miércoles, 27 de noviembre de 2024

Pequeños cuentos centroeuropeos


Pensarás que nadie nos tiene en cuenta. La mayoría de nosotros no sabemos a qué hora aparecimos aquí, no sabemos tampoco cuándo nos vamos a ir. Algunos recordamos estar casados, tener hijos, hijos que a veces nos encontramos también en la barra, les reconocemos, o no, seguimos mirando hacia otra parte. Otros ya no recuerdan nada. Saben que han venido a una hora, era temprano, salen de vez en cuando a la puerta, la gente hace como que no nos ve. Nos huele la ropa pero nosotros ya hace tiempo que no olemos nada. Nos huele todo. Venimos limpios, nos vamos sucios. Hablamos cosas entre nosotros, cosas que no entendéis, tampoco a nosotros nos importa lo más mínimo. No miramos el fondo de la botella, al final del vaso no estás tú, no hay ningún mensaje, no existe. Hay una televisión encendida. Tenemos una opinión. Yo casi nunca digo nada. De vez en cuando gruño, o levanto una ceja si veo a alguien en la calle que reconozco. No sé porqué comencé a venir. No me gusta jugar a las máquinas, no me gusta distraerme viendo jugar a otros. Soy de los que les gusta leer el periódico, el diario deportivo. Me gusta que piensen que soy un intelectual. Que no tendría que estar aquí. No tenemos una opinión formada de las cosas, pero sabemos cómo son las cosas. A veces opinamos. Y esa opinión vale, cuenta. Estamos aquí, al fondo, sentados, o de pie en la puerta tomando el sol, hablando con la hija del dueño del bar, preguntándole cuántas le han quedado. La hija del dueño del bar es muy lista y nunca le queda nada. Seguramente no trabajará en el bar cuando sea mayor. Ya no nos asusta. Asustan otras cosas. 

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