en buscar actividades que nos marquen como mojones durante el día motivos para no chafarnos. Y nos buscamos tantas actividades que terminamos agotados o bien dejamos de lado actividades como esta, escribir en el blog.
Esta mañana me he despertado para ir al lavabo. Mientras estaba en la faena, he dado los buenos días a un grupo de watsapp, del palo, venga palante que es sábado.
Y me he vuelto a ir la cama. Hasta las once.
No tengo perdón.

viernes, 27 de marzo de 2020

Confinamiento #11

¿Qué clase de marco mental se ha instalado en nosotros que tengo la casa llena de cebollas? De repente, en un momento, nos dimos cuenta de que todo estaba lleno de cebollas. Cebollas y cebollas. Cebollas para desayunar, para comer y cenar. Cebollas para merendar. Compramos nosequé, esto, lo otro y cebollas. Compramos cebollas, tal y pascual. Compramos pim, cebollas y pam. El arte de cortar cebolla. El arte de ponerle cebolla a todo.
Ayer fue un día de altibajos. De buenos y malos. De aquí y allí. De estar y de volver. De todas las sensaciones así de momento y en un día. Por las noches, muchos preguntan cómo puedes dormir como un ceporro si no nos movemos. El cansancio mental. El estrés mental. Querer hacer cosas y sumarle pensar en doscientas cosas.
Ayer, para darle un puntito de así a la cosa, me sobrevino un dolor de muelas dantesco como a las seis de la tarde. Un dolor de muela que me avisó con un latigazo, como un calambre eléctrico, zas. Y me duró casi exactamente lo que tardé en preparar la masa de pizza. Con el dolor de muelas entré en barrena, la masa de pizza no me salía, los dedos se me pegaban en la masa, no podía pensar, la masa no salía bien y en casa sonaba todo un compendio de música latinoamericana contemporánea que me estaba poniendo más nervioso todavía con sus letras obvias y su mezcla de tono comprometido y cotidiano que me estaba provocando que la muela y los dedos llenos de gacha y todo ello... pum. Al fin la masa cogió forma, me limpié los dedos y me recluí en el sofá a pensar en nada, paracetamol mediante y sin dar más la brasa con la muela.
La pizza quedó bastante bien. Y llevaba cebolla, claro.
Seguimos pues adelante en esta temporada de confinamiento y encierro y surgen los debates sobre el derecho a la información de las masas, el valor del trabajo y la comunicación del trabajo, así como el futuro que nos espera. Me centraré en este último punto, porque creo que es el más importante. El mundo que nos espera no va a molar.
Me da la impresión de que nos acercamos a algo chungo. Y no sabemos cómo afrontarlo. La sucesión de días muy iguales y que me sucede que lo que escribo lo vomito y luego no lo recuerdo (ya me ayudará Salva Tovar) hacen que me repita en mis inquietudes y preocupaciones. Y que me convierta en un brasas que siempre dice lo mismo. Pero digo lo mismo con variaciones siempre, desde hace años. Dicho esto, nos acercamos a un mundo en el que no nos vamos a fiar de nadie, en el que vamos a sobreprotegernos y a proteger a los nuestros de una manera desmedida, incluso agresiva hacia los demás.
Un mundo en el que echaremos cuentas de quién puede salvarse y quién no sale a cuenta que se salve. Un mundo en el que confundiremos propuestas socialistas con cosas que no lo son. Un mundo en el que seguiremos sintiendo la misma sensación de repelús cuando oigamos hablar al Conseller Buch. Un mundo que no tengo ni puta idea de cómo será. Y eso es lo que me da más repelús.
Ayer vimos la Trinchera Infinita. Qué mejor idea que ver esta peli. Una peli que va sobre otro mundo, otra situación, pero en la que se dice una frase que me parece que define toda la peli. Y todo esto también. 'No hay nada más peligroso que un tonto caliente'.
Y no voy a seguir por el momento. A ver cómo avanza esto hoy.

miércoles, 25 de marzo de 2020

Confinamiento #10

Hay una luz. Una luz allí al final de la calle. Al final, la que más brilla. En esa luz estriban nuestras esperanzas y nuestros anhelos. Hay una luz allí al fondo, una luz que brilla más fuerte que ninguna otra luz. Esa luz es la que nos anima a seguir con buena cara y con entusiasmo. Entusiasmo por la vida. Entusiasmo por todo.
No veas qué frío hacía para hacer la foto y para aplaudir. Cómo se ha podido levantar este frío tan negro. Este frío es ya lo que nos faltaba para el duro. Con este frío no apetece ni aplaudir ni salir a ver qué. Incluso ha vuelto a llover un rato. ¿Qué es lo que está pasando y qué es lo que nos espera?
Camiones militares van a entrar en Bergamo, ITalia, y nos asustamos o nos sorprendemos o nos imaginamos que son tanques soviéticos y nos hacemos la picha un lío. Cambio de paradigma, cosas que no hemos visto nunca. En realidad, la verdad, en verdad, me creo de que, todo lo que estamos viendo en realidad es la antesala de algo que se nos escapa. Ni cambio de paradigma, ni cuando salgamos lo vamos a hacer todo polvo. Todo va a ser más gris de lo que nos creemos, menos festivo y menos salvaje. Nos encontraremos con algo que nos va a dejar sin respuesta. Sí, amigos, hoy tengo el día de profeta. Hoy tengo la noche de la reflexión profunda.
Qué he hecho hoy. Me he levantado y he encendido el portátil. Y con el portátil encendido hasta ahora. Y qué he hecho. Es una pregunta inquietante. Hacer. Medimos todo por lo que hacemos y no por lo que pensamos que hacemos. Yo, por ejemplo, cuando estoy delante del ordenador, pienso que estoy haciendo cosas. Cosas que no tienen por qué ser productivas, pero las estoy haciendo. Pienso, veo, salto, entro, leo, releo, escucho, voy, vengo, doy una vuelta, tecleo durante un rato, se me va la inspiración, miro, salto, releo, escucho, veo, entro, salto y así hasta que son las dos de la tarde y hay que pensar ya en hacer de comer. Entre una cosa y otra me tomo una infusión de artemisa, otra de gengibre, me tomo mis 25 gotas de equinácea y mi vaso de leche con colacao.
Qué cosas he hecho.
No he podido salir a la calle a mirar con desconfianza a la gente. Un día más que no salimos a la calle. Un día más en el que iba a hacer muchas cosas y no las he hecho. Hacer pan por ejemplo. Me dicen que hay una secuencia lógica que dicta que primero se hace masa de pizza, se sigue por el pan y se termina por la pasta fresca. Hemos abierto la puerta a la masa de pizza. Lo del pan ya está en camino. Somos como tú.
Somos como todo el mundo.
Ya no me interesa la política. He llegado a la conclusión de que, estos días en los que estoy digamos profundizando en mi faceta de pensador, de reflexionador, de padentro, pierdo comba respecto a las inquietudes y conocimientos de mis iguales. Es decir, uno es más de la mirada a largo respecto a quien piensa que en lo cotidiano se mejora y se reforma. Yo ya no estoy ahí. Yo estoy ya más en otro punto.
No estoy pues en el mismo plano en el que estaba. Quizás en eso he crecido. En estos días, quizás en los últimos dos días, he visto cómo el mundo toma una perspectiva diferente y mi vinculación con el mundanal devenir de los tiempos se ha ido poco a poco desligando, soltando, huyendo. Es así. Soy otra persona que ha descubierto que el placer de estar vivo dista mucho del frenesí del combate político.
Ahora bien, sigo mirando el móvil y el facebook y la hostia frenéticamente.
Para cenar he hecho Lubina a la plancha. La he quemado.
Del cuello no estoy peor. Estoy mejor.
Esa luz del final, brilla con fuerza. Un día más.

Agradecimientos a Salva Tovar por la corrección ortográfica. Lo ve todo naranja.

martes, 24 de marzo de 2020

Confinamiento #9

Desde los inmemoriales tiempos de la EGB, digo más, ni siquiera en el parvulito he sentido ningún interés por los trabajos manuales. No me interesan. Si ayer fui captado para una maniobra de barnizado, hoy no he sido requerido para servir de ayuda en una intervención artística sobre banqueta del Ikea. Otro día más. Un día menos. Consiste en poner recortes de periódicos o de Un El País Semanal que tenía ahí guardado yo del 2010 y que seguro que era importante pero ya no y pegarlos con cola. Al menos eso he llegado a comprender.
Por el momento yo me voy dedicando a leer el libro del Michel Houllebecq, El mapa y el territorio, que por el momento ni bien ni mal. Con algunos tics y algunas cosas que denotan que el autor agradable no es. Y vamos avanzando poco a poco. Algo en la contraportada habla de una novela negra, o que contiene trazas de novela negra, no he visto todavía dónde.
He visto un documental sobre la vida de Miles Davis. El trompetista de jazz. No me caía bien cuando estaba vivo, me parecía un estrafalario que no sé qué tenía de loable, no entendía la música y punto. El documental habla de una persona difícil y con graves problemas de adicciones varias y de trato con los seres humanos. Unas cosas llevan a las otras. Y con talento para la música y para querer estar siempre 'a la última' y ser parte de 'eso último'. Le he dicho a mi hermano que no sé si me han dado ganas de escuchar algo de Miles Davis. Tiene algún disco que me gustaría investigar. Pero me da como cosa.
Refresca. Es bueno para que la gente no salga. Hoy no he visto nada otra vez, ni comparecencias, ni discursos, ni nada. Una entrevista a una doctora en tv3 en la que no ha dicho la doctora lo que la periodista quería que dijera, no ha parado. Y ya está. Hoy leer. Y que se fuera el dolor de cuello. No es de cuello, ya es como de la parte de arriba de lo que es... la parte de abajo del...
Hace frío. No apetece salir ni a la teraza a pipear a ver quién va o quién viene. No sé cómo está el mundo. No sé si hay gente que se salta la cuarentena o no. No sé si merece la pena saber tanto. Saber demasiado.
Saber mucho, decir mucho, estar todo el rato diciendo cosas. Cosas interesantes. Hacer cosas interesantes. Hoy no.
Otra noticia mala, otra noticia peor. Noticias que llegan, que te hacen coger dolor de barriga, que convierten a todas las peleas y a todas las discusiones en gilipolleces. En gilipolleces en las que vuelves a recaer. Y recaes. Y son otros dolores de barriga.
Y mientras vienen nuevas vidas, otras están a punto de llegar, tenemos que pelear porque los que están se queden. Aunque no se tengan ganas y cueste. Pero hay que ayudar.
No sé. Pelear, remar, cosas que indican esfuerzo. Luchar, combatir. No soy de nada de eso. Me dan alergia quienes pelean y reman y combaten. No. Sobre todo los que dicen que lo hacen.
No se trata de nada de eso, se trata de estar ahí. Y llevarlo con humor.
Cada vez se me ocurren menos cosas que decir. Porque cada vez hay más cosas que contar. Y no vas a estar cagándote en Dios cada párrafo. No puede ser.
Llevo todo el día pensando sinceramente que era miércoles. Pero del tirón. Y no es miércoles. Que es martes.
Se nos echa el tiempo encima.

