martes, 15 de noviembre de 2022

Era él


Y así fue que llegaron frente a la puerta de su casa y lo encontraron sentado en el tranco. Y como lo encontraron cabizbajo, con la mirada en el suelo, no le reconocieron y le preguntaron si era él. Y él les dijo, sin levantar la vista que, naturalmente, era él. Y entre todos se fue corriendo el rumor sobre quién era y que finalmente lo habían hallado. Y uno de ellos se adelantó y delante de él se puso a cantar una canción en la que se narraba la aventura que todos ellos habían vivido hasta llegar frente a él. Y él atendió el canto y al cantante y cuando acabó no dijo palabra. Y todos esperaron a que dijera algo y él dijo lo siguiente aunque los mantuvo en una tensa espera que en más de una ocasión les hizo estar a punto de perder los nervios. Finalmente se incorporó y se dirigió a aquella muchedumbre reafirmándoles que, efectivamente, él era a quien buscaban y que llegados a ese punto no se podía asegurar otra cosa que todo aquel enredo y aquella tribulación y las penurias que habían vivido, tenían sentido, porque allí estaba él y con eso quedaba solucionado el primer asunto que les relacionaba a ellos con él. Lo que después les dijo provocó sorpresa y vacilación entre los reunidos, ya que con las mismas les dijo que él se imaginó un día aquella escena, esa misma situación, en la que finalmente todos vendrían a él y le reclamarían y que juntos partirían hacia un destino que había sido trazado ya en la historia de su pueblo y que mil veces se había visto al frente de su pueblo y que en esos sueños, en esas divagaciones, había pasado buena parte de su vida. Que él sabía que aquello podría ser el comienzo de lo que tanto ellos como él mismo habían soñado alguna vez, cuando todo estaba perdido, cuando estaban humillados, cuando las cadenas de la opresión no dejaban respirar con libertad, cuando el sol de la mañana abrasaba y la noche era fría, cuando no llegaba la comida y cuando la tristeza ocupaba todos los rincones de su corazón. Envalentonado, alzó su voz vigorosa diciendo que el día había llegado por fin, que lo tenía claro, que ese era el primer día del resto de la... hasta que uno de aquellos se abalanzó contra él con un pequeño mazo en la mano y le golpeó en la cabeza. El golpe no fue nada, él se echó mano a la cabeza sorprendido, dolorido eso sí, desconcertado. El del mazo se retiró y los congregados cuchichearon entre ellos y se fueron. Era él, pero ellos no. 

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