jueves, 30 de agosto de 2018

Lenin jefe

Entonces, no, no te rías, entonces va y me dice, no, es que como tú eres el jefe.. . y yo le digo, pero qué jefe ni que jefe, qué coño estás diciendo de jefe. Y va y me dice que sí, que como soy el jefe pues que yo tengo que... y le digo, mira, como de verdad sea yo el jefe entonces sí que vas a flipar, que jefe ni que jefe. Y me dice, pero con todo el morro, que bueno, que con tanto rollo y tanto tanto, que si lo que quería era mandar, pues que ya lo puedo ir haciendo, que qué me creía que era eso de ser jefe, tantas ganas que tenía. Y yo que me lo quedo mirando así y le digo, pero qué mierdas estás diciendo, de jefe ni que jefe, que solo te he preguntado por lo de la máquina aquella que dijiste que ibas a preguntar y ahora me sueltas que qué me cuentas y que como yo soy el jefe. De verdad que es que me quedé flipando. Que como yo soy el jefe, dice. El jefe. Qué jefe ni qué jefe. A ver si estamos aquí que si con las reuniones, con las reuniones y con su puta madre ya de las asambleas y las reuniones y la ostia y resulta que no, que como es que yo soy el jefe. Y que el primero que te lo dice es uno que lleva toda la vida aquí viniendo y dando la murga y ahora va y me dice que si tantas ganas tenía... Te juro que yo no me río, bueno que sí que me río, porque es que te tienes que reír. O sea, que el jefe. El jefe. Las ganas que tenemos de tener a uno que mande, uno que diga 'aquí' y todos aquí. No aprendemos nunca. Uno que se ponga delante, y las ganas que tenemos todos de ser ese que se ponga delante. Yo es que no entiendo. El jefe. Que como yo soy el jefe pues tal. Y todos ahí con la boca abierta esperando a ver qué. Y yo ahora no sé, y yo de esto no entiendo, y eso no lo estaba llevando nosequién, o eso es que es así y ahora a ver quién lo cambia. Y lo que tú digas. Y lo que a ti te parezca. Y si tu lo dices, pues será. Y así. Y ya no discute nadie conmigo. Y coño, que lo que a mí me gustaba era discutir. Porque así, ya te digo ahora que vaya mierda de rollo que estamos montando como no discutamos al menos. Es que discutir, va y me dice, espera, va y me dice, es que lo de discutir crea división y crea una sensación de desasosiego que... y yo ya no sabía dónde meterme. Entonces tiene que ser lo que yo diga. Y que yo soy el jefe. Te voy a decir una cosa, le dije, como sea el jefe yo un día y ese día igual no llega nunca pero igual soy yo el jefe un día, te lo voy a decir porque no te veo que te vaya a quedar claro si no te lo digo, como sea yo el jefe, no te digo más que te vas a cagar las patas abajo como sea yo el jefe. Porque visto lo visto, me cago en el jefe y en la madre que parió al jefe. Tú te crees. Pues así estamos. Hasta hoy.

miércoles, 29 de agosto de 2018

Freak Show

Una de las cosas más divertidas de twitter es seguir las cuentas que se encargan de recoger las cosas inverosímiles y ridículas que hacen según que indepes en su afán de llenar de lazos amarillos el territorio. A la comprensible y necesaria reivindicación de la libertad de los políticos presos a raíz de todo lo sucedido durante los últimos y nefastos meses del año pasado, esas performances le unen un punto de frikismo que hace que no te las tomes en serio. Si a ello le añadimos la incesante campaña del President Torra de actos simbólicos y bendiciones de botijos, actos religiosos y presentación de una Catalunya rancia que a muchos nos parecía cosa de otro tiempo y de otras tierras que tanta risa nos dan, tenemos un panorama bastante esperpéntico aquí en Catalunya.
Pero no están solos.
Hace unos días, Cayetana Álvarez de Toledo, política que fue cargo electo del PP y que ahora ejerce de opinadora, escribía en un artículo en el diario El Mundo que se había acabado la tontería y dado que Ciudadanos y PP criticaban la ocupación del espacio público, demandaba que Rivera y Casado, líderes de Ciudadanos y PP respectivamente, fuesen ellos mismos, con sus propias manos de ellos a retirar lazos amarillos. Porque se ha perdido la ley, el respeto y todo, y unos líderes han de dar ejemplo de lo que predican. Y como aquí ya no hay ni cabezas ni hay nada, Rivera se ha puesto a retirar con sus propias manos suyas unos lazos amarillos en Alella, acompañado por Inés Arrimadas y un nutrido número de medios de comunicación llamados a cubrir semejante acto valiente y tal.
Cuando estás cansado de reírte del frikismo de unos, llega el frikismo de otros y zas, ya no sabes para dónde mirar. Qué mierda de país. Al menos aquí, en este caso, Ciudadanos no ha subcontratado la recogida de lazos amarillos y lo hacen ellos mismos con las manos de ellos.
Había que pasar a la acción y Rivera lo ha hecho. Dando ejemplo. A los pocos minutos, la barandilla de Alella estaba otra vez llena de lazos amarillos. Me temo que va a haber lazos amarillos a punta pala a partir de ahora.
Hace poco, un catedrático, el señor Resina, llamaba a los indepes a pensar que la independencia no se iba a conseguir gratis, que iba a hacer falta violencia, víctimas, una mica de sang i fetge, para conseguir el objetivo. Visto lo visto, no se me ocurre otra que algún zumbado se tome las palabras de este emérito sabio al pie de la letra. Visto lo de Rivera, qué puede salir mal.
Hace unos días un incidente en la Ciutadella, levantó una hoguera. Una mujer rusa retirando lazos amarillos del suelo fue golpeada por otro señor. Que si era de Ciudadanos, que si el otro era indepe. Al final nada. Pero unos montaron el pollo para decir que esto es un clima de preguerra, poniendo fotos ful, y los otros se bufaban del tema en plan 'no te ha dao, cuando te de te vas a enterar'. Unos buscando lo mismo que los otros.
Supongo que ya no hay nada que hacer. Y habrá que esperar que un día a algún trallao se le vaya la mano y la liemos de verdad. O no.
Sea como sea, dentro de nada tenemos el 11 de septiembre, la Diada, ya convertida en un día en el que se celebra algo que ya no es lo que se celebraba. Tendremos una feria del lazo amarillo. Y por el otro lado, alguien se inventará algo.
Conclusión.
La cosa está mal. Las cabezas están mal. A los frikis y la derecha de uno y otro bando no le interesa que esto se vaya centrando en el tema central ¿qué queremos que sea el Estado español y cómo cambiarlo? Y siguen, unos apostando por mantener el poder, otros pensando que hacen la revolución con los lazos amarillos, unos y otros y todos sin mover un dedo por mantener el sistema.
Y mientras tanto, la mancha de aceite del fascismo y la extrema derecha va avanzando. Hungría, Polonia, casi en Francia, ya en Itala, manifestaciones nazis en Alemania... y nosotros aquí preocupándonos de lo que importa. Y lo tenemos tan cerca.
Un poquito de cangui, da.
Coda: Por cierto, hace unas semanas un concejal de Izquierda Unida fue asesinado en Asturias. Murió a golpes. No se sabe ni qué ni porqué. Pocos días después, Alberto Garzón fue agredido en Málaga. Igual la mano si que se está empezando a ir. Pero no dejan de ser de Izquierda Unida, nada grave. 

martes, 28 de agosto de 2018

Lo que estabas esperando

Caminar por Santa Coloma después de regresar de las diversas estancias vacacionales o las reclusiones impuestas por que no se puede y no se puede, nos devuelve de golpe, como por arte de magia a las pequeñas cosas de la política municipal y a las ganas de preguntarnos porqué. Y cómo. Caminar por Santa Coloma, en el tiempo que sea, nos hace pensar y penar por una ciudad que, efectivamente, necesita reformas y retoques. Digo más, necesita de hecho un reformulamiento general, una especie de planificación global que, ay, no sabemos cuándo ni quién. Una reformulación, una nueva idea de lo que es y lo que queremos ser que debe o puede ser pensada entre todos y todas. Todo eso tan así que se llama Participación Ciudadana y que con estas cosas de las ciudades del cambio y la nueva política estábamos en el trance de establecer como algo perdurable, aplicable y masticable. Pero como ese calor de fin de agosto que tú crees que ya no va a ser calor y luego resulta que sí que lo es, caramba si lo es, y del que no puedes escapar pese a que por fechas y porque 'en xxx sí que hace calor', la realidad colomense y el marco conceptual de quien lleva las riendas de la máquina, nos vuelve a asaltar. 
Lo que tanto esperabas. Santa Coloma, en un día como hoy. Gente paseando con bermudas y tirantes, aprovechando quizás los últimos días de vacación. Gente, también, que viene en estos días a Santa Coloma y pregunta por aquel bar... que recuerda cuando el Cine Goya... visitantes que un día se fueron y en estos días de fin de vacaciones, regresan. Por lo que sea. 
Lo que tanto esperabas. Caminar por Santa Coloma y ver el cartel. Lo había visto antes pero quería verlo ante mí. No me lo podía creer. Lo que tanto esperabas. Ciudadano o ciudadana colomense, aguerrida luchadora que protagonizas reportajes de la Vanguardia en los que nos presentan como fieros continuadores de la estirpe de reivindicadores de lo común (inocentes reportajes donde todos somos socialistas y los que no lo somos no somos nada), tú que tanto has reclamado por que la calle Milà i Fontanals deje de tener esa acera 'de cuando hicieron la calle Milà i Fontanals' y le den un lavado de cara un poco en condiciones a la que posiblemente sea la calle más larga de Santa Coloma, tú, que quizás habías perdido toda esperanza, tú, ya tienes lo que estabas esperando.
El Equipo de Gobierno dispone y tú recibes, agradecido, lo que estabas esperando. Qué concepto es este. Qué clase de idea sobre lo que es la planificación de una ciudad, los servicios que se ofrecen, el bien público, la gestión de lo que es común, se tiene. Lo que estabas esperando. Como si fuera un regalo. Como si hubieran llegado las rebajas de El Corte Inglés. Ya está aquí la inauguración de un nuevo centro comercial, en su zona. Ha llegado el tío de los melones. 
Con sus inversiones, con sus banderas europeas, ese marchamo de calidad por el que todo es bien y es mejor, con su slogan invirtiendo en vida, con un par de fotos para que veas lo chulo que va a quedar y quédate tranquilo que al final nos hemos acordado de tu calle.
Colomense, lo único que tienes que hacer, es esperar sentado a que el Equipo de Gobierno del PSC vea la necesidad a un año de las elecciones de iniciar las obras en tu calle. 
Espera, no pidas, no reclames, en todo caso, si tienes algo que aportar nos lo enseñas, lo miramos y lo hacemos nuestro. Nos sacamos la foto. Le ponemos un fondo. Se parece a lo tuyo. Gracias por hacernos el trabajo. Y se acabó.
Y supongo que lo gordo, lo realmente trascendente, no es todo este rollo que estoy contando. Lo importante es que realmente la calle se reforme, se haga vivible y punto. Y que todo lo que digo es una pérdida de tiempo. 
Pero es que parece que lo estaba esperando. 

