miércoles, 5 de febrero de 2020

A cara de perro

Una mirada por encima sobre todo lo que está sucediendo estos días nos debe invitar a hacer una reflexión. Y esa reflexión la debería hacer otro y no yo. Esa reflexión, sosegada, con argumentario, con el catálogo de frases bonitas para que me abraces y me digas que no te vayas nunca, no la voy a hacer yo. Porque ni soy la persona escogida, ni la delegada, ni tengo la visión de conjunto que hay que tener. Es por eso por lo que voy a decir lo siguiente.
No tengo mucho que aportar. Soy una persona de ideas republicanas pero seguramente no soy lo suficientemente republicano porque no sé. Navegamos. Navegamos en un mar de sapos. Sapos que al parecer nadie se traga en ningún orden vital. Ni nada. Porque vivimos en un mundo de valientes que todos los días ganan un pequeño Stalingrado. Y cada mañana, el crucero Aurora surca el Besòs y anuncia la revuelta. Y siempre ganamos.
¿Para qué estábamos en esto de la política además de para perpetuarnos en los cargos a los que accedemos? Para acceder a más cargos. O para evitar que otros los ocupen. Jugar para construir o jugar para destruir. Estamos en un momento decisivo en el que nos jugamos el futuro de la izquierda. Teniendo en cuenta que la izquierda la representamos un poco todos nosotros, la verdad es que se le ponen a uno los pelos de punta. Perdón. No quería mirar a nadie.
Estamos construyendo un mundo mejor. Ahora me pongo a escribir en serio. Estamos esforzándonos en construir un mundo mejor, más amable, no sabemos si alternativo. No creo que nos de tiempo para eso ya. Una alternativa. Aplaudir al rey, declarar que solo vas a trabajar los días que te rote, afiliarte a Comisiones Obreras, ir a Perpignan a ver al santo, votar por error, colar una ley neoliberal como si fuera una ley anti oligarcas, contradicciones del sistema, peña en la calle reclamando que el campo no se vaya a la mierda pero el campo no es de nadie y es de todos y ya no sabemos quién capitaliza las movilizaciones y ahora nos da miedo que haya gente en la calle porque la verdad es que no sabemos quiénes son. Somos traidores a la clase trabajadora, pero me iría mañana mismo a Perpignan.
No sabemos quiénes son. Esos que se manifiestan.
Esos que están a las nueve de la mañana, y las nueve de la mañana ya es tarde, en la parada del autobús y que van a subir al autobús y tienen cara ya a las nueve de la mañana de estar hasta los huevos de vivir. Y acaba uno hablando como el Robe de Extremoduro y eso sí que es preocupante. Es el momento quizás de hacer una nueva reflexión.
Es el momento de encontrar nuevos amigos. Amigos que me hagan sentir importante, útil, necesario, capaz. En esta ciudad deberíamos ser todos útiles. Todos deberíamos abandonar la ideología y ponernos a pensar en cosas que sean realmente útiles, necesarias, realizables. Abandonar la ideología es ahora mismo lo primordial, porque con ideología se está poniendo un freno absurdo al progreso humano.Al progreso.
A la unidad. Necesito nuevos amigos que me envíen mensajes que me hagan sentir importante. Útil y necesario. Amigo y compañero. Todos remando en una misma dirección.
Creo, ahora hablando en serio, que lo que necesitamos es alguien que diga qué es lo que necesitamos. Creo que lo que necesitamos de verdad es a alguien que nos diga que somos unos gilipollas por pensar como pensamos y que deberíamos ser mucho más íntegros, valientes, clase, leer a Zizek o añorar al Dukla de Praga, es que hay veces que me pierdo con la gente que cita. Creo que necesitamos una izquierda como la que dicen que necesitamos.
Yo creo que es una buena manera de acabar y cuando algo me sale bien lo repito dos veces y así parece que se queda y el roller disco este del texto baja un poquito más y cuanto más escribes más feliz pareces.
Me gustaría una izquierda como esa que dicen que necesitamos. Sería genial.

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