lunes, 26 de septiembre de 2022

Un análisis italiano


El otro día, un compañero me dijo que en el artículo anterior había planteado muchas preguntas pero que deberíamos preguntarnos también qué nos habíamos dejado nosotros por el camino. ¿Cómo hemos llegado a esto? Al parecer si se hubieran puesto de acuerdo los del Partido Democrático y los del Movimiento 5 Estrellas, hoy estaríamos hablando de otra cosa. Igual no nos habíamos dejado mucho por el camino. Igual hubiera dado lo mismo y lo que estamos haciendo es engordar para el matadero. Los medios de comunicación, la propiedad de los medios de comunicación, estamos manipulados por los medios, los medios convencen a la gente, los medios de comunicación blanquean el fascismo, la televisión nos mete el fascismo sin que nos demos cuenta, todo está diseñado para que al final ganen los malos. Siempre. Esa sensación de inevitabilidad. El otro día escuchaba a Noam Chomsky contarme un cuento que ya me sé, un cuento que ya nos sabemos todos y que acaba mal, un cuento que empieza con Reagan y la Thatcher y que sigue por los ochenta y por el abandono de la socialdemocracia y toda esa serie de circunstancias que nos llevan a que ahora mismo ya no haya alternativa. Ese cuento ya nos lo sabemos, Chomsky, esa historia de la maldad ya la tenemos descontada. Lo que quiero que alguien me explique es qué tendría que hacer una propuesta de izquierda para combatir el desánimo, la frustración, el rollo reaccionario, sin que nos salieran los risitas de turno a decir que si somos muy intelectuales, que si solo hay profesores, que si falta gente que huela a oveja, que si se ha perdido la conciencia de clase, que si se ha perdido... si ya vamos diciendo que estamos perdiendo algo... no veo a nadie del otro bando decir que pierde nada. Se adaptan, mutan, cambian el lenguaje, cambian los modos, pero el fondo sigue siendo el mismo. Mientras que el fondo siga siendo el mismo, lo demás debería ser intrascendente. Ya no estamos en la época de la filigrana, del matiz, del quinto volumen en el que discuto las tesis de nosequién. A la mierda. A partir de ahora toca decir que estamos en un bando o estamos en el otro. Y el nuestro debería quedar claro qué cosas defiende. Y no vale escudarse en los medios, los miedos, la estructura, la inevitabilidad, el complot, las cloacas, todo el mundo es gilipollas menos yo, todo el mundo se deja engañar menos yo, etc. No sé. Qué vale. Ahí lo tenemos ya. El planteamiento no ha cambiado desde el jueves. El enemigo está dentro. Ahora gobernando con mayoría del partido más chungo posible la tercera economía europea. Ahora qué. Ahora cómo se combate eso. Ahora ya no vale ir a las plazas a armar jaleo. Ya no. O sí. Porque hay millones de personas que prefieren eso a otra cosa y no vamos a darles de hostias. O sí. Quizás podríamos empezar por hacer políticas progresistas, no gobernar con quien comparte el tufillo a extrema derecha, no intentar hacer componendas con quien ya está claro que prefiere un sistema con la libertad a su manera que con derechos sociales, no pensar que los derechos sociales son algo imposible, no buscar la cara amable que gane votos al centro, no buscar la cara blanca que no moleste, porque ellos molestan y se hacen molestos y míralos. La culpa es de la izquierda, joder, la culpa es nuestra, claro que sí, qué mejor manera de plantear el tema que echándonos la culpa de todo. Tenemos la culpa de no haber sido, y de ser. Tenemos la culpa de estar y de no estar. Tenemos la culpa. La izquierda, siempre huyendo de la izquierda, siempre hacia delante, buscando lo nuevo, buscando lo antiguo, siempre huyendo de la realidad. Siempre cambiando, siempre queriendo ser como siempre. En lucha, siempre. Interior.

Un abrazo para los amigos y amigas italianas que comenzarán a sufrir las consecuencias de un resultado electoral que significará un recorte de derechos y muchas cosas más. Habrá que estar juntos en esto. 

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