lunes, 27 de agosto de 2018

Baal

Tengo por costumbre tomar el aire. Respirar. Soy un ser vivo, un mamífero, una persona y gusto de pasear para airearme. Bípedo y con buenos pulmones. No fumo. Respirar, caminar, ventilar. Tengo por trabajo una dedicación que me hace estar encerrado en una estancia durante horas. Cuando termino mi labor, respiro. Y salgo a pasear. Y así, de vez en cuando me encuentro a Baal. Él no se da cuenta, pero le veo. Le miro. Le observo. Suelo encontrarle en un camino perdido, en un parque olvidado, en algún bar con poca concurrencia. Creo que no le gusta andar con gente. Le encuentro absorto mirando hacia ningún sitio, a veces mascullando alguna cosa, otras veces araña una botella. Nunca habla con nadie y yo, que ya he dicho que no soy más que un ser vivo, una persona, un bípedo con buenos pulmones y poco más, no me he creído digno de hablar con él, de preguntarle. Mis costumbres, inalterables, me llevaron hace unos días a dar un paseo por una carretera que se pierde por entre polígonos y residencias de quiero y no puedo. Son estos paseos algo que me pone en contacto con el resto de humanos que viven sus existencias de esa manera que no se reseña en parte alguna. Y saliendo de un restaurante Wok, vi a Baal. Poca cosa, insignificante como soy ante su presencia, pensé como siempre en no decir nada y pasar a su lado, imperceptible, para no causarle ninguna molestia a Baal. Fue Baal quien me habló.
'Mortal, te veo interesado por mi estado de ánimo. Sé que te preocupas por mí, estás intrigado, me ves en un estado que no se corresponde con mi categoría. Y tienes razón en estar un tanto angustiado por ello, y no es para menos, ya que mi situación actual puede derivar en un aún mayor decaimiento y mi decaimiento es el fin. Y a qué se debe, te preguntarás Mortal, este abandono. La respuesta no la conozco ni yo. Y todo lo sé, y todo lo puedo. Eso lo conoces. Todo es posible y todo lo convierto en nada. Cuando quiera. Cuando quiera. Y ese es el problema. Que ya hace tiempo que debería haberlo mandado todo al garete y empezar de nuevo o dejarlo en suspenso o qué se yo, algo. Y no quiero. Y paseo por esos lugares oscuros, grises, solitarios, abandonados, construidos alguna vez con voluntad de agradar a alguien, de servir de esparcimiento, de lugar de trabajo y progreso, y ahora su fin es nada. Y sirven de nada. Y me entristezco. Y no sé si, alguna vez, alguno de mis propósitos ha servido para algo. Si mi creación es algo importante. Si no habré hecho el ridículo alguna vez pensando que... podría ser un dios e incluso el único Dios, que lo soy, que lo sé, pero...'.
Y yo, inflamado por dentro por ver a Baal tan decaído grité ardientemente que no, que no podía ser, que Baal, oh Gran Bal, el magnífico y el omnipotente, no podía ser preso de dudas o de cuestionamientos, que no era posible, que era improbable que Baal, que todo lo hizo y que todo lo volvería a hacer, no podía tener ni una brizna de sombra en su mirada causada mucho menos por...
'Basta Mortal, es suficiente. Con solo uno que me suba el ánimo... ya sé lo que tengo que hacer'.

Oh, Baal, desde ese día perdí mi trabajo, perdí mi sustento, perdí mis pulmones, perdí mis piernas, pero no me fue peor que a todos vosotros, que ya no estáis. Que ya no sois. Porque Baal actuó y lo volvería a hacer. Oh Baal. Oh Gran Baal. 

' Mortal, no necesito portavoz, no necesito alharacas, uno solo de tus halagos ha provocado la miseria de tu gente y aún pides más. Nunca sabe uno cómo...'.

viernes, 24 de agosto de 2018

Córdoba. Más bonito no se puede.

Viaje desde Granada a Córdoba. Autovía de Andalucía, la A-92, que te sumerge como por dentro y te va echando a los lados, arriba y abajo. Si vas abajo, a Málaga y a Cádiz. Si vas arriba, a Córdoba. A Córdoba que vamos. Entramos en la ciudad, dejamos el coche en un sitio que me parece lejísimos de donde estamos, una Pensión, pero que luego resulta estar muy cerca de donde estamos, una Pensión. He estado en Córdoba una vez o menos. No conozco nada de Córdoba. Vamos a ciegas. Dejamos el coche en una calle normal, de edificios normales, cogemos las cosas y nos vamos a buscar la Pensión, parece que estamos al lado de una muralla, vamos caminando junto al río Guadalquivir, entramos en un callejoncillo, ya estamos en la pensión. Resulta que estamos en el mismo centro y que desde donde estamos se ve la Mezquita, o la cúpula de la Catedral, ahora vamos con eso.
Córdoba, lejana y sola. Córdoba la llana. Muchas frases y refranillos. No sirven de nada. No conozco nada de Córdoba. Dejamos las cosas en la habitación, una habitación inventada encima del edificio, va a hacer un calor del demonio, tenemos terracita, no la vamos a utilizar. Vamos ya a dar una vuelta. Estaremos dos noches. Solo con el primer paseo ya se da cuenta uno de que Córdoba es muy bonito. O bonita. Al menos la parte que aparece en los mapas donde te indican las cosas y casas que tienes que ver. Muy bonito, pero no sé si a veces parece todo demasiado bonito y al mismo tiempo demasiado poco... aprovechado. No sé. Callecicas blancas, estrechas, con su suelo de chinorrillos que me tiene los pies muertos ya. Damos un paseo, por aquí, por allí, por ese callejón. La mezquita. Ojo. Querencia por ir al barrio judío, por visitar la Sinagoga, pero está cerrada. Vamos por esas calles y vamos repitiendo el discurso. La presencia árabe, lo que antes era una cosa y se quiso que fuera otra pero al final lo que es, es.
Las paredes de fuera de la mezquita, con sus arcos, sus inscripciones, y en medio, alguna virgen o algún arcángel. Mira, acabo de darme cuenta de porqué el estadio del Córdoba es el del Arcángel. No sé cuántas vueltas le damos a la mezquita al cabo del día. Nos dicen que por la mañana temprano es gratis. Tiendas de souvenirs, con las mismas fotos que en Granada, excepto las que tienen fotos de Córdoba, claro. Si en Granada hay postales de Federico, en Córdoba las podría haber de Góngora, sería un punto.
Damos vueltas y cenamos algo en un sitio muy molón de por allí, con un tipo que toca la guitarra canciones de Led Zeppelin y los clásicos de la zona. Parece polaco, daría la pierna derecha por que ese tío es polaco, pero es de Córdoba, que nos lo dice al día siguiente. Yo no. Yo no hablo con nadie, es Alba la que habla con todo el mundo. Antonio El Delegador.
Vamos a un barrio, el de San Basilio, donde nos han dicho que hay patios abiertos. El señor de la pensión es un señor de los de camisa de manga larga a mil grados. Nos indica algunas cosas. Latita de cerveza en la mano. Nos dice lo del barrio, lo de la mezquita, lo del barrio judío. Acierta en lo de la Mezquita. No tengo ni idea de lo que vamos a ver. El barrio de San Basilio está más muerto que yo. No hay nadie, no hay nada abierto, no hay nada. Al día siguiente volvemos a pasar y descubrimos un patio abierto. La señora nos explica el funcionamiento con vehemencia. Si se lo tiene que explicar a todo el mundo igual, debe andar loca. En ese barrio no hay nada. No ir.
Nos damos una vuelta la primera noche por el puente romano. Llegamos al final, pero no avanzamos. Hay una torre, con un museo. Queremos ir al museo. Queremos ir a otro museo, de la Alquimia, que hemos visto. Ojo con los museos. Hay un grupo tocando música en el puente. Son muy jóvenes. Tocan la de Despacito. Supongo que la gente lo filma, lo graba y luego comentarán, eran muy jóvenes, tocaban la de Despacito. Turistas. En mitad del puente hay otra estatua al Arcángel Rafael. Y antes una columna. Y así. Mucho símbolo pero lo gracioso no es cristiano. La gracia está en otra cosa. Asúmelo.
Nos tomamos una cerveza y un agua en una terraza muy cuqui, vienen unos guiris, se piden un arroz. Arroz de noche. Qué valor. El camarero se desvive por atenderles. A nosotros tarda en cobrarnos la vida. Cuestión de prioridades
El día siguiente. Vamos a la Mezquita. No hay palabras para describir bla bla bla. La verdad es que es un lugar único. Todo parece como de otro... y no. Y no es de otro. Que es de aquí. Controversia con la apropiación cultural, con lo que fue el pasado árabe, el pasado musulmán, el pasado hispano musulmán, que parece que vinieron del espacio, les echamos y volvimos a la normalidad. Y no fue así. La Alhambra, el Albaicín, Córdoba, la Mezquita. Se hizo aquí por gente de aquí, que ya vivía a aquí, que era de aquí. Y lo visitamos como 'el legado....'. Como si la Catedral de cualquier sitio no fuera parte también de un legado de algo que está medio superado. Medio.
La mezquita, el espacio de la mezquita, el patio de los Naranjos, qué bonito. Y en medio, el churro media manga mangotero de la Catedral. Un pestiño que duele a los ojos por muy antiguo que sea y mucha devoción y lo que te sople. Sobra ahí. Pero sobra tanto que duele. Y aunque lo expliques no se entiende. Cómo se puede meter eso ahí. Y sí, que antes de la mezquita hubo otro edicificio, claro. Pero es que tu llegas, ves la mezquita y doscientos o trescientos años después metes eso y... copón. 
A la visita a la mezquita sigue la visita al museo de la Alquimia. Golazo por toda a escuadra. Pero golazo grande. Una chufla, con su tableta y todo, explicando que hay elementos, que la tierra, que... no te explican nada. Te dejan ahí con el rollo y sobre todo, colándote una movida religiosa que huele a kilómetros. Una cosa es reconocer el papel de la presencia musulmana y otra cosa es intentar vender una moto espiritual, religiosa, filosófica, que no. Que no. Y como incluyen la Casa Andalusí en el paquete, pues gol y otro gol. Nada, no aporta nada. La culpa es nuestra.
Sigamos.
Es la hora de la búsqueda de los orígenes, de casas de familia, de intentar averiguar. Buscamos una calle, que se encuentra fácil, elucubramos, inventamos, imaginamos. Gente que se fue de un pueblo a otro pueblo y de ahí a Barcelona. Imaginando cómo vivían, paseando por esas calles, si alguien se acordará de ellos. Fotos, llamadas, qué habría aquí antes.
Una cervecita y a buscar para comer. Un sitio moderno, con el directo de Vetusta Morla, gente jovencita. Salmorejo (not me) y flamenquín. A lo típico. Berenjenas fritas con miel. Ya no puedo con más cerveza, de verdad. Y hace un calor de morir. Pero calor, calor. Pero calor.
Por la tarde, un nuevo intento de visitar el barrio fantasma. Igual de fantasma. Vamos a ver el museo de la torre de Calahorra, el museo Vivo de Al-Andalus. Vamos y le advertimos al de la puerta que si va a ser una chufla que nos lo diga. No, no. Bueno. Por los pelos. Hay una maqueta muy guapa de la mezquita tal como fue sin la Catedral. Y de la Alhambra. Pero siempre ese tonillo de 'el islam es fantástico', que no sé si es lo que toca. Para reinterpretar la historia no hay que caer en el rollo religioso, digo yo. Fotos guapísimas desde la azotea de la torre. Muchos visitantes.
Turistas. Catalanes. Cero lacitos amarillos. No he visto a nadie con el lacito amarillo ni en Granada ni en Córdoba.
Sigamos. Salimos de la torre y nos vamos a beber unas cañas a un bareto del otro lado del río. Y paseo alrededor del río. Y no sé quién gobierna en Córdoba. Creo entender que es el PSoE en coalición con IU. Glups.
Córdoba. La roja. La ciudad de Anguita. Y la ciudad de Rosa Aguilar, ejem. No sé qué recuerdo tendrá la gente de Anguita allí. Veo a muchos maduros con barba recortada. A mucho 'replicante'. En fin. Miro el mapa de Córdoba. No sé de dónde sale tanto santo y tanto ángel.
Y a la mañana siguiente, nos tenemos que ir a Hornachuelos, y alargamos un poco más la estancia en Córdoba. Cuesta irse. Nos tomamos algo sentados en los poyetes de la Mezquita. Mil vueltas en torno a la Mezquita. Qué bonito que es. O qué bonita. Gitanas con la ramita de romero. No se las cojas. Nos vamos.
Coda Hornachuelos: Viaje a un pueblo llamado Hornachuelos en la provincia de Córdoba. Creemos que está en lo alto de una sierra. No está en lo alto de una Sierra. Está más cerca de Sevilla de lo que creemos. Tiene un casco antiguo muy molón. Pero no se ve un alma por las calles. La casa rural es muy antigua, tiene las puertas como la casa de la abuela o la del abuelo, de esas azul clarito. Por la tarde hace mucho calor y no hay nada abierto. Vamos de todas maneras. Preguntamos. Orígenes. Gente que se fue, gente que vivió. Hay una escuela con el nombre de una profesora... Victoria Diez, que dio su vida por la fe en el 36. Ojo. A ver en qué pueblo nos hemos metido. Una placa en el ayuntamiento de 1980 recuerda a los muertos 'inmolados' en la guerra civil. De los dos bandos en principio. Damos una vuelta, encontramos las casas, preguntamos, pero no es tiempo suficiente, una noche, para averiguar y establecer vínculos. Damos una vuelta por el pueblo. Mi tito Antonio ya nos advirtió que había un vertedero de residuos por allí. Hay campo de fútbol, de pádel, un polideportivo. Se parece a mi pueblo, pero parece otra cosa. La gente nos mira. Somos lo más raro que ha pasado allí en el mes de agosto, supongo. O no. O que somos raros de verdad. Damos una vuelta larga. De paseo por entre los olivos incluido. Y nos merecemos comer algo, cenar, una cañeja. El Patata es el sitio. Vemos llegar a unos en un coche con música fuerte, se baja una pareja madura con camisetas negras, tatus de acdc, bueno. Damos una excursión para bajar el flamenquín. Encontramos la sede del SAT. Bueno. 
Es poco tiempo para sacar conclusiones. Quizás habría que volver. Carretera y manta a la mañana siguiente. Pero eso ya es otra historia.  

