martes, 24 de mayo de 2022

Talas


Minutos antes de que la batalla se conformara, le dije que nos escapáramos. Se lo propuse de una manera completamente espontánea, no lo tenía ni medio preparado, surgió así. Y me dijo que no. Que le daba miedo. Pero qué miedo, si estamos a punto de morir todos en esta batalla que promete ser una carnicería. No sé. Prefiero tener claro que voy a morir aquí que la incertidumbre de no saber a dónde me llevas y porqué. Pero, le dije, qué incertidumbre puede ser peor que estar muerto. Pues la incertidumbre, ir los dos solos por ahí, precisamente por estas tierras que no conocemos y que no sabemos qué encierran y que tampoco me fío de ti. Pero bueno, si nos conocemos desde hace ya por lo menos... y hemos guerreado y hemos atravesado un poco de todo. ¿Cómo es que no te fías de mí? Pues no me fío de ti porque no me fío de quien está siempre tramando cosas, maquinando planes, pensando en una cosa cuando todavía no hemos concluido otra, sin disfrutar del momento, o simplemente parar y considerar que quizás, está todo. No me lo puedo creer, compañero, pero si juntos hemos ido de punta a punta del mundo, si juntos hemos bebido sangre de caballo y hemos comido tierra, si juntos casi nos quedamos ciegos mirando al sol y perdemos la fe al borde de una selva cuando nos volvimos locos. Pero cómo no te vas a fiar de mi. Pues precisamente por eso. La batalla comenzó y dicen que la perdimos. Yo ya me había ido. No le volví a ver. Tampoco he vuelto a ver a tanta gente. Me perdí en un desierto, encontré una aldea, me obligaron a tirar de un carro, me sacaron un ojo que se comieron delante de mí, me enamoré, viví con ella en una cabaña, le recé a dios y no sé qué más. Me paré un momento y me sentí morir. 

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