lunes, 11 de enero de 2021

Capítulo 1. Una mierda


Volver a Santa Coloma no es fácil. Es fácil vivir en Santa Coloma si no has salido mucho fuera. Pero salir fuera y volver, no es fácil. Cuando Pistolas volvió a Santa Coloma se fijó en una mierda de perro que se encontró una mañana de domingo al salir de su nuevo domicilio. Era una mierda de perro hermosa, grande, recién cagada por alguno de esos grandes perros que tiene la gente en su piso. Grandes perros, hermosos, gordos, que caminan briosos por las calles estrechas de la ciudad. Por las calles anchas también. Perros que se enfrentan a otros perros cuando se cruzan ante la estupefacción de sus dueños que les regañan sorprendidos porque un perro, cuando divisa a otro perro, pueda armar semejante cisco. Esos perros, uno de esos perros, cagó una tifa espectacular, jugosa, mientras su dueño lo pasea bien tempranito porque el perro necesita salir a pasear. El dueño se llama Jose. Por no tener no tiene ni mote. No le conocen de ninguna manera, le llaman Jose y Jose ha sido toda la vida. Estaba en la cama y ha sonado el despertador y se ha vestido con uno de esos chándales que son de color blanco, de pantaloncico apretado y sudadera. De esos pantaloncicos ajustados que no son mallas y que dejan colgando cosas que intuyes. Y aunque hace frío con eso ya tira, porque solo va a sacar al perro. El Jose sale con su perro todas las mañanas a eso de las siete y media. Luego vuelve para el piso y se queda frito en el sofá. Le da igual si es domingo o es lunes o si fue festivo ayer o lo será mañana. Saca al perro a pasear y su perro caga. Caga unos troncos espectaculares. A veces los recoge, otras no. Hoy ha tocado que no. Por nada en especial. Porque no. Porque no se ha acordado de coger una bolsa, porque no se ha acordado de coger un papel, porque estaría pensando en otra cosa. No me preguntéis en qué estaba pensando el Jose. Pero la mierda no la ha recogido. A mí no me preguntéis de nada. Cada vez sé menos cosas. Cada vez más, pienso que he llegado a una especie de techo. O que llegué hace años y que he vivido siempre pensando en algo que no era real, o que era real en relación a la gente con la que he convivido. Pero al salir fuera, he visto que no. Que estaba muy por debajo de lo que creía. Fuera del grupo de gente habitual. Con el grupo habitual me manejo bien. Pero fuera… No, eso no le pasó al Pistolas. Al Pistolas le pasó otra cosa. El Pistolas volvió a Santa Coloma y ya os diré por qué volvió. Que tampoco tiene mucho misterio. En realidad, nada tiene demasiado misterio. Es una forma de subir y bajar la expectación como otra cualquiera. Lo cuento o no lo cuento. No lo voy a contar, todavía no. El Jose ha salido a pasear con el perro y se vuelve a su casa después de haber dejado una preciosa mierda en la acera. Al Jose qué le cuentas. La mierda de perro ha sido depositada a las siete y media de la mañana. A las nueve de la misma mañana, sale el Pistolas de casa y se encuentra con ese truño magnífico. Es una mierda espléndida. Ya no recordaba ese tipo de mierda. Un poco más adelante, caminando por la misma acera, encuentra otra mierda, ésta algo más seca, debe llevar ahí desde por la noche. Al lado de un macetero hay otra mierda, casi del mismo tipo de la primera mierda que se ha encontrado, pero esta está pisada. El rastro de mierda se prolonga durante unos pocos metros. Alguien ha comenzado la mañana de aquella manera. Otro diría eso de que ya puede ir a comprar lotería. Pero es que es domingo. ¿O es que no lo he dicho? Es domingo por la mañana y el Pistolas sale temprano a dar una vuelta por el pueblo, que hace un huevo que no está por aquí y quiere darse un paseo a ver si llega a la letra A o algún sitio así desde el que ver la ciudad desde arriba. Cuando vuelva de su paseo, más allá del mediodía y más allá del vermut que se ha tomado con los colegas de siempre, la mierda seguirá allí. La mierda gorda, ahora un poco más deslucida, la mierda seca cada vez más seca y la mierda pisada. Es que es domingo y claro, no van a pasar a limpiar. La mierda seguirá allí varios días. Lo sabe el Pistolas. O no lo quiere saber. Quiere pensar que todo cambia. Lo sabe. Sabes que estás en Santa Coloma porque las mierdas duran más.

 

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