lunes, 23 de marzo de 2020

Confinamiento #8

Esta madrugada, como a las cuatro y algo, la lluvia me ha despertado. Y al despertarme he sentido un dolor profundo en el cuello, entre el cuello y el hombro, en clavícula o el omoplato o como mierdas se llame. En el lado derecho. Un dolor que me ha tenido dando vueltas toda la noche como un muñeco rígido. Y todo el día sin poder girar la cabeza. Los nervios, las malas posturas, no movernos. Jodido.
Un día más. Hoy como novedad frente al constante uso de pantallas y móviles, me han cazado a lazo para barnizar unos cajones que llevan en mi casa desde que mis padres vinieron a vivir por primera vez a este piso. Unos muebles que lo de antiguo o vintage ya hace tiempo que no les hace ni gracia escucharlo. Pues ahí hemos estado echando la tarde, con los barnices y el pincel. Ni siquiera he tenido que sacar la mano del bolsillo. Me he acordado de mi padre que tampoco se sacaba la mano del bolsillo cuando estaba haciendo algo que, pse. Bueno, pintando también se metía la mano en el bolsillo. Luego nos hemos puesto de queso y una botella de vino para rematar el día.
Y para acabar el programa Crims de Tv3.
Hoy no ha habido ruedas de prensa ni comparecencias ni nada por el estilo. Así que hoy nos ahorraremos lo del politiqueo. No sé porqué a la gente le aburre el politiqueo, o le cansa, o no le entusiasma especialmente. En estos días. El politiqueo es mucho más interesante en estas situaciones justamente cuando pareciera que deberíamos eliminarlo de nuestras vidas pero, inevitablemente, se cuela por las rendijas y nos hace soltar exabruptos, recriminar, sospechar, crear infundios, maldecir, incluso desear la muerte. No yo, pero hoy he visto el vídeo del pavo que amenaza a Iceta como si estuviera anunciando la mani de la Diada y no sé. Qué puto mundo.
No hablaremos más de política.
He bajado a echar la basura hoy. Por la tarde, cuando ya estaba listo de barnizar. Justo cuando comenzaban los aplausos. Desde ayer, hay un grupo de chavales que gritan Alá es grande cuando acaban. Y otros chavales de pisos de al lado, les responden que Alá es grande. He escuchado música en otro piso. Un disco. Te voy a querer hasta morir, cantaban.
Llevo unos días con una sensación extraña. Algo en todo esto se nos escapa. Como que nos está viniendo una fatalidad que no es exagerada en el número de víctimas pero sí muy dolorosa, oscura, como una pequeña nube que nos va tocando sin acabar de creernos que esto cuesta vidas. Que esto va en serio. Y va en serio. Algo se nos está escapando o se nos ha escapado ya. No quiero ponerme cenizo y no es consecuencia de los encierros, ni de estar en casa sin hacer nada, o por el influjo de las pantallas. Pero es algo que me tiene preocupado. Como que esto no lo controlamos. Que estamos al albur de los acontecimientos y que no nos lo acabamos de creer. Esa sensación de la película que ya he comentado alguna vez. Una película en la que somos nosotros los que hacemos de figurantes y protagonistas.
Hoy han bajado los mensajes en los grupos de wasap. Los vídeos ya directamente los borro. Hoy ya no había tantas bromas o memes. Ni siquiera discusiones. Espero que no, pero nos vamos dando cuenta de que esto es algo que va más allá de estar en casa y mirar pelis y comentar que vamos a serie por día.
Tenemos información y no sabemos nada. Pendientes del teléfono. En cuanto le quitas el sonido, llega la llamada. Es matemático.
Hoy he mirado si coger va con g o con j. Ayer miré otra cosa también ortográfica.
Estoy perdiendo facultades. No se me ocurre cómo escribir o cómo describir lo que pasa. Yo antes esto lo hacía más fácil, me salía mejor.
O no era protagonista de la película, o figurante activo. No me acuerdo.

domingo, 22 de marzo de 2020

Confinamiento #7

Las ventajas de lo orgánico, lo bio, lo natural, son indudables y estas alturas de la película no voy a comenzar una reflexión sobre el retorno a lo auténtico ni cosas así. Pero sí diré que la pasta de dientes que hemos comprado en casa con el calificativo de 'natural', te quita las ganas de lavarte los dientes. Es así. Te lavas los dientes y cuando sales del lavabo, que no es tan grande, ya parece que no has hecho nada. Es como lamer la pared. Ahora mismo, mientras escribo esto, mi boca debería parecer fresca como una cosa fresca que me cuesta encontrar ahora mismo como símil, pero no lo está. Bueno. Si me fijo y me repaso con la lengua la boca, sí que un poco. Pero porque le pongo buena voluntad a todo y le veo el lado bueno a casi todas las cosas que pasan en estos días.
A todas menos a Buch. Hoy, ayer ya, la rueda de prensa que ha dado el conseller Buch ha conseguido cabrearme. Ponerme al menos nervioso. Contrariarme. Me ha parecido una maniobra tan torticera, partidista, interesada, fuera de lugar, que me ha llevado a soltar algún exabrupto. Y no es día para soltar nada. La comparecencia del presidente del gobierno, de nuestro compañero Sánchez, directamente me ha dado igual. Me viene dando igual desde hace unos días. No seré yo quien lo critique ni mucho menos, ni quien considere si lo hace mejor o lo podría hacer peor. No me tatuaré su cara en el pecho. No me verán tampoco haciendo el ridículo poniéndome en contra de todo. No me verán porque no tengo humor para hacerme fotos, para hacer vídeos cantando, para hacerme un tik tok, para llevar desde mi cabeza a las stories del instagram todas las gilipolleces que se me ocurren. No tengo humor.
Hoy, sin embargo, mientras escuchábamos la conferencia del Buch, hemos estado comiéndonos un interesante solomillo con foie. Es la primera vez que hago de manera consciente patatas con cebolla y vino y especias y el solomillo todo junto al horno. Y el foie luego. Creerán que me estoy volviendo un cocinitas. Lo que soy es un valiente. Digamos que ha quedado estupendo.
Y tengo a quien parecerme. Mi madre cocina de una manera que se te va la pinza. Todo. Todo bueno y sabroso. Todo en abundancia. Todo mejor una y otra vez. Todo siempre buenísimo. Como ella dice, porque lo hace todo con mucho amor. Yo no hago las cosas con mucho amor. Como siempre digo, o como digo desde hace poco, nosotros no vamos a poder competir nunca con mi madre. En ningún aspecto. Ni la sabemos interpretar. Al menos yo.
Tener tiempo. Tener tiempo para hacer cosas o para no hacerlas. Darte cuenta de que, si esto acabase la semana que viene, que no va a acabar, te hubieras dejado muchas cosas por hacer. Son casi la una de la mañana y oigo como un u u u u u que o es porque alguien está sobrevolando el edificio, o cortando madera en otro lugar o qué. Es un u uu uuu. Como una máquina funcionando. Es raro.
Qué fotos tan bonitas salen en los fondos del google chromecast. Hay una foto que sale como una plaza redonda pero vista hacia arriba, mirando al cielo. Cuando la ves con una calle que entra y otra que sale en un angulo recto, piensas, dónde he estado yo que me suena tanto. Y te fijas y es la placita del Gòtic donde estaba el bar aquel que se me ha olvidado el nombre y que ahora se llama Manchester. Tenía nombre como de tablao, flamenco, algo. No recuerdo. Pero es esa plaza. Qué fotos tan bonitas las de los fondos de pantalla. Tampoco recuerdo cómo se dice eso en inglés.
Es la una de la madrugada. Hemos visto capítulos de la serie y no tengo sueño. Hemos empezado la de Justo antes de Cristo y te ríes bastante. Hemos visto la peli El Hoyo y no me ha gustado. Creo que no puedes dejar una peli así. Así. Una hora y pico de madremía y luego qué. Ahí te quedas. No. No me parece bien.
Son la una de la mañana y mañana va a ser otro día largo. Mirando el móvil, pendiente del móvil, con sonido en el móvil. Mal asunto cuando necesitas que el teléfono suene.
Pero lo llevamos con humor y con ánimo.
¿No?
Estamos aguantando bastante bien, así que lo que no sobre vamos a mandarlo a quien lo necesite. Con este buen pensamiento que me reconcilia con tal y cual, bona nit.

sábado, 21 de marzo de 2020

Confinamiento #6

Si hubiera un diploma que certificase que nunca deberían dejarnos decidir, que en nuestras manos no estuviera nunca la vida de nadie, que no tuviésemos ninguna responsabilidad sobre lo que pueda devenir a otra gente, lo solicitaríamos sin demora. Si hubiera un diploma que dijera 'teníamos razón' o el clásico 'yo ya lo dije', sin duda, deberíamos expedirlo para bastante gente. No sabemos, literalmente, no sabemos ni aguantarnos el culo con las manos. No sabemos ni tentarlas. No sabemos ni ver si llueve. No sabemos nada. Absolutamente. Pero tenemos un corazón que nos cabe en el pecho. Esta última frase es para no quedar tan mal.
Día largo. Dos días largos. Todo aquello del murciélago que se comió uno en Wuhan. Pues eso. Que no te puedes fiar. Que todo es efímero. Y que no nos lo podemos tomar en broma. Pero sí con humor. Dos días largos. Una mañana esperando y quedando con dos de mis mejores amigos, Barrí y Fregué y luego a poner una lavadora más. El tema no es que pongamos una lavadora al día. El tema es cómo vivíamos antes de sin poner lavadoras todos los días. He recuperado calcetines del fondo del cubo de la ropa sucia que yo pensaba que no vería más. Jamás.
Y en medio de todo esto, uno más. Un sobrinete más. En Córdoba nos ha salido un sobrino, nos ha nacido hoy. Eloy. Sobrinos cordobeses. Esto no puede sino ir a mejor.
Tengo una duda que me corroe. Ayer puse un tweet, (mucha gente pone un tweet y se pone luego en plan así como raro porque pones un tweet siendo vos quien sois y monta un pollo de dimensiones épicas) sobre el tema de lo del certificado de autoresponsabilidad. No lo entiendo. No entiendo cómo nuestros próceres nos indican que confinamiento total y se ponen incluso valientes en las teles extranjeras con el tema y luego nos dan la posibilidad de hacernos una especie de autoindulgencias. Pero se ve que son útiles. O no. Porque cómo las imprimes. No sé. Pero es que me griñola, en catalán es como que me rechina. O es en castellano. Yo ya he dicho que apenas sé nada.
Está el presidente por la tele. No lo he visto desde el principio. Nuestra sociedad en su inmensa mayoría. Sigue. Estamos reaccionando con una impresionante responsabilidad y moral de victoria.
Vamos bien.
No vi al President hablando y respondiendo las preguntas de los niños en Tv3. Tuvo que ser glorioso. Como asqueroso es lo del iglesias ciao, o el unidas pandemia. Y asqueroso es leerlo en fachas que los ves desde el tibidabo, asqueroso es apuntarse a esa mierda cuando no quieres que te digan facha. Pero en fin. Cada uno se sitúa y se hunde hacia donde puede.
Otro día más. Dos días más. Día de nervios, día de ver a los amigos por las videoconferencias cada vez más mejoradas. Día de leer algo. Día de ver documentales. Días de películas. Días de tener la cabeza, como siempre, pues en otra parte. Porque tú estás aquí, pero siempre hay otra gente en otro sitio que no sabes cómo y porqué.
Tenía yo algo que contar, o cosas que contar. Esta especie de cuaderno de bitácora. Iba a emplear la expresión cuaderno de bitácora desde el principio y no lo hice. Esta especie de cuaderno de bitácora que iba a tener una entrada cada día y la verdad es que no lo puede tener. Por falta de tiempo y por falta de definición.
Hay que tener claro porqué se hacen las cosas y qué sentido tiene. Si el sentido es uno pero no pretendes llegar hasta el final, no es el sentido que debería tener. Debería tener, por ejemplo, un sentido frívolo, y tampoco lo tiene. Porque es complicado. Todo es difícil.
Hoy he barrido, he fregado y le he ido a llevar cosas a mi hermano a su casa y me he cruzado con muy poca gente. Y te preguntas dónde va esa gente que no lleva bolsa. De dónde viene. Y había una chica de mi edad más o menos bebiéndose una birra en mitad de la calle.
Y vamos adelante.
¿Cuánto va a durar esto? No lo sé. Parece como si estuviéramos viviendo una  película. Esta frase tampoco la ha dicho nadie. Encerrados en casa. Mascarillas en la calle. O en las casas cosiéndose de manera voluntaria. Parece una película.
Ya hemos dicho que no tenemos ni idea y que no sabemos ni a cómo se venden. No preguntéis más, por favor.

viernes, 20 de marzo de 2020

Confinamiento #5

Here comes the sun. Una cosa. Ayer tuve que vaciar el móvil de los vídeos. Petado ya en cuatro días. Vídeos de gente haciendo cosas graciosas, de tus amigos y amigas haciendo cosas por casa, de gente advirtiendo de que todo está mal o que tenemos que hacer esto o lo otro. Los borré todos. Ha salido el sol. Pero no para todo el mundo. Es curioso cómo los días avanzan y cómo adquieres unas rutinas que vas relajando a medida que van pasando los días. Los días. La duda de si el miércoles fue martes o ayer fue miércoles. La rutina la vas relajando a medida que pasan los días. Las excusas para salir a la calle van menudeando. Ora porque tengo. Ora porque es que. No puede ser. No se puede salir. Ayer a las doce del mediodía, antes incluso, alguien salió al balcón con una cacerola. Se le unieron unos cuantos. No sé por qué. Ha llegado la primavera o está llegando o vendrá mañana. La rutina de las mañanas. Colacao. Tostada. Pastilla. Encender el portátil. Mirar por la ventana. Hacer la comida. Sentarte en el sofá. Desnucarte. Leer un rato. El libro del Houllebecq tiene cosas y otras cosas. Ni es tan malo como me parecía ni es, no sé. Voy avanzando. Horas de indefinición. Un documental. Hacer la cena. Ver algo. Ver una serie. A la cama. No hay excusas para salir.
¿Qué es estar enfermo? Hay quien dice estar enfermo toda la vida. Siempre le pasa algo. Hay quien necesita rodearse de gente enferma para sentirse útil. Hay quien es una persona normal. Hay quien trabaja en el sitio donde catalogan a las personas normales. Hay quien lo discute todo y a cada hora, por medios analógicos o digitales. Hay a quien no le interesa discutir y mientras le habla se da la vuelta y se va, porque ya tiene el discurso hecho y no lo va a cambiar. Hay quien no comenta nada. Hay quien lo basa todo en la oratoria, en hablar, en escribir, en poco más. Hay quien se plantea a cada minuto que pasa qué es lo que hace aquí. Hay quien pensó que todo en la vida era oscuro. Hay quien lo está pensando ahora mismo y no sabes cómo decir para hacer ver que no es así. Hay quien se esfuerza en parecer una persona normal. Hay quien necesita hacer ver que está vivo o viva a cada rato. Hay quien necesita demostrar que es buena gente a cada momento. Hay quien envidia a esa gente. Hay quien clava puntas en la terraza. Hay quien lo está pasando mal pero no por lo que él cree. Hay quien lo está pasando mal porque no sabe qué hacer. Hay quien lo está pasando mal porque cree que hace lo que tiene que hacer pero que nadie lo entiende. Hay quien lo está pasando mal porque las cosas no están haciéndose como deberían.
Llevo como dos semanas sin beber cerveza. Y creo que le estoy tomando asco. Luego vendrá el verano y nos vendremos abajo y ya no sabré qué hacer con la cerveza.
Hay quien necesita que la llamen por teléfono o que la contacten o hacer conexiones mediante aplicaciones tecnológicas que nos sirven para demostrar que las aplicaciones tecnológicas existen y lo sabemos.
Hoy estrena disco Triángulo de amor bizarro. Lo malo del gobierno es que gobierna. He escuchado algunas canciones y bueno, me sigo quedando con el último. A ver si me pongo a escucharlo entero qué pasa. Luego si eso. Por el momento solo escucho esto y la María Pelae que ha invadido la casa.
No sé si deberíamos comentar algo de la actualidad política o simplemente resumirlo con un 'estamos dando pasos hacia el abismo si no fuera porque la gente al final siempre da un paso atrás en la orgía de la destrucción'.
Hasta que deja de responder al impulso del paso atrás. Y saltamos al vacío.
Todos contra todos. Sin portero.

miércoles, 18 de marzo de 2020

Confinamiento #4

Sartenada. Aplausos y cacerolas. En mi caso sartén. Me veo más con la sartén y con el tenedor. Hay diferentes modalidades para la protesta y yo me quedo con esto porque me gusta ser especial. No especial como para la cacerola virtual. Especial de sutileza. La soledad. Estar solos es jodido. Haber planteado toda tu vida al cuidado, al tanto, al lado, junto, teniendo compromisos, haciendo de tu vida un compromiso, un estar, un cuidar, un cerca, un protegiendo, un acto social, una vida en sociedad, y de repente, durante unos días, encontrarte con que no tienes nada que hacer más que estar tranquilo o tranquila y se te echa todo encima porque has construido la vida en torno a tener algo que hacer, algo que hacer con alguien, con gente, con la gente, con tu gente y encontrarte con que te dicen que no y que ojito que igual te pones malo o mala. Y entras en barrena. Y ya no hay nada que hacer ni que explicar ni nada. Y caes. Y te pones malo o mala.
Se ha muerto Limonov. Extrema izquierda dicen en El País. Supongo que le ven en esas fotos con la hoz y el martillo detrás y con la palabra 'bolchevique', sobrevolando y ya, zas, engaña a la peña. Limonov ha muerto. Yo me leí el libro de Limonov, pero ninguno suyo. El del Carriere. Y la vida y tal, entretenida era. Pero de ahí a considerarlo un algo. Como que no. Y me leo lo que ha escrito el Kiko Amat y como que menos. Esa exaltación y esa intensidad y ese amor por la vida salvaje y toda esa mierda está muy bien si los discípulos se dedicasen a eso. Pero no se dedican. Precisamente a todo lo que hizo Limonov, o todo lo que vendió Limonov, no se dedican. Pero para nada.
Otro día de confinamiento. Hoy sin salir. Aplausos y sartenadas. Caceroladas. Análisis de las medidas que está tomando el gobierno y debate sobre cuánto tardará China en darnos las vacunas que ya tienen y las teorías conspiranoicas.
Y la Tv3.
Lo de hoy de la Tv3 debe ser como el niño enfadado al que nadie hace caso y la va liando cada vez más. Hoy se han permitido el lujo de abrir el informativo con una noticia sobre cómo el Estado español va chingando mascarillas por Catalunya. Y Andalucía para darle un toque de color. Así, para abrir boca. Nada de medidas sociales o no sociales si se quiere. No, a crear un estado de alarma. España nos está quitando las mascarillas. Tan anchos. Y así vamos.
La soledad. Toda la vida pensando que vas a estar rodeado o rodeada de gente y de repente un día te dicen que tienes que quedarte en casa, que no puedes salir, que no tienes nadie con quien quedar ni siquiera por el compromiso de quedar porque ea. Y te pones malo o mala.
Estamos protestando. La gente va saliendo a los balcones y pregunta que porqué. Por el rey. Ah. Y si eso entran otra vez y cogen una cacerola o algo y nos ponemos. Por lo del Rey. La verdad es que ha salido gente. Pero las cacerolas engañan. Todo engaña. Las redes engañan. Estamos rodeados.
Hoy he empezado un libro nuevo. Uno viejo. No me cae bien el Houllebecq y me he empezado El mapa y el territorio. Y llevo cincuenta páginas. Avanzando.
Me dice que tenemos que hacer ejercicio. Me niego terminantemente a hacer el indio en casa. Ya no escucho ni música. No sé qué poner.
Pon algo alegre.


