domingo, 1 de mayo de 2022

Maoísmo. Una historia global - Julia Lovell


Bien. ¿A quién le puede interesar un libro sobre maoísmo hoy, en 2022? Supongo que conocéis un país llamado China. La República Popular China. Habréis oído hablar de él. En 2022 es uno de esos países que tienen cierto peso o bastante peso en muchas de nuestras actividades diarias. Influencia. Lo que sea. Hoy en día, la República Popular China no es un país maoísta, pero la influencia del pensamiento y la forma de entender la política de Mao tienen aún un qué. De ninguna manera la China de hoy es maoísta. Pero. Ni siquiera el Pero es claro. Nada tiene porqué ser claro. Lo importante es otra cosa. Esa cosa es el poder, la organización del poder, mantenerlo, avanzar o retroceder, amoldarse, adaptarse, crecer, avanzar. Cómo se hace. Cómo no se hace. Qué es lo que no hay que hacer. Ensayo, error, miles y miles de muertos. Miles y miles de decisiones arbitrarias, dogmáticas, alejadas de la realidad, alejadas de la vida real, ilusorias, ficticias. Por todas partes. 

De qué va este libro. Es simple, de la influencia del maoísmo en distintas partes del planeta a lo largo de distintas etapas. Primero nos explica qué es eso del maoísmo. Yo me leía la biografía de Phillip Short 'Mao. Una biografía', que me impactó bastante y que, en teoría, me debería haber enseñado qué es el maoísmo. En China, al menos. El pensamiento de Mao y sus influencias, sus idas de pelota, sus estrategias para deshacerse de la influencia soviética, de la influencia de quién Mao considerase. Qué es el maoísmo. Una variante del socialismo entendido a la manera de Mao tal y como él entendía que debería aplicarse en un país como China. ¿Explica eso algo? Para mucha gente a lo largo y ancho del planeta, parece que sí. Sí. Incluso aquí. Incluso hoy, en carteles colgados más cerca de lo que crees, ves la influencia del maoísmo. Atreverse, atreverse, atreverse. 

Como digo, el libro nos explica cómo el maoísmo se labró una imagen de movimiento liberador, sin componendas, sin coexistencias, sin límites. Una revolución que no deja a nadie vivir. Porque no se trata de vivir, se trata de la revolución. La revolución como todo. A veces sin más. Sin entender ni siquiera a quién tienes que liberar o que revolucionar. El maoísmo se construye un relato. Ese relato es exagerado. Pero siempre hay alguien que te lo compra. Y te lo pueden comprar dos clases de público. Quienes creen que en sus propios países ese relato puede cuajar. Y quienes quieren creer que esa amenaza para el orden global, esa revolución global, esa chispa que enciende la pradera es real. Así a lo largo del planeta nos encontramos con quienes hacen caso de los planteamientos de Mao, los llevan a sus países y fracasan. No tienen en cuenta ni porqué triunfó Mao ni porqué ellos no van a poder hacerlo. Y tenemos masacres como la de Indonesia. Horror de los horrores. Cuando crees que todo irá bien porque Mao en sus libros lo dice. Y no es que vaya mal, es que ya no irá más. Y tienes el caso de Vietnam, cuando comprueban que lo que dice Mao, quizás no es lo que más conviene. O más horrores como el de Camboya, cuando todo puede ser interpretado de una manera que deja corta cualquier barrera para la imaginación. O en diversos países de África, donde se aprovecha la influencia, la ayuda, la solidaridad internacional revolucionaria para... para nada. Para que cada uno haga lo que pueda con lo que tiene y lo que sepa o lo que alcance o lo que menos problemas de y, si de ti saco esto, de otro sacaré otra cosa. 

Historias absurdas como Sendero Luminoso en Perú. Queriendo ser Mao en un país que no puede ser China. Con una sociedad que ya no es la que tú tienes en la cabeza. Y que sin embargo avanza, crece, porque nadie sabe en qué momento esa puede ser una salida plausible. Y el esquema se repite. Profesores, intelectuales, universitarios, gente bien, salvando al proletariado, al campesinado, a los más humildes, a través del sacrificio de tanta gente. Exigiendo firmeza, disciplina, entrega absoluta. El capítulo dedicado a Sendero Luminoso es apabullante. 

No todo va mal. Puede ir regular. En Nepal se consigue alcanzar el poder, con tácticas guerrilleras pero también aprovechando la carambola democrática. Y luego ya veremos cómo gobernamos y en qué nos transformamos. Pero ya está hecho. 

El libro, con momentos densos, como el dedicado al maoísmo en Europa y Estados Unidos, es fascinante y demoledor. Me gustaría conocer más sobre el maoísmo en nuestro país, tengo idea de qué organizaciones fueron más o menos maoístas, pero se me contradicen las fuentes. El libro no lo toca, habla de Alemania, de Francia, de Italia, de una escuela en Escocia donde pidieron centenares de libros rojos a través de un estudiante... nos cuenta como ese maoísmo que no es capaz de articular alternativas potentes en los países occidentales, sí que será importante para impulsar el feminismo o el ecologismo por ejemplo. 

El maoísmo es alcanzar el socialismo según Mao. Su pensamiento. Por no alargarme, contaré la anécdota que relata el libro en la que en una reunión de los responsables de los partidos comunistas, se debate el conflicto nuclear. Los soviéticos y los partidos europeos están por la coexistencia pacífica. Los chinos quieren desligarse de la influencia soviética y Mao juega fuerte. Y se lanza. A grosso modo dice que 'si hay un conflicto nuclear, desaparecerá la mitad de la población, de esa mitad de la población que quede, la mitad serán chinos, así que el triunfo del socialismo está asegurado'. Palmiro Togliatti, del PCI, le espeta que 'eso significaría la desaparición de países como Italia o Checoslovaquia'. A lo que Mao responde 'quién dice que Italia deba sobrevivir'. No hay más preguntas. 

Hoy China ya no es un país maoísta. Cuando muere Mao en 1976, al cabo de pocos años, Deng Xiao Ping termina con la política tal y como la entendía Mao y tal y como se plasmó en el tardomaoísmo con la jarana extrema (jarana violenta, dramática), que fue la Revolución Cultural, y rectifica la línea. Pero la rectifica con un objeto, pervivir. Y eso, pervivir, sobrevivir, que se mantenga el poder del Partido, es lo importante. Y lo demás es accesorio. Contradictorio. Como sea. Pero lo importante es estar. Avanzar, largarse, mantener, arriesgarse, siempre. Hoy China ya no sé si es ni siquiera un país socialista. Ya no sé por decirlo de una manera ingenua. Lo sé. No lo es. Nos cuenta el libro que Xi Jinping quiere recuperar una suerte de maoísmo folclórico que le sirva para mantenerse en el poder a perpetuidad. Y lo consigue. 

El folclorismo como agarradero. La parafernalia, la parafilia, la imaginería. 

Un libro para aprender, para seguir sabiendo, para entender que nada está tan lejos y que, en buena medida, nada nos es ajeno. Y que viva Italia. 

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