Cuidado con esto:
'...y a los pocos minutos de aparecer por la puerta, nuestro amigo Natalicio Oberena comenzó a agitarse de manera frenética, echaba espuma por la boca, gritaba y daba alaridos, a veces parecía querer entonar una especie de himno, movía los brazos arriba y abajo, estaba fuera de sí.
En el despacho todos somos gente normal, menos Natalicio Oberena. Solemos bajar a fumar Delio Laires y yo, casi todos los días, más o menos a las once y media, y comentamos las cosas que hace, lo que dice, cómo se mueve y lo que nos provoca. Natalicio Oberena llegó al despacho hace cosa de un año. Encargado del área de remuneraciones, se mostró desde el primer día como una persona que no entraba en las rutinas habituales de nuestro centro de trabajo. No preguntaba por nada, ni por nadie. No compartía ninguna inquietud. No buscaba compañía para bajar a fumar, porque no fumaba. No desayunaba tampoco. Solamente era capaz de abrir la boca para decir 'buenos días' al chico de Recepción y 'buenas tardes' a la hora de irse a la chica de Recepción, ya que había dos personas distintas para cada turno. El resto del día, Natalicio Oberena se encerraba en su despacho, salía a beber agua, nos miraba, comentaba algo entre dientes y volvía a su cubil.
'Relámpagos', 'asiento trasero', 'bolsa de tela', 'ojos cerrados, ojos abiertos', 'la simiente', 'calor'... palabras que mascullaba, sin sentido alguno, mientras nos iba repasando a todos con la mirada y el vaso de plástico con agua hasta el mismo borde. Quisimos hablar con el Director del Departamento, el señor Mochón, para comunicarle nuestra inquietud. No queríamos que se emprendiera ninguna acción contra Oberena, faltaría más, pero nos parecía que su actitud debía ser estudiada por Regüeldo, perdón, Recursos Humanos, de manera urgente. El señor Mochón recibió nuestra solicitud de reunión, nos citó a Laires y a mí y nos dijo que él no notaba nada raro en Natalicio Oberena y que continuáramos trabajando sin más. Así lo hicimos. Pero si bien durante el trabajo no comentábamos nada, por mor de no entorpecer el normal discurso de la jornada laboral, al salir no podíamos remediarlo. Oberena continuaba con su comportamiento anormal.
Un jueves por la tarde, tuvimos que quedarnos todos un par de horas más porque había habido un follón en un muelle en Tánger y hubo que dedicar plantilla a solucionarlo. Natalicio Oberena no pareció darse por enterado y salió de su despacho a la hora de siempre y se marchó. Al día siguiente fue cuando ocurrió todo. A primera hora del viernes. Oberena venía desencajado. Pensamos que había estallado algo en su cabeza y la locura que presuponíamos se había desatado. Entonces el señor Mochón salió de su despacho, se colocó delante de Natalicio Oberena, le puso la mano en la cabeza durante unos segundos que se nos hicieron eternos y Oberena se calmó. Entró en su despacho y cumplió con su jornada sin más.
Desde ese día sueño con el señor Mochón, con su mano, con un campo de amapolas, con un cerrojo, con una piedra, con un lirio, con crestas... Laires ya no quiere bajar conmigo a fumar.
jueves, 31 de julio de 2014
miércoles, 30 de julio de 2014
Karpov
Mientras mueve o no mueve, voy a hacer como que anoto algo. Este está realmente bueno de lo suyo, también. Se le ha metido en la cabeza que la distancia que existe entre el tablero y el borde de la mesa no es lo suficientemente amplia para poder moverse con comodidad. Claro, el hombre mide casi dos metros y está hecho un morcón y todo le parece pequeño. Pues nada, no hay prisa. Mientras va decidiendo y midiendo, yo voy a anotar mis cositas aquí en la libretita y no hay más que decir. Al final acabaré haciendo dibujos de mi cara. El seis y un cuatro de rigor. Que si los ojos, que si la nariz en medio, que si el flequillo... y después de ese dibujo, otro dibujo igual. Que si los ojos, que si la nariz en medio, que si el flequillo... y van pasando las horas. No es la primera vez que juego contra este buen señor. La verdad es que no sé porqué le siguen dejando participar en estas cosas. Porque no juega. Hoy dice que le molesta la distancia entre el tablero y el borde de la mesa. Otro día empieza a descartar las sillas porque unas son muy duras, otras son muy estrechas, las otras no tienen ruedas, aquellas tienen las ruedas muy grandes. Otras veces es un problema con las fichas, que si con estas fichas no hay quien juegue, que si este tablero insertado en el dibujo de la mesa no es legal, que si los colores blancos y negros no se distinguen realmente unos de otros, que si el rey no tiene una cruz encima de la corona, que si la figura del caballo tiene demasiadas aristas y se nota incómodo. El caso es no jugar. Este buen hombre no juega nunca. Se sienta y empieza el ritual. Como no es la primera vez que pasa, yo dibujo mis cositas, hago como que anoto movimientos para hacer tiempo y cuando llega el juez y le pregunta que si va a jugar o qué cojones hace y éste le dice que encima a él con amenazas, que qué se han creído y coge y se larga. Y yo me pregunto, ¿cómo es que este hombre sigue participando? ¿Por qué le siguen llamando? Un organizador me dijo el otro día que es que el mundo del ajedrez es muy dado a acoger a personajes que se acercan demasiado al concepto de 'personaje', propiamente dicho. Y que, a fin de cuentas, a algunos de nosotros nos separa una finísima línea respecto con la pedrada de este buen hombre, cinco segundos, un momento de concentración, cierto sentido de la obligación o que nuestra locura por el ajedrez es más grande que cualquier otro trastorno que pueda haber. Así que, mientras que a este señor bigotón le puede lo otro más que lo nuestro, a nosotros al final, lo que nos puede es el ajedrez. Yo que sé. Yo creo que lo que me dice el organizador lo dice porque es un buena fe o que conoce al bigotes este de tiempo atrás y... a mí no me suena de nada. No sé. Pero ya está. Ya ha llamado al juez. Que el tablero está torcido y que no lo puede enderezar. Pues nada, se levanta y se va. Andando.
martes, 29 de julio de 2014
Sisa - Galeta Galàctica
¿De dónde soy o de dónde vengo? ¿De dónde me siento o qué siento? ¿Tengo que ser o debería ser? No soy yo quien ha abierto la veda de las preguntas incómodas, pero me he sentido interpelado y creo que debo contestar.
Galeta Galàctica es el tercer disco de Sisa como tal. El primero es el Orgia, del 71, el segundo es el Qualsevol nit pot sortir el sol, del 75 y el año siguiente saca este Galeta Galàctica. El disco comienza con El cabaret Galàctic. Correu, correu, que el temps pot no ser etern... dice la voz de Dolors Palau, voz que le hace coros y que interpreta frases trascendentales a lo largo de todo el disco. No tingueu por dels morts, cal tèmer els vius. Galeta Galàctica es un disco de guitarra, bajo, batería y coros. Un disco sencillísimo, de vez en cuando punteado por algún piano que suena muy de fondo... y muchos coros. Después de cierto barroquismo instrumental en el Qualsevol nit, aquí Sisa parece apostar por un formato más convencional. Hay un directo en la sala Zeleste de esta época en el que se le ve empuñando una Telecaster que es una gozada. Esta primera canción nos hace el habitual retablo de personajes que podríamos encontrar en un cabaret imaginado. Chururuchu uachuuaaaaaa. Empezamos con un ritmo calmado que es el que nos irá acompañando a lo largo de todo el disco.
¿De dónde vengo? De la misma manera que Daevid Allen se inventa un mundo alternativo, el planeta Gong, Sisa se escapa hacia una dimensión galáctica en la cual lo que pase aquí, aquí mismo, parece importarle un huevo. No es verdad y Sisa siempre tiene una opinión, que no suele coincidir con la mayoría, pero bajo ese aura de 'Galáctico', se le consiente. Hasta que los que verdaderamente se sienten concernidos le tachan de no sentirse. En el planeta de Sisa las cosas son tan habituales que parecen de aquí. Idéntico a lo autóctono, que diría el otro. Deixa-hi a fora la noció del temps.
A sota l'alzina parece ser algo más dura, pero no se asusten. El violín de Xavier Riba, el hermano de Pau Riba, le quita hierro a la cosa. Y la cosa va de hacerlo. Hacerlo de una vez. Doneu-me sorpreses i novetats. Un amago de rock duro por parte de Sisa, que no es tal. Pareciera una canción de los Fairport Convention, de esas que parece amenazar con ser pero en realidad va de otra cosa. Después de El Cabaret Galàctic, A sota l'alzina parece algo menor, pero tiene unos coros que ya quisiera más de uno poder hacer. Uno vive para hacer coros.
Y si hablamos de coros, El comptador d'estrelles, ya comienza con unos coros y la Telecaster rascando llevándonos a un mundo entre la siesta y las dos de la mañana en el que no hay nada que hacer. Bueno, puedes contar las estrellas. Que ya es bastante. Otra canción perezosa que va avanzando lentamente mientras nos cuenta quién es ese contador de estrellas, que tiene un aura incierta de estrellas. Ojo, que Sisa empieza a hacer voces. Tiene uno de los estribillos más formidables que uno ha escuchado jamás. Con ese violín que dan ganas de... llorar. El comptador d'estrellas rega la ciutat, amb l'aigua clara d'una xifra que no sap. El comptador d'estrelles rega la ciutat, amb un sol número que mai no heu calculat. Y le sigue una coda con violín de nuevo... que transporta. Así, despacio. Despacito. Tranquilamente. Que no tenemos prisa. Que tampoco estamos aquí.
Taronges i arròs prosigue con el esquema de Sisa a la Telecaster y el ritmo sandunguero. El batería aquí al menos hace cosas más raras, pero sin pasarse. La letra aquí oscila entre la cosa surrealista y directamente el 'esta letra es para rellenar'. No sirva como crítica a la canción que está la mar de bien. Uno imagina que Sisa fue a Valencia, o al Delta y de la experiencia sacó una canción. Y aquí paz y después gloria.
¿De dónde soy? ¿Yo no soy de aquí? Yo no soy de aquí, yo no tengo amor. Yo soy de Bahía. I vosté que ho escolta es una canción que, como siempre, tiene que estar en todos los discos. Es esa canción que uno escucha unas mil veces y que nunca recibe la importancia que se merece. Igual es porque no merece la pena. Puede ser. Lo que pasa es que lo que viene después es demasiado.
Tarda solitària vora el port d'un tenor italià, es la canción rara que te encandila. Aquí Sisa se transforma en un cantante italiano que nos ofrece sus impresiones sobre el tema. El tema es que io sonno il trovatore de l'ostia. Y sanseacabó. La la la la la la. O sole mio. O cuore ingrato. Santalucia... Y así. Si va da dar todo lo mismo y estar aquí va a ser más bien un muermo, vamos a pirarnos al planeta de la Galleta. Vamos a ponernos un gorro chungo y a correr.
Así se limpia la democracia. Ya está la tele puesta.
Òrbites blaves es una canción simple, que comienza con un piano y acaba siendo una canción de reivindicación de la vida. Aquí uno es malpensado y piensa en el daño que está haciendo entre la peña el quedarse colgado y cómo Sisa dice que habrá que espabilar. Largarse, sí, pero sin hacernos daño. No facis viatges si no tens el vol segur. No hagas viajes si no tienes el vuelo seguro. No hace falta decir nada más.