martes, 17 de marzo de 2020

Confinamiento #3

Tercer día de confinamiento. Menos. Hoy hemos salido de casa a comprar. Primer pensamiento: Carrefur. En el Carrefur hay cola para entrar y decidimos volvernos al Condis que está delante de casa como aquel que dice. No hay cola. La sensación, como no podría ser de otra manera, es extraña. Te vas cruzando a gente por la calle y... perdón que empiezan los aplausos. Han acabado los aplausos hace rato. Por dónde iba. La gente por la calle. Vas cruzándote con gente por la calle y miras a la gente y piensas, qué harán por la calle. Al parecer todos hemos bajado a comprar. Uno con una bolsa con tres cebollas. Dos adolescentes con cuatro yogurts y una botella de cocacola. Carritos de la compra, gente mayor. Alguien para en una panadería y pide un café con leche y un cortado. No vemos ningún coche de esos de la poli pidiendo que nos quedemos en casa pero los escuchamos por el balcón. Que nos quedemos en casa. Nos hemos quedado en casa.
Me intriga que haya gente trabajando en empresas. Me intriga saber que hay empresas que no cierran. Me asombra todavía lo que escuché ayer sobre que el tráfico de material industrial sigue su flujo para no quedar en desventaja competitiva. Hoy la SEAT ha dicho que para. 14.000 personas a su casa. Los del Burger King. Pero ha salido Pedro Sánchez y ha anunciado un paquete de medidas. 200.000 millones de euros. Y muchas más medidas. Siempre habrá quien le encuentre pegas. En la Generalitat por ejemplo. La comparecencia de hoy de la Generalitat ha sido de las cosas más penosas que uno recuerda. Pero se acaba acostumbrando uno a todo.
El otro día soñé con mi padre. El domingo. Estaba en su habitación y era más joven. Me decía que se iba a la cama. Llevaba una camiseta amarilla y pantalón corto. Me acercaba a él y le decía que le veía muy bien, que estaba muy bien. Y le acompañaba a que se metiera en la cama y ya allí no estaba como antes. Y me despertaba. Hoy hace tres meses que nos dejó. Ahí, en la foto, le vemos con un joven caraza en la cena de inauguración de la Peña Centenario. Hecho un pincelete. Qué cara más blanca que tengo en esa foto. No mejor que ahora. Ahora tengo menos pelo.
Hoy me le he leído otro libro. Un libro de Arthur Conan Doyle donde no sale Sherlock Holmes. Está bien. Un libro en un día como aquel que dice. Mañana no haré trampas y me empezaré un libro con más páginas. Kim de la India. A ver.
He leído también una entrevista a Sònia Farré sobre el tema anticapis y lo que van a hacer o lo que deberían hacer. La he leído a la mitad. Dice cosas interesantes. Gente que perdemos por el camino.
Estamos en ese momento en el que la cosa empieza a ir en serio. Y empezamos a preguntarnos cosas. No sé qué cosas. No nos estamos preguntando nada. Vemos gente por la calle. Veo gente por la calle, las sigo con la mirada desde mi balcón. Se meten en el estanco. Algunas no se meten en el estanco. Se meten en sus propias casas. Me imagino a mi padre y qué diría en esta situación. Me lo imagino cagándose en la puta que los parió a todos. Y sin entender cómo nos llevan y nos traen y nos dicen y nos inoculan y nos lo montan y nos lo deshacen y nos dicen que ahora vayamos a trabajar y que las mascarillas ahora son de papel y ahora no, que es muy grave pero vente a currar, que vamos a meter dinero a manta pero veremos cómo queda todo después de esto.
No sé.
Creo que es el mensaje.
Demasiada gente sabiendo de todo. ¿Porqué no mandamos un mensaje tranquilizando a la población? Porque soy un humilde periodista de provincias y no tengo ni puta idea y qué voy a decirle yo a la gente. Que se quede en su casa. Que no haga el zángano. Que tenga humor y paciencia. Pero eso es una mierda de mensaje.
O no.
Es el tercer día de confinamiento. Hemos comprado tres clases de harina. No sé además de la pizza qué más se pretende que haga yo con tres clases de harina. Hoy he hecho albóndigas.
Sosas.
Hoy es el cumpleaños de Pepa. Hemos estado como una hora hablando por una aplicación o una web un grupo de ocho o nueve o más. No nos hemos enterado de nada.
Qué metáfora.

lunes, 16 de marzo de 2020

Confinamiento #2

¿Salimos de casa a comprar? Pasando. Con lo a gusto que se está aquí, en casa. Un día más. Teletrabajo intentando abstraerse al tiruliru de los whatssaps y de los telegrams, un día más. Un día más esforzándonos por no caer en la vorágine de twitter y sus batallas. Batallas para dilucidar si estamos en condiciones de implementar un estado socialista o bien tenemos que conformarnos con difundir mensajes que nos tranquilizan y nos reconcilian con la verdadera razón de nuestro existir que no es otra que la de parecer algo que no somos ni hemos sido jamás. Estamos encerrados, hay un virus galopante, hay gente que está cayendo, se están produciendo despidos y ertes y se está viniendo finalmente esa crisis y ese shock que nos estaban contando y a ver qué. Todo el drama consiste en contar a la gente por la calle, demostrar que hay gente en los metros, que este Gobierno no vale para nada, que nosotros lo haríamos mejor, que todo siempre es mejor si lo pensamos nosotros. Me cabrea. Me cabrea enormemente que no tengamos ni idea. No tenemos ni idea, así en general. Nos esforzamos en atender las explicaciones del primero que llega y pensamos que la gente con traje, con uniforme, con bata blanca, no tienen ni idea, o bien lo contrario. Y me cabrea. Me cabrea no tener ni puta idea de nada. Me cabrea la gente que lo sabe todo. Me enerva la gente que lo tiene todo claro y que muestra adhesión inquebrantable a lo que le digan o bien a la esperanza candorosa o al reniego inmisericorde. Me cabrea no tener ni idea. Me cabrea no saber. Me cabrea que empiecen a pasar cosas y que las demos por sentadas y que le pidamos responsabilidades a, precisamente, quien sabemos que más está poniendo de su parte para que esto fuera de otra manera. Pero no, leña.
Foto desde otra perspectiva. No he salido ni a la terraza. Creo que me he asomado a las seis de la tarde o así. Desde otra perspectiva. Ayer quisimos hacer masa de pizza. Sacamos la harina, sospechamos, la amasamos, la dejamos reposar y la tiramos justo cuando comenzaba el proceso de estiramiento de la masa. Estaba mal. Y así van pasando los días. O el día. ¿Es la mejor idea ver el documental de la Naomi Klein sobre la doctrina de shock cuando las cosas del comer empiezan a peligrar? No no es la mejor idea. Pero ya tendremos tiempo de pensar en cosas divertidas, si tenemos quince días. O más.
No hay que pensar. Es el sueño de nuestra vida. No hay que pensar. Todo el día en casa, con el internet, el móvil en la mano, etc.
¿Se van a tomar medidas o no? ¿Va a pasar algo? ¿Algo más? Leo que el Boris Johnson ha previsto nada para hacer nada y angelitos al cielo y chocolate a la barriga. Y la gente británica ni quema cosas ni va a Downing Street a hacer cosas ni nada. Y aquí vamos vigilando con lupa las fotos de un metro. No leo nada sobre Rusia, por ejemplo. ¿Alguien sabe algo sobre Rusia?
No sé. La verdad es que es un tiempo entre de descreimiento, de que se nos viene encima algo peor que una crisis sanitaria, que no tenemos ni idea de cómo vamos a salir de esta si en estos primeros días se empiezan a tomar decisiones de carácter económico y social de pan mascado. Sigo con el papel de plata en la cabeza. Si en China han dicho que la producción industrial ha bajado un 13 por ciento, si eso ocurre por aquí, me temo que esto va a ser un abismo. ¿Y qué alternativa tenemos?
Dicen que en los supermercados hay toda la verdura que quieras. Y fruta. Vamos a tomarnos todo esto en serio o en broma o algo.
El nostre president también ha pillado el virus. Por el momento no conozco a nadie cercano que lo haya cogido. Solo políticos y futbolistas. La información en televisión sigue estable. El mundo y los deportes. Los deportes, pese a que no ocurra nada, siguen protagonizando su propia sección. El presidente argentino dice que lo más así es que el fútbol no pare y que lo vea la gente y que se distraiga, aunque no haya público en los estadios.
Otro día más. He intentado trabajar, casi como todos los días. Hemos hecho puré de patatas para comer. No hemos escuchado música y hemos visto las noticias. Hoy es día de labor.
No sé si me va a costar dormir mucho o poco. Duermo como un ceporro. Me levanto a mi hora, voy al lavabo, etc. Pero el futuro empieza a parecerse a la puta mierda que iba a ser. No nos pongamos en lo peor, pero vamos a tener que pintar mucho arco iris para que su influjo mágico consiga cambiar la ola.
Deberíamos enviar un mensaje de solidaridad. Ayer salí al balcón a aplaudir. Hoy entre una cosa y otra (¿?) cuando he salido ya se había acabado.
No tengo muy claro lo de Madrid con las pizzas y lo de la Seat con el ERTE. Nos conmueven más, como siempre, las cosas simbólicas como lo de la Mercedes. Ya nos queda solo eso.
Nos lo estamos tomando en serio.

