jueves, 21 de enero de 2021

Capítulo 6. Encuentro.


El mensaje de la Fai dejó al Pistolas tocado. Sabía que este momento tenía que llegar, pero no esperaba que fuera tan pronto. O quizás lo esperaba con todas sus fuerzas. ¿Queremos saber si al Pistolas le gustaba todavía la Fai? ¿Si sentía algo por ella? ¿Queremos montarnos la película de que el Pistolas y la Fai todavía tienen que decirse la última palabra? Todos hemos pensado lo mismo. Esto al final terminará con la Fai y el Pistolas juntos. Ya hemos dejado claro que el Ramonet, Ramone, Raimon, es un gilipollas. El Pistolas es majo, la Fai es maja, al final acabará pasando y todo será maravilloso. Pero esto solo acaba de comenzar y las sorpresas serán mayúsculas. Sería genial que la historia terminara con los dos juntos. La Fai deja al gilipollas del Ramonet y el Pistolas resuelve su tristeza inconsolable encontrando en el amor de la Fai un asidero sobre el que comenzar a edificar un futuro mejor, para él, para ellos, para la ciudad de Santa Coloma y para la humanidad en su conjunto. Es lo mejor que les podría pasar a ellos y también a esta novela que estamos leyendo y construyendo poco a poco, tejiendo la madeja de las relaciones, distrayéndonos con movidas paralelas y yendo a parar al más convencional de los finales posibles pero también al final que todos y todas estamos deseando. Todos. No nos podemos esconder. No podemos escapar a nuestros impulsos primarios. Que todo acabe bien. No hemos hecho sino comenzar y ya queremos que acabe y que acabe bien. 

Desde que ha llegado ese mensaje el Pistolas está distraído. Termina la visita a casa de sus padres y devuelve el mensaje.

- Claro, nos vemos si quieres. ¿Vamos al Isalba? ¿Sigue abierto?

Pasan cinco minutos y llega otro mensaje de la Fai.

- Claro que está abierto. El Isalba es indestructible. A las 20h.

Es lo que tenía la Fai, que no dejaba las opciones abiertas. A las 20h. El Pistolas se va a su piso. Se ha pillado un piso minúsculo por el Latino. Tiene que volver de casa de sus padres hacia el Latino, en la calle Montevideo y luego tirar hacia el Isalba. ¿Vendrá con el Ramonet? Claro que vendrá con el Ramonet. Cómo va a ir sola. Y el Ramonet es tan gilipollas que querrá ver al payaso del Pistolas, que hace mucho que no lo ve. Seguro que aparece con el Ramonet. El Pistolas avanza hacia la calle Montevideo iniciando una ascensión que presume que tendrá que hacer durante mucho tiempo. En Santa Coloma está bien vivir en la zona del Río, por ejemplo. Ni siquiera en el centro. Ya sabemos que los que viven cerca del Río no son ni chicha ni limoná, que no son ni del centro ni de los barrios de los que todo el mundo quiere huir o del reino independiente de Singuerlin. Los del Río. Pueden pasar una vida entera sin subir una cuesta en una ciudad que es toda cuesta arriba. Es una buena metáfora de la ciudad. Una ciudad cuesta arriba. O puedes ignorar esas cuestas si vives en el llano. Como escribo sobre la marcha, esta metáfora es un poco floja, pero tengo la autoestima alta en este momento y sigo escribiendo de manera firme, recta, hacia delante aunque parezca que desvío el tiro. Camina hacia su pisito enano y callejeando llega a su piso. Allí se sienta en un sofá de segunda o tercera mano que alguien que conoce a alguien le ha dejado a su madre y su madre se lo ha pasado a él y ahí está. Y se sienta y mira el ordenador. Le da tiempo a hacer algo, ver una serie o leer algo o mirar a ver si se pone a cuadrar tareas para el día siguiente. Son las seis y media de la tarde. Envía mensaje al grupo del Mac y el Mic. 

- Pues que he quedado con la Fai.

- Pues te vas a aburrir un huevo. La Fai se ha vuelto una plomo importante -contesta el Mac. 

- Al menos habrás quedado en el Isalba -dice el Mic.

- Sí.

- Menos mal. Lo que tendrás que aguantar con el coñazo de la Fai lo suplirás con buena música.

- Joder, colegas, que solo vamos a quedar para tomar algo y vernos un rato. Y supongo que vendrá el Ramonet.

- Nadie te ha preguntado nada, payaso.

- Luego no vengas llorando.

- Iros a la mierda, luego os cuento.

Se pone a hacer algo en casa. A la mierda, son las siete y algo, sale y se va al Isalba directamente. Llegue cuando llegue. Entra en el Isalba. Se va hacia la barra donde está exactamente la misma gente que estaba en la barra hace diez años. O quizás más. O quizás es otra gente pero tienen la pinta de haber estado allí toda la vida. En el Isalba ponen buena música menos ese día, que no se sabe porqué el Pir ha puesto una lista de reproducción y lo primero que sale es El Último de la Fila. 

Puede que el Pistolas se fuera de Santa Coloma para huir de El Último de la Fila. Nunca ha soportado ese grupo. Hay cosas que tolera ahora que nunca había tolerado. El flamenco, por ejemplo. 

- Hola, ¿qué ponemos? -le dice el Pir. 

- Hola, pues media pinta de esta misma del barril.

El Pir te trata siempre como si supieras quién eres. Se lleva la birra a una mesa. No le gusta estar en la barra, porque parece que la barra es para esa gente que lleva allí diez, quince años. Son ya casi las ocho. Y aparece por la puerta la Fai. Claro que se han ido hablando durante este tiempo, y se han visto en fotos, y todo eso. Pero en persona no se han visto casi nada. Desde que se fue a Barcelona el Pistolas los encuentros fueron menudeando hasta convertirse en esporádicos coincidiendo con alguna visita familiar. A fin de cuentas irte a vivir a Barcelona o es como irte a vivir a Rusia. Aunque sí que lo es. Volver a Santa Coloma, para cualquier cosa como un paso atrás.

- Míralo, pero qué guapo que vuelve.

- Pues quién fue a hablar.

Se dan dos besos y un abrazo. Largo. Ella se pide un agua con gas. Cuando llevan un cuarto de hora de conversación el Pistolas se da cuenta de que está escuchando la música. Ha cambiado. Ahora suena una de esas canciones de blues rock del Isalba. Mala señal. 


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