sábado, 8 de noviembre de 2025

Lux - Rosalía


Querer o poder estar siempre en el lugar de vanguardia de la creación no es fácil. Conectar con la calle, con la vida subterránea, con lo que está latente y tú y quien te acompaña lo hacéis aflorar y lo resignificáis y le dais un sentido nuevo que es acogido precisamente por quienes lo habían gestado y alumbrado y lo sienten como propio. Eso, hacerlo repetidamente, no es sencillo. En el mundo de la música pop no siempre puedes estar siendo quien marca el signo de los tiempos, no siempre eres el que decide que se avanza y cómo se hace. David Bowie no siempre acertó y no siempre tuvo el fuelle o la decisión de convertirse en faro de lo que pasaba. Ni The Beatles tuvieron fuerzas más que durante unos pocos años para ser eso que fueron The Beatles. El nuevo disco de Rosalía, después de haberlo escuchado UNA VEZ, me parece que es un intento de Rosalía de resignificarse, de bjorkizarse. Me explico. Motomami es un discazo. Si en una primera escucha podía parecer un pastiche de cosas que parecían poco trabajadas o apresuradas, al final entendías que eso es lo que estaba pasando, lo que sonaba, lo que esa porción de gente numerosísima que seguía y sigue a Rosalía, estaba esperando. Calle, mucha calle, calles quizás no de aquí mismo, pero podrían serlo. Rosalía se había convertido en foco de polémica ya desde que empezó, cuando cogió el flamenco como excusa, como telón de fondo, para organizar una propuesta musical que pasaba por la izquierda, por la derecha, por arriba y por abajo, lo que se vendía aquí como moderno. Rosalía ponía la modernidad en conexión con lo telúrico y le ponía un chándal. Esa era una dirección arriesgada, le iban a dar palos, pero eran palos de incomprensión, de no aceptación, de que eso podía pasar y pasar aquí. En sus primeros discos lo rompe y en el Motomami desmiente a quienes ya esperaban la repetición, el filón, la copia. Con Motomami, creo, que la Rosalía de vanguardia callejera (por muy artificial y producto que sea) quema las naves. Antes y durante, muchos singles, canciones, colabos y demás, que nunca llegaban a dar lo que esos discos prometían. Y así llegamos a este nuevo disco, Lux. Este disco pretende una polémica que nos indica un estado de las cosas en el que los que estamos perdidos somos nosotros: Rosalía descubre a Dios. Utilizar a Dios, la religión, los símbolos, como recurso artístico, no es nada nuevo. La provocación mediante lo espiritual, está más visto que el tebeo, pero siempre funciona. Eso es verdad, siempre funciona. Saber meter el dedo en el ojo, saber colocarte en la diana, no es tarea fácil. Hay que saber dónde, cuándo y con quién quieres asociar tu imagen y en este caso, Rosalía ha sabido colocarse en el foco. La propuesta musical, en cambio, dice otra cosa. Ayer mismo, como consecuencia de, con mi compañera comenzamos a ver un concierto de Björk, el Cornucopia. Dos o tres canciones. Aquello tenía que ver poco con música pop, con algo parecido con música que tararees, que puedas bailar, que puedas yo que sé. No. Era Björk, un personaje omnipresente, con su voz omnipresente, que riza el rizo de su Björkidad para deleite de quienes creen que entienden a Björk y para quienes aceptan la propuesta de Björk como cúspide de algo que se sale ya del pop alternativo para ser otra cosa que solo Björk ofrece. Algo de eso intuyo en el nuevo trabajo de Rosalía. Salir de lo alternativo/masivo, para entrar en lo artístico/selecto. Hay una storie de Brigitte Vasallo caminando por la calle con los auriculares puestos en el que dice 'Rosalía, ¿esto cómo se baila?'. Sería eso. Ya no quiere que bailemos, ya no quiere Despechá en la carpa de las fiestas del barrio. Ahora quiere otra cosa, ahora nos quiere llevar a otro sitio y le da igual, supongo si hace prisioneros o no. Ni siquiera los pretendidos momentos de 'flamenco o rumba' que hay en el disco quieren saltarse esa pretensión. Todo está más contenido, menos afilado, menos contundente, no hay percusiones machaconas, ni minimalistas. Lo que hay es un sinfonismo o una intimidad o una instrumentación que huye de lo conscientemente chandalístico y aboga por el vestido blanco vaporoso o una cotidianeidad que asusta a quienes no quieren reconocer que hay casas en las que se plancha. Berghain es un temarral, ahora bien, ¿es un temarral como Saoko? Giro de guión. Estos saltos estilísticos no han sido siempre para peor, buscar la respetabilidad se hace de muchas maneras. The Rolling Stones, por ejemplo, quisieron hacerse los punkis en el 78 con el Respectable. Deep Purple y su insoportabilillo disco para Grupo y Orquesta. Rosalía quiere ganarse la respetabilidad tirando hacia otro sitio. Hacia la björkización. No sé si me dejo algo. Tendré que escuchar el disco más veces. 

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