domingo, 15 de marzo de 2020

Confinamiento #1

Esa lavadora no estaba ahí ayer. Poco a poco y superando mis resistencias iniciales, intermedias y finales se ha movido hasta ahí. Porque yo soy de no hacer nada y si me han dicho que hay que descansar no sé a qué vienen los esfuerzos y los alardes. La lavadora no estaba ahí, ahora lo está. Confinamiento del segundo día o del tercero ya porque el viernes ya se clausuró la cosa y solo salimos a comer con la mama y a comprar artemisa, que alguien, el doctor muerte ese del Pamies había dicho que eso y resulta que ese mismo vídeo lo ha visto todo el mundo y la mujer del tostadero de la Sant Josep ya no tiene artemisa, pero que no se qué bebida ya lleva artemisa y haces el apaño. El vermut. Los vídeos. Los rumores. La edad de oro del wasap y del telegram menos pero también. La edad de oro de los mensajes del wasap, del vídeo de risa, del experto que nos dice con la mascarilla o sin la mascarilla que esto del coronavirus se arregla de la siguiente manera y forma. La edad de oro del audio de risa, del audio tremendista, de las consultas. ¿Pero se puede o no se puede salir? ¿Cómo puede ser que nos digan que no salgamos y que nos envíen a trabajar? ¿Acaso te está pagando el Pedro Sánchez? ¿Es que no te estás dando cuenta de que el Urkullu y el Torra le están poniendo las pilas al establishment? ¿Nadie defiende a la clase trabajadora? ¿Pero a correr puedo ir? La edad de oro de la especulación y del twitter zasqueante. La edad de oro del debate sobre el ibuprofeno. La edad de oro de la especulación y de las aplicaciones de móvil para hablar a distancia. ¿Cómo estáis? Pues aquí, con la cervecita, con las palomitas, cagando, tomando el fresco, mirando cómo crece el musgo, leyendo un libro de Turguenev. Estamos confinados y estamos confitados. Estamos haciendo el cerro arena con las masas de pizzas y con las lentejas que yo no sabía que eran tan fáciles y dosificando los discos guapos para poner y siendo comprensivo con que a todo el mundo no le tiene que gustar el progresivo. Y ahí estamos, mirando por el balcón y preguntándonos a dónde va ese que va paseando si han dicho que no se puede y esa familia que van por mitad de la calle desafiando a la OMS y viendo más vídeos y recibiendo más wasaps y recibiendo el cariño de toda esa buena gente que te quiere y te aprecia. Y sopesando. Viendo los vídeos de los hitalianos cantando su imno y tú pensando qué bonito coño, pero qué himno cantarías tú, si te dicen que a tal hora había que aplaudir a los sanitarios y se te va la hora porque estás cenando y ni escuchas los aplausos y no has podido colgar ningún emotivo mensaje agradeciendo a la sanidad su labor ni has pedido al género humano que se quiera más y que esto nos sirva para estar unos más cerca de los otros pero ojito cuidado que como el que más corre antes se estrella el que es más bueno antes ladra. Todos tenemos nuestro poquito de mal corazón y de mala sangre, pero sin llegar a Ponsatí, estamos en primero de Ponsatí todavía. Estamos esperando a que nos digan qué es lo que tenemos que cantar esta noche en el balcón. La gente come noi non molla mai, cantaban en Nápoles y no sabes si lo cantan los fachas o quién pero te toca la patata y casi lloras, no lloras, lloras pero no se entera nadie. ¿Qué canción cantaremos esta noche, ninguna?
Está la cosa así. Y los análisis y las predicciones y lo que va a durar y las medids económicas y discutir con el Salva Tovar y quedarte sin argumentos porque sabe mucho y habla de cosas técnicas y ahí me quedo mudo siempre y no sé con quién más tenía yo algún pleito pero ya se me ha pasado. Y hacer cosas y pensar cosas y estar aquí pensando que si esto es así ahora qué nos va a pasar cuando venga la crisis de verdad, la económica esa que va a tener que venir y llevo dos años anunciando y que yo creo que entonces sí que nos vamos a enterar pero no nos enteraremos porque si pasamos esto es que ya lo pasamos todo, porque madre mía qué disparate estamos pasando. Quince días me estás diciendo de confinamiento, de no ir, de ir a sitios donde tengas qué ir, y yo hoy no he ido a ver a mi madre porque no sé si tenía que ir o no. Puedo ir, supongo, pero y si le pego algo, que yo soy muy de mocos y de estornudar y yo que sé.
La clase trabajadora. Quién la defiende. Gente que no puede dormir por la noches, el debate sobre las peluquerías, las cosas que nos dicen y que no son verdad, las cosas que no nos dicen, qué nos están ocultando. Nos ocultan cosas, los poderes fácticos, la gente que está infectada y porqué, de dónde vienen, los vídeos del Ortega Smiths, los vídeos parodia del ortega smith, los directos de los músicos en sus casas y nosotros que lo podíamos haber hecho el otro día y no fuimos.
La clase trabajadora y el coronavirus. La nacionalización de los medios del sofá. El artículo de la constitución y el confinamiento de Igualada. El confitamiento de las casas.
Cómo vamos a salir de esto. No tengo ni idea, más fuertes y unidos como sociedad y como clase, más unidos como país, más conscientes de todo lo que tenemos y con responsabilidad para cambiar nuestros hábitos de vida.
Solo llevamos un día o dos o tres y ya se nos ha subido el azúcar.
Estamos bien, por eso.

viernes, 13 de marzo de 2020

1914 - 1923 Las Guerras de la Gran Guerra - Francisco Veiga y Pablo Martín

Que las guerras, todas, son una puta mierda, eso lo tendríamos que saber todos y todas ya. Que la llamada Primera Guerra Mundial fue la puta mierda entre las putas mierdas, eso lo sabe o lo tendría que saber todo el mundo ya. La Primera Guerra Mundial no acaba en 1918 y acaba mal en 1923. Esta es la premisa del libro que el gran Francisco Veiga y Pablo Martín firman y que está cargado de otras premisas. Como la que nos dice que la guerra no empezó porque un grupo de zumbers se cargaran al Francisco José en Sarajevo, sino que la cosa venía ya imparable y los rusos tenían ganas de fiesta y en realidad, todos tenían mal lo que se llamaría el sentido de Estado y responsabilidad que lo único que hizo fue ganar tiempo para unas cuantas potencias en momentos bajos. Una guerra que fue una sangría, una auténtica carnicería, con batallas donde muere gente a mansalva, gente y gente, simplemente por el empecinamiento de unos cuantos generales y políticos idiotas que antes que probar otras fórmulas preferían echar más carne en el asador, más carne humana y ver qué pasaba cuando ya se sabía que era una guerra donde nadie iba a ganar heroica y brillantemente. Una guerra idiota con objetivos idiotas en la que finalmente nadie consigue lo que estaba buscando más que ganar tiempo, sobre todo los vencedores, y donde los vencidos consiguen quitarse de encima los poderes que venían gobernando sus países para abrirse a cosas nuevas. A veces, cosas nuevas que preceden al horror más absoluto. Otras, esperanza para toda la humanidad.
Una guerra contada desde lo militar, perocontada desde lo militar para dejar constancia del desprecio hacia la vida humana de esos militares que tanto aman a su patria, a su nación, a su pueblo, pero que no dudan en echarlo a la parrilla cuando les conviene. Como contó Stanley Kubrick en Senderos de Gloria basándose en la llamada Ofensiva Nivelle, ordenada por el general Nivelle, las ideas de un loco pueden costarnos miles y miles y miles de vidas. Si a un loco le sumas en frente a emperadores locos, kaiseres locos, primeros ministros estúpidos, planes de fantasía, teorías bélicas idiotas, planes estratégicos donde lo que menos importa es la gente a la que se pretende 'salvar'... se hace un cóctel en el que finalmente uno siente que las guerras ya no es que tengan que ser malditas, es que aquel que proponga el conflicto armado como solución debe ser juzgado por loco. Y al que le gusten los uniformes, que se lo expliquen.
Carne de cañón. Ese partido Socialdemócrata alemán votando la guerra cuando podrían haberse opuesto y haber hecho tambalear el mundo quizás de manera diferente a como lo hicieron los rusos luego. Ese partido Socialdemócrata otra vez, fusilando a sus compañeros para 'mantener el orden', porque como dice en el libro que dijo el infausto Gustav Noske 'alguien tiene que ser el verdugo'. Esas limpiezas étnicas en Anatolia por el bien de la paz y la amistad. Esas masacres en ofensivas echando rusos y rusos y rusos a la muerte por ganar unos kilómetros o por joder al general de al lado. Esa inútil batalla de Verdún. Esa guerra civil rusa en la que la guerra no ha terminado y todas las piezas siguen jugando a lo mismo sin que se hayan enterado de nada.
O quizás sí.
Una de las claves del mantenimiento del conflicto fue el de mantener la disciplina y la cohesión social. Una barbarie de sangre y barro que hermanaba a los combatientes en las trincheras y enardecía los sentimientos nacionales. Hasta que esos sentimientos se pasaban y había que bombardear las propias trincheras para hacer entrar en razón nacional.
Mantener la disciplina y la cohesión. El consenso sobre quién manda y porqué tiene que mandar hasta que sea posible.
Un libro entretenido, que cabrea y que se disfruta, que cuenta aquello que te han dicho que pasó pero que en realidad fue de otra manera. El drama del pueblo árabe, puteado y engañado por ingleses sobre todo y franceses también. Ese drama. Los turcos, ninguneados y derrotados, pero finalmente victoriosos aunque ya no importe. Esos generales franceses, por dios. Esos generales ingleses. La cohesión y la nación en armas. El nacionalismo ruso que ya trató Veiga en otro libro sobre la revolución rusa. Esa revolución rusa donde gana el que mejor se organiza.
Ese aprender a organizarse y a controlar el mundo de otra manera. Y mientras se aprende. Sangre y carne. 
De eso va todo al fin y al cabo.

jueves, 12 de marzo de 2020

Gastón Sereteli

El relato de viajes da un vuelco cuando ya no se habla tanto del ciclo de aventuras clásicas como de otro género más introspectivo, en el que no se trata de impactar al lector haciéndole ejercitar su mente poniéndole forma a sus sueños y pesadillas, sino que el nuevo viajero es alguien que no va a lo sitios sino que los sitios están en él.
Gastón Sereteli, junto con dos amigos, Julián Quiace y Armando Gos, decidieron abandonar sus rutinarios trabajos como miembros de la General de Importaciones para salir a mar abierto con una chalupa y quedarse precisamente quietos en un lugar cerca de ninguna parte. Y a partir de ahí, vivir y disfrutar, en un sitio que no es, de todo lo que la vida tiene que ofrecernos. Es el momento de decir que este texto no pretende que usted entienda que Gastón Sereteli y sus amigos en realidad jamás surcaron ningún mar y que con la chalupa se desplazaron lo mínimo indispensable para decir que estaban en otra parte. Usted no sabe. Usted no entiende.
Este suele ser el gran problema del autor que se enfrenta a la literatura de viajes y se ha cansado de describir lugares a los que nunca ha viajado. Gastón Sereteli puso rumbo al norte y rápidamente se dio cuenta de que quería ir al sur. Estaba en el sur, el sur vivía en su corazón, en sus ideas, en sus ojos, pero algo le llamó a ir al norte, justo cuando daba la orden se arrepintió y pensó ir al sur. Quiace y Gos cumplían su cometido como fieles acompañantes, leyendo libros interesantes y bebiendo licores fuertes.
Me gusta imaginar a Gastón Sereteli, a Julián Quiace y a Armando Gos en su barco, mirando al horizonte y aburriéndose. Viendo la costa desde su barco y pensando que esa costa es otra costa. Gastón Sereteli se apea en el puerto de Munguía y camina por las calles del pueblo. No entiende el idioma, quiere probar todos los caldos y los platos que se sirven, se ríe con los juegos de los niños, envía señales al barco donde están Quiace y Gos y les dice que no hay peligro. Todos han vivido en Munguía. Es siempre una novedad, todo puede cambiar.
Si tú quieres.
Gastón Sereteli se ha comido una tortilla paisana y tiene sueño. En sueños se imagina en Rusia. En Rusia hace mucho frío y les persigue el infortunio. Son tres amigos que están huyendo porque se han equivocado. Son tres amigos y ninguno es ruso. Entienden el idioma, se despierta sobresaltado porque no van a volver nunca más a Rusia. Sereteli tiende la mano a la esperanza, a quienes le persiguen y les anuncia que un día, todo será mejor.
Gastón Sereteli se levanta de la siesta y vuelve al barco. Quiace y Gos le cuentan sus sueños. A Sereteli le interesa saber qué sueñan los demás. Se imagina en los sueños de otros.
La literatura de viajes me parece que ha llegado a su límite comprensible. No tengo mucho más que aportar.

miércoles, 11 de marzo de 2020

Anábasis

No lo cuenta Jenofonte porque no estaba allí, pero mientras él y sus guerreros volvían a Grecia, un par de mujeres comentaban la jugada desde una aldea cercana a Atenas.
'- Lo que no acabo de ver claro, Demetria, es el qué. Es decir, no entiendo si han ido hacia allí con la intención de pelear y combatir, no sé porqué no se quedan y combaten. Aunque deban morir. Es decir. Si han ido hasta allí para pelear y todo eso, si su único sentido es el de pelear y combatir y todas esas historias, porqué han de volver. Mejor establecerse allí y pelear, digo yo.
- Te entiendo y no, Hesia. Te digo que el instinto de supervivencia es lo que nos mueve. Y que finalmente, lo que queremos es estar tranquilos, en nuestras casas, con nuestra gente. Si lo que han ido a hacer allí ya no tiene sentido, porqué no volver a casa y estar con quien quieres estar.
- Te veo. No es lo que pienso. Creo que este tipo de gente que van a ese tipo de aventuras, no tienen el regreso como meta. Piensan en ir y quedarse y pelear y guerrear. Cuando vuelvan, si vuelven, no tardarán en volver a querer partir. O peor, nos atormentarán con sus narraciones de luchas, peleas, aventuras, heroísmo y valor. Yo creo que lo que ocurre aquí es que nos condenamos a sufrir las veleidades de personas con poca palabra y poco sentido de la responsabilidad. Si te has comprometido con la muerte, como les gusta decir, ahórranos el trago de volver a verte. Quédate allí y pelea hasta morir o hasta que no quede nadie por matar.
- Me parece una postura demasiado radical. El hombre puede rectificar. El ser humano, me refiero. Creo que puede rectificar y puede cambiar. Puede que haya hecho el juramento más sagrado y que, finalmente, si ve peligrar su vida, puede echar un paso atrás, recapacitar y volver.
- Pero es que ellos iban allí a sabiendas que su vida ya estaba perdida.
- Eso no lo sabes.
- Siempre lo dicen y alardean de eso. Los soldados parten queriendo morir.
- O no. O queriendo una paga, un botín, volver a casa a disfrutarlo, volver y contarlo. Sé que se pueden poner pesados y que estamos condenadas a oir repetir sus historias y sus gilipolleces. Sí, gilipolleces. Pero también creo que hay que ser compasivo con el ser humano y saber perdonar y comprender sus errores. Además, por el camino seguro que matan gente y tienen riesgo de morir.
- Perdonar, dices. Cuando vuelvan y vuelvan como vuelvan, te acordarás del perdón.
- Me acordaré.
- Pues eso.

martes, 10 de marzo de 2020

Virus

¿Y si nos dijeran que el papel de váter es malo? ¿Que horribles consecuencias para nuestros culetes y demás se esconden detrás del papel higiénico y todo el papel higiénico que nos hemos comprado no solo no nos sirve para nada sino que 'es malo'? ¿Y si un día nos dijeran que tenemos que atacar esa colina y tenemos que formar todos juntos en posición de nosequé y conquistar esa cota porque la patria lo precisa? ¿Y si nos dicen que cualquier cosa es cualquier cosa y nosotros pensamos que cualquier cosa es lo que hay que hacer? ¿Y si no nos lo tomamos en serio? ¿Y si no nos tomamos nunca en serio nada y todo parece que le pasa a otros y acabamos dándonos cuenta de que, de repente, todo ha cambiado y lo que nos tomábamos a chiste ahora es la realidad? ¿Y si nos dijeran que fuésemos mañana a tal punto a tal lugar y no volviéramos más? ¿Y si un señor aparece por la tele y nos dice buenas noches todos los años el mismo día y nadie supiera porqué lo hace y todos los años nos deseara cosas muy preciosas sobre las que él no tiene mayor incidencia y todo el mundo pensara que eso tiene que ser así o que es así porque mira tú? ¿Y si saliésemos mañana todos y todas en pelotas a la calle y nadie nos hubiera dicho nada ni lo hubiéramos visto por las redes ni nada? ¿Y si mañana nos dijesen que nos preparásemos porque no habrá más mañanas? ¿Y si te dijeran que todo lo que amas y estimas lo van a tener que eliminar porque han encontrado que hay algo en tu sangre, en tu análisis de orina, que no va bien y que mejor que te vayas despidiendo y cantando los nombres de con quién te relacionas porque esos van para delante también? ¿Y si todo viniese explicado en un libro y te lo dijeran y nadie hiciera caso? ¿Y si te dijeran que esto en realidad es como otras muchas cosas que han pasado y te diera igual? ¿Y si te dijeran que Italia no existe más? ¿Y si todo fuera una broma? ¿Y si todo fuera una conspiración por parte de alguien que está ensayando para hacer este tipo de movilizaciones de población y que no es más que algo más gordo que se está preparando? ¿Y si fuera el fin del fútbol? ¿Y si mañana dijeran que ya no se puede jugar más al fútbol si no es en tu barrio entre colegas? ¿Y si las redes sociales fueran la verdad? ¿Y si todo lo que has visto en tu vida te dijeran que no existe porque no lo has subido a las redes sociales? ¿Y si desaparecieran de tu vista las cosas a tiempo real a medida que la gente va decidiendo de manera virtual mediante votaciones a las que no tienes acceso que tal o cual persona o tal o cual cosa o tal o cual ciudad debe dejar de existir? ¿Y si las cosas que pasan te pasaran a ti? ¿Y si alguien decidiera que tu cara debe llevar los mismos filtros que utiliza para parecer más joven? ¿Y si te obligaran a estar contento todo el día? ¿Y si nos dijeran que todo esto del coronavirus es en realidad un proyecto de alguien en China que se le ha ido de las manos? ¿Y si te dijeran que China no existe?
¿Has estado en China? ¿Tú has visto China? ¿Cómo sabes que existe China?

lunes, 9 de marzo de 2020

¡Hablemos de feminismo!

Todo mal. Una manifestación a la que llegas tarde porque no estás respetando los códigos morales ni éticos mínimamente permisibles. Y además, lo va a saber todo el mundo. Pantallazo al contubernio. Una manifestación a la que llegas tarde y mal. Tarde por tarde y mal porque los cuerpos no están bien. Mi madre ha venido a la concentración de la mañana. Desunión o desorganización o organización desorganizada o yo que sé. Da igual. Al final, si lo miras desde fuera y sin preguntar demasiado, todo parece uno y si no te lo explican no entiendes la diferencia entre una cosa y otra y quién es la que grita y quién es la que anima. Quién es. No lo sabemos. La prensa local nos lo explicará todo convenientemente y de la manera más sabia. Una performance, un manifiesto, una manifestación. Las mujeres se organizan, se autoorganizan y los demás vamos a remolque. Tan a remolque que no recuerdo cuándo fue la última cosa que se organizó así con algo de ilusión y que no lo movieran mayoritariamente las mujeres. Tanto de mi organización como de cualquier movida. Da igual. Manifestaciones, charlas, reuniones, siempre a remolque porque tiran más. Porque tienen más ideas. O las ideas. Los demás torcemos el morro, ponemos pegas, no lo vemos claro, no lo vemos bien, no lo vemos serio. Serio. Y si lo organizamos o nos ponemos delante, no paramos de organizarlo y ponernos delante. Incluso para organizar una comida que rompe con el espíritu de la jornada, ellas lo tiran para delante. A la manifestación de Barcelona se llega tarde y mal. Pero se llega. Y aunque las perspectivas querían que por fin las manifestaciones bajaran 'porque ya estáis en el gobierno', la manifestación sigue siendo masiva. Incluso más. Porque nada cambia y todo continúa. Y los demás tenemos que aprender. Aprender a organizarnos o a que no nos organicen tanto. Aprender a hacerlo todo. En la manifestación una de las cosas más importantes que uno puede apreciar es que hay esperanza.
Esperanza porque hay gente joven.
Siempre digo esto en las movidas. Gente joven. Gente joven que no piense como los viejos. Eso es importante también. La juventud no asegura nada y puedes tener veintipocos años y pensar, moverte y trabajar como lo más antiguo. O antigua. Es igual.
No estamos hablando de eso. Estamos hablando del feminismo y estoy hablando yo del feminismo y ya hace rato que tendría que estar callado, o opinando de otra cosa, o yo que sé. Una cosa es una cosa y esa cosa será lo que la cosa quiera ser o le apetezca. Y así más o menos vamos avanzando. Nos encontramos por el camino con compañeras y con compañeras que hace mil años que no veíamos y que se aburrieron de ser compañeras y que, naturalmente, no tienen ninguna necesidad de volver a ser compañeras si ser compañeras significa volver a pasar por lo mismo. Y eso es también feminismo. Pasar del tema. Evitar espacios de mierda.
Unas chicas llevan delante nuestro pancartas hechas por ellas mismas, que son las mayoritarias y que se han impuesto respecto a lo que se ve en otras manifestaciones. Mensaje propio y sin uniformizar. En una cara lleva un mensaje en inglés. Es un mensaje que me llama la atención. Le voy a hacer una foto y cuando la pancarta se gira, '¡Cállate pavo!'. Toma castaña.
Le pido a la compañera si me deja hacer una foto. De la cara b.
Cállate pavo. Ahora me tocaría hacer algún tipo de refutación de esta afirmación, los hombres deberíamos, los hombres somos, los hombres tal y cual. Hacerme el guay.
No me voy a hacer el guay.
Visca la lluita feminista. Viva la lucha feminista.
Poca cosa más. Que cada día mejor, tú.
Menos cuando ves que otro zumbado le ha pegado un tiro a su pareja en Castellón y ves la cara del pavo y es todo como que yo que sé. Como que no sabes qué decir.

sábado, 7 de marzo de 2020

El infierno está en Grecia

Y, mientras tanto, el civilizado continente europeo va dando pasos hacia la barbarie. Mientras nos estamos debatiendo entre el reformismo y la revolución, mientras hacemos delirantes artículos saludando lo federalista o poco federalista que es tu nueva organización o tu antiguo elemento hectoplasmático, en Grecia, en nuestro propio marco mental y cultural, el infierno se ha desatado. Mientras nos ponemos estupendos pensando en cómo alcanzar nuevas cotas de sofisticación para enumerar nuestros conocimientos y despreciar lo que otros aportan o saben o desconocen o vete tú a saber qué, en Grecia, aquí mismo, se ha declarado la guerra, con la boca abierta y sin ambages, a los derechos humanos.
En tu cara.
En tu misma cara. Con total normalidad, las noticias que nos va contando Hibai nos llegan relatando cómo elementos de extrema derecha han comenzado la guerra por su cuenta. En tu misma cara, el gobierno Griego de derechas, que como el mundo entero sabe es exactamente igual que el de Syriza que eran unos mierdas que no hicieron nada, el gobierno de derechas comete tropelías sin cuento y lo más sangrante es que nadie está diciendo nada. Grande-Marlaska en la línea de lo que sea ya nos parece bien ha dicho que lo que eso, ya eso. Ministros socialistas. Nuestros ministros espero que digan algo o que lo hayan dicho y que alguien me pinte la cara para que se me vaya la vergüenza.
Mientras nos hemos estado regodeando con el hecho de que Syriza perdiera y que se demostrara que una opción de izquierdas era inviable si no era con muchas hoces y martillos y con muchas demostraciones y desfiles, ahora nos encontramos con que refugios, ongs, arden, se queman, todo a la mierda. Que nazis alemanes van a Grecia a repartir ostias a los inmigrantes y a la gente que está allí intentando ayudar. Que todo eso parece normal.
Que cada día aparezcan noticias de muertos, de ataques, los refugiados como moneda de cambio, los turcos presionando, los europeos pasando de todo, el gobierno griego practicando el matonismo, todo correcto. Todo es bien.
Y mientras mueren niños, mientras fascistas atacan y la policía pasa de todo o forma parte, nosotros aquí.
Pensando. Discutiendo, debatiendo, hablando, encerrados en nuestra burbujita porque aquí no nos pasa nada y vamos a ser siempre así de no sé cómo explicarlo porque somos tan así que ni siquiera tengo palabras para un sábado por la noche.
Si entornas los ojos un poco, los ves venir.
Pero no te molestes. Tenemos vidas infinitas.

miércoles, 4 de marzo de 2020

Moi

- Yo he estado mucho tiempo allí donde tú dices y yo eso que tú dices no lo he visto. Llevo tiempo escuchándote y repitiendo siempre una historia parecida. Nadie te dice nada porque nadie ha salido del pueblo, pero estoy convencido de que lo que cuentas no es verdad. Lo que pasa es que toda esta gente, te tiene miedo. Te tiene respeto. Creen que sabes más que los demás y como hablas de sitios lejanos y de países que solo hemos escuchado en tus narraciones, sienten que eres una autoridad. Pero eso no es así. No sabes tanto y me parece que ni siquiera has estado en la mitad de sitios que dices haber pisado. Estás acostumbrado a que todo el mundo te escuche y te de la razón, pero eso se ha acabado. Yo he estado, sí, yo he estado, allí donde dices tú que has estado antes y donde todo el mundo te conoce y os voy a decir una cosa a todos los que me miráis, no le conocen. No saben quién es. No es nadie. Y si alguien lo conoce, sonríe cuando escucha tu nombre. Porque a veces es mejor que no te conozcan a que te conozcan como te conocen a ti. Y te conocen, vaya si te conocen. No donde tú dices que te conocen. Te conocen en otro sitio. Sí, yo te voy a decir dónde te conocen. Te conocen en sitios donde no te quieren volver a ver. Sí. Allí mismo. En sitios que un día frecuentaste y que hoy dices que no conoces. En esos sitios. Y yo he estado allí también. Sí, he estado allí. Y te puedo decir que todo lo que cuentas no es verdad. Mientes más que hablas. Yo he estad allí y he hablad con gente y tengo amigos. Sí, tengo amigos, amigos que me cuentan que no te conocen y si te conocieron no quieren volverte a ver. O es que te crees que todo el mundo es tan simple como es la gente de este pueblo. En este pueblo te cree todo el mundo alguien superior, simplemente porque dices haber estado en lugares que no nos suenan y que conoces a gente que los demás ignoramos. Una gran autoridad. Y no eres capaz de salir de este pueblo sin que te vuelvan a mandar para aquí. Y aquí te tenemos, todos los días contándonos la misma historia, el mismo cuento, con personajes distintos, pero yo sé que no nos dices la verdad. Yo he estado, sí, yo he estado en esos lugares que dices frecuentar, con esa gente que dices que son tan amigos tuyos, con todos esos que dicen que siempre que vas tienen un vaso de vino preparado para beberse contigo, que te piden consejo, que te tienen en consideración. Esas tierras de las que hablas, esos mares, esas penínsulas, esos puertos, ese desierto, esa montaña. Ya me he cansado de escucharte y no decir nada.
- Nadie te está escuchando...