Granada. Otra perspectiva.

La foto da sensación de calor. Es que hacía calor. Granada en agosto. Una visita obligada si estás a menos de doscientos kilómetros. Te tienes que acercar. Aunque haga calor. Aunque no hayas comprado las entradas para la Alhambra. Hola, soy el que no compró las entradas para la Alhambra aunque tenía el encargo, ese único encargo y no lo hizo. Aquí estoy. Hemos ido a la Alhambra, pese a todo. La foto, pues, da otra perspectiva. Esta vez no sacamos la foto desde el mirador de San Nicolás o desde el Sacromonte, esta vez, la foto es desde allí mismo.
Vamos a Granada, un par de días, tres. Llegamos desde Vilches a eso de las siete de la tarde. Durante el viaje desde allí, vamos por la autovía y dejamos atrás Jaén. Dan ganas de volver a entrar, pero no, hay que seguir a Granada. Que vamos ya tarde. Hemos cogido una especie de apartamento (¡!) al lado de la plaza del Boquerón, muy cerca del Bar del Eric. Casi por casualidad, verdad... bueno. Vamos a buscar aparcamiento y acabamos dejando el coche nada menos que frente a la última casa, creo, en la que vivió Pepa en Granada. Saco la foto pero no se la mando. El caso es que callejeamos por ese centro, nos damos con la Catedral y harto de dar vueltas opto por la opción conservadora de ir al Triunfo y la Cartuja. El quinto coño.
Llegamos, dejamos las bolsas y ardiendo para el Albaicín. ¿Habéis ido a Granada? ¿No? Siempre cuento lo mismo de Granada y siempre voy a los mismos sitios. Albaicín, subiendo por la calle de las Teterías (previa cerveza de presentación en la Antigualla), casi ya no camino por la calle Elvira con lo que me gusta el nombre de Elvira ni paso por la puerta de Elvira con lo que me gusta el nombre de Elvira. Subir por el Albaicín, medio perderse, aparecer en el Mirador de San Nicolás. Bajar luego por alguna callecilla, bajar y requetebajar. Perderse si eso por el Sacromonte, Paseo de los Tristes, paseo del Darro y llegar a Plaza Nueva. Cervezas varias.
Este año, al consabido recorrido, ha habido que añadirle alguna cosa. Por ejemplo. Sacromonte. No soy muy de pararme en el Sacromonte. Me parece una trampa para guiris. Pero hay que ir y recorrerlo y subir y bajar. Lo hicimos cuando bajamos del mirador de San Nicolás. Mira la Alhambra, qué bonita, que no has comprado las entradas, burro. Mi madre, antes de irme, me ha dado un polo Lacoste de mi padre que debe tener mil años. Voy con el polo que me hace bolsa. Vamos. Por aquí, creo, que podemos ir al Sacromonte, va, venga, vamos a perdernos. Nos perdemos. Pero qué paseo tan bonito.
Y es el aniversario del fusilamiento de García Lorca. Federico. Nunca vi Granada, es de Alberti. Qué bonita es Granada, fusilando a García Lorca, Federico.
¿No habéis ido a Granada? ¿Y eso?
Llegamos a la zona de las cuevas donde flamenquean y los guiris entran y yo me asomo con la misma cara que pongo cuando veo en el metro de Barcelona el anuncio del tablao flamenco de las Ramblas. Nada, no entremos. Al lado justo de una de esas cuevas trampa, un barecillo con terracita y un vejete patillas y pinturero que no parece de Granada, ni de Francia, ni de ninguna parte. Una cueva chica con mucha foto. Con una música primero de Jazz y luego, ay, piano. Chopin sonando, la Alhambra de fondo, cervecita fresquita. Algún que otro mosquito. No se puede estar mejor. Nos quedamos los últimos y el vejete aprovecha para cerrar ya. El que tiene un bar como el que ha salido a dar una vuelta. Y bajamos y claro, llegamos al paseo de los Tristes y qué nombre tan así, los tristes, y al Darro y efectivamente, es que hay un río, que se llama Darro. Y nos metemos en una tabernilla a tomar otra cerveza. Nada. Clavada. La pobreza. Un día después volveremos a tomarnos una cerveza en otro bar a la orilla del Darro, pero este es un bar de modernos, con unas vistas alucinantes, al pie de la Alhambra, hay que volver. Y pedir cerveza más fría.
Cerveza. Le he llegado a tomar manía a la cerveza. Que me la bebo, pero que no sé.
Vamos dando vueltas que ya es tarde y vamos a dar al Bar del Eric. Ea, una petición que tengo. En el Bar del Eric no hay nadie. Pero nadie nadie. No están cerrando, es que no hay nadie. Y nos pedimos y le hago una foto a la puerta y poca cosa más. Y en una horas ya casi lo he visto todo. Callejear, Albaicín, los nombres de las calles, Granada. Me encanta.
A la mañana siguiente toca probar lo de la Alhambra. Hay partes de Granada a las que yo iba y a las que ya no sabría ir. Por Pedro Antonio por ejemplo. O el Realejo. Vamos dando una vuelta y nos metemos en la Catedral. Un cartel contra el Aborto aborta la visita. Vamos dando una vuelta y nos metemos en un museo. El corral del Carbón, donde explican cómo era Granada en época musulmana. Hartón de datos de califato, emirato, ziríes, nazaríes y los Reyes Católicos. Y en cada mezquita, una iglesia. Y ese afán de aniquilar. En cada iglesia, había una mezquita. Y qué desastre. Y cada religión una historia. Y en Córdoba la sensación será más grave. En Granada menos. La religión. Con esos datos nos seguimos aventurando y subimos, como no, por Cuesta Gomérez. Y vemos las tiendas de regalos y souvenirs.
Camiseta de Granada. Me dan ganas de comprarme una, pero no, nunca me la compraré. Si no me compro una de Vilches, una de Granada, por mucho que me gusta tanto, no. Y postales, y los imanes, y las fotos. Y no. Y compramos postales, postales que creemos exclusivas de Granada y son para guiris que van a venir a Granada pero no a Córdoba, donde están las mismas. Y los mismos bolsos, las mismas alfombras, los mismos elefantes de la India. Esto es como la India.
Turismo. Lámparas, bolsos, azulejos, camisetas, postales. Vamos subiendo y decidimos subir y probar a ver. Igual, a lo mejor. Llegamos hasta el acceso y efectivamente, se pueden pillar entradas por internet pero sin ver los Palacios Nazaríes. Compra. Et voilà, entramos en la Alhambra. Toma castaña. Tenía yo 14 años, o 13, y en octavo de EGB nos dijeron de ir de viaje de fin de curso a Italia. Votamos, dijimos que preferíamos ir a Torremolinos. Pero el Pazos, supongo, se curró un viaje que nos llevó a Torremolinos, pero pasando por Granada y la Alhambra y llegando a Córdoba y la Mezquita. Honor y gloria para el Pazos por siempre. Yo no me acuerdo de nada de la visita a Granada, que comimos algo y ya está. Y de la Alhambra... pues es precioso. Sí, no es la mejor época, porque hace un calor infernal, pero coño, qué quieres. Los jardines, los patios, las fuentecillas, las vistas, subir, bajar, otro jardín, otra fuentecita, la escalera del agua con el agua cayendo a los lados. Es bonito de las cosas bonitas que hay. Palacio fortificado. Fortificación palaciega. Restos de las casas donde vivía el personal de palacio. Desde esta torre gritaron el Gran Capitán y el de la moto Granada, Granada, para ponerla a los pies de los Reyes Católicos. Y hoy hay muchos visitantes que hablan en árabe, y mujeres con pañuelo, y durante todo el viaje vemos mucha gente que visita monumentos que les tienen que decir muchas cosas y nosotros vemos como... Y el palacio de Carlos V.
Un palacio, un churro. Poner ese palacio ahí. Llega el día en el que a ese palacio no le hace caso nadie. Nada. Un elemento vacío. Simplemente por haberlo puesto donde está puesto. Allí por joder. Allí puesto para hacer daño. Para demostrar algo. Haciendo el ridículo. No lo visita nadie. Y a la Alhambra, pese a todo, va todo el mundo. Fotos desde la Torre de la Vela, fotos a los jardines, fotos a todo, para demostrar que sí, que hemos ido. Que hemos entrado. Que era posible. Aunque no hemos ido a los palacios nazaríes ni le hemos hecho fotos a los leones. Otra perspectiva.
Y a comer y a la calle Navas, que hombre, bien, vale, pero no. Es decir, no me gusta. Muy poco... no sé. No. Y patatas a lo pobre y a seguir. Y a caminar por el Albaicín y a visitar por la tarde la mezquita esa rara y más perderse y más eso. Y hablar y debatir y discutir. Porque uno es de discutir. Y vamos al sitio este de subir para arriba y si vemos unas escaleras es que las tenemos que subir. Y qué pateadas. Y qué hartones de andar. Y todo parece cerca. Y vamos por la noche a Pedro Antonio, a buscar el Peatón y... la Percha... y... no hay nada. Pero nada. Me pierdo y no es que me pierda, es que no están. Volviendo pasamos por la puerta del Planta Baja. Nos tomamos una cerveza y nos dejan elegir la tapa. Comienza el festival del Salmorejo (not me). Y el ambiente es otro, claro. Y estamos tan muertos que nos vamos ya, qué cansados. Qué palizón de andar. Y qué calor. Y mañana vamos a la Alpujarra. ¿Qué no?
Y a Granada hay que ir siempre, una vez. Vale, que mi recorrido es muy exiguo, que no lo veo todo, que me pierdo muchas cosas. Pero es una ciudad que me alucina. Es estar en otro sitio. Es estar en un sitio, quizás demasiado preparado para eso, para parecer otra cosa, igual muy poco natural, pero que a mí me basta. Parece que estas en otro sitio, un sitio mejor, más auténtico, aparte de todo. Aunque ya sabemos que Granada es muy de derechas y que aunque vas a un bar a tomarte una caña y te ponen Morente con Lagartija y parece que sí, no te fíes. Es que no. Pero hay que volver. Y descubrir. Y perderte por esas calles de chinorros. Y otro año que no vamos a la Chana. Y qué bonita que es Granada. Vamos, vamos, que vamos a la Alpujarra mañana. Qué cabezas.
Coda Alpujarra: Ir a la Alpujarra como el que se acerca a Almería, que diría mi Abuelo Quico. Tenemos unas horas. Vamos y elegimos un trayecto diferente, no entramos por Lanjarón, entramos por Órgiva. Una vuelta rara. Qué paisajes, qué montañacas. Vamos, va. Pepa vive por aquí. Le mando una foto. Que vayamos a verla. Vamos a verla. Pepa vive en un sitio que se llama Bayacas, o Carataunas, no sé. Vive como quiere, acaba de tener dos mellizos, Airú esta por ahí. Es una alegría verla. Nos cuenta, le contamos, pero nos vamos al cabo de poco rato, queremos ir a Pampaneira y comer algo por allí y por la tarde nos vamos a Córdoba. Subir, bajar, montaña, montaña pelada. Le mando un mensaje al Salva Tovar que sé que es de allí, se ha ido a Mojácar, hubiera sido de traca. En fin. Capileira, Soportújar, Pampaneira. Pampaneira. Comer algo, Salmorejo, la barriga comienza a hacer estragos, todo el día mal, Sopica y tortilla. Hay muchos visitantes, muchos catalanes, parece que hay nubes. 
La Alpujarra. Supongo que da para mucho más. Compramos unos roscos que nos van a acompañar a la comunión de la hija pequeña. Las noticias que nos llegan de todas partes es que todo va bien. Parece que han matado a un concejal de IU en Asturias. Nada importante. La vida sigue. 
La apropiación cultural, lo que es de aquí y lo que es de allí, lo que sientes tuyo y lo que te han dicho que es propio o extraño. Vemos quiénes gobiernan en esos pueblos, el PSOE a ful. Nos vamos, me encuentro medio medio, la carretera me marea. Alba conduce como si fuera de la zona. Yo voy acojonado. Hasta que no pillemos la autovía no voy a respirar. A Córdoba la llana. 
Yo te guío. 

