lunes, 26 de agosto de 2019

Seis días en Vilches. El retroceso.

¿Qué te pasa? ¿Este año no bailas? Nos queremos, nos amamos. Las personas, las gentes, las familias, los amigos. Somos todos uno. Con cariño, en mis sueños soy Ronaldinho y marco un gol para ti. Claro que bailamos, bailamos regularmente, pero bailamos. Seis días en el pueblo. Un año después vuelvo a bajar. Vamos por oleadas, primero mis padres preparando el terreno ya que sin coche solo van hasta el cruce como mucho y ya. Luego llego yo, después mi hermano y ya el día de la ascensión, mi compañera. ¿Es necesario recordarlo? Lo haré. Mis compañeros no han mantenido la alcaldía de Vilches. El PSOE, por ciento y pocos votos, se ha puesto por delante. El PP haciendo gala de espíritu de moderación y cordia, esta vez no ha querido hacer alcalde a un comunista extranjero y las aguas vuelven a su verdadero cauce. El efecto paralaje, cómo era. Una estrella parece que va hacia atrás y luego resulta que no, que es que avanza. Pero no. Aquí el asunto era como el de aquel cartel neofascista de los años sesenta, la nostalgia del porvenir.
El primer día no noté nada, porque apenas pasé del cruce y me dediqué a familiarizarme con mis gafas nuevas. De lo más destacado del año a mi entender, estreno gafas nuevas. Gafas como de viejo, pero de viejo moderno. El segundo día fui al pregón. El pregón lo hace el señor que vende diarios y tabaco en el estanco. El pregón me suena a nostalgia del porvenir. Un cuéntame. Qué bonitos aquellos tiempos en los que todo estaba por construir y en el que nos inventamos fiestas, bailes, un presente y un futuro. El pregón me sonaba. A algo ya aprendido. A que lo nuestro no existe, lo nuestro, lo que nosotros hagamos, es escribir en el agua. Sé que existe una figura poética que lo explica mejor. Escribir en la nada. En el vacío. Lo que queda es otra cosa. Quien te daba palmas, quien te hacía de corifeo, mañana deja de hacerlo y aquí no ha pasado nada. Y se vuelve a construir lo que nunca dejó de estar. Ocho años que parecen borrados de un plumazo en unos pocos meses, dos siquiera. El retroceso. Un pregón para un pueblo nuevo, un pueblo que vuelve al punto de partida, a la línea trazada. Al abrazo fuerte. A volver a pisar la piscina. A verás ahora cómo sí. Al tinte. A la cera vieja. Al agradecimiento al consistorio por parte de la Hermandad de la Virgen en el escenario donde luego se leerá el pregón de que ahora, por fin, se les reconoce. Al ataque descarnado por parte de quien no tiene sus derechos garantizados en el Club pero ataca porque le atacan al presidente del Club. De traca.
Parece que avanza pero no avanza.
Las fiestas. Este año las fiestas se han calcado a las fiestas del año pasado. Es un decir. El plan de siempre. Subir, hacer tiempo en la sartén o en otro sitio, ensalada de cervezas y piscina y orquestas y saludar a gente. Orquestas muy buenas que no lo parecían tanto, versiones de Rosalía (larosalía) que no llegaban y orquestas roqueras que no sé muy bien qué pretendían con tanto rock si allí habíamos ido a escuchar otra cosa. Las orquestas ya estaban contratadas, así que el año que viene verás. Van a venir, La Musgaña, Obradoiro, El Nuevo Mester de Juglaría, Amancio Prada y Luis Pastor. A tope. Se va a caer el pueblo abajo de la gente que va a venir. Nadie se va a ir a la playa. Van a volver los valencianos. Los madrileños. Los catalanes. Van a volver. Como antes. Porque nada de esto ha pasado. Todo es un sueño. Un sueño bonito que se ha aprovechado.
No hay que darle más vueltas a la cabeza. Ciento y pico votos. No hay quedarle ninguna vuelta más. Otros compañeros y compañeras víctimas de la ola. Una ola que ha venido para que no quede nada de nosotros. Heroico es resistir y perder por solo ciento y pico votos. Nada más. Con casi todo en contra. Algo habrán hecho bien para casi conseguir frenar la ola. Casi. Pero no.
Abrazos fuertes, gambas en el suelo, otro abrazo coño, que ya era hora.
Este año he subido a la procesión del día 14 y no subí a la del día 15 por un error de cálculo que pagamos con creces. El día 14 subí a mis padres a ver la procesión, cosa que jamás pasó, y como no tenía nada que hacer, me quedé. Y vi la procesión. Y le saqué una foto al San Sebastián y unas fotos muy chulas de la Montse haciendo fotos a la Virgen que parecen fotos de la Virgen y son de Montserrat. Morena de la Serra. Una procesión. Una procesión como has visto otras, pero en un pueblo en el que la mitad de sus habitantes se larga de vacaciones y de esa mitad hay una mitad que no va. Una procesión con esa gente que ves, que es gente pero no aquello que dices... gente. Es igual, me va a dar igual la gente que vaya. Impresiona ver a la gente cantando, aunque sea por lo bajo, el ave maría, o la salve. O lo que sea. Y para entrar a nuestra madre a la iglesia, el himno nacional. En qué consiste la procesión: bajar a la virgen desde el castillo hasta la iglesia por esos caminos con esas cuestas así y bueno. Pues la banda, la música, etc. Cuando suena el himno nacional yo ya estoy en el bar.
El retroceso. Mi padre subió conmigo un día 'por ahí arriba' como antes. Solo un día. Un rato. Subimos, dejamos el coche demasiado lejos, pero quiso subir andando. A la plaza. En la plaza venga a saludar a gente. Fuimos a la callejuela, donde vivió de chico. Se hizo fotos allí sin ningún entusiasmo. Saludó a más gente. Cuando conoce a alguien, se va para él. Le digo de ir a tomar algo. A las olas. Vamos a las Olas y nos tomamos un quinto. Sí, estamos. Pero mi padre se quiere ir. Volvemos a casa.
Este año, los socialistas, precisamente, han puesto una foto suya de cuando tenía 16 años y se fue a una juerga con sus amigos Antoñirri y Jaime Rincón. En el libro de las fiestas le llaman 'Paquito Lagarto'. No le gusta nada que le llamen Lagarto porque no es lagarto, pero le sale la sonrisilla, porque el ego es superior a que le llamen como quieran. Sale en el libro de las fiestas. Nostalgia de un pasado de juergas en Semana Santa.
Nos hacemos viejos. Todos. Recordamos cosas, hablamos de cosas antiguas, de cuando. Veo a las sevillanas, cada vez más guapas, cada vez mejor. De manera increíble hay gente como ellas que mejora y mejora. Veo a las compañeras y compañeros, superando el tema, peleando por el tema. La Marina, peleando, peleando cuando le dan la murga, peleando y bailando.
Veo a mi prima Juani y no veo a mi prima Juli. Y me sabe fatal. Veo a mis primas Conchi y Aurora, pero no veo a mi primo Paco Luis y me pregunto cuánto hace que no veo a mi primo Paco Luis. Veo a mi prima Mari Jose con la que no recuerdo haber estado tanto tiempo nunca jamás y me cae muy bien. Veo como siempre al primo Sebas y al tito Pepe que no es tito sino que es primo y mi primo es mi sobrino y a la Cata y a la Antonia y así. Y al tito Lorenzo, que bueno.
Ahí estamos.
Un retroceso. Un paso atrás. Las fiestas concluyen para nosotros antes de tiempo porque nos vamos. Sí, ya somos de esos, venimos a pasar unos días pero no nos quedamos hasta el final. No hacemos el día de clausura. No nos quedamos ya todos los días ni siquiera cuando estamos, hay un día que no salimos. Estamos cansados. Somos viejos. Como siempre, no estamos el día bueno, ese día ya nos hemos ido.
Y la Rocío, ya encarnada en el papel de gran dama de la noche vilcheña.
Este año como novedad hemos hecho una barbacoa de despedida. Un cerro de costillas. Yo en el fuego. No hubo heridos. Vienen las colegas y vienen los Robin también. No veo este año ni a Robin ni al tito Manolo.
Tampoco veo al tito Basilio y mi tita Loli murió hace unos pocos meses. Mis primos no han venido tampoco. Mi tito Basilio ni siquiera aguanta al teléfono diez segundos cuando le llama mi madre.
Mi tito Basilio y mi padre entrando en un bar, aquí no hay más que cuatro fascistas, y ya está liada. Mi tito Basilio y mi padre yendo por espárragos, primo, vamos a por chumbos, primo, qué haces, vente que me ha mandado la Loli a por... Menuda mierda que es todo. Pero lo hecho hecho está.
Mi tito Basilio y mi padre.
Mi madre en casa tostándose en la piscina. Pero tostándose de verdad. Mi madre llevando el triple de su peso en el tren cuando nos hace llamar a Atendo para que la ayuden... pero esa mochila con todo absolutamente, que no falte jamás. Mi madre yendo casi cada día a ver a mi tita Maribel que está mal. A mi tito Bibiano lo he visto pero fugazmente. Mi madre animando al Moli para salir, para vestirse, para ir a tomar algo, para...
Yo y mi hermano. Los fijos. Vosotros sois fijos. Siempre venís. Comemos churros, no nos hemos comido la hamburguesilla.
No sé. Vamos unos pocos días. Cinco, seis. En un año. Eso es muy poco. No hemos ido ni al Porrosillo, ni a Arquillos, ni a ningún sitio ninguno. Eso no puede ser.
El pueblo. Vilches. La estación. Creí ver a Rodrigo un día por la sartén. Ví al Argudo, pero hice el gilipollas y al final no hablé con él. Ni una conversación con Berna chico. Una cerveza corriendo en los Cazadores. Visitas rápidas a Ginés. Así no.
Estos ocho años no han sido en balde. Pero habrá que remar muy fuerte, hacia delante, o hacia atrás, aprendiendo de lo que se hizo. Qué bonito es todo. Una mierda. Un día en la piscina. Lo volví a escuchar.
Alguien, al acabar una canción dijo 'una mierda'. Vilches. Siempre hacia delante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario