domingo, 13 de febrero de 2022

Al tito Basilio



Primo, vamos. Una vez, hace muchos años, mi padre se jodió la rodilla jugando a fútbol con el equipo de la Telefónica. Con escayola y muletas. Hace muchos años, una noche, mi tito Basilio llamó por teléfono a mi padre y le dijo que ya que él era pintor, que les tenía que ayudar, que iban a pintar un mural y necesitaban de alguien que les supervisase. Pero primo, que yo pinto cuadros, que yo de pintar un mural no tengo ni puta idea. Es igual, primo, tú te vienes y ya está. Y me acuerdo que vino a por mi padre desde Ciudad Badía con el 127, metió a mi padre en el coche y yo me fui con ellos. Y mi padre apoyado en las muletas yo que sé lo que les iba diciendo. Era invierno. Cómo corría el 127 verde hacia aquella pared. No sé de qué sería el mural. Del PTE, de la CSUT, yo que sé. Mi padre solo tenía que escuchar el 'Primo, vamos a...' y aunque rezongara un poco, acababa yendo con su primo donde hiciera falta. El tito Basilio y mi padre, juntos siempre que pudieron. El tito Basilio, padrino de mi hermano. Mi tito Basilio que era vecino de uno de los Bordón 4 y vivía en Ciudad Badía y o venían ellos o íbamos nosotros a verlos. Mi tito Basilio que se fue de allí para volver para abajo, primo, tú qué haces que no te vienes también. Se fueron a Baza y se volvían a ver en Vilches. En cuanto se localizaban ya no se separaban. A primera hora de la mañana el tito Basilio llamaba a la puerta. Isabel, dónde está mi primo. Y se iban. La pareja del mimbre. A tomar café, a por espárragos, primo vamos a por hongos, ¿Toni tú no te vienes? Mi padre y el tito Basilio yendo a echar la postura. Yo y mi padre yendo a por alguna cosa, algo que hubiera que comprar y cuando ya se acababa el encargo me decía 'vamos a ver si vemos a Busi', y si lo encontrábamos pues ya estaba liada. Y comenzaba la retahíla, el repaso, el cabrón de Felipe González, los socialistas que ya no eran socialistas, los fascistas, aquel, el otro, el de más allá, pero en alto, nada de criticar por lo bajini, no, en alto, que lo escuche la gente, que ya estaban allí los dos Molinas, Basilio el Lagarto y Paquito el Lagarto que no le gustaba que le dijeran lagarto pero como iba siempre con Basilio cómo no iba a ser lagarto si eran primos. Pero es que eran primos casi de milagro, casi porque se decían primos y se querían lo más. No sé realmente cuál era el parentesco, si mi abuelo y su padre eran primos segundos o yo que sé. Casi no nos tocamos nada, aunque fueran primos y Molina. Basilio Molina. Mi tito Basilio y mi padre hicieron la mili juntos en Mallorca. Qué fotos de los dos gañanes, ahí sueltos en Palma de Mallorca en el año del señor de 1970 o 71. Los dos primos, que se metieron en Telefónica juntos, que cayeron en Barcelona junto con otros vilcheños y vilcheñas que se juntaban cada fin de semana o en el Polideportivo o en la casa de alguien y nos educaron en muchas cosas que no sé si aprendimos bien. Aquella vez que fuimos a una manifestación a Madrid y nos encontramos con él. Mi padre iba a las manifestaciones pero siempre tenía una cosa mejor que hacer además de la manifestación. Ir al Prado o verse con el tito Basilio que venía desde Baza. Aquel día que nos fuimos a comer por Madrid con la gente del sindicato. Las comidas de los telefónicos en Vilches que terminaban en la casa o en la cueva de alguien, hasta las mil, bailando y contando chistes y no había fin. El tito Basilio no jugaba al tenis, ni al fútbol, ni nada. A él le gustaba ir al campo, te traía un par de conejos por la mañana, te traía un manojo de espárragos, el tito Basilio era de las mejores personas que podremos encontrar nunca. Aquella vez que nos quiso vender la casa de la calle Pastores, te la dejo por... joer Toni. Tú quieres una casa yo te la vendo. El tito Basilio que no quiso venir a ver a mi padre cuando mi padre se puso malo, porque no podía aguantarse las lágrimas, no podía dejar de llorar. El tito Basilio que no podía aguantarse las lágrimas cuando nos veía por el pueblo una vez que mi padre murió. Tito, vente a casa un día para desayunar allí con la Isabel. Jamás. Se quedaba callado, se le iban las lágrimas y ya no decía nada. Este verano lo vimos mucho. Siempre con el polillo rojo. Con esa cara de buena gente. Con su llavero de Izquierda Unida, siempre. Ya no te decía 'que me espera la Loli que tengo que ir a comer'. Ya no decía nada. Tito vente. Y no se vino nunca. Lo veíamos en la plaza, con su vino blanco con casera, o sin casera. Le saludabas y hablabas con él, pero estaba tan triste que no podía. ¿Cómo puede una persona tan buena gente estar tan infinitamente triste? 

Ayer mi prima Ana me envió un mensaje, que el tito se había muerto. No hay Dios en el cielo ni mierda. Pero en algún sitio, en alguna parte, mi padre y él estarán ahí, encontrándose, primo ámonos, y con cuatro tonterías pasarán el ratico tan a gusto. Hoy y siempre, grande el tito Basilio, lagarto. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario