miércoles, 24 de agosto de 2016
Cosas del futuro
Volvíamos a casa de dar una vuelta con las crías, cuando al entrar en casa tuve un pequeño déjà vu. Entraba en casa y mientras las crías, Alba y Lluna, iban hacia la sala de la televisión para ver una serie, mi pareja me dijo que con el lío de la vuelta a casa no habíamos pensado qué íbamos a comer. Le dije que no pasaba nada, que cualquier cosa estaría bien, así que miramo en la nevera y le preguntamos a las chicas si querían un bocadillo o preferían una ensalada. Preferían ensalada. Entonces fue cuando, de camino al lavabo para lavarme las manos, tuve esa sensación de estar viviendo algo que ya había pasado. Eso mismo, quizás con otros colores, quizás con una ambientación algo distinta, pero el grueso de la situación, era así. Fue cuando me sequé las manos y fui a poner el mantelito que ponemos para proteger la mesa del Ikea cuando sucedió. Eso ya me había pasado antes. Yo ya había hecho eso antes. Y me sentía bien.
Me sentí bien, porque era un recuerdo agradable. Volví del cuarto de baño, seguí preparando la cena con mi pareja y cuando ya estaba lista, llamé a las chicas para que vinieran a cenar. No nos gusta que cenen mirando la tele. En realidad, es una norma absurda, porque muchas veces cenamos todos juntos mirando la tele. La verdad es que no nos gusta que cenen por separado. Nosotros en un lado, ellas en otro. Nos gusta estar siempre juntos. Al menos, a nosotros, que somos sus padres, nos gusta ser un poco pesados. Reconozco que les damos muy poca libertad, pero ellas ahora que todavía no tienen diez años parece que lo llevan con bastante normalidad. En fin, para gustos colores. Tenemos amigos que llevan a los niños por otros caminos, que no son ni mejores ni peores, pero nosotros somos así. Cuando terminamos de cenar, nos fuimos todos a ver la tele. Mi pareja cogió un libro y quiso empezar a leer pero no pudo, porque siempre acabamos discutiendo sobre lo que ponen en televisión o sobre el contenido de la serie. Esta serie que estaban viendo las niñas se ambienta en la época de los exploradores, en el siglo XIX, y narra la vida de una exploradora de origen francés que vaga por Asia central y a la que le van sucediendo una serie de aventuras, algunas con cierto corte fantástico y con aire de thriller también, que la verdad es que nos tiene a todos enganchados. Estábamos discutiendo sobre el poder civilizador de la cultura de los pueblos nómadas cuando mi pareja me dijo que fuera a fregar los platos que luego se nos hacía tarde. La serie acabó y las chicas se fueron a la cama. Nosotros nos quedamos un rato más y ella pudo por fin leer algo. Yo me puse los auriculares y repasé vídeos de Brian Eno, al que había vuelto a escuchar después de bastante tiempo sin hacerlo. Nos fumos a la cama y seguimos discutiendo esta vez sobre no se qué asunto de la política nacional que no acababa de ir según lo previsto. El nuevo Gobierno se estaba enfrentando con serias dificultades para llevar a cabo su programa, pero era algo que ya sabíamos que iba a ocurrir y que todos estábamos advertidos de ello. Pero no por eso dejaba de ser materia para la discusión. En fin, nos fuimos a dormir porque al día siguiente teníamos que madrugar los dos.
Cuando me desperté a la mañana siguiente, fui al lavabo y salí disparado porque llegaba tarde. No me duché.
Llegué a casa para hacerme algo de comer y al parecer me había olvidado de tirar de la cadena. Qué pestazo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Sí. Pues ya he ido a todo...
ResponderEliminarAquí nació San Francisco Javier, hijo de los sres de Javier, dice la wikipedia. Y peregrinar al castillo se llama hacer una javierada. No es broma.
Qué rollazo son las familias. No sé cómo la gente tiene hijos y les hace bocadillos o ensaladas. Debe ser algo biológico, la llamada de la sangre o algo.
ResponderEliminar