Y nos vamos con la Primera Comunió. Cancionaza de las cancionazas. Esta es una canción que tiene tanto sentido como el que se le quiera dar. Sentirse con sentido. No teniendo problema en asumir que no tiene porqué tener sentido, todo parece mejor. Primera Comunió. Hem de fer, la primera comunió, al balcó, disfressades de cavall. Como el que no dice nada. La canción empieza despacito, con un órgano, con Sisa evocando otro tiempo, otro espacio. Esto no mola. No voy a cambiar yo, que cambie todo. Y si no, me lo invento, que es mejor.
Hem de fer, la primera comunió. Un final que puede durar horas, días enteros. Disfressades de cavall. Claro que sí. No insistiremos demasiado más en el tema. Pero molaría que quedase claro este concepto. Hem de fer la primera comunió, al balcó, disfressades de cavall. Y así hasta el infinito. Con la voz más Sisa de Sisa. Al balcó, disfressades de cavall.
Galeta Galàctica no contesta las preguntas, propone una idea. Si esto va a ser como me figuro que va a ser, yo me piro. No sé a dónde, pero desde luego no va a ser por aquí cerca. Quizás sea al pasado. Yo tenía cinco años, tú quizás no habías nacido.
Rentat les mans amb jocs d'infants.
Galeta Galàctica es el tercer disco de Sisa como tal. El primero es el Orgia, del 71, el segundo es el Qualsevol nit pot sortir el sol, del 75 y el año siguiente saca este Galeta Galàctica. El disco comienza con El cabaret Galàctic. Correu, correu, que el temps pot no ser etern... dice la voz de Dolors Palau, voz que le hace coros y que interpreta frases trascendentales a lo largo de todo el disco. No tingueu por dels morts, cal tèmer els vius. Galeta Galàctica es un disco de guitarra, bajo, batería y coros. Un disco sencillísimo, de vez en cuando punteado por algún piano que suena muy de fondo... y muchos coros. Después de cierto barroquismo instrumental en el Qualsevol nit, aquí Sisa parece apostar por un formato más convencional. Hay un directo en la sala Zeleste de esta época en el que se le ve empuñando una Telecaster que es una gozada. Esta primera canción nos hace el habitual retablo de personajes que podríamos encontrar en un cabaret imaginado. Chururuchu uachuuaaaaaa. Empezamos con un ritmo calmado que es el que nos irá acompañando a lo largo de todo el disco.
¿De dónde vengo? De la misma manera que Daevid Allen se inventa un mundo alternativo, el planeta Gong, Sisa se escapa hacia una dimensión galáctica en la cual lo que pase aquí, aquí mismo, parece importarle un huevo. No es verdad y Sisa siempre tiene una opinión, que no suele coincidir con la mayoría, pero bajo ese aura de 'Galáctico', se le consiente. Hasta que los que verdaderamente se sienten concernidos le tachan de no sentirse. En el planeta de Sisa las cosas son tan habituales que parecen de aquí. Idéntico a lo autóctono, que diría el otro. Deixa-hi a fora la noció del temps.
A sota l'alzina parece ser algo más dura, pero no se asusten. El violín de Xavier Riba, el hermano de Pau Riba, le quita hierro a la cosa. Y la cosa va de hacerlo. Hacerlo de una vez. Doneu-me sorpreses i novetats. Un amago de rock duro por parte de Sisa, que no es tal. Pareciera una canción de los Fairport Convention, de esas que parece amenazar con ser pero en realidad va de otra cosa. Después de El Cabaret Galàctic, A sota l'alzina parece algo menor, pero tiene unos coros que ya quisiera más de uno poder hacer. Uno vive para hacer coros.
Y si hablamos de coros, El comptador d'estrelles, ya comienza con unos coros y la Telecaster rascando llevándonos a un mundo entre la siesta y las dos de la mañana en el que no hay nada que hacer. Bueno, puedes contar las estrellas. Que ya es bastante. Otra canción perezosa que va avanzando lentamente mientras nos cuenta quién es ese contador de estrellas, que tiene un aura incierta de estrellas. Ojo, que Sisa empieza a hacer voces. Tiene uno de los estribillos más formidables que uno ha escuchado jamás. Con ese violín que dan ganas de... llorar. El comptador d'estrellas rega la ciutat, amb l'aigua clara d'una xifra que no sap. El comptador d'estrelles rega la ciutat, amb un sol número que mai no heu calculat. Y le sigue una coda con violín de nuevo... que transporta. Así, despacio. Despacito. Tranquilamente. Que no tenemos prisa. Que tampoco estamos aquí.
Taronges i arròs prosigue con el esquema de Sisa a la Telecaster y el ritmo sandunguero. El batería aquí al menos hace cosas más raras, pero sin pasarse. La letra aquí oscila entre la cosa surrealista y directamente el 'esta letra es para rellenar'. No sirva como crítica a la canción que está la mar de bien. Uno imagina que Sisa fue a Valencia, o al Delta y de la experiencia sacó una canción. Y aquí paz y después gloria.
¿De dónde soy? ¿Yo no soy de aquí? Yo no soy de aquí, yo no tengo amor. Yo soy de Bahía. I vosté que ho escolta es una canción que, como siempre, tiene que estar en todos los discos. Es esa canción que uno escucha unas mil veces y que nunca recibe la importancia que se merece. Igual es porque no merece la pena. Puede ser. Lo que pasa es que lo que viene después es demasiado.
Tarda solitària vora el port d'un tenor italià, es la canción rara que te encandila. Aquí Sisa se transforma en un cantante italiano que nos ofrece sus impresiones sobre el tema. El tema es que io sonno il trovatore de l'ostia. Y sanseacabó. La la la la la la. O sole mio. O cuore ingrato. Santalucia... Y así. Si va da dar todo lo mismo y estar aquí va a ser más bien un muermo, vamos a pirarnos al planeta de la Galleta. Vamos a ponernos un gorro chungo y a correr.
Así se limpia la democracia. Ya está la tele puesta.
Òrbites blaves es una canción simple, que comienza con un piano y acaba siendo una canción de reivindicación de la vida. Aquí uno es malpensado y piensa en el daño que está haciendo entre la peña el quedarse colgado y cómo Sisa dice que habrá que espabilar. Largarse, sí, pero sin hacernos daño. No facis viatges si no tens el vol segur. No hagas viajes si no tienes el vuelo seguro. No hace falta decir nada más.
Y nos vamos con la Primera Comunió. Cancionaza de las cancionazas. Esta es una canción que tiene tanto sentido como el que se le quiera dar. Sentirse con sentido. No teniendo problema en asumir que no tiene porqué tener sentido, todo parece mejor. Primera Comunió. Hem de fer, la primera comunió, al balcó, disfressades de cavall. Como el que no dice nada. La canción empieza despacito, con un órgano, con Sisa evocando otro tiempo, otro espacio. Esto no mola. No voy a cambiar yo, que cambie todo. Y si no, me lo invento, que es mejor.
Hem de fer, la primera comunió. Un final que puede durar horas, días enteros. Disfressades de cavall. Claro que sí. No insistiremos demasiado más en el tema. Pero molaría que quedase claro este concepto. Hem de fer la primera comunió, al balcó, disfressades de cavall. Y así hasta el infinito. Con la voz más Sisa de Sisa. Al balcó, disfressades de cavall.
Galeta Galàctica no contesta las preguntas, propone una idea. Si esto va a ser como me figuro que va a ser, yo me piro. No sé a dónde, pero desde luego no va a ser por aquí cerca. Quizás sea al pasado. Yo tenía cinco años, tú quizás no habías nacido.
Rentat les mans amb jocs d'infants.
lunes, 28 de julio de 2014
El saludo
No sé cuánto tiempo hace que nos saludamos. Yo creo que debe hacer alrededor de veinte años. Él es conocido de la familia, de una forma tangencial, es del pueblo y siempre va sólo. Más de veinte años paseando solo. No nos engañemos, la mayoría de las veces en las que nos hemos visto, yo también iba solo. Como él conoce a mi familia, creo que tengo la obligación de saludarle, el compromiso de saludarle, aunque nunca haya hablado con él, jamás me haya parado a preguntarle cómo le va, qué hace, qué es de su vida, si está bien, si trabaja, si vive solo, si está cansado, si está contento, si... nada. Sé cómo se llama, sé lo que le pasó en su día, y poca cosa más.
La mecánica es la siguiente. Yo paseo por el pueblo, preferiblemente por el centro del pueblo, porque allí es donde tengo el radio de acción. Lo veo a lo lejos. Se acerca. Hago como que no lo he visto. Pienso, no le voy a saludar. ¿Para qué le tengo que saludar? ¿Qué importancia tendrá que yo le salude o no? Total, no sé si sabrá quien soy. Y aunque lo sepa, quién coño soy yo para saludarle o no saludarle. Todo esto se piensa mientras se le ve venir. Imagino que él debe pensar lo mismo. Ahí está otra vez este tío. El gafitas este que es el hijo de este... no me acuerdo de como se llamaba. Mi intención primera es siempre la de no saludarle, como digo. Hacer como que no le he visto, hacerme el despistado, mirar hacia delante, simulando estar pensando en algo. Lo hago mucho, no sólo con él. Mirar así como hacia delante, con cara de enfado, como si estuviera desentrañando un asunto de vital importancia y me hubiera venido la inspiración para resolverlo en mitad de la calle, justo cuando te estabas cruzando conmigo. Efectivamente. Eso es, ya ha pasado, ya puedo volver a mirar. Y entonces, cuando está a punto de cruzarse conmigo, le miro y le saludo.
A veces es él el que se hace el despistado, o realmente no me ha visto y mi saludo es al aire. Es como disparar al vacío. Saludas, dices 'hola' con la voz medio apagada, simplemente moviendo los labios, levantando las cejas, o bien simplemente levantando las cejas y apretando los labios en señal de 'eh, te he visto, qué tal, venga, adeu'. Y él no te ha visto. Ha pasado de largo y, aunque sabes que te ha mirado, que sabes que te ha reconocido, que le vas a saludar, en el último momento ha mirado hacia otro lado, o le ha dado un chispazo, o una ventolera y ha cambiado el rumbo de su mirada y tu saludo se ha ido a ningún sitio. Le has dicho hola a nadie. Esa sensación. Ese mirar hacia los lados para que nadie vea que has saludado a alguien que ha pasado de ti. 'Que no piensen que voy saludando a peña sin que me hagan caso...'. Lo disimulas sonriendo. 'Vaya, no se ha dado cuenta nadie'. Le has saludado, ha pasado por delante de ti y no te ha visto... y cuando ya ha pasado, de repente gira la cabeza y te mira y dice... 'hola'. Y sigue caminando.
Y así más de veinte años.
La mecánica es la siguiente. Yo paseo por el pueblo, preferiblemente por el centro del pueblo, porque allí es donde tengo el radio de acción. Lo veo a lo lejos. Se acerca. Hago como que no lo he visto. Pienso, no le voy a saludar. ¿Para qué le tengo que saludar? ¿Qué importancia tendrá que yo le salude o no? Total, no sé si sabrá quien soy. Y aunque lo sepa, quién coño soy yo para saludarle o no saludarle. Todo esto se piensa mientras se le ve venir. Imagino que él debe pensar lo mismo. Ahí está otra vez este tío. El gafitas este que es el hijo de este... no me acuerdo de como se llamaba. Mi intención primera es siempre la de no saludarle, como digo. Hacer como que no le he visto, hacerme el despistado, mirar hacia delante, simulando estar pensando en algo. Lo hago mucho, no sólo con él. Mirar así como hacia delante, con cara de enfado, como si estuviera desentrañando un asunto de vital importancia y me hubiera venido la inspiración para resolverlo en mitad de la calle, justo cuando te estabas cruzando conmigo. Efectivamente. Eso es, ya ha pasado, ya puedo volver a mirar. Y entonces, cuando está a punto de cruzarse conmigo, le miro y le saludo.
A veces es él el que se hace el despistado, o realmente no me ha visto y mi saludo es al aire. Es como disparar al vacío. Saludas, dices 'hola' con la voz medio apagada, simplemente moviendo los labios, levantando las cejas, o bien simplemente levantando las cejas y apretando los labios en señal de 'eh, te he visto, qué tal, venga, adeu'. Y él no te ha visto. Ha pasado de largo y, aunque sabes que te ha mirado, que sabes que te ha reconocido, que le vas a saludar, en el último momento ha mirado hacia otro lado, o le ha dado un chispazo, o una ventolera y ha cambiado el rumbo de su mirada y tu saludo se ha ido a ningún sitio. Le has dicho hola a nadie. Esa sensación. Ese mirar hacia los lados para que nadie vea que has saludado a alguien que ha pasado de ti. 'Que no piensen que voy saludando a peña sin que me hagan caso...'. Lo disimulas sonriendo. 'Vaya, no se ha dado cuenta nadie'. Le has saludado, ha pasado por delante de ti y no te ha visto... y cuando ya ha pasado, de repente gira la cabeza y te mira y dice... 'hola'. Y sigue caminando.
Y así más de veinte años.
viernes, 25 de julio de 2014
Miscelánea Funesta
En los carteles han puesto un nombre para quien lo quiera mirar. Y yo llorando por él, con la boquita cerrá. Ya ha llegado el verano y TV3 lanza su canción del verano. No se lo van a creer, este año la mezcla entre rumba, ska, reggae, vuelve a llevarse. Otra vez un grupo de jóvenes con aspecto combativo y desenfadado a la vez, que no queremos asustar a la yaya, nos recuerdan que el verano es maravilloso, que se han comprado un ukelele para enlazar con sus primos hipsters que viven upperdiagonal y que, además, sienten una fuerte vinculación con el territorio. Pepet i Marieta son los encargados, un año más, de recordarnos que en este país, el verano, l'estiu, es para las camisetas de tirante ancho, el pantalón bermuda por los tobillos, el lucimiento de tatuaje, hablar de la playa, de la playa, de la playa, de las vacaciones, de la escapadita, y del copón. Y luego vienen esas familias felices en los spots promocionales cantando el uoioio, que somos todos muy bobmarleys. Empiezo a calentarme. Si alguien tiene tiempo, que se mire también el vídeo y la canción que hicieron para la Via Catalana. Combativos y revolucionarios y populares. Et volem a tu.
https://www.youtube.com/watch?v=fiGE8DdHWBg
¿Que no se parece esta canción de Coldplay a unas dos millones de canciones que podrían haber hecho Coldplay? Sky... stars. My heart. En el vídeo vemos al cantante de Coldplay, quizás una de las personas más guapas que uno haya tenido la oportunidad de ver en un vídeo (y él no lo sabe), paseando por la ciudad como si fuera el Jairo con la guitarra y el bombo, y ya luego al final se junta todo el grupo en una esquina y hacen que tocan. Y la música es como de discoteca, de como cuando vas a una discoteca y no te gusta la música. Y de repente suena una canción de esas que al común de los mortales les invita a saltar y hacer mucho ooooo y tú estás allí pensando que dentro de un bidón de ácido te sentirías mucho más a gusto. Mientras Coldplay siga en esto, no hay motivos para abandonar la lucha. A sky full of stars. Díganme de verdad si no hay ya una canción de Coldplay que se llamaba así... y hace todo el mundo el uuuu con él... y tiran confeti y la peña se vuelve loca.
https://www.youtube.com/watch?v=VPRjCeoBqrI
Dejemos claro una cosa. No hay una música mala y otra buena. Lo que yo aquí digo que me hace daño, puede que tenga un montón de seguidores y que les haga sentir en el mismo cielo. Els Amics de les Arts son un grupo, o una banda, o un conjunto vocal como Il Divo, que hacen canciones... la teoría del sucedáneo. Manel. Un grupo que descubre un sonido agradable y unas letras cargadas de cotidianidad, pero con, digamos, todavía un puntito, un puntito de algo parecido a cierta idea de alternatividad. Tan peligroso que inmediatamente surgen otros grupos, entre ellos este de Els Amics de les Arts que no tienen tantos remilgos. Anuncios de cervezas, institucionalizados, y todos guapos y con unas letras de burguesía que tiene tantas ilusiones, pero también problemas y cosas... Mis juicios de valor, seguro, estarán equivocados, pero yo veo un vídeo como este de Ja no ens passa... y la verdad. Es como la música del enemigo.
https://www.youtube.com/watch?v=p7giqhKB5XU
Para empezar, este vídeo está subtitulado. Y Amaia Montero canta en castellano. Ayer en el Casti, mientras me tomaba un Cacaolat fresquito por hacer patria, sonó en la radio esta canción de Amaia Montero y pensé que era antigua, pero veo que no. Las canciones de Amaia Montero suenan a antiguas aunque sean nuevas. Y no se entienden. Yo no entiendo en qué idioma canta Amaia Montero. Dice... te marchas... y todo lo que sigue después se me escapa. Como que respira y no canta. Susurra/grita. Y no se entiende nada. Dejemos de lado si la letra es buena, si la música es más convencional que un armarito, que todo suene a ya escuchado. El caso es que no se entiende qué está diciendo. Naturalmente, la historia transcurre en París, el protagonista masculino parece guiri, y ella debe ser la española despechada. Al final sale un poquito el sol, vuela una gaviota. Como para llamar a los Mossos, vamos. Hay una versión con ella cantando, pero no.
https://www.youtube.com/watch?v=4IEltxOaER0
Esta canción está absolutamente demodé. Escuchada el otro día en Teletaxi Tv, me dí cuenta de que estaba muy desfasada. Primero, porque el sector al parecer lleva años bastante mal. Eso se dice. Amigos e la construcción. Y mal. Muy mal. No hay obreros. En el vídeo aparece el cartel... obreros de la construcción. Fatal. Serán en todo caso ciudadanía que desarrolla tareas como profesionales cualificados de las tareas de edificación, planificación, restauración, etc. Pero obreros no. Trabajadores tampoco. Eso lo que hace es crear una división que resulta agresiva y funesta. Somos todos ciudadanos y las cosas que afectan a los ciudadanos son generales, no se reducen a un ámbito concreto. Aquí tenemos la canción que Leo Rubio dedicó a los amigos de la construcción. Bueno, al menos el que ha hecho el vídeo sigue utilizando el término obreros. Y san Antonio es su patrón. Ole con ole.
https://www.youtube.com/watch?v=TeKyFIIcLwk
Y para terminar, qué mejor que otro luchador infatigable como Bertín Osborne. Otra de esas personas que nos gustan por aquí, de las que dicen las cosas sin pelos en la lengua. Pero eso no es lo grave. Lo grave es que canta. Lo grave no es que Bertín Osborne sea de derechas o muy de derechas. No. Lo grave es que además se dedica a la canción. Y habrá quién le compre los discos y todo. Aquí, en América Latina, no sé. Donde sea. Aquí le tenemos en una interpretación más o menos reciente en el que hace una especie de medley con sus grandes éxitos. Amor mediterráneo, por ejemplo. Tremendo vídeo en el que hace como que está cantando en un estudio. Y pone caritas. Y entorna los ojillos. Amor mediterráneo... no tiene vergüenza con haberla perpetrado una vez, que la recupera. Hay una en la que incluso mete una guitarra eléctrica. Debe haber disturbios entre sus fans por salvaje... Yo que sé. Inenarrable todo.
https://www.youtube.com/watch?v=EzN9gFqyuZI
Y encima llueve. Será que una cosa lleva a la otra. Que tengan un buen fin de semana todos y cada uno de ustedes.
jueves, 24 de julio de 2014
Los Siete Latinos
Se me van acabando las historias y tengo que recurrir a vivencias pasadas que, por increíbles, no me he atrevido nunca a contar. Esto que me ocurrió y que paso a contarles a continuación, tuvo lugar hace muchos años. Era yo por entonces un joven militante que tenía el corazón cargado de ilusiones y la mente repleta de razones para creer en la gente, en el poder del pueblo y en la solidaridad entre los pueblos, junto con otros dogmas que ahora no vienen al caso y en los que todavía tengo puesta mucha fe. Por aquel entonces, el Partido organizó un viaje solidario con la intención de visitar el Estado de Chiapas, en México, y de paso, conocer la experiencia movilizadora y revolucionaria que había dado pie al surgimiento del EZLN como un movimiento emancipador. Fuimos muchos los que nos apuntamos para hacer aquel viaje, enfebrecidos por las noticias que nos llegaban de una guerrilla moderna, comandada por un intelectual concienciado y enigmático. El plan previsto era realizar el viaje en avión hasta México DF y bajar por carretera hasta el Estado chiapaneco hasta llegar a alguno de los pueblos en los que la insurgencia se había establecido y donde estaban funcionando experiencias interesantes. El viaje estuvo lleno de momentos de gran fraternidad, de exaltación de la lucha, de esperanza en un contagio que levantara a nuestra gente de la misma manera que los chiapanecos, los mexicanos, se estaban levantando. No reparábamos demasiado en lo que teníamos alrededor, nos relacionábamos con mexicanos que compartían nuestras ideas y ejercían de cicerones, pero realmente no llevábamos a cabo ningún ejercicio de contacto directo con la gente de los estados que íbamos atravesando. Fuera como fuera, el viaje se nos estaba haciendo largo, con continuas paradas, recibimientos, agasajos... Un día, atravesando ya el estado de Chiapas, cruzamos un pueblo cuyo nombre ahora ya he olvidado y desde la ventana del autocar, me fijé en uno de los murales que poblaban todas las calles de todos los pueblos que atravesábamos. Pero aquel me llamó la atención por algo especial. Se anunciaba una actuación en una sala de fiestas y el animador era un tal Tony Graniel. El nombre me sorprendió. Yo tuve un profesor de Literatura Hispanoamericana que se llamaba Antonio Graniel. Era una persona estupenda. Un profesor magnífico. Un tanto peculiar, decía haber conocido a todos los grandes escritores latinoamericanos en persona y que seguía manteniendo con ellos un contacto estrecho. Algunos de los escritores de los que hablaba ya hacía tiempo que estaban muertos y otros lo suficientemente endiosados como para haber roto amarras con aquel profesor universitario.
El azar quiso que nos detuviésemos a pasar la noche en aquel pueblo y la curiosidad me impelió a preguntar si podría acudir al lugar en el que el tal Tony Graniel actuaba. Me dijeron que quizás no fuera buena idea, pero me puse pesado y les insistí hasta que me permitieron abandonar la expedición durante unas horas. Nadie quiso acompañarme.
Pregunté cómo se podía llegar a aquella sala y me dí cuenta de que podía ir caminando. No estaba tan lejos, el pueblo era pequeño. Desde fuera, aquel local no tenía nada de particular. Me habían hablado de los 'danzones' y habíamos visto alguno por el camino, sin entrar nunca, y se parecía mucho. Por ambientarme algo, me dirigí a la barra y pedí un tequila. Era mi primer tequila en México. De un trago. El mesero me dijo que ese no era el modo de beber tequila, que debía de hacerlo 'de a poquito'. Me lo bebí como me dijo y me pedí un tercer tequila. La música era muy agradable y había gente bailando boleros muy amarrados. Entonces, cuando estaba dando cuenta del cuarto tequila, se apagó la música y apareció Tony Graniel en escena. Efectivamente, no era otro que Antonio Graniel, mi antiguo profesor, pero muy cambiado. Vestía un traje espantoso, verde chillón, el pelo lo tenía blanco y canoso, largo y recogido con una coleta, y su acento era perfectamente homologable al del lugar, cuando yo sabía que él era sevillano. Agarró el micrófono y se aprestó a presentar, con mucho gusto para todos los presentes, a los Siete Latinos. Para mi sorpresa, aparecieron en el escenario Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez, Pablo Neruda, Juan Rulfo, Augusto Monterroso, Augusto Roa Bastos y Julio Cortázar. Los Siete Latinos (recuerdo que mi primera impresión no fue de asombro por la escena en sí, si no por que Jorge Luis Borges se hubiera incluido en un grupo de 'latinos', con lo que él era), llevaban todos un traje típico de la zona y un sombrero ranchero. Uno a uno, fueron presentados por Tony Graniel, 'aquí tienen ustedes a los Siete Latinos que muy gustosamente les acompañarán durante las próximas dos horas, que los disfruten mucho'. Inmediatamente, comenzó a sonar una tanda de boleros y los Siete Latinos bajaron a la pista y se sentaron en siete sillas dispuestas ante el escenario. Acto seguido, les iban sacando a bailar. Mujeres y hombres. Indistintamente. Una mujer muy mayor, pero muy maquillada y peripuesta, fue derechita a por Gabriel García Marquez. Un señor que no había tenido tiempo de cambiarse de ropa después de trabajar en el campo, pidió baile con Julio Cortázar. Poco a poco, los lugareños iban pidiendo a los Siete Latinos. Sólo quedaba Borges. Fui a por él y le toqué el hombro. Borges, con su mirada perdida, se levantó y me agarró por la cintura. 'Yo dirijo'. Ahí estábamos los dos, bailando un bolero. Jorge Luis Borges pegó su cara a la mía y los dos, amarraditos, completamos un baile. Cuando acabó fue el turno de Roa Bastos. Aquí dirigí yo. Igual, los dos bailábamos aunque Roa Bastos, paradójicamente, tenía menos arte y gracia que el ciego porteño. Con Monterroso dirigí yo. A Cortázar también. Bailé con Juan Rulfo, que también pegó su cara a la mía y llegó a susurrarme la letra de la canción que se escuchaba, pero la he olvidado. Estaba bastante borracho y no dejaba de beber un tequila tras otro, pero seguía bailando con bastante prestancia. Fue el turno de Gabriel García Márquez. Y este me negó el baile. Le pregunté porqué y me contestó que le acompañase a la barra, que quería tomar algo conmigo. Pedimos otro tequila. García Márquez me miró y me dijo 'Matilde, ya deja de soñar'. Sin duda, parecía que García Márquez también estaba algo bebido o 'tomado', como decían ellos. En aquel tiempo yo gastaba una barba poblada y distaba mucho de parecerme a cualquier Matilde.
Entonces Tony Graniel volvió a aparecer en escena y reclamó que Los Siete Latinos volvieran al escenario. Los grandísimos maestros regresaron al escenario y con sus sombreros en ristre, saludaron a la concurrencia entre aplausos y desaparecieron. Una voz en off anunció que Los Brujitos de Catemaco no podrían actuar dado que uno de sus integrantes padecía un insólito 'mal de la desconfianza'.
Cuando quise darme cuenta estaba de regreso al hotel. Por el camino reparé en que no había podido despedirme de Tony Graniel. El dedo de una compañera de viaje, Matilde precisamente, pasando por mi nariz me despertó. Me había quedado dormido en el hall del hotel, en un butacón. Tenía un resacón de órdago. Matilde me miró y me dijo 'no vales para nada, tantas ganas que tenías de ir al baile y caíste aquí como un plomo, dormidísimo, no había quien te moviera. Vamos, está esperando el autobús, nos esperan en San Bartolomé de las Casas, ya hemos llegado a nuestro destino'.
Durante todo el día tuve en mi cara un olor a colonia buena, colonia fina, la colonia de Borges. Estoy seguro. No me he atrevido a contarlo hasta hoy. Porque, total, quién se lo iba a creer.
El azar quiso que nos detuviésemos a pasar la noche en aquel pueblo y la curiosidad me impelió a preguntar si podría acudir al lugar en el que el tal Tony Graniel actuaba. Me dijeron que quizás no fuera buena idea, pero me puse pesado y les insistí hasta que me permitieron abandonar la expedición durante unas horas. Nadie quiso acompañarme.
Pregunté cómo se podía llegar a aquella sala y me dí cuenta de que podía ir caminando. No estaba tan lejos, el pueblo era pequeño. Desde fuera, aquel local no tenía nada de particular. Me habían hablado de los 'danzones' y habíamos visto alguno por el camino, sin entrar nunca, y se parecía mucho. Por ambientarme algo, me dirigí a la barra y pedí un tequila. Era mi primer tequila en México. De un trago. El mesero me dijo que ese no era el modo de beber tequila, que debía de hacerlo 'de a poquito'. Me lo bebí como me dijo y me pedí un tercer tequila. La música era muy agradable y había gente bailando boleros muy amarrados. Entonces, cuando estaba dando cuenta del cuarto tequila, se apagó la música y apareció Tony Graniel en escena. Efectivamente, no era otro que Antonio Graniel, mi antiguo profesor, pero muy cambiado. Vestía un traje espantoso, verde chillón, el pelo lo tenía blanco y canoso, largo y recogido con una coleta, y su acento era perfectamente homologable al del lugar, cuando yo sabía que él era sevillano. Agarró el micrófono y se aprestó a presentar, con mucho gusto para todos los presentes, a los Siete Latinos. Para mi sorpresa, aparecieron en el escenario Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez, Pablo Neruda, Juan Rulfo, Augusto Monterroso, Augusto Roa Bastos y Julio Cortázar. Los Siete Latinos (recuerdo que mi primera impresión no fue de asombro por la escena en sí, si no por que Jorge Luis Borges se hubiera incluido en un grupo de 'latinos', con lo que él era), llevaban todos un traje típico de la zona y un sombrero ranchero. Uno a uno, fueron presentados por Tony Graniel, 'aquí tienen ustedes a los Siete Latinos que muy gustosamente les acompañarán durante las próximas dos horas, que los disfruten mucho'. Inmediatamente, comenzó a sonar una tanda de boleros y los Siete Latinos bajaron a la pista y se sentaron en siete sillas dispuestas ante el escenario. Acto seguido, les iban sacando a bailar. Mujeres y hombres. Indistintamente. Una mujer muy mayor, pero muy maquillada y peripuesta, fue derechita a por Gabriel García Marquez. Un señor que no había tenido tiempo de cambiarse de ropa después de trabajar en el campo, pidió baile con Julio Cortázar. Poco a poco, los lugareños iban pidiendo a los Siete Latinos. Sólo quedaba Borges. Fui a por él y le toqué el hombro. Borges, con su mirada perdida, se levantó y me agarró por la cintura. 'Yo dirijo'. Ahí estábamos los dos, bailando un bolero. Jorge Luis Borges pegó su cara a la mía y los dos, amarraditos, completamos un baile. Cuando acabó fue el turno de Roa Bastos. Aquí dirigí yo. Igual, los dos bailábamos aunque Roa Bastos, paradójicamente, tenía menos arte y gracia que el ciego porteño. Con Monterroso dirigí yo. A Cortázar también. Bailé con Juan Rulfo, que también pegó su cara a la mía y llegó a susurrarme la letra de la canción que se escuchaba, pero la he olvidado. Estaba bastante borracho y no dejaba de beber un tequila tras otro, pero seguía bailando con bastante prestancia. Fue el turno de Gabriel García Márquez. Y este me negó el baile. Le pregunté porqué y me contestó que le acompañase a la barra, que quería tomar algo conmigo. Pedimos otro tequila. García Márquez me miró y me dijo 'Matilde, ya deja de soñar'. Sin duda, parecía que García Márquez también estaba algo bebido o 'tomado', como decían ellos. En aquel tiempo yo gastaba una barba poblada y distaba mucho de parecerme a cualquier Matilde.
Entonces Tony Graniel volvió a aparecer en escena y reclamó que Los Siete Latinos volvieran al escenario. Los grandísimos maestros regresaron al escenario y con sus sombreros en ristre, saludaron a la concurrencia entre aplausos y desaparecieron. Una voz en off anunció que Los Brujitos de Catemaco no podrían actuar dado que uno de sus integrantes padecía un insólito 'mal de la desconfianza'.
Cuando quise darme cuenta estaba de regreso al hotel. Por el camino reparé en que no había podido despedirme de Tony Graniel. El dedo de una compañera de viaje, Matilde precisamente, pasando por mi nariz me despertó. Me había quedado dormido en el hall del hotel, en un butacón. Tenía un resacón de órdago. Matilde me miró y me dijo 'no vales para nada, tantas ganas que tenías de ir al baile y caíste aquí como un plomo, dormidísimo, no había quien te moviera. Vamos, está esperando el autobús, nos esperan en San Bartolomé de las Casas, ya hemos llegado a nuestro destino'.
Durante todo el día tuve en mi cara un olor a colonia buena, colonia fina, la colonia de Borges. Estoy seguro. No me he atrevido a contarlo hasta hoy. Porque, total, quién se lo iba a creer.
miércoles, 23 de julio de 2014
Once upon a time...
Hoy recogemos un texto ajeno, de Carl Johann Danielsson, famoso autor de cuentos islandés, que ha publicado recientemente un nuevo volúmen (qué manía la de escribir volumen con tilde), con el título 'Los niños más listos del mundo', del que extraemos este cuento llamado 'El hijo del alcalde'.
'Había una vez, en un pueblecito muy bonito situado en el valle de Landsmaark que se llamaba Stredlurstrend un niño muy bueno que era el hijo del alcalde. Este niño muy bueno se llamaba Olof y tenía nueve años. Era un niño tan bueno, tan bueno, que todos los niños del lugar querían parecerse a él. Sacaba las mejores notas en el colegio, era un asiduo visitante a la Iglesia donde destacaba por la claridad de su canto, era muy obediente y siempre estaba dispuesto para ayudar a su madre con las tareas de la casa y procuraba no hacer ruido cuando jugaba para no molestar a su padre, que siempre tenía mucho trabajo. El padre de este niño, alcalde, siempre estaba reunido con los prohombres de la localidad, con los que proyectaba obras y reformas con tal de llevar el progreso a Stredlurstrend. Olof no tenía amiguitos, porque pensaba que no era justo que sólo unos niños disfrutasen de su compañía, dejando de lado a otros, por lo que intentaba hacer partícipes a todos los niños y niñas del pueblo en sus juegos, y a todos ellos les regalaba su cariño, su amistad y su valía. Si tenía que ayudar a algún niño a completar sus tareas, lo hacía. Si los niños pobres no tenían para comer, él les daba su merienda. Si había niñas que se quejaban por que los niños se metían con ellas, él, muy cortés, salía en su defensa. Si había niños que consideraban que las niñas se burlaban de ellos por feos o torpes, él jugaba con ellos. Olof era apreciado por los tenderos, por los funcionarios municipales, por los maestros, por los trabajadores de la serrería, de la fábrica de latas, por los integrantes del equipo de fútbol, para los que hacía de utillero.
El pequeño Olof, tan bueno, para poder ser tan bueno, tan bueno, contaba con una pequeña ayuda. Tenía un amigo imaginario, un ser que había inventado que le guiaba y le aconsejaba, y con el que se consolaba cuando le sobrevenía algún momento de flaqueza. Este amigo imaginario se llamaba Lito y vivía debajo de su cama. Por las noches, Olof se asomaba y hablaba con Lito, le contaba lo que había hecho durante el día y el esfuerzo que hacía para no desfallecer. Cuando terminaba de hablar con Lito, rezaba y se dormía.
Un día, Olof, se levantó sin que su madre le llamara, como siempre, y bajó a la cocina a desayunar. No había nada preparado. Su madre no estaba. Tampoco la señora Merle, la mujer del servicio. Su padre, creyó Olof, ya se había ido a trabajar. Se extrañó mucho pero pensó que algo había pasado y se hizo el desayuno él mismo. Se vistió y se fue al colegio. No había nadie por la calle. No se veían coches, ni carros, ni camiones, ni gente por la acera. Siguió caminando sin más y entró al colegio. No había niños, ni profesores, ni el personal administrativo que tan amablemente siempre le ayudaba en todo. Olof no se alarmó y se dirigió a su aula. Se sentó y sacó el libro esperando a que apareciera el profesor. Se abrió la puerta y quien apareció fue Lito. Lito se dirigió a la mesa del profesor y mirando a Olof, le dijo: 'Ahora vamos a empezar de nuevo'.
'Había una vez, en un pueblecito muy bonito situado en el valle de Landsmaark que se llamaba Stredlurstrend un niño muy bueno que era el hijo del alcalde. Este niño muy bueno se llamaba Olof y tenía nueve años. Era un niño tan bueno, tan bueno, que todos los niños del lugar querían parecerse a él. Sacaba las mejores notas en el colegio, era un asiduo visitante a la Iglesia donde destacaba por la claridad de su canto, era muy obediente y siempre estaba dispuesto para ayudar a su madre con las tareas de la casa y procuraba no hacer ruido cuando jugaba para no molestar a su padre, que siempre tenía mucho trabajo. El padre de este niño, alcalde, siempre estaba reunido con los prohombres de la localidad, con los que proyectaba obras y reformas con tal de llevar el progreso a Stredlurstrend. Olof no tenía amiguitos, porque pensaba que no era justo que sólo unos niños disfrutasen de su compañía, dejando de lado a otros, por lo que intentaba hacer partícipes a todos los niños y niñas del pueblo en sus juegos, y a todos ellos les regalaba su cariño, su amistad y su valía. Si tenía que ayudar a algún niño a completar sus tareas, lo hacía. Si los niños pobres no tenían para comer, él les daba su merienda. Si había niñas que se quejaban por que los niños se metían con ellas, él, muy cortés, salía en su defensa. Si había niños que consideraban que las niñas se burlaban de ellos por feos o torpes, él jugaba con ellos. Olof era apreciado por los tenderos, por los funcionarios municipales, por los maestros, por los trabajadores de la serrería, de la fábrica de latas, por los integrantes del equipo de fútbol, para los que hacía de utillero.
El pequeño Olof, tan bueno, para poder ser tan bueno, tan bueno, contaba con una pequeña ayuda. Tenía un amigo imaginario, un ser que había inventado que le guiaba y le aconsejaba, y con el que se consolaba cuando le sobrevenía algún momento de flaqueza. Este amigo imaginario se llamaba Lito y vivía debajo de su cama. Por las noches, Olof se asomaba y hablaba con Lito, le contaba lo que había hecho durante el día y el esfuerzo que hacía para no desfallecer. Cuando terminaba de hablar con Lito, rezaba y se dormía.
Un día, Olof, se levantó sin que su madre le llamara, como siempre, y bajó a la cocina a desayunar. No había nada preparado. Su madre no estaba. Tampoco la señora Merle, la mujer del servicio. Su padre, creyó Olof, ya se había ido a trabajar. Se extrañó mucho pero pensó que algo había pasado y se hizo el desayuno él mismo. Se vistió y se fue al colegio. No había nadie por la calle. No se veían coches, ni carros, ni camiones, ni gente por la acera. Siguió caminando sin más y entró al colegio. No había niños, ni profesores, ni el personal administrativo que tan amablemente siempre le ayudaba en todo. Olof no se alarmó y se dirigió a su aula. Se sentó y sacó el libro esperando a que apareciera el profesor. Se abrió la puerta y quien apareció fue Lito. Lito se dirigió a la mesa del profesor y mirando a Olof, le dijo: 'Ahora vamos a empezar de nuevo'.
martes, 22 de julio de 2014
Muchas gracias
Gracias, muchas gracias. A continuación interpretaremos un tema de muy reciente creación que espero que les guste tanto a ustedes como a nosotros nos ha dado placer componerlo, para todos ustedes. Si en el tema anterior les mostrábamos una perspectiva de la unión entre las gentes con el objeto de mejorar el mundo en un plano global a partir de lo que sería la armonía y el bamboleo, en este caso lo que les proponemos es una escena sencilla de cotidianidad, en un ambiente relajado, con unos protagonistas a los que la vida les sonríe y se solazan contemplando cómo todo ha encajado. ¿No les resulta cargante el fastidioso espectáculo del tormento amoroso? ¿No están ya cansados de canciones en las que el protagonista padece insufribles padeceres por causa de una mujer que no se deja querer? ¿No les parece enervante el hecho de escuchar a intérpretes especializados en señalar los males de una pareja que se ha ido a pique? Analizando pues, querido público, el amplio temario del cancionero amoroso de los últimos decenios, hemos llegado a la conclusión de que hay que darle la vuelta a todo esto como un calcetín y demostrar que sí, que es posible cantar y disfrutar con lo bonito de la vida, con una sonrisa, con una mirada de complicidad, con hacer la cena juntos, con planear un fin de semana en una casa rural con unos amigos, viendo crecer a los hijos, redecorando nuestra vida las veces que haga falta, sintiendo cómo la compañía de la persona amada nos hace crecer y nos completa. Querido público, son muchos los que nos preguntan, y quisiera aprovechar este momento para aclararlo, sobre si los protagonistas de nuestras canciones somos nosotros mismos. Mi respuesta es siempre sí. Sí, no somos como esos artistas hipócritas que se esconden en vivencias de otros para hacer su música, que se trasladan a tiempos mágicos, cantan sobre seres sobrenaturales o espacios mitológicos. Nosotros cantamos a lo que nos gusta y a lo que somos. Somos gente feliz, ya nos ven, gente que está bien y quiere, a todos ustedes, transmitirles un mensaje de optimismo, de naturalidad, de confianza. Eso es lo que queremos y a eso nos dedicamos desde que hace ya diez años lanzamos nuestro primer trabajo y a partir de ahí nos hemos ido ganando su cariño y su comprensión, querido público. Porque sin ustedes, sin su atención, nosotros no tendríamos esa gasolina que nos permite seguir queriendo contándoles lo mucho que nos gusta que nos escuchen. Nos encanta saber que ustedes nos siguen, que se alegran de que nos vaya bien, que podamos seguir contándoles nuestras historias sencillas y buenas. Así que sin más, nos gustaría presentar, para todos ustedes, nuestro nuevo tema, que con mucho gusto hemos titulado 'Café con leche'. Una canción de líneas suaves, de voces tranquilas, de ambiente relajado y sensación de bienestar maduro y reposado. Muchas gracias.
lunes, 21 de julio de 2014
Un instante, maestro
Yo iba tan tranquilo por la calle. Así empiezan muchas historias. Historias contadas mejor o peor. Esta no va a ser una historia mucho mejor que otras. Yo iba por la calle. Ni siquiera puedo decir que fuera tranquilo, porque al lugar al que me dirigía no puedes ir tranquilo nunca. Lo que sí que iba es bien de tiempo. Tenía y tengo tanto tiempo que me puedo permitir el lujo de no ir con prisa. Bueno, este es un tema accesorio. El caso es que cuando ya embocaba la calle Irlanda, vi venir calle abajo a un afilador. Estoy cansado de repetir siempre le mismo comentario, pero el afilador es sinónimo de tiempos miserables en los que las personas de bien ya no pueden comprar tijeras y cuchillos y han de reutilizar herramientas gracias a los oficios del afilador. El afilador bajaba por la acera y yo subía por la misma acera. Soy una persona, y no me gusta hablar de mí, a la que le cuesta mucho hablar con gentes a las que no conozco, no suelo preguntar por dónde se va a, qué ocurre, cómo se encuentra... pero algo me impulsó aquel día a decirle algo al afilador. Yo fui el primer sorprendido. Justo cuando pasaba a mi lado me dirigí a él diciéndole 'Un instante, maestro'. Y el afilador me miró. Era una persona de edad. Casi es innecesario aportar este dato. Los afiladores son gente mayor. Bueno. Una línea más de relleno. Su cara, sin embargo, no era normal. Estaba afilada. Dirán, qué bien traído, afilada-afilador, pero es cierto. Su cara acababa en punta. Su nariz tenía forma de pico afilado, su barbilla era esquinada, no parecía tener anchura, sólo perfil. Llevaba puestas unas gafas de las que se atan en el cogote, gafas de quien trabaja con cosas que echan chispas. Disculpen que no conozca el término correcto. ¿No les pasa que creen que conocen cómo se llama algo y cuando tienen que decir el qué de la cosa no les sale y se dan cuenta de que no son tan listos como pensaban? El afilador me miró y sonrió. Tenía un diente de oro. Es un buen dato. Tener un diente de oro le hace a uno acreedor de una historia. Por si no fuera poco ser afilador, el afilador tenía un diente de oro. Maravilloso. Iba a decirle algo más. Quería preguntarle algo. De dónde venía, supongo. Siempre es una buena forma de comenzar una conversación con alguien preguntar de dónde viene. O cómo está. O porqué es afilador. No sé. Debe haber un formulario con preguntas así en alguna parte. Iba a decirle algo pero cuando las palabras iban a salir de mi boca, el afilador siguió su camino, lentamente, sin encender la moto. Dejaba la motocicleta, la mágica motocicleta de afilador en punto muerto y con sus pies la iba propulsando. El afilador se alejaba de mí y yo no tenía fuerzas para ir detrás de él e insistir en preguntarle por algo, saber de él. El afilador se marchaba. Otro señor, a mi lado, también miraba al afilador alejarse. Imagino que a él le pasaría lo mismo que a mí. O quizás no estaba mirando al afilador. Vaya usted a saber. Como quiera que di por perdido al afilador, proseguí mi camino hacia ese lugar. Aquel lugar. La verdad, no sé por qué les he contado todo esto.
viernes, 18 de julio de 2014
Miscelánea
Se ha muerto Johnny Winter. Efectivamente, habrá que decirlo, el guitarrista albino, el bluesero de la melena blanca, el hermano de Edgard Winter (que también era albino y tocaba el teclado), uno de esos escasos guitarristas blancos que no se ablandan con el tiempo y que se creen realmente lo que están haciendo, sin parecer parodias de sí mismos o algo peor (Eric Clapton, no mires hacia otra parte). Johnny Winter no era un guitarrista o un músico de éxito, de hecho es difícil decir 'ah, sí, esa canción de Johnny Winter', y en muchas partes su labor como músico se reconoce más por hechos como haber recuperado a Muddy Waters en su época más así, por ejemplo. Pero no nos andemos por las ramas, escuchemos una canción del 70, Mean Town Blues. Dedicada al Christopher del Bombay, que me pasó un cd de Johnny Winter hace una pila de años y creo que se lo devolví. Cancionaza. Con eees y aaas, por un tubo.
