miércoles, 11 de octubre de 2023

Intermedio


Aprovechando que ahora mismo Elejalde tiene los dientes esparcidos por el suelo, voy a contar una cosa. El otro día sentí que el sentido último del escritor ha de ser la tiranía absoluta. El dominio y el poder ejercido sobre personajes y tramas es tan grande, la sensación de poder hacer lo que a uno le convenga, tenga sentido o no tenga sentido, conduzca a alguna parte o no, es tan grande, escribir ahora sobre esto, darle la vuelta, girarlo, cambiar el idioma, arrastrar por el fango la norma, es tan grande, soy tan grande, me siento ahora mismo tan poderoso que me quedo en éxtasis y alcanzo aquello que siempre soñé. Y como lo soñé y ahora es real, estoy completo. Y me pregunto qué es lo que le pasa a Elejalde, que ahora se queja y protesta porque tiene los dientes en el suelo y llora y me está jodiendo el momento. Elejalde está en un parque y alguien le ha dado una paliza, le ha jodido toda la cara, está sin dientes. Txipi está a su lado, le pregunta si se encuentra bien. Txipi se lo ha encontrado mientras venía de dar un paseo con el perro. La historia de Txipi es conocida. No os entretendré con la historia de Txipi. ¿Ves? Es a esto a lo que me refería, puedo introducir un personaje y luego pasar de él. Creo un interés en un personaje que aparece para que luego me de igual. Soy así y así es como quiero que todo siga. Escritor con la capacidad de dar la vida y la muerte a un personaje. Cuando Elejalde se levanta, nota que tiene todos los dientes en la boca y que Txipi yace muerto a su lado. Es un disparate detrás de otro. Es la vida. 

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