Cinco días en Vlches. No estás mal, estás bien.

No sé quién dijo esta frase. Como muchas de las cosas que ocurren en las vacaciones sabemos que algo ocurrió pero no podemos más que contar algo parecido a lo que fue. No estás mal, estás bien. Creo que fue sentados en la terraza del Buen Gusto. Es posible que fuera Fabri. Es posible que fuera Rocío. Es posible que fuera alguien.
Vacaciones. Tiempo para huir, para escapar, para marcharnos a otro lugar. Pero Vilches no es otro lugar. No es un lugar para escapar o no estar, en Vilches estás. Este año, además, estaba y mucho. El año pasado estuve mucho tiempo y llevaba un año sin ir. Iba a estar cinco días. No más. ¿Qué pasa en mi pueblo? Cinco días de fiestas y el recuerdo vívido de un verano pasado que fue infernal, que recuerdo como terrorífico. Recordamos la cosas deformadas, supongo. El año pasado me puse malo. No regulé. El primer día fue matador y ya no supe remontar. Y qué calor. Y qué fatiga. Este año lo tenía claro, tenía que moderarme. Me hago mayor. Soy mayor. Y este año más. Más mayor cada año. Como novedad, como importante novedad, este año me acompaña mi compañera. Me acompaña mi compañera. Cada vez más mayor, más viejo y escribiendo peor. ¿Qué hay en tu pueblo? En mi pueblo no hay nada. Pueblos blancos de Andalucía, con su casco antiguo, su castillo árabe, su preciosa ermita, su gastronomía, su tienda de AOVE. Sus fiestas. Sus tradiciones. En mi pueblo hay de todo eso, pero no es lo mismo. Andalucía. Castilla - La Mancha. Explicaciones previas de qué somos y qué no somos. Otra vez con el somos. Dándole cien bocados a un cañamón. Feria y fiestas. Verás que en mi pueblo hace calor, pero es otro calor. Verás que no te voy a enseñar muchas cosas, porque no las sé localizar, pero veremos a mucha gente y hablaremos con mucha gente y nos encontraremos a mis padres por los bares y no pararemos en casa y la gente la gente la gente...
No ha sido así. Todos nos hacemos mayores. Mis padres han estado mucho en casa. No hemos hecho muchos alardes. Pero han sido cinco días necesarios. El viaje a Vilches como excusa para el reencuentro. Con los que viven allí y con los que ya no viven allí. No sé cuántos seguimos haciendo esto de reservar unos cuantos días para ir al pueblo. El pueblo de nuestros padres. Creo que cada vez somos menos. La gente se va. Va a la playa, a otros sitios, otros pueblos. Todos los años al mismo sitio. ¿Qué has hecho este año? Nada, he ido al pueblo. Nada. No he visto nada, no he ido a ninguna parte. Un viaje al pueblo planeado como una primera etapa de algo más. Un viaje iniciático. Compañera del alma, tan temprano. Vilches, Jaén. Verás que hemos entrado en Andalucía y zas, ya estamos aquí. Mi hermano y yo esperando un gesto de sorpresa. Explicando cosas. Obviando que hay más cosas que ver y que nos gusta solo la cucamona. Mi hermano y yo, caminando hacia los bares. Mi hermano y yo, esta vez acompañados. Mi hermano madurando y levantándose a horas razonables. Y ha venido Fabri con sus hijas, que son un encanto. Y Fabri es un grande. Y no ha venido Pepa, que ha tenido mellizos. Y contamos las cosas de Fabri. Mi hermano y Fabri.
Mis padres no saliendo tanto. Un día hasta las cuatro de la mañana en la piscina. Mi padre en el pueblo. Excitación y reflujo. Y adaptación a las nuevas circunstancias. Un día, sentado en una mesa con nuestros colegas, mi padre se cansa y dice que él quiere irse a la barra. Y se va. Porque es lo que echa de menos.
Un primer día con gente que se va sentando en la mesa. Están los catalanes, ha venido Montse también acompañada, qué alegría, y está Rocío y me da la impresión de que este año va a venir mucha gente de fuera, pero no sé si hay mucha gente de dentro. Está claro que las caras que veo son las caras de siempre. Y si no veo otras será porque no están. El primer día no son fiestas, es día para ir al pregón y comprobar que no tenemos remedio. En un primer momento, al ver el programa de las fiestas, con la virgen y los toros, pensé... retroceso. En fin. Libertad creativa. Pero al escuchar al pregonero y autor del cartel me di cuenta de que nada es suficiente. Que no vamos bien. El pregonero insiste en que se ve la virgen aunque haya quien no la vea. O sea que aún le han puesto pegas. Un pregón que parece un curriculum y luego el inevitable recuerdo de lo que fueron las fiestas y lo que son y que son un ejercicio de nostalgia... pero oye, no está tampoco tan mal. Podría haber sido un coñazo lacrimógeno de aquellos... y no. Bien. Y las alusiones a los semanadas, quizás tanto rollo con los emigrantes se merezca algún tipo de debate más extenso. Otro año. Venga. A beber pastores.
Veo a casi todo el mundo. Hablamos con todos. Los compañeros están ahí. Este año quizás he hablado menos, pero les he visto más tranquilos, más seguros. Los comunistas hacen cosas. Y sí, hay quien critica, pero las críticas son cada vez, me parece, menos trascendentes. Veremos. Sí, sí, los comunistas. Esos que parece que no. Pues hacen cosas. La Marina explicando lo que es y lo que se hace. De piedra. No nos conocemos. Y no veo mucho a Berna, pero sé que lo está haciendo bien.
Y ya puestos, he visto a Paco, a Raspu, a la Isa (no pasa el tiempo por la Isa), no he visto a Carlos y ha llegado a venir Jose pero tampoco lo he visto.
Como ya viene ocurriendo, las fiestas se convierten en un ir pasando el tiempo hasta el momento de entrar en la piscina. Incluyo con esto las actividades de la mañana. Toda actividad se mide en torno a la hora que saliste de la piscina, la hora que entras, cómo entras y como sales. Hay orquestas, como siempre. No sabría decir cuál fue la buena y la mala. Creo que las de los primeros días fueron buenas y la del diecisiete fue un poco raruna. O fue la del dieciséis. No recuerdo. Cantaban como asfixiados. Bailar, bailo poco, casi nada. Pero hay que bailar. El día dieciséis o fue el quince, el cantante tuvo que bajar y buscar a lazo al público. Y le salió bien. Llevaba una banderita española en la muñeca. En fin. Pero animaba.
Beber cerveza, hablar con la gente, y medir. Medir de no pasarnos. No alargar las posturas, no sufrir con el calor, no hacer el tonto. Han venido las sevillanas, la Isabelita y la Marijose pero no la Rocío. Conozco a la hija de la Isabelita, la Lucía. Y a la otra hija de la Marijose, la Alba. Qué bola. Y hablo cinco minutos con el Dani. Mmmm. Lo noto bajo. Firme, camarada, firme. Cerveza, fiesta de la espuma, chorros de agua, la charanga que sigue cantando es maricón el que no bote como si quienes forman la charanga tuvieran cincuenta años y vivieran hace cincuenta años. Y no pasa nada. Es peor que me mojen la tapa. Este año no he visto bailar a mi prima Isa, la he visto pero no bailar. No hemos visto a los titos de Mollet.
El tito Manolo, más tito Manolo que nunca. Otro atrapado en el tiempo. Robin grande con barba blanca, la Manoli diciendo que estamos igual, siempre igual. Y Robin chico y el pequeño Guillermo, enfadao.
Y al Argudo, al que veo una vez al año, quizás un día, nos saludamos, comentamos, estamos bien. Todo el rollo del viaje al pueblo se reduce a eso. Cómo vamos, ahí vamos. Ea. Pues aquí como siempre. Este año no me ha salido ninguna frase así que definiera... aquí estamos.
Primos y primas. Mis primas Conchi y Aurora, mi sobrino Álvaro que no me deja entrar con un vaso de cristal en las chapas. Orgullo de sobrino que hace cumplir la ley. Las chapas, ay, ya es redundante decir eso de que nos hacemos viejos... no conocemos a nadie. Al menos mi sobrino me reconoce. Mis primas y primos. Mi primo Jesús y mi prima Ana. Mi primo Jesús con camiseta y bufanda merengue. Mi prima Ana siendo la portaestandarte de ese espíritu de la familia de no hacer nada mínimamente útil. Mi tito Antonio, capaz de saber de todo y darte la noche con la acumulación de datos, pero uno se ve tan reflejado... Primos, titos y titas. Primas.
Mi prima Juli, viene con los niños, hablamos, pero sabe a poco. No he visto a mi prima Juani. Qué mierda vivir tan lejos. Vemos a mi tito Basilio, un día bajando de tomar algo. Saltamos de acera para darle dos besos. Siempre da alegría verle, esta vez es doble. No veo a mi primo Juan, que ha venido pero yo ya no estaba.
El pueblo. Hablar con gente, saludar a gente. En un bar alguien que no conozco de nada, o al menos que no soy capaz de recordar, me dice que le gusta la música que hacemos. Me quedo asombrado. Porque no soy capaz de saber quién es. Sí que hay otros colegas a los que conozco sobre todo de facebook que hablan y charlamos... pero lo de ese chico... me dejó de piedra.
Desorden. Los bares. Los recorremos todos, pero nos dejamos alguno. No sé si sigue abierto el Klama, pero en todos los bares nos tomamos algo. La diferencia entre bares, entre ambientes. La plaza, cada vez más muerta, con menos ambiente. El cruce, más animado. La gente dicen que se monta las posturas en sus casas. El casino, que ya abre para todo el mundo. Ven, vamos a ver las vistas... es de noche, no hay vistas. Pero mira qué tapas.
¿Qué hemos visto del pueblo? La visita al cerro, mira que vistas, el castillo, el cerro, la ermita. Los chumbos de las cuestas están muertos. Las palas muertas. La cochinilla no respeta nada. Vemos entrar a la Virgen, por primera vez creo que en toda la vida, por ir a ver algo. Llévame a ver algo al menos. Efectivamente, cuando la Virgen entra en la iglesia, suena el himno nacional.
Una vuelta por el pueblo. Vemos algo de las cuevas. Pero es que son fiestas. No hay tiempo. Solo podemos estar de fiesta.
Gente entrando en casa, gente que pica y que trae tomates, pimientos, que viene a ver a mi padre y a mi madre y porqué no vamos al Porrosillo. Pues vamos. Pasando por Arquillos vemos una especie de procesión de Legionarios. Demasiado. Vamos al Porrosillo. Aparcamos el coche, cerramos la puerta y de inmediato otra puerta se abre. La prima... La tita... y el periplo comienza. Breve, resumido, pero suficiente para dar fe. Hemos ido al Porrosillo. Hemos visto el sundown del Porrosillo. Esto en primavera es precioso.
En primavera, todo es precioso.
El tema. ¿Cómo está la cosa por ahí? Mal. O bien. O sea, mal. Mal, pero ya da igual. Ya no hay remedio. No se habla del tema y punto. Banderas españolas, te extrañas, qué quieres. Vamos a los Cazadores, los servilleteros, todo te extraña. Hasta que la Laura sale de la barra para darnos dos besos.
Las noticias de Barcelona son buenas, por lo menos se estabilizan. Hay luna creciente.
Qué pasa el pueblo. La gente se va o la gente se queda. Hay poca gente en los pueblos. Los pueblos, las fiestas, lo que ha de ser y lo que somos nosotros que vamos todos los años y que ya no sabemos qué buscamos más allá de ver a la gente y dar fe de que sí, que seguimos conectados. Y subimos para arriba y bajamos para abajo. Y no estás mal, estás bien. Y todo el mundo me ve bien. Y no ha hecho mucho calor y no nos hemos pasado. Y estamos creciendo.
Nos vamos. Nos tenemos que ir. Una visita al Curro, a comer jarapos. Experiencia fallida. Esos jarapos no son jarapos. Llevan champis de lata, espárragos, no. Así no. La carne de monte sí. Y las patatas a lo pobre, perfectas. No es lo que esperábamos, esos jarapos. Vámonos. Nos espera Granada. Verás qué bonito es Granada.

domingo, 12 de agosto de 2018

Miscelánea

Nos vamos. Nos estamos yendo. Constipados porque ha cambiado el tiempo y después de la ola de calor viene un pequeño refrescor y ya la tenemos liada. No valemos para nada. La alimentación, precaria. El precariado, precario. Todo puede ir mejor, todo tendría que ir mejor. Nos estamos yendo. Estamos arreglándolo todo para pirarnos. Nos estamos afeitando. Nos estamos apañando. Ayer me corté el pelo. No me voy afeitar. Pero debería, porque luego me voy quejando de tener barba que me pica. Viaje al pueblo, viaje a la parte sur de la península. El Estado español. Español de Barcelona. Nos vamos. Pero tendremos la cabeza aquí, muchos días, mucho tiempo, mucho siempre. Esperando, vigilando, atentos. Cuando volvamos tenemos muchas cosas que hacer. Pero no pensemos en eso ahora. Ahora pensemos en no dejarnos nada. En llevarlo todo. En llenar la maleta de camisetas que no te vas a poner. En poner pantalones que no te vas a calzar. En dudar entre llevarte dos pares de bambas o solo unas. En si llevar manga larga o no. En no saber cuándo vas a volver.
https://www.youtube.com/watch?v=qXHmLJFd434

Seré breve. Qué cosas son las que hay que pesar al volver. Que queda un año. Y que noto cierto estado de conformismo. De que las cosas están bien. De que nada va a cambiar. De que ya hemos perdido. De que volvemos a una situación previa. Que todo lo que pensamos algunos que ya era irreversible, en realidad no lo es. Que lo reversible, como siempre, somos nosotros. Y me encuentro a ex compañeros de lo más radical retuiteando a socialistas. Y el efecto Beatriz Silva. Y que todo es mejor como era antes, cuando antes éramos así y no teníamos tantas dudas y tanto debate y tanta diversidad. En retomar los clásicos. En volver a ser clásicos. En estar pegaditos a lo que es y lo que tiene que ser. Parece ser que todo va bien. Que todo está bien. Y todo debe ir así de bien cuando nos hemos quedado sin respuesta. El verano sirve para muchas cosas, una de ellas es para oxigenar, para encontrar respuesta, para ver mundo, para comprobar cómo lo hacen otros.
https://www.youtube.com/watch?v=bs56ygZplQA

Es tiempo de preocuparnos de cosas útiles y de cosas inútiles. De si poner bañador o no poner bañador en la maleta en la bolsa. De si llevar un par de bermudas o tres. De si pillar hostal o no. De qué hacer. Me preguntarán este año otra vez si sigo trabajando en la radio. O si ya lo dejé. Una y otra vez. Y qué sería si no me lo preguntaran. Sería mucho peor. Es tiempo de preocuparnos de cosas útiles, de cosas inútiles y de preguntarnos si merece la pena hacerlo o no. De preguntarnos si es todo tan grave como para preguntárnoslo o para dejárnoslo de preguntar. Sí, vamos. Sí, claro. Sí, probémoslo. Sí, no lo pienses tanto. Vamos a hacerlo. Pídelo. Pruébalo. No lo pienses tanto, porque igual mañana no podemos hacerlo. Igual mañana no podemos. Igual mañana no estamos. Vamos. Y así va a ser siempre. No tengas tantos remilgos. Di que no y pasa a otra cosa. Es lo que hay. No nos está quedando otra cosa que verlo todo claro.
https://www.youtube.com/watch?v=o0AOG7ciuJo

La vida es eso que pasa mientras miramos el móvil. Me paso el día mirando el móvil. Obsesionado con las cosas que aparecen en el móvil. Con el FAcebook pero sobre todo con el twitter. Me llama la atención la gente ingeniosa, la gente que es referente. No me tengo por alguien muy lerdo pero reconozco que lo soy. No me tengo, pero lo soy. Y reconozco que hay gente muy buena por ahí, con mucha rapidez, y me entretengo mirando lo que dicen, lo que opinan, cómo la lían. Y yo no. Y me da mucha envidia, porque lo que me gustaría es ser así. Ingenioso, que cuando abriera la boca la gente se quedase asustada de la calidad de mis comentarios, de mis ideas, de mis cosas. Y tener unos quinientos retuits de media, y que la cosa no parase nunca. Y que un día me llevaran a la tele. O que me propusieran alguna cosa. Estoy deseando que me propongan alguna cosa para hacerme el honesto y decir que no. Me encanta hacerme el honesto y decir que no. Que no. Que no. Aquel tío cantando mirando al cielo en el Pop, aquel día. No se me va de la cabeza.
https://www.youtube.com/watch?v=lPXWt2ESxVY

Cosas que tenemos que mirar en septiembre, lo del tema. Cómo va el tema. De qué manera el tema nos va a seguir cardando. El efecto Beatriz Silva. De qué manera nos vamos a ir alineando con lo más así sólo porque en el otro lado, el lado amarillo, la cosa se está poniendo azul. De qué manera ya no vamos a ser equidistantes o va a haber que aclarar algo. El tema. Cómo se va a ir componiendo la cosa. No dudes que va a seguir alargándose la broma, cada vez con tintes más grotescos. Y gente quitando lazos amarillos y otros poniendo lazos amarillos. Y gente criticando que se critique. Y gente que no entiende qué es el fascismo. Y el fascismo todos los días a todas horas, por la cara. Y fascismo. Y fascistas que no saben que son nazis. Y nazis que no saben que lo son. Y demócratas que confunden a la peña con la gente con el pueblo con la masa, con ellos. Y republicanos. Y ciudadanos. Y cada vez más pequeña la pelea. Y nosotros cada vez más lejos de la mesa donde se discute todo.
https://www.youtube.com/watch?v=SZ3S-c-96ik

Una cerveza. Un botellín. La cuesta de la piscina. La cuesta del valle. La cuesta. El bar del Rafi. El bar de Ginés. El bar del Pichi. El bar del Milenium está cerrado. Los cazadores, la camarera es catalana, pero se vino aquí hace unos años. El Aljarafe, tiene un nombre muy bonito que no sé lo que es. No tengo mucha familia en el pueblo, pero vas a flipar con la cantidad de primos que puedo saludar y la cantidad de primos que no sé que lo son. La casa de mi abuela. La casa de mi abuelo. Las olas. El buen gusto, que no sé si estará abierto. De infantería. En la renfe. Aquí jugaba el Petropoli. Y aquí jugaba al cinquillo. Y aquí esto y aquí lo otro. En realidad verás que no tiene mucho. Y el pregón. No sé si iremos. Habrá que ir. Y aquí está... y aquí... y aquel día que... y te vas a aburrir. Pero luego no se aburre casi nadie. Igual tú vas a ser...
https://www.youtube.com/watch?v=mlYO7xEv39M

Nos vemos. No me voy a afeitar. Felices fiestas patronales.