https://www.youtube.com/watch?v=VqJOsNMhIRo
De entre todas las versiones que uno ha escuchado de la mágica Mannish Boy de Muddy Waters, sin duda la más cañera y brutal de todas es esta del disco Hard Again, que, como se ha comentado, produjo Johnny Winter, acompañando también a la guitarra al mito bluesero por excelencia. Bueno, uno de los doscientos mitos... pero Muddy Waters es mucho Muddy Waters. Sólo tienen que escuchar esta canción para darse cuenta de que está cantando algo que parece una tontería, no me trates como un niño que ya soy un hombre, pero que quiere decir muchas cosas más. Cuidado, que la cosa ha cambiado. Antes podías hacer lo que quisieras pero ahora tengo yo las riendas. Porque soy el hoochie coochie man. En fin. Tonterías a parte, esta es la canción. No hay más. Machaconamente buena. La típica canción que cuando ha acabado no sabes si ha durado cinco minutos, quince, si está sonando todavía... m a n.
https://www.youtube.com/watch?v=EgaxYEsEVVY
Alemania campeona del mundo de fútbol. Qué bien. Me alegro. Aquí viene la reflexión que estabais esperando sobre el Mundial. Descubrí que una vieja camiseta de la selección de Argentina que ya no me ponía porque no me entraba del barrigón infame que gasto... pues que me entraba. Y me la puse para ver un partido de Argentina contra Bélgica. Yo iba con Bélgica. Mejor dicho, iba y voy contra Messi, por que uno es así de mala gente. Ganó Argentina. Yo era y soy mucho de Argentina. De la Argentina de Italia 90. Mucho. De Maradona cojo y el Pájaro Caniggia amargando a toda Italia. Mucho. Pero de Messi no. Por eso de que las cabezas no están bien, en la semifinal Argentina Holanda, me puse mi camiseta de Argentina, y ganó Argentina, sin ir yo con Argentina. Bueno. De encerrarnos todos. En la final no quise correr riesgos y guardé la camiseta. Alemania campeón. Luego que si lo paranormal... Para celebrar este éxito del fútbol ordenado, una canción de La Düsseldorf como un camión de grande. Cha Cha 2000, que dura lo que una prórroga, aproximadamente.
https://www.youtube.com/watch?v=jJeOOvovcp8
Soy un político y soy más malo que el veneno. Vídeos. Es la hora de los vídeos de gente que no es política, que no hace política, que no pertenece a ningún partido político, que no quiere tener nada que ver con la política, que no quiere ser tan malo. Gente de orden, gente bien, gente que es feliz, que tiene niños, que utiliza a los niños en los vídeos electorales, que sonríe, que es de todas las partes del mundo, que no quiere saber nada de la política. Vídeos en los que gente muy maja, muy guapa, muy feliz, nos dice que ya es el momento de tomar las riendas de nuestro futuro. Gente que señala a los políticos como culpables. Gente que va a hacer las cosas sin contar con la política. Renunciando a los políticos. Soy un político y soy más malo que el veneno. Quién mejor que el traidor Eric Clapton para introducirnos este fantástico tema de Cream, Politician. Ven, nena, entra en mi coche. Soy un político y te voy explicar un par de cosas. Más malos que el veneno. No hay otra canción que lo explique tan bien.
https://www.youtube.com/watch?v=vlvA0sMvnqo
A Madame ya sé que no le gustan ni un poquito así, pero no sé qué me ha pasado estos días que se me han metido Ilegales en la cabeza. De hecho, creo que esta noche he soñado con Ilegales, con el cd en directo de los Ilegales, especialmente. Algo así. Es todo muy raro. Como digo, las cabezas no están demasiado en su sitio. El norte está lleno de frío. Una de las canciones más así que tienen los Ilegales, que tienen muchas canciones muy así. El norte está lleno de frío. En la calle hay coches ardiendo, los parados se están divirtiendo. Los parados somos nosotros. Yo soy un parado. Y no le estoy pegando fuego a nada. Y hay parados que se están moviendo y que quieren hacer cosas y yo soy un cacas que no me muevo como parado. Porque uno es así de cacas. Una mancha de sangre en la cara. Por si faltaba poco, la coda de Enamorados de Varsovia. Casi nada.
https://www.youtube.com/watch?v=V5TXG5hCYiM
El otro día, el día del concierto, en el coche mientras llevábamos los instrumentos, un grupo malagueño llamado Biznaga ponía los discos de los grupos que les molaban. Sonó esta canción de los TV Personalities, Where's Bill Grundy Now? Mola esta canción de los Tv Personalities. Pero pasa una cosa. Me gusta esta canción, me gusta otra canción que he escuchado en otro sitio, me gusta también una canción de los MGMT que homenajea al líder del grupo... pero no tengo nada de este grupo. Se aceptan sugerencias para empezar. O me tendré que guiar por el AMG o alguna cosa así. En fin. Una canción con muy poca cosa, pero precisamente en eso está su qué, en tener poca cosa.
https://www.youtube.com/watch?v=N16MkBZPW90
Y ya está. Sensación de que se me está haciendo largo el mes de julio. Qué cosas. Pues que tengan un buen fin de semana y aprovechen el tiempo, que en dos días, pum.
https://www.youtube.com/watch?v=VqJOsNMhIRo
De entre todas las versiones que uno ha escuchado de la mágica Mannish Boy de Muddy Waters, sin duda la más cañera y brutal de todas es esta del disco Hard Again, que, como se ha comentado, produjo Johnny Winter, acompañando también a la guitarra al mito bluesero por excelencia. Bueno, uno de los doscientos mitos... pero Muddy Waters es mucho Muddy Waters. Sólo tienen que escuchar esta canción para darse cuenta de que está cantando algo que parece una tontería, no me trates como un niño que ya soy un hombre, pero que quiere decir muchas cosas más. Cuidado, que la cosa ha cambiado. Antes podías hacer lo que quisieras pero ahora tengo yo las riendas. Porque soy el hoochie coochie man. En fin. Tonterías a parte, esta es la canción. No hay más. Machaconamente buena. La típica canción que cuando ha acabado no sabes si ha durado cinco minutos, quince, si está sonando todavía... m a n.
https://www.youtube.com/watch?v=EgaxYEsEVVY
Alemania campeona del mundo de fútbol. Qué bien. Me alegro. Aquí viene la reflexión que estabais esperando sobre el Mundial. Descubrí que una vieja camiseta de la selección de Argentina que ya no me ponía porque no me entraba del barrigón infame que gasto... pues que me entraba. Y me la puse para ver un partido de Argentina contra Bélgica. Yo iba con Bélgica. Mejor dicho, iba y voy contra Messi, por que uno es así de mala gente. Ganó Argentina. Yo era y soy mucho de Argentina. De la Argentina de Italia 90. Mucho. De Maradona cojo y el Pájaro Caniggia amargando a toda Italia. Mucho. Pero de Messi no. Por eso de que las cabezas no están bien, en la semifinal Argentina Holanda, me puse mi camiseta de Argentina, y ganó Argentina, sin ir yo con Argentina. Bueno. De encerrarnos todos. En la final no quise correr riesgos y guardé la camiseta. Alemania campeón. Luego que si lo paranormal... Para celebrar este éxito del fútbol ordenado, una canción de La Düsseldorf como un camión de grande. Cha Cha 2000, que dura lo que una prórroga, aproximadamente.
https://www.youtube.com/watch?v=jJeOOvovcp8
Soy un político y soy más malo que el veneno. Vídeos. Es la hora de los vídeos de gente que no es política, que no hace política, que no pertenece a ningún partido político, que no quiere tener nada que ver con la política, que no quiere ser tan malo. Gente de orden, gente bien, gente que es feliz, que tiene niños, que utiliza a los niños en los vídeos electorales, que sonríe, que es de todas las partes del mundo, que no quiere saber nada de la política. Vídeos en los que gente muy maja, muy guapa, muy feliz, nos dice que ya es el momento de tomar las riendas de nuestro futuro. Gente que señala a los políticos como culpables. Gente que va a hacer las cosas sin contar con la política. Renunciando a los políticos. Soy un político y soy más malo que el veneno. Quién mejor que el traidor Eric Clapton para introducirnos este fantástico tema de Cream, Politician. Ven, nena, entra en mi coche. Soy un político y te voy explicar un par de cosas. Más malos que el veneno. No hay otra canción que lo explique tan bien.
https://www.youtube.com/watch?v=vlvA0sMvnqo
A Madame ya sé que no le gustan ni un poquito así, pero no sé qué me ha pasado estos días que se me han metido Ilegales en la cabeza. De hecho, creo que esta noche he soñado con Ilegales, con el cd en directo de los Ilegales, especialmente. Algo así. Es todo muy raro. Como digo, las cabezas no están demasiado en su sitio. El norte está lleno de frío. Una de las canciones más así que tienen los Ilegales, que tienen muchas canciones muy así. El norte está lleno de frío. En la calle hay coches ardiendo, los parados se están divirtiendo. Los parados somos nosotros. Yo soy un parado. Y no le estoy pegando fuego a nada. Y hay parados que se están moviendo y que quieren hacer cosas y yo soy un cacas que no me muevo como parado. Porque uno es así de cacas. Una mancha de sangre en la cara. Por si faltaba poco, la coda de Enamorados de Varsovia. Casi nada.
https://www.youtube.com/watch?v=V5TXG5hCYiM
El otro día, el día del concierto, en el coche mientras llevábamos los instrumentos, un grupo malagueño llamado Biznaga ponía los discos de los grupos que les molaban. Sonó esta canción de los TV Personalities, Where's Bill Grundy Now? Mola esta canción de los Tv Personalities. Pero pasa una cosa. Me gusta esta canción, me gusta otra canción que he escuchado en otro sitio, me gusta también una canción de los MGMT que homenajea al líder del grupo... pero no tengo nada de este grupo. Se aceptan sugerencias para empezar. O me tendré que guiar por el AMG o alguna cosa así. En fin. Una canción con muy poca cosa, pero precisamente en eso está su qué, en tener poca cosa.
https://www.youtube.com/watch?v=N16MkBZPW90
Y ya está. Sensación de que se me está haciendo largo el mes de julio. Qué cosas. Pues que tengan un buen fin de semana y aprovechen el tiempo, que en dos días, pum.
jueves, 17 de julio de 2014
De salón
Y entonces yo te digo a ti que eres un vendido. Y tú me dices a mí que yo estoy loco. Y yo te digo que me gusta mucho la camisa que llevas hoy. Y tu me dices a mí que el socialismo empieza en el comportamiento personal. Y yo te digo a ti que hay una cita en un libro de Plejanov que no deberías perderte. Y tú me dices a mí que en el 37 nos portamos como unos mierdas. Y yo te digo a ti que escuches esta preciosa canción que seguro que te recuerda los tiempos de la lucha. Y entonces tú me dices a mí que sospechas que tras la noche vendrá la noche más larga. Y entonces yo digo que me gustaría cogerte la mano. Y entonces tú me susurras al oído un poema de Miguel Hernández y dejas algunos espacios en blanco para cogerme en un renuncio y yo relleno los huevos, digo los huecos, y apruebo el examen. Y entonces yo te enumero una serie de mariscales de la Unión Soviética, Zhukov, Timoshenko, Rokossovski, Budenny, Konev... Y entonces tú me dices que la política está infestada de trepas que quieren alcanzar un sillón. Y entonces yo empleo vocablos muy novedosos como abajo, arriba, casta, empoderamiento o ciudadanía. Y entonces tú me dices que sin la acción callejera no hay nada que hacer. Y entonces yo te digo que me gusta cuando callas porque estás como ausente. Y entonces tú te atas un fajín y haces un castell con un pilar y sacas una gralla y cantas. Y entonces yo te llamo socialdemócrata. Y entonces tú me dices que siempre me has tenido por un buen compañero. Y entonces yo me fijo en que te has cambiado de gafas y te lo señalo y te digo que te quedan bien. Y entonces tú me regalas una colección de discos de Violeta Parra. Y entonces yo soy muy del Athletic de Bilbao. Y entonces tú dices que el fútbol es el opio del pueblo, menos cuando juega tu equipo, que ahora no sé cuál es porque nunca dices que tienes un equipo. Y entonces yo anuncio la disolución del partido. Y entonces tú dices que la unidad es una ilusión porque dos más dos no suman cuatro. Y entonces yo digo que en la tele salen siempre los mismos. Y entonces tú me dices que a menudo te recuerdo a alguien. Y entonces yo te digo que tu sonrisa me parece distinta. Y entonces tú me pides una cita. Y entonces yo te digo que vayamos al parque. Y entonces tú reivindicas la figura de Kropotkin como queriendo decir qué. Y entonces yo me esfuerzo por hablar en catalán para que no se diga. Y entonces tú me señalas con el dedo para que me posicione de una vez en el conflicto. Y entonces yo te digo que eres un perfecto imbécil. Y entonces tú me dices que no te fías de mí. Y entonces yo te mando un caluroso abrazo. Y entonces tú me mandas un abrazo afectuoso. Y entonces yo te dirijo una carta en la que te expongo una serie de puntos. Y entonces tú te muestras muy de acuerdo con lo que ha dicho el compañero anterior. Y entonces yo me levanto de la mesa y digo que hasta aquí podíamos llegar. Y entonces tú me dices que soy un perfecto imbécil, aunque suene repetitivo.Y entonces yo te digo que estoy aprendiendo gaélico. Y entonces tú me esperas al salir y me llevas a casa. Y entonces yo te froto la espalda. Y entonces tú me tatúas en el pecho la palabra 'sovnarkom'. Y entonces yo te miro a los ojos y hago como que estoy viendo algo. Y tú me dices que basta ya de tanta discusión estéril y que pasemos a la acción. Y entonces yo te digo que abandono la lucha y que a qué hora mañana. Y entonces tú me dices que ya veremos.
