domingo, 26 de diciembre de 2021

30 años sin la URSS


Tenía yo 16 años y aquello no podía estar pasando. Después de unos meses de inestabilidad, de noticias confusas, de repunte y recaída, finalmente Gorbachov dimitió y la bandera de la hoz y el martillo dejó de presidir la cúpula del Kremlin. Aquello no podía estar pasando. La URSS desaparecía. La Unión Soviética dejaba de existir. La patria de los trabajadores, nuestro faro glorioso, se disolvía y lo hacía para no volver nunca más. Yo tenía 16 años y desde entonces seguimos hablando de la URSS, seguimos añorando la URSS, seguimos culpando de todo a la desaparición de la URSS. Desde entonces hemos adquirido el mantra que dice que desde que la URSS se vino abajo (nunca nos pondremos de acuerdo en decir si se vino abajo, se tuvo que venir abajo, o la echaron abajo entre unos y otros), todo nos ha ido a peor. Todo ha ido mal. Desde que no está el poder intimidatorio de la URSS, los trabajadores del mundo nos hemos visto acorralados y sin defensa ante el poder neoliberal. Desde que no está la URSS, el Estado del bienestar con el que nos querían contentar para que no nos hiciéramos comunistas, ha sido desmantelado. 30 años después de la caída de la URSS todavía hay comunistas. 30 años después de la caída de la URSS todavía hay quien quiere ver en el nuevo poder de Putin el reflejo de aquella Unión Soviética. Y sigue habiendo rusófilos que van con Rusia en cuanto sale un ruso por la tele haciendo cualquier cosa, y siguen repitiendo lo de Továrich, y nos ilusionamos cuando salen encuestas que dicen que al menos la mitad de la población rusa es nostálgica de aquellos tiempos. Para aquellos comunistas que necesitan estar constantemente reafirmándose en su condición a base de repetir los clichés de la camaradería, las hoces y martillos, la parafilia y una nostalgia de tiempos que no volverán cuando en la práctica lo que se practica es el sucedáneo de un sucedáneo pervertido y desvirtuado, descontado por el sistema y alimentado por quien quiere tener siempre a mano el recurso de lo auténtico y genuino que no sirve para nada más que para apuntalar el sistema desde lo más rancio, estas fechas deben ser o bien motivo para sacar el merchandising y las frases gloriosas o bien para tapar el qué y el porqué y sobre todo el para qué seguir siendo comunistas hoy. Porque de lo que se trataría es, después de 30 años de caída de la URSS, saber qué hacer hoy si eres comunista. Yo mismo, aquí presente, me he apuntado que no sé si decir afiliado a una asociación que se llama Espai Comunista, con la intención de aprender, primero y después de saber qué es lo que realmente debería hacer un comunista si es que yo lo fuera en algún momento y ser comunista puede ser otra cosa que lo anteriormente citado. ¿Cuál es nuestro objetivo? ¿Qué queremos hacer? ¿Con quién? ¿Qué herramientas utilizamos? ¿Qué lenguaje utilizamos? ¿Qué podemos recuperar de lo que sucedió hace 104 años y qué no? ¿Qué hemos aprendido de lo que pasó? Y sobre todo ¿Qué podemos hacer en una sociedad como ésta, la del Siglo XXI ya entrado en sus primeros 25 años prácticamente, y que ve cómo triunfan esporádicamente propuestas de izquierda que nos ilusionan y no tienen absolutamente nada que ver con lo que hoy estamos recordando, los 30 años de la caída de la URSS? ¿Cuál es el objetivo de un comunista hoy? Un debate que no es nuevo y que no voy a descubrir yo ahora, y que ha tenido casi desde el principio de los tiempos comunistas preguntas iguales y respuestas diversas que han llevado al movimiento comunista internacional a fagocitarse continuamente, porque el dilema parece irresoluble. A 30 años de la caída de la Unión Soviética, a qué aspiramos, a que vuelva a ondear la bandera roja con la hoz y el martillo o nos vamos conformando con objetivos más modestos como una reforma laboral que recupera derechos para los trabajadores. ¿Ser comunista hoy es ser como un socialdemócrata clásico cuando ya los socialdemócratas hace tiempo que abandonaron la definición? ¿Ser comunista es preparar la sociedad para una revolución? Qué mal preguntado. Qué mal preguntado todo. Este texto, por ejemplo, me avergonzaría que lo leyera alguien que supiera del tema y ahí estriba también el mal, que hay quien pretenderá tenerlo todo claro y estamos donde estamos. Y esto mismo pensaron otros y es la pescadilla que se muerde la cola. Hace 30 años Mijail Gorbachov dimitía y acababa de cerrar el círculo que se abrió en 1917 y parecía inamovible. ¿Cómo iba a caer la URSS, que había resistido a los nazis, que había plantado cara a enemigos internos y a la fiereza del capitalismo internacional? ¿Dónde podrán mirar los comunistas para mantener viva la llama? ¿En una China que nos parece indescifrable por que bajo los símbolos parece que poco o nada tiene de lo que asimilamos como...? ¿Cuba? ¿Es un país socialista Venezuela? Nos podemos conformar con lo que queremos ver y lo que nos gustaría pensar que es un continuo por el que no acabamos de perder nunca ni acabamos de ganar jamás. A 30 años de la caída de la URSS seguimos pensando que todo es un sueño, que alguien hará dimitir a Gorbachov y reconducirá la cosa hacia la firmeza y la gloriosa estrella roja volverá a lucir en los uniformes. A 30 años de la caída de la URSS solo tenemos recuerdos de militantes comunistas abnegados luchando por la libertad y la democracia, solo tenemos testimonios, solo tenemos memoria, pero nos espeluzna escuchar la realidad de quien se dice comunista y no conoce más que la vida institucional, la vida orgánica, la vida con el objetivo de los 1500 euros al mes y por ello es capaz de arruinar vidas y obras y compañeros y compañeras, con retórica obsoleta y caras nuevas que piensan que están jugando al juego de rol del 'comunismo'. Nos aterroriza pensar que ser comunista es eso. Que ser comunista tiene algo que ver con eso. Que si somos comunistas nos podemos llamar iguales a. Qué miedo. A 30 años de la caída de la Unión Soviética seguimos con preguntas de hace 60 años, pero tenemos todo el tiempo del mundo para encontrar las respuestas y sobre todo, para aplicar soluciones. Que no decaiga.  

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