martes, 3 de marzo de 2020

Dos días antes

Dos días antes de que se juegue la semifinal, el partido de vuelta entre mi Athletic Club y el Granada, me gustaría hacer una reflexión. En primer lugar, no veo nada claro que vayamos a pasar. Creo que hemos demostrado en los últimos partidos que nuestro planteamiento, ideas y jugadores están algo estancados, nos faltan efectivos, nos sobra entusiasmo, pero nos falta fútbol, picardía, idea, pericia a la hora de rematar y de sacar rendimiento de todo el esfuerzo que hacemos. Pienso en un partido duro, con todo un estadio presionando, jugadores del equipo rival yendo como lobos, como se tiene que ir, y nosotros jugando a aguantar y ver pasar el tiempo. Y nunca nos sale bien.
Tenemos una oportunidad histórica. Hace muchos años que en Copa los equipos que no son el Barça o el Madrid no llegan tan arriba y con posibilidades de ganar. Sea cual sea la final, será inédita. El hecho de que Barça y Madrid cayeran eliminados abre la puerta a poder ganar el trofeo. Si antes nos eliminaban, te cabreas, pero sabes que si los magnates del fútbol están en el ajo, poco puedes hacer. Así que de lo que pase el jueves por la noche, sobre todo si no pasamos, infiero que pueden extraerse conclusiones que pueden ser fatales para nosotros.
Los que somos del Athletic nos hemos tenido siempre por una afición especial. Una afición que en muy raras, muy contadas ocasiones es capaz de increpar a sus jugadores. Puede silbar un mal partido, que tiene que ser espantoso, pero nunca increpar a jugadores. Ahora que leo twitter y esas cosas, leo cosas inverosímiles, ataques a jugadores, casi conatos de agresión, negación del pan y la sal a entrenadores que nos están llevando lejos y que con lo que hay, mucho exprimen el limón.
Me muero de felicidad si el jueves pasamos. Y no lo veo claro. No me quiero ni imaginar volviéndome loco y comprando el mismo viernes un billete a Sevilla a hacer lo que sea, menos ver el partido. Pero es eso. No me lo quiero imaginar.
Me imagino más la destrucción de un sueño como es el de ser aficionado a un club de Fútbol especial, que compite con lo que puede irle guindando a precio de oro a la Real. Me imagino más acabar siendo como la Real. Y entonces yo ya no tendría motivos para ser del Athletic Club. Me imagino que la gente querría ganar, que la directiva querría ganar, que los intermediarios por fin podrían hincar el diente al Athletic y ganar también. Y me da terror.
Porque como desaprovechemos esta oportunidad histórica y, Iraola no lo permita, la Real llega a la final y la gana, mucho me temo que acabemos solicitando darnos la puntilla nosotros solitos.
Quiero que gane el Athletic Club como quiero que gane siempre, pero esta vez más. Porque viendo por donde van los tiros, viendo cómo se mueve una afición que parece que se parece cada vez más a los demás, estamos a punto de que nos vendan el caramelo envenenado de que para ganar se necesita un plus. Y ese plus es dejar de ser el Athletic Club. Me da pavor pensar en toda esa gente que piensa que perder contra un Granada que nos saca nueve puntos sería una desgracia tan mayúscula como para quemarlo todo.
Espero que el jueves ganemos, pasemos y que lleguemos a la final. Y si no pasamos no diré que no pasa nada. Pasa y mucho.
Pero me da terror que pase demasiado.

lunes, 2 de marzo de 2020

Crónica del #Plegramenet de Febrero. Pantallazo a destiempo.

Con la madurez que da el tiempo, iniciamos una nueva variante periodística. El pantallazo a una semana vista. Hoy en día, con los adelantos, los móviles y el Internet, ya no vale hacer una fotografía de la realidad. Ahora lo que hacemos es un pantallazo. Y como me gusta ir contracorriente, en lugar de aprovechar la inmediatez que nos proporcionan los adelantos, los móviles e Internet, me dispongo a hacer una crónica de algo sucedido hace una semana y que todo el mundo conoce. O no. Porque a casi nadie le interesan ya los plenos municipales. Y hacen bien. Porque si se hubieran enterado de lo que pasó el lunes por la tarde noche, plegarían.
Qué pasó el lunes por la tarde noche. Pasó que el movimiento feminista en Santa Coloma se declaró la guerra a sí mismo. Pasó que una de las experiencias más alucinantes de movilización que uno recuerda haber vivido, como son las huelgas del 8M, las manifestaciones y movilizaciones, ya no es vista como algo positivo, sino como algo para ser delimitado, compartimentado, redefinido, roto. Y lo hizo nuestra alcaldesa y la portavoz de The Sufragettes. No solo eso, también se permitieron el lujo de apoyar a las integrantes del Partido Feminista, recientemente expulsadas de Izquierda Unida por sus posiciones transfobas como poco. Lo cual ya no tiene ni sentido ni razón. Si una portavoz de una entidad dice esto, pero esta entidad está compuesta en su mayoría por personal político y técnico del Ajuntament, qué imagen se está dando de lo que el movimiento feminista tiene que ser en la ciudad. Da miedo. Como diría y dice el Azagra, Glubs. Ese Glups, esa aspereza, esa tensión, ese fantasma del futuro en el que la alcaldesa se permitió aventurar que quienes hoy sois feministas mañana dejaréis de serlo porque ya no se os podrá considerar como tal, fue tan grave, una situación de tanta agresividad hacia quien en ese mismo momento aún parecen compañeras de lucha, que a mí, que como machirulo comumacho o lo que sea, estaba allí contemplando con mis piernas abiertas la escena y mi cerebro pensando en fútbol y películas de Chuck Norris, a mí, que ni me va ni me viene, me vino.
Y me vino un perfume a rancio que tiraba para atrás. Y no concibo que gente de esta ciudad a la que tengo como progresista, como moderna, como de otra manera, esté ahí dando apoyo, haciendo bulto, no sé cómo. Y no salgo de mi asombro. Porque no me puedo creer que ante las barbaridades que suelta la inefable Lidia Falcón haya feministas de nuestro pueblo Santa Coloma que digan, es verdad, tienen razón. Y ya casi que da lo mismo lo que pasó el lunes en el pleno y que no suene esto a que no pasó nada más. Porque lo que pasó además o junto a esto, es como poco, menos trascendente. O a lo mejor sí. O yo que sé.
Porque las situaciones trascendentales en la vida han de ser valoradas como lo que son. Y cuando se dan estas situaciones, es mejor tomarse un tiempo, con cautela, y emitir un juicio. Yo que sé lo que digo. Cosas que son menos importantes. Como que por ejemplo la situación de Serveis Socials que ahora se llama Drets Socials está digamos que medio regular. Pero eso son temas que ya sabemos que para ti o para mí. Es decir, que son temas que si los tratas, finalmente la culpa será de otro. En Santa Coloma siempre tiene la culpa alguien que no eres tú. Y eso nos hace vivir tranquilos, con patente de corso. No hace falta nada más que considerar que seguro que hay alguien ahí fuera que tiene algo que ver con lo que te pasa y que exime de responsabilidad a lo más cercano. Tu Ajuntament no puede hacer más. Acostúmbrate.
Resultados de las pasadas elecciones. 17 regidores socialistas. Pero algo debe pasar ahí dentro para que se comporten como si tuvieran 10. Todo es casus belli, todo es susceptible de ser chamuscado. Todo es susceptible de ser adormecido o criticado furibundamente. Pongamos un ejemplo.
Durante el pleno se presenta una moción de ERC sobre la defensa del espacio público y sobre la cosa de la ciudad vivible que nosotros votamos pero como de aquella manera porque a ver, todo el rollo punitivo no nos va, el caso es que en esta moción se nos ocurrió decir que la ciudad está un poco de aquella manera de sucia y que podríamos mirar métodos nuevos, o bien antiguos, pero otros, para lo de la limpieza porque parece ser que con lo que se hace no es suficiente. Pues mire usted, cómo se pusieron los 17 regidores que parecen 10. Que de dónde han sacado a esta gente. Y lo de que se deje de culpabilizar a la gente y se limpie desde l'Ajuntament. Qué desfachatez. Pues acto seguido, la regidora del ramo, Ana Belén Moreno, vino a decir exactamente que hay gente incívica que no hace caso. Y eso no es culpabilizar ni nada.
No pasa nada.
Cada vez, dicen, hay menos gente mirando los plenos en el Youtube del Ajuntament. Supongo que la gente tiene interiorizado que esto de la política municipal está de capa caída.
Lo de los 40.000 colomenses de más. Está claro que si dices que esta ciudad de 120.000 colomenses, para ser vivible y disfrutable, debería quedarse en 80.000 colomenses es porque hay 40.000 colomenses. Y ya está. No pasa nada. Cada vez que he escuchado hablar de esponjamiento y de que en las ciudades sobra gente pienso 'me están diciendo que me pire'. Aunque no me lo digan. O aunque se lo digan a otro. Vale, y quién sobra. No sobra nadie, me dirás. Saco la cosas de contexto, me dices. Sí. Vivimos de sacar cosas de contexto.
Pero ese no es el tema.
El tema son las marcas blancas y los malos augurios para una sociedad, la colomense, que vive pendiente del Ajuntament y lo que pase en el Ajuntament y lo que se decida desde el Ajuntament y sus marcas blancas. El pleno. Estamos hablando del pleno.
El pleno bien. Se aprueban las mociones del Sahara y se aprueban las mociones que se presentan por las escuelas y sus equipamientos y nada como siempre tiene que ver con nada y hasta Ciudadanos parece de la izquierda estatalista si se pone. Porque lo de los barracones no tiene nombre pero mira qué cosa tan así que el foco siempre se pone en otro sitio y en otra gente. Siempre.
Y ahí estuvimos.
Dándole vueltas a la cabeza sobre el fin del feminismo, el fin de la revolución, el golpe de estado de Brumario, el bonapartismo feminista, el así es porque así me parece a mí. Una lástima aunque se levante el puño para afirmar nosequé. Una lástima defender postulados transfobos, homófobos y luego reafirmarse en todo ello y hacerlo por un mero afán de hacer daño. Únicamente.
Un pleno más en Santa Coloma de Gramenet. Vamos a hacer un pantallazo de la realidad. Y se lo vamos a enviar a todo el mundo.