miércoles, 16 de julio de 2014
Vagamente épico
Muy escondido y desconocido entre los poetas del medievo castellano, encontramos a Guenaudio de Fontiñán, del que rescatamos un pequeño texto en prosa que sorprende por su... vaguedad. Lo encontramos en su único volumen encontrado y titulado 'Quae escripta sunt'.
'Partí entonces del villorrio aquel tras haber pasado la noche en el castillo del Señor de aquellas tierras que se encontraban en aquel lugar que se halla en el valle por donde pasa el río que viene de allí, lejos, donde habitan aquellos salvajes de los que hablan las narraciones que recopiló aquel gran erudito que murió recientemente en el sitio de la fortaleza por la que suspiraba nuestro rey. Aquella fortaleza que albergó en su tiempo a una princesa muy bella y regia llamada de la misma manera con la que se han ido llamando las princesas de su casa a lo largo de los siglos y que tiene ese aire entre patricio y lúcido que han tenido siempre las damas de su condición. Aquella fortaleza que ahora mismo se encuentra en manos de un Señor que, aunque no tenga que ver con lo que estaba contando, me permitiré decir sobre él que es un buen Señor. Y lo digo con el convencimiento que me da el haber escuchado a otros caballeros decir que el tal Señor, cuyo nombre se me pierde en la nebulosa de los nombres de buenos Señores que hay en el orbe, es bueno y sabio. Se cuenta de él que, antes de conquistar el tal castillo o fortaleza, no era más que un vulgar aldeano, pero que por una casualidad que no he podido contrastar, convirtió lo que pareciera una insurrección de cuatro pelafustanes en una gesta caballeresca de las que ya no se cuentan. Pero no sabría decirles el nombre del Señor, dado que, ya les digo, son tantos los caballeros que por el mundo andan que a saber si estamos hablando de uno cuando estamos elogiando a otro. Y al fin y al cabo todos somos caballeros y bien es cierto que cuando hablan de uno nos están elogiando a todos. Cuando hablan de uno de nosotros, es a todos a quien elogian. Creo que el concepto queda claro. Mi caballo partió entonces de aquel villorrio y atravesando un par o tres más de aldeas con sus campesinos purulentos y tabernas lamentables, llegué a otro Castillo que se encontraba en la cima de una colina y que se notaba que había sido construido por moros. No siendo experto en artes moriscas, malamente lo podría confirmar, pero algo me decía que aquel castillo no había sido construido por manos cristianas. No quise detenerme en consideraciones y llamé para que me abrieran y preguntando por el amo del castillo, que no podía ser otro que el que yo pensaba que era el amo de aquellas tierras y que seguro que tenía que ser aquel que se me figuraba como el que había oído mentar en los villorrios. El asunto estriba en que pregunté por dicho amo del castillo y me dijeron que ese no era. Y entonces enojéme mucho y decidí poner sitio al castillo, más, como quiera que estaba yo solo, finalmente desistí en mi empeño y me marché. Hacía un tiempo muy malo y quería llover, pero a mí no se me figuraba que esa fuera tierra de lluvias. Quise volver a casa con mis siervos, pero me confundí con algunos mapas mal trazados y con indicaciones creo que maliciosas, por lo que dí con mis huesos en un territorio que, asombrosamente se volvía a parecer mucho al lugar del que yo partí con mi caballo. Sacrifiqué mi caballo.'
'Partí entonces del villorrio aquel tras haber pasado la noche en el castillo del Señor de aquellas tierras que se encontraban en aquel lugar que se halla en el valle por donde pasa el río que viene de allí, lejos, donde habitan aquellos salvajes de los que hablan las narraciones que recopiló aquel gran erudito que murió recientemente en el sitio de la fortaleza por la que suspiraba nuestro rey. Aquella fortaleza que albergó en su tiempo a una princesa muy bella y regia llamada de la misma manera con la que se han ido llamando las princesas de su casa a lo largo de los siglos y que tiene ese aire entre patricio y lúcido que han tenido siempre las damas de su condición. Aquella fortaleza que ahora mismo se encuentra en manos de un Señor que, aunque no tenga que ver con lo que estaba contando, me permitiré decir sobre él que es un buen Señor. Y lo digo con el convencimiento que me da el haber escuchado a otros caballeros decir que el tal Señor, cuyo nombre se me pierde en la nebulosa de los nombres de buenos Señores que hay en el orbe, es bueno y sabio. Se cuenta de él que, antes de conquistar el tal castillo o fortaleza, no era más que un vulgar aldeano, pero que por una casualidad que no he podido contrastar, convirtió lo que pareciera una insurrección de cuatro pelafustanes en una gesta caballeresca de las que ya no se cuentan. Pero no sabría decirles el nombre del Señor, dado que, ya les digo, son tantos los caballeros que por el mundo andan que a saber si estamos hablando de uno cuando estamos elogiando a otro. Y al fin y al cabo todos somos caballeros y bien es cierto que cuando hablan de uno nos están elogiando a todos. Cuando hablan de uno de nosotros, es a todos a quien elogian. Creo que el concepto queda claro. Mi caballo partió entonces de aquel villorrio y atravesando un par o tres más de aldeas con sus campesinos purulentos y tabernas lamentables, llegué a otro Castillo que se encontraba en la cima de una colina y que se notaba que había sido construido por moros. No siendo experto en artes moriscas, malamente lo podría confirmar, pero algo me decía que aquel castillo no había sido construido por manos cristianas. No quise detenerme en consideraciones y llamé para que me abrieran y preguntando por el amo del castillo, que no podía ser otro que el que yo pensaba que era el amo de aquellas tierras y que seguro que tenía que ser aquel que se me figuraba como el que había oído mentar en los villorrios. El asunto estriba en que pregunté por dicho amo del castillo y me dijeron que ese no era. Y entonces enojéme mucho y decidí poner sitio al castillo, más, como quiera que estaba yo solo, finalmente desistí en mi empeño y me marché. Hacía un tiempo muy malo y quería llover, pero a mí no se me figuraba que esa fuera tierra de lluvias. Quise volver a casa con mis siervos, pero me confundí con algunos mapas mal trazados y con indicaciones creo que maliciosas, por lo que dí con mis huesos en un territorio que, asombrosamente se volvía a parecer mucho al lugar del que yo partí con mi caballo. Sacrifiqué mi caballo.'
martes, 15 de julio de 2014
El ojo consciente
Sensacional, no se puede calificar de otra manera, trabajo del equipo del profesor Cannot en la Universidad de Grefussitte, que ha encontrado textos manuscritos por el propio profesor Almayr en torno al concepto de Mirada Ovoide que ya nos ha ocupado en alguna que otra ocasión en este espacio. En este grupo de legajos se ha encontrado un caso ilustrativo englobado dentro de la recopilación de casos prácticos llevados a cabo por el propio profesor Almayr, que pasamos a ofrecerles.
'Enfrascado en las primeras consideraciones teóricas sobre el concepto de Mirada Ovoide, recibo el aviso por parte de mi ayudante, el profesor Valdepêres, informándome de que en el pueblo de AltenwÑrst* se da un caso ciertamente curioso y parto inmediatamente para tomar nota y registrar dicho asunto. Me desplazo en solitario a dicho pueblo norteño ya que, como ya he explicado en alguna ocasión, considero que mi percepción de un caso ha de ser nítida y sin intermediación de ningún ayudante o profesional de la investigación en mi campo. He de ser yo, sin nadie más, quien juzgue y dictamine. Así lo hago y así será. Cuando llego al pueblo, se me presenta el alcalde del mismo, que me dispensa un recibimiento de autoridad gubernamental. Aprovechando este lance y para seguir asegurándome de que no voy a recibir ningún estímulo fuera de mi propio conocimiento, ordeno al alcalde que desaloje completamente el pueblo, quedando sólo el afectado que me ha obligado a viajar hasta ese villorrio. El alcalde se afana por cumplir mis órdenes mientras que un Guardia Imperial destacado en AltenwÑrst me conduce al domicilio del interfecto. Se llama Orión Ratts y al parecer proviene de una familia de eslavos asentados en esa comarca. Aislado y precintado el pueblo, solos Orión y yo, le interrogo. Le pregunto qué le pasa, me dice que ve perfectamente pero que de vez en cuando el ojo parece que le dice cosas. Me sorprende. Mi investigación se basa en la Mirada Ovoide como fenómeno por el cual la mirada no sólo mira sino que incide. En este caso, la mirada incide y además piensa y plasma su pensamiento en conceptos que llegan al cerebro del afectado. Orión me cuenta lo siguiente. "Profesor, mis ojos, especialmente mi ojo izquierdo, creo que se comunica conmigo. Muchas veces he hecho que con mi mirada, con algo que no sé calificar pero que creo que tiene que ver con una fuerza o energía que desprende mi vista, soy capaz de dirigir mi vista hacia un objeto que se encuentre en cualquier parte y hacer que se rompa, que se mueva, que cambie de disposición. Todo eso lo he hecho muchas veces desde hace muchos años. Lo he llevado en silencio durante mucho tiempo. Pero de un tiempo a esta parte, noto que uno de mis ojos, el ojo izquierdo, pone pegas. Si acaso quiero ver, y disculpe el ejemplo, a Vlasja, la hija del alcalde, mientras se baña en su casa que está a tres cuadras de aquí, mi ojo izquierdo pone objeciones. Mi ojo izquierdo se niega a mirar. Y expone sus motivos. Que si no está bien, que si no es correcto, que no tengo vergüenza, que lo voy a pagar muy caro, que teniendo ese don que tengo que cómo no lo dedico a algo provechoso... y ha decidido mirar por su cuenta. Mi ojo izquierdo se niega a seguirme en aquellas ocasiones en las que utilizo mi mirada en contemplar a Vlasja, especialmente. No sé qué tendrá mi ojo izquierdo en contra de este asunto, que ya entiendo que no es normal, pero es algo inocente y sin... mire, profesor, mire, ahora se queda en blanco. Me está diciendo que porqué hablo de él, que no tengo corazón, que le deje en paz, que cualquier día se va. Tengo miedo Profesor Almayr, de que algún día mi ojo izquierdo...". Tremendo testimonio. No sólo tiene Mirada Ovoide, capaz de dirigirse y de incidir, algo a todas luces y como hemos demostrado totalmente demostrable pese a quien pese, si no que presenta un principio de trastorno psíquico alarmante. Me dispongo a denunciarlo a las autoridades inmediatamente dado que no ha sido capaz de sobrellevar de una manera civilizada su Mirada Ovoide. El gen eslavo siempre acaba saliendo por algún lado, pobrecito'.
