viernes, 5 de febrero de 2021

Nuestra verdadera contienda electoral


 De entre las cosas prefes que hacemos durante la campaña electoral y que no le importan absolutamente a nadie, se encuentra el despropósito de la pegada de carteles. Encartelar. Se trata de una acción consistente en localizar los pirulís y lugares indicados o medio indicados para ellos y llenarlos de carteles de nuestra candidatura. Pegar carteles en sí debe tener un efecto en el electorado que me cuesta calibrar. Ya colgamos plafones y pancartas. Ya se hacen actos y se retransmiten. Ya cada uno en sus redes sociales hace lo que puede. Pegar carteles parece cosa del pasado. Pero se sigue haciendo. ¿Y por qué se sigue haciendo, pienso yo? Sinceramente creo que se hace por la herencia del pensamiento confuciano entre nosotros. 

Confucio le daba mucha importancia a la capacidad de organizar. El ritual. Ser capaz de construir eventos, ritos, ceremonias, organizarlas, demostrar que se es una entidad o una persona con capacidad de 'hacer cosas' que demuestran poder y sabiduría, te hace querido a ojos de los pobres mortales. Organizar actos, movilizar a los propios y llevar a tu militancia de paseo por la ciudad para encartelar, demuestra poder, maquinaria, capacidad. Hay quien incluso utiliza el no utilizar esta herramienta, la del encartelamiento, como una muestra también de fortaleza. 'No nos hace falta'. Porque sus medios son tan considerables que esto de poner carteles no les rinde. A no ser que sea para lanzar a la chavalada a las calles a que se fogueen en el activismo al menos con una escoba en la mano antes de ocupar posiciones de más responsabilidad en el municipio. Sin embargo, otros con medios similares, utilizan esta herramienta como forma de demostrar lo que he dicho anteriormente, fortaleza organizativa. Organizaciones que no han pegado un cartel en 40 años de historia colomense, hoy empapelan la ciudad con alegría y profusión de cartelería para demostrar que su hora en la ciudad ha llegado. 

Los hay que, como nosotros, utilizamos lo de encartelar como una tradición sin la que no se entiende la campaña electoral. Preparar cubos de cola, organizar los equipos, repasar las escobas y salir a la calle recorriendo los barrios a la caza del pirulí. Si el pirulí está 'vacío' o con información caduca, a saco. Si el pirulí está ya tapado por otra organización, según qué organización sea, se respeta la mitad más o menos. Si ha mediado tapada previa, no hay perdón. ¿Infantilismo? Bueno, llámese como se quiera. Son pequeñas cosas que mantienen la vida política de la ciudad activa en algo tan importante como llenar pirulís de papel que, pese a su duración efímera, a veces  ni durante la misma noche se aguantan, nos llenan de paz y tranquilidad a los militantes. Les hemos tapado los carteles a esos. Les hemos visto pasar y hemos salido a taparles. Qué grandes somos. Foto. 

Qué ocurre. Que siempre hay alguien aún más abnegado que tú. En este caso nos encontramos inmersos en un proceso electoral que coincide con otro proceso electoral, el de Ecuador. Y las calles y pirulís se han llenado de carteles con caras de candidatos que nos resultan desconocidos. Tenemos que mirar si son de los buenos o de los malos. Pues bien. Los malos y los buenos no respetan ni a conocidos ni a desconocidos. Y esta mañana, nuestro esfuerzo organizativo, nuestro músculo como partido, el orgullo de la militancia, se ha visto aplastado por la llegada de cartelería nueva que nos lo ha dejado todo como si ayer no hubiéramos salido de casa. 

Nuestro gozo en un pozo. Pues nada. Cuesta poco llamar, que nos manden más carteles, y seguir organizando nuevas quedadas para encartelar y así provocar en el electorado que pasea feliz o preocupado por las calles una reacción que le obligue a sentir compasión por nosotros, por ejemplo, que pegamos carteles de una manera cariñosa, armoniosa, respetuosa con todo lo que haya que respetar, o bien cabrearse por la presencia apabullante de otros que encartelan de manera maquinal, uniforme, sin gracia. Y no hablo de Ciudadanos ya porque lo de los carteles de Ciudadanos no sabes si los han puesto o no los han puesto porque uno no sabe si eso es de un partido o de yo que sé. O los del PDeCat que todavía lo hacen con celo. 

Con celo. Vale que sean 'los de antes', pero a ver...

Y todavía no ha empezado la Cup a poner carteles. 

La semana que viene promete. No se lo pierdan. En sus calles. 

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