martes, 11 de mayo de 2021

Héroes: Silencio y Rock & Roll - Alexis Morante


A mí los Héroes del Silencio nunca me han gustado. No he sido tampoco un detractor, que una cosa es que no te guste un grupo y otra cosa es que cargues contra el tal y cual. Simplemente, en su momento no estaba yo en esa onda y tampoco me ha llegado nunca la onda después. Ni creo que me llegue. Así que veo el documental de Netflix desde la perspectiva de la curiosidad del melómano, desde el interés del consumidor de música por las vicisitudes de una banda que marcó una época y que como bien se dice en el propio documental fue como un bolet que salió, creció, se extinguió y no dejó secuelas. Es decir, nadie recogió el testigo de su sonido, de su estética, de lo que se supone que era su estilo, su propuesta... no hubo bandas sucedáneo, bandas réplica, bandas que siguieran ese camino. Además, la apuesta de su cantante y líder carismático, Enrique Bunbury, por desligarse de la banda y buscar nuevos estilos (que tampoco me han llamado nunca la atención), parece que destinaba a los seguidores de la banda de vivir de un recuerdo que tan solo con la reunión que viene recogida al final del documental, se pudo saciar. El caso es que no es ni mucho menos una banda olvidada y todavía hoy, en las fiestas de los pueblos, si suenan los acordes de Entre dos tierras o escuchas cantar He oído que la noche... salen de debajo de las piedras rockeros irredentos a hacer guitarras de aire y a imitar los au au de Bunbury, como si fuera algo de ahora mismo.

Como siempre, me tengo que ir a las fiestas del pueblo. No sé qué año fue, que vinieron los Héroes a tocar a la Piscina municipal. Me pilla en plena época punkarrilla y los Héroes son para mí anatema. Creo que es de los pocos conciertos de esa época a los que fui, porque el integrismo me obligaba a no entrar en esa maniobra capitalista de alienación. Ahí fui y efectivamente, me aburrí. El cantante se dedicaba a dar monólogos y chapas con voz queda a la gente sobre Aragón y todo era muy profundo y muy sentido. No me interesaba. 

Una banda que, como bien dice en el docu, no te podía gustar. Si eras un purista, integrista, rockero, heavy, punkarra, un tipo duro, o no, no lo sé, no te podía entrar. Cabellos largos y pañuelo en la cabeza. Iban de negro y tal pero... qué leches tocaban y a qué narices le cantaban. Tanto tormento y tanto rollo. En sus ojos apagados. No sé. 

Con el documental uno ve la evolución de la banda, cómo les llega un éxito pese a que lo tienen todo en contra, un productor con mala imagen, no eran de Madrid, no eran excesivamente modernos, el cantante no te cae bien jamás... y aún así, triunfan. Y triunfan mucho fuera. Y de unos primeros trabajos con una producción patillera, crecen, y les produce nada menos que Phil Manzanera, de los Roxy Music (en pie), y (yo en aquella época de Roxy Music solo conocía Avalon y a Brian Ferry de la canción de Siniestro, todo mal), lo petan infinito. Entre dos tierras. Era inevitable. Canción de los rockeros que no lo eran mucho. Esto lo digo en plan detractor. 

¿Eran uno de esos grupos de música para gente a la que no les gusta la música? Me hago mayor y ya no soy ese jovencito airado, talibán, que todo lo descalificaba. No, no lo eran. Escuchando sus canciones en el documental intento buscarle parecido con los grupos británicos así tipo Cure y cosas... no sé. Que no. Y sin embargo, los protagonistas, los músicos, pues no caen mal. El guitarra tiene el aspecto de maño maño maño de pocas palabras que debe ser cerrado y complicado como un laberinto sin salidas. El bajista parece buena gente y lo mismo el batería. Y Bunbury.

Bunbury como alguien con las ideas claras, un mesías del rock, un tipo al que no quisieras escuchar hablar y que se limitase a lo de la música. Pero habla y se explica y entiendes que, más o menos, y con las chaladuras de la época y de todo lo que se tuvieron que meter, el hombre tuvo que evolucionar. Y aquello se tenía que acabar. O no. Sin industria, sin managers competentes, sin más cuidado que sus propias ganas, una banda así no puede durar. Y no duró. Y lo demás es silencio. Ya me pego la hostia yo solo. 

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