miércoles, 17 de diciembre de 2025
Mira papa, el Martí
Hoy es 17 de diciembre y hace seis años ya que mi padre nos dejó. Hola papa, este es el Martí. Ni en el más remoto de tus sueños hubieras imaginado que ibas a tener un nietecillo. Un muchachillo que está tirado ahora mismo en el suelo de la cocina de la casa de Vilches y que reniega porque quiere que le cojan. Un señorito que se ríe con todo el mundo y con todo el mundo está a gusto y si no está a gusto es porque algo le pasa. Este año el aniversario de la muerte de mi padre, del abuelo del Martí, no lo pasaremos en Santa Coloma, no iremos a comer con mi hermano, nos hemos venido a Vilches, qué cosa. Su pueblo. El pueblo querido. Vamos a comer a Jaén con las primas, las hijas de su hermana Petra. Qué nombre tan bonito, Petra. Nos reiremos mucho con la Juli y la Juani. Van a flipar con el Martí. Hace ocho años que se murió mi padre, el Molina, el Paco, y se hace extrañísimo escribir esto ahora como padre yo mismo. Las cosas que recuerdo que mi padre hacía conmigo, las haré yo, pienso. O no. El ejemplo que daba mi padre con tantísimas cosas, se supone que lo tendré que dar yo también. O no. Noto que el texto anual de recuerdo a mi padre de este año no va a ser demasiado fluido. Cuesta encontrar el hilo. La visita al pueblo con el Martí en brazos sirve para recorrer los rincones que tienen que ver con mi padre, o bien, algunos otros que no he visitado casi nunca, pero que mi padre seguro que había pintado. En la casa tenemos fotos de mi padre, claro. Unos dibujos que se hizo él mismo de chaval muy chulos. Fotos del día de su boda. Fotos recuperadas de casa de los abuelos de arriba. Él en la mili. Muchas ya las he compartido. No sé si he compartido ya esta de él en una cena de Els Coloristes. En su lápida está escrito: Els Coloristes pintaran! Hoy hace seis años que se murió mi padre y no hacemos más que pensar en qué haría el abuelo con el chiquillo que estaba tirado ayer en el suelo delante de la chimenea atento a lo que hablábamos. No sabemos cómo será Martí. Si será un viejecillo que querrá estar con los mayores escuchando todo el rato. O será un nervio que no parará quieto. Qué haría mi padre, su abuelo, con el Martí. Sabemos lo que está haciendo su abuela, mi madre, que es volverse loca con él. Papa, Martí ya está comprobando cómo es la intensidad vilcheña, los gritos, los achuchones, los besos esos manchegorros. No me imagino a mi padre agachado jugando con el Martí, me lo imagino llevándolo en brazos y diciéndole cosas. Papa, he llevado a Martí a la Renfe, con un frío que hacía que párate. Le he paseado por el andén y Martí miraba hacia el horizonte, hacia las caras. Hemos estado en el cementerio esta mañana, limpiando la lápida, cambiando las flores, visitando las tumbas de los abuelos. Es raro escribir el texto anual de recuerdo de la muerte de mi padre, el Molina, el Paquito, Paquito Lagarto, Paquito el Chispico, el nieto de la Montora, siendo también ahora mismo el abuelo del Martí. Hubieras flipado, papa. Tómense un botellín hoy a la salud del Molina, que él haría lo mismo.
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