lunes, 29 de agosto de 2022

Atracción


 La gente venía de los pueblos de alrededor para ver al Chancho Gospodarek. Cuando el padre del Chancho llegó de Hungría, huyendo de algo, quiso establecerse lo más lejos que pudo de cualquier cosa y vino hasta aquí. Con el dinero que pudo traer, montó una tienda que se convirtió en la única tienda de la comarca. El padre del Chancho se llamaba Zlot y en el pueblo le comenzaron a llamar Juan. El padre del Chancho no vino solo, que venía con su mujer, una pelirroja pecosa que sufría al sol y que se llamaba Edita y en el pueblo la seguimos llamando igual. 

El padre del Chancho Gospodarek murió cuando él tenía 17 años. Entonces el Chancho ya era una mole de más de cien kilos y su única ocupación era la de ayudar a su padre en la tienda. Pero su masa era tan inmensa que terminaba pronto su faena y se quedaba detrás del mostrador. No se movía. Y cuando su padre murió, contrató a un mozo, me contrató a mí y él solo se ocupaba de vigilarme desde el mostrador. La gente venía de los pueblos para verle. 

No se movía nunca. Muchas veces me preguntaba cómo comía o si se iba a dormir o si se aseaba. Todas las mañanas, cuando yo llegaba a la tienda, él ya estaba allí. Y siempre llevaba ropa distinta, por lo que seguro que se iba a su casa cuando cerraba la tienda. Sin embargo, la tienda estaba siempre abierta y él estaba allí. La gente venía de otros pueblos nada más que para verle. 

El Chancho Gospodarek hablaba. De manera insospechada era capaz de hablar de cualquier cosa, conocía lo que pasaba en el mundo, en los pueblos vecinos, y tenía una opinión propia de casi todo. La gente venía de los pueblos para verle y para escucharle opinar. El Chancho Gospodarek no tenía acento como su padre o su madre. Él ya hablaba como nosotros. Nunca le vi coger un libro. Busqué entre los cajones algún transistor desde el que él pudiera escuchar las noticias del mundo y nunca lo encontré. 

Estuve con el Chancho Gospodarek durante 20 años. Cuando me casé no dejé de trabajar con él, pero cuando se murió mi Concepción me puse tan triste que le dije que me quería ir. El Chancho Gospodarek me miró y dijo que me merecía ver mundo y que no había nada mejor que cambiar de aires para aliviar una tristeza. Entonces el Chancho pesaba unos 200 kilos. 

Volví al pueblo unos 10 años después. Fui a la tienda del Chancho Gospodarek. Había gente en la puerta haciendo cola para verle, venían de todas partes. Incluso me contaron que había venido un señor desde Hungría para conocerle. El Chancho Gospodarek había perdido peso, mucho, pero seguía sentado en su silla sin moverse de detrás del mostrador para nada. Una chica joven se encargaba de tener la tienda a punto. Me dijeron que era su hija, que se llamaba Andrita. Era una flaca pelirroja y pecosa. El Chancho Gospodarek era un anciano entonces. Nadie supo decirme sobre la madre de Andrita. 

El Chancho Gospodarek sigue vivo. La gente de los pueblos sigue yendo a verle. Ahora habla poco. Su hija dicen que está sentada con él detrás del mostrador todo el día y que discuten. Y la gente viene de todas partes para verlo. 

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