viernes, 10 de agosto de 2018

Una sombra en el muro

Mi vida se ha convertido en todo aquello que no quise que fuera. Pretendí, no sé en qué momento, convertirme en un ángel de la muerte, en un ser auto destructivo de esos que pueblan los libros de poemas, las primeras novelitas de lectura obligatoria, las películas con las que uno crece, la portada del Idiot de Iggy Pop, un ser vacío que a base de bebida y poca comida, de noche y soledad, de exceso y culpa, fuera camino del desastre. Un desastre que me llevaría a la gloria. Quise que mi vida fuera acción y caos, sembrar el pánico, hacer el mal, castigar y dañar, ser el veneno que acabase de rematar a una sociedad que no merece otra cosa que la liquidación completa. Era una lucha entre ellos, el mundo, lo normal y yo.
Creo que todo se quedó en unas cuantas cervezas, alguna noche sin dormir, discusiones en torno a algo que era fijo y cambiante, poco menos que nada. Al cabo de unos años, me encontré yendo al ambulatorio por que algo no iba bien a la hora de mear. Y casi sin solución de continuidad me encontré una mañana poniéndome unos pantalones de deporte, sacando de la caja unas zapatillas para correr y el daño estaba hecho.
Y corro. Corro todas las mañanas antes de ir al trabajo. Cuando no he tenido trabajo, a veces hacía doble turno, respetando el de la mañana y haciendo doblete por la tarde. Corro. Voy por el río hasta el final, hacia la playa y luego subo hacia arriba, al segundo puente de Montcada y voy haciendo. Voy corriendo hasta que llega una hora y me vuelvo a casa. Como todo me ha ido viniendo sobre la marcha, no tenía pensado comprar cacharros o máquinas que me ayudasen a medir el esfuerzo ni nada de eso, pero poco a poco he ido viendo como mi cuerpo se iba viendo acompañado por adminículos, medidores, un móvil, un reloj... Y corro.
Y cuando corro, cuando estoy corriendo, veo mi sombra reflejada en el muro. Veo a alguien que está corriendo y siempre me cuesta reconocer que soy yo, pero soy yo. Corro y hago algo que antes pensé que iba contra mis principios. No se trata de decir que correr es algo que vaya contra nada, pero una vez que empecé a correr, personalmente, lo dejé todo.
Veo una sombra en el muro. Una sombra de lo que yo soy. Cuando corro pienso. Me pongo la radio, escucho música. Escucho a la gente hablar mientras corro. Adelanto a alguna gente, otros, pocos, me adelantan a mí.
El otro día me asusté. La sombra en el muro me adelantó. Fue algo extraño, como son las cosas que no entiendes. El otro día, después de haber llegado al segundo puente y disponerme a volver a casa, note´que la sombra en el muro se iba. Volaba. No la podía alcanzar. Con una reacción instintiva intenté acelerar e interpreté que era como una señal, un símbolo, una especie de pistoletazo de salida. Me había acomodado y mi sombra me decía que debía acelerar. Demasiado onírico. ¿Qué hace mi sombra pensando cosas? Es mucha imaginación. Mi sombra no me esperó ni la pude alcanzar. Cuando llegué a casa, mi sombra me estaba esperando. No me dijo nada. Seguimos los dos como si tal cosa.
A la mañana siguiente mi sombra se paró a tomar algo. Mi sombra se quedó fija en la pared viendo cómo jugaban a fútbol unos niños y niñas. Mi sombra entorpeció a un ciclista. Mi sombra quiso empezar a hablar con un grupo de mujeres que iban caminando. Mi sombra me llamó y me dijo que quería volver. Mi sombra cobra vida.
Mi sombra ya no sabe porqué hay que ir a correr. Mi sombra va a los bares y habla de política. Mi sombra comenta vídeos que ve en internet. Mi sombra quiere ser como vosotros. Mi sombra no quiere ser más como yo. Mi sombra ha comenzado a llevar sombrero.
Yo he dejado de correr.
Cualquier día dejo de contar todas estas tonterías. Mi sombra dice que lo deje. Mi sombra quiere que me apunte a un curso para aprender a escribir.

jueves, 9 de agosto de 2018

Defraudando expectativas


Volvemos a vernos, vieja mofeta. El encuentro anual con M. Nos hacemos mayores. Por primera vez en la conversación se incluyen ítems como ‘dolencias nuevas’, centradas especialmente en el campo de la visión. Vista cansada. Este es nuestro leit motiv. Vidas cansadas. Defraudando expectativas desde 1975. ¿Seguro? ¿Qué expectativas? ¿Cuándo, en qué momento, dijimos nosotros que íbamos a? Creo no haber hecho ningún plan, ni haberme marcado un objetivo nunca. No creo haber anunciado la consecución de A si hacía B, en ningún momento. Así que no veo tan claro que hayamos defraudado nada ni a nadie. Esto era así. La mítica comida con M. Repasando los asuntos propios y los ajenos. Introduciendo temas nuevos. Olvidando temas de actualidad.
¿Y cómo va todo? Los pisos, la vivienda, muy mal. Ante las campanas que anuncian que todo va de nuevo de puta madre y que lo único que falla es la Colau, la constatación es otra. Sobramos. Aquí no pintamos nada. Aquí estamos tardando en largarnos. No nos quieren. Ni en los barrios ricos, ni en los barrios pobres. Ni donde antes viviste, ni donde estás viviendo. Estamos sobrando porque otro lo comprará, lo alquilará, sacará rédito. El tonto eres tú que no te has apuntado a la movida. El que no especula, el que no tiene una visión más allá de vivir y punto. Hacer negocio con las vidas ajenas. Y esperar a que venga el próximo Morrazo, que va a venir. Morrazo, yo ya fui a Cangas del Morrazo y menos mal que no llovía. Lo dicen los economistas, lo está diciendo todo el mundo, va a venir otra barbaridad y nos va a coger quizás con una cara de gilipollas aún mayor. Los grandes poderes financieros lo están viendo, están quitándose de encima la mierda española, la deuda. Apunto que el reordenamiento del espacio político viene un poco a apuntalar una respuesta similar a la que se tuvo antes. Que pille a los socialistas en el gobierno, que ellos se encarguen de zumbarse a su izquierda y el PP se reorganiza y se carga a los naranjas. Y así, cuando venga la nueva ostia, les pilla reorganizados, fuertes y aguantando el tirón. Vamos a comer algo. Nos movemos por la Rambla de Poblenou.
Un sinfín de gentes sin camiseta que vienen de ver los grandes monumentos de Barcelona y de llorar como magdalenas porque la figura del Tio Che ha estado a punto de ser eliminada. La culpa es de la Colau. Qué desastre todo. Una figura en la calle, un inspector, un funcionario que llega y anuncia que. Inmediatamente es la Colau la que no tiene corazón. Qué ganas tenemos todos de que se pasen estos años de Colau y volvamos a vivir de la rifa con el que venga. Avanzamos, gente sin camiseta demostrando que se alimenta de una manera efectiva y que no somos más que un gran trozo de urbanización que se pierde hasta llegar al Tibidabo. Qué gran idea la playa de Bogatell, la playa de Poble Nou. Qué bien. Vemos vecinos asomados, sin camiseta también, no se puede vivir con este calor. Nos quedan cuatro días a todos de poder vivir aquí. O en cualquier otra parte. Y total…
Y quién se queja. Qué pasa si los precios de los pisos suben y suben y vuelven a subir y los alquileres suben y suben y se ponen ‘a precio de mercado’ y te expulsan de tu ciudad, de tu barrio. Nada. No ocurre nada. Hemos estado hablando durante tres horas y no hemos hablado del Procés en ningún momento. Hemos hablado de quién se queja. Se quejan estibadores, se quejan taxistas, se queja gente que parece haber estado fuera del circuito de los ‘movilizados’, los ‘organizados’. Protestas. Volviendo a condiciones laborales de hace mil siglos. Falsos Autónomos. Pagar por trabajar. Ciclistas repartiendo comida. Paga por trabajar. Qué mierda es esta. Quién se queja. No hace falta ir a una manifestación para hacer algo. Basta por lo menos con tener claro qué pasa y no repetir como loros que esto es lo moderno, el progreso, esto es así porque es que tiene que ser así. Pues no. No lo es. Al menos decirlo. Al menos leer el diario y tener claro que nos están tomando el pelo. Al menos eso. Y no hemos hablado de lo de aquí. Hemos llegado a apuntar la posibilidad, ya comentada en cierto modo el año pasado, de que todo esto no sea obra de gente con ordenadores capaces de hacer cualquier cosa. Cualquier cosa.
Y hemos hablado de fútbol. Porque todo es como el fútbol. Y hemos hablado del asco del fútbol. Del Barça y del Athletic. De cómo a un niño de 10 años puede seguir gustándole el fútbol más que nada en el mundo. De jugar al fútbol. De los fichajes. De los representantes. De los periodistas que un día dicen que Miranda a adelantado a Cucurella. De asumir que somos simple relleno y que aquello por lo que un día te gustó el fútbol ya no es. Ya no está. Nos gusta por una suerte de maleficio. Seguimos el mundial. Para M., el mundial ha sido una estafa. Ya me extrañaba a mí. Yo que pensaba que no, pero M., lo ha visto claro. El Mundial ha sido una puta estafa. Dejar en paz el mundial. Que si os queréis cargar el fútbol de clubes como ya lo habéis hecho, cargároslo, pero el Mundial, hijosdeputa, el Mundial no. Que le han dado el mundial a Francia, que el representante de los croatas se compró por lo menos hasta las semis. Que Inglaterra robó. Que lo del VAR ha sido una mierda, que si no vi que en el Francia Australia hubo un retraso en la repetición. Menos mal que ya no nos gusta el fútbol y que no conocemos a ningún jugador del Valencia o del Villarreal. Menos mal. Baloncesto. El Baloncesto es peor. Mejor no comentar. Jugadores van, jugadores vienen. Y en tu culo se entretienen.
Y nos vamos a tomar un algo para bajar el papeo. Y seguimos viendo a peña sin camiseta y toallas. Y vamos eligiendo otro bar y nos sentamos en un bar pensando que es otro bar y nos hemos equivocado de bar. Y eso es lo que tenemos que ofrecer. Y le cuento que he estado en Roma. Justo cuando me estaba diciendo que la peña solo piensa en el viajecito, en el fin de semanita, en las mierdas. Y yo le cuento que he estado en Roma y Roma tampoco. Y se ha cortado el pelo. Creo que por fin se ha dado cuenta de que sus problemas de alopecia (¿?) son irremediables y ha decidido raparse para disimular. Lo mejor es que él te lo cuenta así. Le nace el pelo… ahí. Y le he dicho que me cuesta enfocar, la vista cansada, que necesito mirar dos veces, que me tienen que aguantar las gafas. 
Y seguimos hablando, los curros, los colegas, las vueltas que damos todos. Y las revueltas. Y los giros. Y la incapacidad manifiesta para la toma de decisiones. O quizás la toma de decisiones sin anunciar. Somos las decisiones que tomamos. Luego no digáis que no sabíais nada. No esperéis nada de nosotros. Hasta el año que viene.


miércoles, 8 de agosto de 2018

Martin Ritt - El Espía que surgió del frío

Novelas de John Le Carré en las estanterías de todas las casas. Las daban en los bancos, colecciones, eran populares. Hoy no sé sé si se siguen leyendo. Como las de Graham Greene. Libros sobre espías, la guerra fría, traiciones, diplomáticos, etc. Y las películas.
Esta es El Espía que surgió del frío, con Richard Burton nada menos que como protagonista y Claire Bloom como actriz principal. ¿De qué va la cosa? Vamos a verlo.
Richard Burton es al parecer jefe de algo, de alguna sección del servicio de espionaje británico en Berlin. Guerra Fría, el Muro recién construido, alemanes, soviéticos, ingleses, americanos, franceses. Al parecer, están detrás de un alemán del Este para que se pase al Oeste, llevan muchos intentos y siempre fracasan. El jefe de los espías del otro lado, Mundt, los pilla siempre. En la primera escena, Richard Burton está esperando a que pase, que llegue, que le salga bien. Le vuelve a salir mal. Y lo mandan para casa. Digamos que lo despiden.
Pero no es así. No es tanto así. En realidad es otra cosa.
No descifraremos más de la peli si es que no lo hemos hecho ya en demasía. La película nos habla de cómo un super agente acaba trabajando en una biblioteca de barrio, de la relación que establece con una compañera de curro, que es comunista, y de cómo poco a poco va cayendo en una red que, de manera vertiginosa, le vuelve a poner en el foco.
Las cosas se complican de tal manera que... la cosa no termina bien.
Uno espera de la película, hecha en mitad del follón propagandístico, un alegato contra los comunistas malos y a favor de los ingleses buenos. Y no. Lo que se encuentra es a dos sistemas que han perdido el porqué de lo que están haciendo y utilizan a la gente para mantenerse ahí arriba, manejando los hilos. La chica comunista que se toma en serio las reuniones y la organización. El apesadumbrado funcionario británico que quiere servir a su país y se frustra. El subalterno alemán que quiere demostrar que su jefe es un traidor. Todos son herramientas, utilizados, usados, por la causa. Una causa que ya no saben cuál es.
La película no es Misión Imposible, precisamente. Creo que hay unos pocos disparos al comenzar y otros pocos al concluir. Diálogos, paseos de Richard Burton, conversaciones, pero pasar pasar, pasan pocas cosas. Salvo las sensaciones descritas. Películas en las que se habla poco, se hace poco, pero se está contando mucho.
Y la sensación de que antes y ahora, nos enzarzamos en luchas, batallas, nos lanzamos a la arena en aras de algo que otros ya han perdido la consciencia de lo que es. 

martes, 7 de agosto de 2018

Eric Jiménez - Cuatro Millones de Golpes

Sonará ahora a que me pongo la venda antes de que... pero me gustan mucho los Planetas. Digo más. Cuando vi por primera vez en un concierto de Radio 3 a Los Planetas con Eric como recién llegado batería interpretando Segundo Premio pensé, qué coño, me gustan los Planetas. Antes, bueno, pues mira, pero aquel día, aquel golpeo de batería...
Mi hermano y yo tenemos la costumbre de regalarnos libros. Libros casi siempre de música. Este libro me lo ha regalado a mí para mi cumpleaños. Luego se lo leerá él. Los libros nos suelen gustar todos. Algunos de ellos se convierten en referencia de muchas cosas. Este, para mí, no. Este libro no me ha gustado mucho.
No sé cual ha sido el motivo por el cual Eric Jiménez ha escrito el libro. Leyendo el libro, su vida no ha sido fácil, su vida ha sido complicada, insiste varias veces en que podría haber palmado, en las drogas, en las decisiones, en la mala gente. Y en que nos den. Hay momentos del libro en los que se va metiendo en reflexiones de diversa índole, musical, vital, espiritual, política, que acaba con un esto es lo que pienso y si no te gusta que te den. Que os den. Que nos den. De hecho, las últimas páginas del libro consisten en un remedo de la canción God de John Lennon, pero con el que os den. Que le den a Los Planetas y a Lagartija Nick. Etc.
Eric nos cuenta que no se llama Eric, que se llama Ernesto. Que le llamaban Eric por una serie de deformaciones del apodo Erizo, que en Granada se diría 'el eri' y así se llega a Eric. Y bueno. Familia jodida. En el libro afirma no conocer a su padre. Pero luego habla de su padre. Supongo que no ha sido tarea fácil ordenar este libro, las ideas, etc. Holden Centeno, que aparece en los agradecimientos al final del libro, ha tenido que hacer un trabajo titánico. Sea como sea, Ernesto nace en Granada, su madre tiene un pensión, tiene además tres hijos, y el padre de éstos es el marido de otra señora. Y ahí tenemos el drama.
Ya todo es un drama y un juego de subes y baja, en el que Eric, como en el anuncio de Nespresso que dice 'somos las decisiones que tomamos', a veces la caga, otras veces le echa monedas a la máquina de cagarla, otras veces la vida es que es así. Como dirían los 091, la vida qué mala es.
¿Ayuda este libro a empatizar con Eric? Pues no mucho. No me van a gustar más los Planetas por haber leído el libro. De hecho, durante la lectura de este libro, no me ha dado por escuchar a los granadinos. Ni tampoco por interesarme por Lagartija Nick. Uno, cuando describe lo que hace, suele adornarlo de cierta magia, de algo de rollo para que los otros lo compren, lo escuchen, lo aprecien. Beber, drogarse, por poco no voy al ensayo, por poco no puedo tocar,  nunca he tocado borracho, pero me pongo antes, este disco casi no lo hacemos porque íbamos muy puestos... discos legendarios como el de Una semana en el motor de un autobús, se reducen a Nueva York, pedos, ciegos, coca, ciegos, coca, y poco más. Y el de La leyenda del Espacio, ya más maduros, a una polémica con el flamenco y con que no es flamenco. Pero no te dan ganas de escucharlo. O quizás es que no los tengo muy escuchados.
Me gustan mucho los Planetas. Hay veces que canciones de los Planetas parece que relatan exactamente cosas que te están pasando. No me gusta tampoco eso de 'querer vivir' contínuamente una canción de Los Planetas. Ese, todo lo hago mal, no me sale nada bien, quiéreme pero es que soy así. Bolinga, ciego, hacer el idiota, que os den. Pero me siento solo. Y así, siempre. Todo el rato.
Lagartija Nick. El otro grupo. El grupo con el que empieza a ser conocido de verdad Eric como batería, aunque antes ya tenía una banda como KGB que no he escuchado. Lagartija Nick es también el grupo de Antonio Arias. Creo que les he visto una vez aquí en Santa Coloma. Creo. O igual no.
La polémica con Bob Dylan, a la que llego en este libro. Inenarrable. No sé.
El libro viene precedido por una polémica por lo que reparte en él. 'Pone a caldo a...' A quién. Salvo decir que muchos técnicos y gente que monta conciertos no tiene ni puta idea, y decir que es colega de Alaska y Mario y Fangoria y Nancys Rubias, poca cosa más. Que la industria es una mierda. Que ya no hay indies. Que no.
Hay reflexiones que no. Hay un momento en el que habla de los grupos que les llaman puretas (hola, novedades carminha) y estás esperando a que les de... y sí, les da, pero luego suelta el consabido 'cuando ellos no eran más que... yo ya...' y efectivamente, queda como un pureta. Y nada. Que va perdiendo oportunidades.
Eso.
Su relación con Morente, un genio, un mesías, un compañero de juergas, y al que era difícil seguir en los repertorios. Juergas, anécdotas de juergas, cobramos y nos fundimos la pasta, poco más. Antonio Arias y el J. y Morente tienen ideas. Y él toca la batería. Y son amigos, pero no son muy amigos. Con Morente sí. Con Arias, bien, pero mal. Con Morente bien, claro, cómo vas a decir que no.
El libro es una oportunidad perdida. Ni va a crear nuevos fans de Los Planetas y no va a hacer que muchos escuchen a Morente o a Lagartija.
Que esté bien y que siga haciendo conciertos con Los Planetas. Y ya si eso que nos den.

lunes, 6 de agosto de 2018

En realidad

El otro día paseaba yo pensando en nada y en todo a la vez y cuando eso pasa sueles tropezar. El tropiezo suele venir de manera inmisericorde justo cuando parece que estás repasando los diversos asuntos que te ocupan y piensas, bueno, no va tan mal. Es algo consecutivo. Bienestar caminante y tropiezo, la advertencia de que no es cierto, de que no va bien. De que hay que seguir estando por lo que estás. Pero en aquel tropiezo ocurrió algo. Un desajuste. Desde aquel día me encuentro raro. Encuentro que veo el futuro, que siento el futuro. Y el futuro es exactamente igual que el presente. Como si estuviera viviendo una historia distópica, veo lo que va a pasar y lo que pasa es que todo es igual que ahora. Que todo continúa de la misma manera. Compruebo que dentro de un tiempo, no sé si mucho o poco, todo es igual. Los coches, indicador para mí de la modernidad y del paso del tiempo, son diferentes, las matrículas cambian, algunas calles están ya reformadas y recién pavimentadas. El futuro, sin embargo, es exactamente como el presente. Continúa todo igual. Incluso el anhelo de que todo sea diferente. Camino por las mismas calles, me fijo en el lugar en el que me tropecé y sigue igual, de la misma manera. Hay otras calles que están distintas, solo sé mirar calles, solo sé hablar de calles, eso sigue siendo igual. El futuro no existe. Desde que me tropecé, he probado a mirarme en el espejo y comprobar qué ocurre. Y no pasa nada. Soy yo. Pero a mi lado suceden cosas. He intentado volver a tropezar otra vez. No lo he conseguido, porque ahora estoy alerta y no me encuentro bien. Veo en el espejo a la gente que me rodea, no son los mismos. A mi lado no parecen haber cambiado, en el espejo parecen otros. Todo lo demás es igual. El sistema, las cosas que pensamos que iban a cambiar, los que nos gobiernan, los que pensaban en cambiar a los que nos gobiernan, los procesos mentales por los que nos regimos, se mantienen. Hablo con la gente del futuro. No sé cómo y de qué manera. A veces como en una distorsión, el futuro es como el presente, de una manera tan parecida que simplemente distingo por un detalle sin importancia que con quien hablo no está aquí, está mañana. O pasado. O dentro de quince años. Y seguimos hablando de lo mismo, y ellos y ellas me hablan de lo mismo. Y recuerdan cosas de mí que yo había olvidado. O que nunca olvidé. Y los que me animaban, lo siguen haciendo. Con lo que significa eso. Que nada va a cambiar. Que las cosas no cambian. Y esperan a que les cuente lo de Parménides. Y no tengo nada que contar. Y será que en el futuro el que cambia soy yo. Y me quiero mirar en el espejo y no sé qué veo. Y paseo por el río y parece el de otra ciudad. Pero es la misma. Y busco entre la gente las caras que imagino que van a estar y las que no y más o menos... y entro en casa y lo que veo es lo mismo. Y no sé. En realidad este texto es un ensayo. Un ensayo de algo que no sé contar. El ensayo de una profecía. El futuro es lo mismo. No lo sé. Pero me lo imagino.

sábado, 4 de agosto de 2018

Construcción nacional popular

Cuenta mi padre que estando trabajando en Telefónica, al poco de llegar de Jaén, tuvo como compañero de trabajo a un sevillano. Como mi padre era andaluz, se ve que el sevillano congenió con él. Un día hablando de política el sevillano le dijo que lo que había que hacer es poner la frontera en Despeñaperros. El sevillano era un nacionalista andaluz de los de rompe y rasga y mi padre pasó de él. Desde que la Guida me dijo aquello de que le importaba tres pimientos de dónde era mi padre o mi abuelo me siento culpable hablando de estas cosas, pero no sé hablar de otras.
En mi casa, mi padre escuchaba Gente Del Pueblo, un grupo de sevillanas con mensaje, de Sevilla, de Morón. Escuchaba estos discos durante unos años. Luego le pilló el gusto a Carlos Cano y esto lo dejó abandonado. A mi padre no lo pones a bailar sevillanas ni atado. Lo llevas a la Feria de Abril y lo tienes enfurruñado hasta que se va, no aguanta las sevillanas, la Feria, la Virgen, el Rocío, las casetas. En mi casa tenía discos de Fosforito, de un tal Paco Herrera, de Manuel Gerena. Pero estos discos los ponía poco. Yo nunca diré que soy andaluz. Mi padre y mi madre lo son. Yo soy catalán. Hace un año que no voy al pueblo de mis padres. Pero el pueblo de mis padres está todo el día en mi casa. Y como he dicho muchas veces, Jaén no es esa Andalucía que sale en los anuncios de playita y pescaíto y buenrollito. Y la parte de Jaén texmex del norte medio manchega, menos que menos todavía. Dicho esto, a mi madre le gusta bailar sevillanas y a mis primas de Vilches. Etc. No creo que esto haya servido para aclarar nada ni ponernos en situación, pero la idea está ahí.
El otro día leí un artículo en el que le daban vueltas al fenómeno Rosalía, la cantante o cantaora catalana que ahora lo está petando haciendo algo parecido al flamenco. No la he escucachado demasiado porque lo que hace no me interesa mucho. He visto algún vídeo, no es lo mío. Creo que la Mala Rodríguez lo hace mejor y con más mala leche. Y creo que la Silvia Pérez Cruz lo hace con más clase (el productor es el mismo). Esto es más de petarlo. El debate está ahí.
El tema parece ser el siguiente. Hay un movimiento de juventud andaluza o de gente andaluza en general que no soporta más que lo andaluz no sea tomado en serio. Que llegue Rosalía y consiga éxito y fama emulando y digamos haciendo una versión controversial de lo andaluz o lo flamenco, que tiene tanto que ver una cosa con la otra como el automovilismo con la circulación. Que la gente no entienda La Peste porque se habla en 'andaluz'. De la misma manera que mucha gente se molesta por el giro andalusí de Los Planetas. De repente, parece que hay gente que se pregunta por allí que qué pasa.
Y me imagino a un grupo de gente en el barrio de la Alameda, discutiendo, hablando, de repente entusiasmados con eso que en el artículo se llama un proceso de Construcción nacional popular, con una especie de movimiento por el cual la juventud andaluza se está dando cuenta y construyendo referentes culturales que dignifiquen lo que es ser andaluz.
Nos molesta lo de Rosalía, escuchando e interpretando todos los días música que no sabemos de dónde es. Me llamo Antonio Molina Juanes, mis padres son de Jaén, yo soy catalán. Tengo 43 años. Qué música podría hacer. A quién le falto el respeto.
Una de las cosas que me llama la atención del artículo, que no sé si tiene que ver o no, es la desconexión de esa juventud andaluza que construye nosequé con lo que significa el hecho de tener una buena parte de su población desplazada, con un número indefinido de descendientes que beben de las diversas tradiciones andaluzas, mezcladas con otras tradiciones de los lugares donde viven y que construyen referentes nuevos. Y antiguos. Una especie de ignorancia que basa lo andaluz en lo que se hace en Andalucía, como si lo que se hace fuera de allí, a veces sin querer vincularlo, muestra la riqueza de quienes se fueron (porque estaban hasta los cojones de la mierda que se vivía allí y en muchos casos rompieron lazos para siempre... pero lo que es es) y construyen algo nuevo, a veces contra lo que significa lo andaluz en su forma más tópica. Lo que yo llamo 'hablar de los catalanes' pensando que los catalanes somos todos Jordi Pujol. No saber que los catalanes también somos tus primos de Sant Adrià, Ciudad Badia, Terrassa o Santa Coloma. Y desconocer que esos catalanes que salen en la tele haciendo cosas que parece que te están robando algo, realmente es porque viven y conviven en una Catalunya que es otra cosa.
Otra cosa que, sobre todo, le toca las pelotas a quienes piensan que somos solo 'españoles viviendo en Catalunya', aunque hayamos nacido aquí. Fascistas de mierda.
Entonces.
Leo el artículo y yo no soy andaluz, pero me suena. Construir procesos de identidad nacional popular en torno a la puesta en valor de lo andaluz. Lo andaluz qué es. Vayan al Cabo de Gata. Recorran ese tramo que va desde Granada a Málaga pasando por la A-92, vivan durante un tiempo en Jaén, en la parte despeñaperril de Jaén, ese pueblo de dónde es la Reme que está más cerca de Baza que de Almería. Qué es lo andaluz. Lo catalán qué es. El autor del artículo es un politólogo que vive 'exiliado' dice en Madrid. Como mis padres, supongo. O como los chavales y chavalas del pueblo de mis padres que han podido salir de allí y que no se preocupan tanto por una cuestión de apropiación cultural como de mera supervivencia.
Parece que lo que molesta es que alguien haga negocio con algo que parece que es tuyo. El flamenco, lo andaluz. Es eso. Nos molesta a todos que hagan negocio con algo que es nuestro, con nuestro trabajo, nuestras ideas, nuestro entorno.
Me parece estupendo que haya una juventud andaluza que, dicen, al calor de lo que se vive aquí en Catalunya (lo que ellos creen que es Catalunya), construyan... que le den valor a lo que es. Pero qué es.
Me parece estupendo. Y no. En lugar de preocuparse por si la gente entiende La Peste o a los habitantes de la sierra del Alosno, o el habla frenética de mi prima Juani, podríamos preocuparnos por qué la gente andaluza tiene que largarse de cualquier parte donde vivan a otro sitio, porqué si no tienes una carrerita estás cagado de las moscas o porqué la única manera de salir del agujero es la maldita oposición. O escribir desde Madrid o desde Santa Coloma.
De la misma manera, en lugar de preocuparnos por procesos de construcción nacional, le hiciéramos algo de más caso a la lucha de clases. Y no ir de la mano de la derecha a construir nada. De la misma manera, quienes son como yo descendientes de andaluces, gallegos, maños, extremeños... podríamos preocuparnos de lo mismo y no hacer caso a quien hace de esa identidad un factor de lucha. La identidad nacional, la identidad del lugar, no la clase. Vamos, que  mi padre le gustaban las sevillanas de Gente del Pueblo porque hablaban de lo que hablaban. Y no por las sevillanas en sí.
Construcción Nacional Popular aquí, por lo que estoy viendo, no sirve nada más que para construir movimientos populistas de derechas. Espero que en esa terraza del barrio de la Alameda o tomando cañas en nosedonde, alguien se de cuenta. En vez de construcció nacional popular, un poquito más de lucha de clases.
Aquí nos está yendo como una mierda.
Me voy a ver el Athletic Club. Porque como muchos andaluces e hijos de andaluces y catalanes, somos del Athletic Club. De Bilbao, claro.

viernes, 3 de agosto de 2018

Gastarbeiter

Cuando llegó allí y nos lo quiso enseñar le pusimos todos pegas. Todos le dijimos que aquel coche era una mierda. Que quién le había engañado para comprarse semejante elefante, que era un coche pasado de moda. Que con aquel coche podía irse de vuelta a nuestra tierra y fardar delante de la gente todo lo que quisiera, pero que aquí mejor lo guardaba debajo de una loneta para que no le vieran demasiado. Que era el típico coche que se compra el que no ha tenido nunca coche y que de repente se compra un coche y quiere todo el mundo se entere de que tiene coche. Y le dijimos todo eso y más. Yo creo que le dije de todo y aún no había visto el coche. Mehi trabajaba en la Opel y al parecer había salido una oferta para los trabajadores. A los que cumplieran con una cuota de trabajo tal, les hacían un descuento si se compraban el modelo nosequé. El que se compró Mehi. Y ahí estábamos todos diciéndole que le habían engañado, que ese coche no valía para nada. Que los coches alemanes de verdad eran los Mercedes, los Volkswagen incluso. Pero un Opel, qué mamarrachada de coche era esa, que en nuestra tierra podría engañar a la gente, con la pegatina en alemán y todo eso, pero que nosotros que sí que sabíamos lo que era ese coche, nosotros nos íbamos a reír de él toda la vida. Que vaya error que había cometido. 
Y sin embargo, durante todo el tiempo que Mehi tuvo aquel Opel, venía todos los fines de semana al campo de fútbol del barrio a tomar algo y a dejarse ver con la gente de su pueblo. Y se traía el coche.Y dejaba el coche aparcado e inmediatamente nos poníamos a criticar su coche y a meternos con él. Mehi nunca decía nada. Nos miraba más contento y más feliz que todas las cosas. Se tomaba una cerveza, apuraba dos o tres cigarrillos, hablaba de algo intrascendente con la gente de su pueblo, miraba algún partido de fútbol y se volvía para casa. Una de las cosas por las que nos metíamos con Mehi era porque ese coche parecía de una familia numerosa y Mehi no se había casado. Mehi vino con 19 años y aquel coche se lo compró a los 21 años. Algunos le criticaban porque le decían que en vez de comprar un coche tendría que haber ahorrado más para enviar dinero a casa. 
Solemos hablar de lo que no sabemos y de lo que sabemos solemos hablar mal. Solemos saber de muy pocas cosas. Mehi pensaba a lo grande. Se compró aquel Opel porque quería formar una familia y pensó que primero podría llevar el coche y la familia vendría después. Mehi empezó a hablar con una sobrina de Franz, el dueño del bar y presidente del equipo de fútbol. La chica se llamaba Sonja. Se hicieron novios y finalmente se casaron. Mehi se cambió de coche y se compró un coche más pequeño entonces. Vendió el Opel y de repente, un día, le vimos aparecer en el campo de fútbol con un Volkswagen Escarabajo. Se dejó el pelo largo. Sonja se quedó embarazada. 
Todos le criticamos que se cambiara de coche ahora que estaba esperando familia. Que el Opel era mejor coche, más consistente. Que aquel Volkswagen no tenía sentido. 
Mehi nos miraba y nunca decía nada. 

jueves, 2 de agosto de 2018

El siglo XXI

El siglo XXI en forma de monomando. El siglo XX en la figura de un cacharro metálico que al subir la maneta expulsa agua. El siglo XXI dejando atrás creo que de una vez por todas a los grifos del siglo XX. Mi casa anclada en el siglo XX y yo mismo aferrándome al siglo XX. No quiero camisas de flores, cosas hawaianas que también quisieron imponerse en el siglo XX, yo quiero mi polo y mi camisa lisa del siglo XX. Yo he resistido, hasta que ya no se podía más, a las incursiones de lo tecnológico, lo moderno, lo nuevo. Me gusta lo antiguo, lo rancio, lo añejo, lo que no funciona. Me da como un prurito de algo especial. El monomando me hace no ser especial. Pero contar que tengo un monomando, contarlo, explicarlo, relatarlo, hacer el esfuerzo de un texto que gire en torno al hecho de que tengo un monomando en la pica del lavabo, eso, eso me hace ser especial.
Y eso es muy siglo XXI, muy de ahora. Ser especiales, contar cosas que nos hagan sentir bien, especiales, cosas que hacemos, que comemos, nuestros sentimientos, las canciones de Michigan y Smiley que solo conozco yo y mi hermano quizás, las bandas que nos molan, los grupos que seguimos, etc. El paseo que he hecho con mi padre. El paseo que he dado hasta ir a un sitio a coger un papel acojonado porque pensaba que el papel es de otra cosa y luego me doy cuenta de que el tal papel es nada y que todo es cosa de la burocracia y os lo cuento y parece que está pasando algo. Y no está pasando nada.
Estoy de reformas en casa. Contado así parece algo. El siglo XXI está entrando en mi casa. Y esperas una historia. La historia de un enchufe que no he sabido cambiar nunca y que hoy por fin ha entrado de nuevo en el circuito de la luz y la energía. Y ya podrás ir y venir por mi casa de una manera reglamentaria, hola, enciendo una luz, esa luz se enciende. Hola siglo XXI. Supongo que la respuesta lógica a todo este discurso es echarme en cara que hay mucha gente que no puede escribir chorradas sobre un monomando. Hay muchas cosas que no pueden ni siquiera pensar. No pueden pensar en la diferencia entre una fotografía con la pica húmeda o la pica seca. La pica seca es de no tener agua y eso es porque está el monomando. No sé hasta qué punto es necesario contar que habrá pisos, casas, edificios, viviendas, que en Santa Coloma tampoco tengan el monomando. Y que tengan que ir a por agua a las fuentes públicas. Y que tengan otras cosas más que les deje fuera del circuito de las muy buenas noticias diarias.
Hola, me llamo Antonio, escribo cosas cuando no tengo que hacer otras cosas del trabajo. Hoy estoy muy emocionado porque tengo un grifo monomando. Y un interruptor, dos interruptores nuevos. Y la cisterna ya no me hace vivir en el Sonar todos los días, todo el rato. Y ayer, en un alarde de optimismo y esperanza en el siglo XXI, regué las plantas y remojé el suelo de la terraza. Y habrá que ir pensando en qué poster poner para tapar el agujero tapado del techo. Y todos son inputs positivos.
Porque el siglo XXI es esperanza y fe en el mañana. Y yo quiero ahora que todos conmigo, en torno al grifo monomando, reflexionemos y compartamos nuestras experiencias. Esa puerta cambiada, esa ventana, ese nuevo ventilador.
La esperanza y la fe en el futuro. En que el siglo XXI nos de el brillo del monomando, la eficiencia del interruptor. Que haya luz y se hizo la luz. Que haya agua, y se vino el agua. Y olvidemos el pasado y encaremos el mañana con alegría y con la ilusión de quien levanta la maneta y ve correr el agua.
Alabemos el progreso y digamos bien alto, sí. Sí. Sí.
Ayer, afeitándome, sangraba como un cerdo. Todavía no lo tengo todo por la mano en esto de vivir.
Pero avanzo.