martes, 6 de julio de 2021

Repentismo


Aquel año no sé ni cómo ni porqué pero dentro del Programa para el Intercambio y Alegría entre los Pueblos, nos enviaron a Vanka y a mí a Cuba durante unos meses para recoger diversas muestras culturales que podrían tener algún tipo de interés educacional dentro del sistema soviético. Llegamos una mañana en la que estaba nublado, después de un viaje en barco de ni me acuerdo de los meses que duró. Vanka pensó que Cuba iba a ser como Moscú. Aquella misma tarde cayó una tormenta fiera que nos impidió salir a la calle y Vanka se puso a recordar Praga. En Praga, había conocido a uno de los mayores personajes insólitos de todo el bloque socialista, precisamente un cubano llamado Efraín Balenciaga. El tal Balenciaga era uno de los agregados culturales de la embajada cubana en Praga y en otro de esos viajes que Vanka y yo hacíamos nos tocó pegar la hebra con él durante un congreso. En Praga. 

Efraín Balenciaga le contaba a todo el que le ponía oído una terrible historia sobre una infancia desdichada, buscándose la vida en un pueblo del interior cubano, sin haber oído nunca hablar del mar. De hecho, Balenciaga nos contaba que él creyó hasta casi los 16 años que Cuba no era una isla. Fue entonces, cuando a los 16 años se enroló en un grupo de personas que el gobierno había elegido para representar a su país como troveros, ya que su familia le apuntó en una lista por casualidad sin haber tenido nunca nada que ver con la canción. Así que allí que enviaron a Efraín Balenciaga a cantar canciones que no conocía. El primer número musical en el que participó, se inventó la letra de  Guantanamera. Cuando le pidieron que volviera a cantarla, se la volvió a inventar. El público, asombrado, pidió una tercera canción y volvió a aparecer una letra diferente. Ganó fama en los pueblos vecinos, llegó hasta Santiago y de ahí pasó a La Habana. 

Seguía sin conocer o reconocer canción alguna del clásico repertorio musical cubano, así que recurría a inventarse las letras de las canciones, siempre una distinta. Esta habilidad no pasó desapercibida para el nuevo gobierno revolucionario, ansioso de incorporar las muestras populares más innovadoras. Así que le promocionaron ya no solo como cantante oficial y reglamentario sino que también le pusieron una oficina para que recogiera por su cuenta propuestas que pudieran llegar desde el pueblo llano. Efraín Balenciaga basó su gestión en el mismo procedimiento que su forma de cantar. Cada día la normativa variaba, la reglamentación, los proyectos, los análisis, los informes, las causas y las consecuencias, los memorandums, todo, de día en día iba de un lado a otro. Siempre con coherencia dentro del mismo día, pero sin un hilo conductor. 

El tremendo éxito de esta forma de gestionar el departamento le hizo ascender y le propusieron para que fuera al extranjero a llevar esa semilla de la gestión dinámica allende las fronteras de la pequeña isla caribeña. Ante el alborozo del ministerio de asuntos Exteriores por esta sugerencia, le destinaron a Praga, por entonces recién salida de su experiencia sesentayochesca y ahí se convirtió en un ejemplo para todo el personal de embajadas de la capital checoslovaca entonces. Nada era igual de un momento para otro, el festival programado para dentro de un mes quedaba desconvocado mañana y proyectado de nuevo pasado para ser quizás reconfigurado al día siguiente. Y todo se hacía y todo se deshacía. 

Y allá en Cuba preguntamos por Efraín Balenciaga y todo el mundo a que le preguntamos nos dijo una cosa distinta. 

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