Que soy un apasionado de la cultura argentina, creo que ya ha quedado claro en más de una ocasión. Lector empedernido de Borges, de Bioy, de Sábato, de Mujica Láinez, estudioso de la historia argentina, entusiasta seguidor del fútbol argentino y de las andanzas en los torneos internacionales de su selección, tremendo fan de bandas como Los Fabuloso Cadillacs o los Ilya Kuriaky & The Valderramsa, sin duda Buenos Aires era una de esas ciudades que tenía apuntadas en mi cabeza y en mi corazón desde mi juventud primera. Sin embargo, era uno de esos viajes caros para los que requería tiempo y dinero y no conseguí ir hasta hace relativamente pocos años. Finalmente, mi pareja y yo conseguimos ahorrar lo suficiente para poder hacer este viaje que colmaba mis deseos desde chaval y por parte de mi pareja, le servía también para reencontrarse con algunos amigos que había conocido durante el desempeño de su profesión. Se sorprenderán si les digo que mi compañera es psicóloga.
Así que conseguimos planificar el viaje. Buenos Aires durante diez días, juntando puentes de la constitución y días de Navidad, justo cuando en el hemisferio sur hace mejor tiempo. Verano Austral. Días antes de ir, con el viaje planificado, tuve un encuentro por los pasillos de mi trabajo con una compañera, Rosario. Loco de contento con mi viaje, le comenté a esta compañera que iba a viajar a Buenos Aires. Sé que ella también es amante de los viajes y me sorprendió 'no me jodas, Molina, yo viajo a Buenos Aires para el puente de la Purísima'. Qué bien, qué casualidad y todo eso que se dice cuando alguien te anuncia algo que te sorprende pero a lo que tampoco das importancia. Buenos Aires es muy grande, tenemos planes diferentes, seguro que no tenemos tiempo de vernos, ya si eso nos vamos diciendo y a ver si eso.
Mi plan era el siguiente, compaginar los encuentros con los amigos y amigas de mi compañera, segmentados en una serie de días, con la visita a algunos lugares para mí emblemáticos como el Barrio de la Boca, y todos aquellos barrios o calles que me sonaran de las novelas y cuentos de los autores antes referidos. Chacarita, Recoleta, Palermo, Liniers, Junín, el Obelisco, Avellaneda, la Bombonera, el Monumental, la Biblioteca, mil lugares, no sé. Sabía que el viaje se me quedaría corto. Así que me lo tomé con calma, donde llegues, llegarás. Visitamos nada más llegar a los amigos y amigas que nos iban a alojar durante esos días y salimos a cenar con ellos. Durante el camino no me pude contener y les pregunté sobre el peronismo. Quería asegurarme una conversación para el resto de la cena. Claro que fuimos de saque a un restorán que nos dijeron que era 'el mejor de Buenos Aires'. En todas partes... y allí estaba Rosario con su pareja de entonces y otros amigos. Qué casualidad. Rápidamente fuimos a saludarnos, qué cosas, cómo habéis llegado, qué plan tenéis, lo pusimos lo suficientemente complicado como para que no se pudiera cuadrar y no tener que estar pendiente de nadie. Ella hizo lo mismo.
Al día siguiente quise ir al cementerio de la Recoleta. No es la mejor manera de empezar, pero tampoco quería iniciar un tour futbolístico junto a alguien que sabía a ciencia cierta que detestaba el fútbol. En el cementerio de la Recoleta están enterrados algunos personajes de la historia argentina como Facundo Quiroga, que inspiró a Domingo Sarmiento, también enterrado allí el libro Facundo. Civilización o Barbarie. La hermana de Borges, Macedonio Fernández, Bioy, hasta Evita Perón, entre otros muchísimos y muchísimas personalidades políticas del país. Me hacía ilusión ir. Borges quiso ser enterrado allí. Hicimos las combinaciones necesarias y entrando por la puerta me encuentro con Rosario y su pareja de entonces. Qué casualidad. Qué cosas. Hicimos la visita juntos. Rosario es un pozo de sabiduría y creo que hubo cierto pique a la hora de demostrar quién conocía a más gente. Fue un poco ridículo ir buscando entre las lápidas nombres conocidos y anunciar que sabíamos quién era Roca, o Alem, o las hermanas Ocampo.
Para comer decidimos separarnos. Habíamos quedado. La cena la quisimos hacer visitando el barrio de la Boca y en algún lugar en el que hubiera música en directo. Nuestros amigos nos aconsejaron un lugar genial, muy cerca de Caminito.
Buenos Aires me pareció alucinante. Respondía perfectamente a lo que me había imaginado. Todos esos lugares, pese a que yo había leído sobre ellos a escritores del año catapún, seguían conservando un espíritu auténtico, especial. Todo me llevaba a esos relatos de Borges donde puede pasar cualquier cosa, o quizás nada, o quizás te ves envuelto en una pelea con unos malevos en un lugar que en principio no pintaba como peligroso.
Juro que no habíamos quedado en nada. Allí estaba Rosario junto a su pareja de entonces. Decidimos cenar juntos y compartir las experiencias del día. Justo en ese momento una mujer bellísima anunció que para amenizar nuestra velada el conjunto Riachuelo iba a interpretar algunas canciones y que ella misma y su compañero Marcelo ilustrarían la música con su baile. Qué bien. Cuando salió el guitarrista Rosario nos advirtió. 'Ahí sale el payador'. No me pude contener y le contesté 'Venir a Buenos Aires para acabar comiendo con Paellador'.
Qué corto se me hizo ese viaje. Me compré una camiseta de Boca que aborrecí al poco por otro tema que no viene al caso.
El resto de días no volvimos a ver a Rosario ni a su pareja de entonces.