'Enfrascado en las primeras consideraciones teóricas sobre el concepto de Mirada Ovoide, recibo el aviso por parte de mi ayudante, el profesor Valdepêres, informándome de que en el pueblo de AltenwÑrst* se da un caso ciertamente curioso y parto inmediatamente para tomar nota y registrar dicho asunto. Me desplazo en solitario a dicho pueblo norteño ya que, como ya he explicado en alguna ocasión, considero que mi percepción de un caso ha de ser nítida y sin intermediación de ningún ayudante o profesional de la investigación en mi campo. He de ser yo, sin nadie más, quien juzgue y dictamine. Así lo hago y así será. Cuando llego al pueblo, se me presenta el alcalde del mismo, que me dispensa un recibimiento de autoridad gubernamental. Aprovechando este lance y para seguir asegurándome de que no voy a recibir ningún estímulo fuera de mi propio conocimiento, ordeno al alcalde que desaloje completamente el pueblo, quedando sólo el afectado que me ha obligado a viajar hasta ese villorrio. El alcalde se afana por cumplir mis órdenes mientras que un Guardia Imperial destacado en AltenwÑrst me conduce al domicilio del interfecto. Se llama Orión Ratts y al parecer proviene de una familia de eslavos asentados en esa comarca. Aislado y precintado el pueblo, solos Orión y yo, le interrogo. Le pregunto qué le pasa, me dice que ve perfectamente pero que de vez en cuando el ojo parece que le dice cosas. Me sorprende. Mi investigación se basa en la Mirada Ovoide como fenómeno por el cual la mirada no sólo mira sino que incide. En este caso, la mirada incide y además piensa y plasma su pensamiento en conceptos que llegan al cerebro del afectado. Orión me cuenta lo siguiente. "Profesor, mis ojos, especialmente mi ojo izquierdo, creo que se comunica conmigo. Muchas veces he hecho que con mi mirada, con algo que no sé calificar pero que creo que tiene que ver con una fuerza o energía que desprende mi vista, soy capaz de dirigir mi vista hacia un objeto que se encuentre en cualquier parte y hacer que se rompa, que se mueva, que cambie de disposición. Todo eso lo he hecho muchas veces desde hace muchos años. Lo he llevado en silencio durante mucho tiempo. Pero de un tiempo a esta parte, noto que uno de mis ojos, el ojo izquierdo, pone pegas. Si acaso quiero ver, y disculpe el ejemplo, a Vlasja, la hija del alcalde, mientras se baña en su casa que está a tres cuadras de aquí, mi ojo izquierdo pone objeciones. Mi ojo izquierdo se niega a mirar. Y expone sus motivos. Que si no está bien, que si no es correcto, que no tengo vergüenza, que lo voy a pagar muy caro, que teniendo ese don que tengo que cómo no lo dedico a algo provechoso... y ha decidido mirar por su cuenta. Mi ojo izquierdo se niega a seguirme en aquellas ocasiones en las que utilizo mi mirada en contemplar a Vlasja, especialmente. No sé qué tendrá mi ojo izquierdo en contra de este asunto, que ya entiendo que no es normal, pero es algo inocente y sin... mire, profesor, mire, ahora se queda en blanco. Me está diciendo que porqué hablo de él, que no tengo corazón, que le deje en paz, que cualquier día se va. Tengo miedo Profesor Almayr, de que algún día mi ojo izquierdo...". Tremendo testimonio. No sólo tiene Mirada Ovoide, capaz de dirigirse y de incidir, algo a todas luces y como hemos demostrado totalmente demostrable pese a quien pese, si no que presenta un principio de trastorno psíquico alarmante. Me dispongo a denunciarlo a las autoridades inmediatamente dado que no ha sido capaz de sobrellevar de una manera civilizada su Mirada Ovoide. El gen eslavo siempre acaba saliendo por algún lado, pobrecito'.
lunes, 14 de julio de 2014
Otra mierda de texto sobre lo de Gaza
Como ven, esta foto de Andrew Burton está mangada de la agencia Getty Images. Apareció ayer en La Vanguardia y está tomada en Tel Aviv para ilustrar la normalidad con la que vive la sociedad israelí la situación de conflicto que se vive en estos días en la zona y que ha causado más de 160 muertos palestinos y miles de heridos. De los 160 muertos, unos 30 son niños. Conflicto entre Israel y los palestinos. Ahí está el detalle. Desde Gaza, un minúsculo territorio en el que, como bien explicaba el artículo de La Vanguardia Israel decide cómo se visten, qué comen, dónde viven y cómo viven y quién vive, se han lanzado varios cientos de proyectiles contra Israel que no han causado ningún muerto. Daños materiales, heridos. Ningún muerto. Israel prepara una invasión militar de Gaza que posiblemente será una sangría. Una más. No importa.
Una pianista china, de gira por Israel, dijo que los israelíes eran muy valientes ya que había sido testigo del impacto de un cohete en el hotel en el que se aloja. Vivir rodeados de bárbaros que desean la destrucción por todos los medios del Estado en el que vives, naturalmente que te legitima para defenderte de la manera que sea contra esos salvajes que pretenden que, el único espacio de cultura y civilización en Oriente Medio, desaparezca. Por eso, está todo permitido. Vean la imagen. La gente juega en la playa, tranquilamente, mientras a unos cuantos quilómetros de distancia, mueren como chinches. Pero mueren porque se lo merecen. Si a alguien le va mal en esta vida, es porque algo habrá hecho. Los palestinos, los árabes, no se han sabido adaptar a la democracia, a las libertades, a los derechos humanos, a la economía de mercado (bueno, a eso sí), y es necesario que, si no por las buenas, al menos por las malas, no importunen a quienes han llevado un rayo de esperanza a una tierra tan inhóspita.
No sé. Es un tema que entristecería a cualquier persona con un mínimo de sensibilidad, hasta hacerla llorar. Un pueblo habita una tierra, otro pueblo la reclama como suya, no hay acuerdo, se fomenta el odio desde fuera, se olvidan las ideas de hermandad, fraternidad y se invierte en radicalismo religioso, en el nosotros no somos ellos, en el ellos deben irse, en aquí no cabemos todos. Y a vivir de la rifa. De vez en cuando Netanyahu, o antes Sharon, o antes Begin, o antes... se inventan una guerra, un grave conflicto por el cual Israel tiene derecho a defenderse. Prietas las filas. En la otra parte, se fomenta el radicalismo religioso y se desprestigia, se compra, se corrompe, se destruye la alternativa laica. En ambas partes quedan los duros. Las manifestaciones israelíes contra la guerra son minoritaria, pero las hay. Existen.
Los judíos. Diferenciemos. Una vez más. No son los judíos. El Estado israelí no son los judíos. Hay muchos judíos en todo el mundo, como hay muchos cristianos y hay muchos musulmanes y hay muchos hindúes, muchos budistas y muchos ateos. Y aún así seguimos cometiendo el mismo error, los judíos...
A nadie le importa nada. Israel mata a 160 personas, selectivamente, con aviones no tripulados, sin exponerse, con gente mirando desde las colinas como esas hormiguitas palestinas corren intentando no morir... y no ocurre nada. Impunemente. Los palestinos están perdidos. La causa palestina está perdida. Los jeques árabes, las grandes fortunas del Golfo, el régimen militar de Egipto, nadie sale en su ayuda. Al contrario, fomentan divisiones, les llevan al matadero. Una y otra vez. Una y otra vez. Nueva ofensiva en Gaza, doscientos muertos, mil muertos, dos mil muertos. ¿Y qué?
Ayer dieron de nuevo 'La lista de Schindler', en la Primera. Una película que está muy de actualidad porque supongo que Liam Neeson es protagonista de una película de estreno, de Seth Macfarlane, el de Padre de familia. Si la cosa se pone fea, pon la Lista de Schindler. Soy un conspiranoico.
Vean la imagen. Días de playa en Tel Aviv. Yo no quiero que en Tel Aviv la gente deje de ir a la playa, ni que jueguen a la pala, o que no puedan vivir tranquilamente, civilizadamente, occidentalmente. Lo que yo quiero es que no masacren a un pueblo para conseguir eso. Que dejen vivir a los palestinos, que no consideren que tengan derecho a dejar vivir a nadie, que nadie crea que tiene derecho a decidir sobre la vida de los demás para poder seguir jugando a la pala en la playa.
Y yo ya he escrito este texto de mierda, creo que varias veces, para decir lo que me parece todo esto del conflicto en Oriente Medio, esa gran estafa. Y cada vez me parece que está todo un poquito más perdido y que un día, quizás dentro de 20 años, ya no habrá palestinos, que todos jugaremos a la pala y que necesitaremos otros bárbaros para que mantengamos prietas las filas.
Una pianista china, de gira por Israel, dijo que los israelíes eran muy valientes ya que había sido testigo del impacto de un cohete en el hotel en el que se aloja. Vivir rodeados de bárbaros que desean la destrucción por todos los medios del Estado en el que vives, naturalmente que te legitima para defenderte de la manera que sea contra esos salvajes que pretenden que, el único espacio de cultura y civilización en Oriente Medio, desaparezca. Por eso, está todo permitido. Vean la imagen. La gente juega en la playa, tranquilamente, mientras a unos cuantos quilómetros de distancia, mueren como chinches. Pero mueren porque se lo merecen. Si a alguien le va mal en esta vida, es porque algo habrá hecho. Los palestinos, los árabes, no se han sabido adaptar a la democracia, a las libertades, a los derechos humanos, a la economía de mercado (bueno, a eso sí), y es necesario que, si no por las buenas, al menos por las malas, no importunen a quienes han llevado un rayo de esperanza a una tierra tan inhóspita.
No sé. Es un tema que entristecería a cualquier persona con un mínimo de sensibilidad, hasta hacerla llorar. Un pueblo habita una tierra, otro pueblo la reclama como suya, no hay acuerdo, se fomenta el odio desde fuera, se olvidan las ideas de hermandad, fraternidad y se invierte en radicalismo religioso, en el nosotros no somos ellos, en el ellos deben irse, en aquí no cabemos todos. Y a vivir de la rifa. De vez en cuando Netanyahu, o antes Sharon, o antes Begin, o antes... se inventan una guerra, un grave conflicto por el cual Israel tiene derecho a defenderse. Prietas las filas. En la otra parte, se fomenta el radicalismo religioso y se desprestigia, se compra, se corrompe, se destruye la alternativa laica. En ambas partes quedan los duros. Las manifestaciones israelíes contra la guerra son minoritaria, pero las hay. Existen.
Los judíos. Diferenciemos. Una vez más. No son los judíos. El Estado israelí no son los judíos. Hay muchos judíos en todo el mundo, como hay muchos cristianos y hay muchos musulmanes y hay muchos hindúes, muchos budistas y muchos ateos. Y aún así seguimos cometiendo el mismo error, los judíos...
A nadie le importa nada. Israel mata a 160 personas, selectivamente, con aviones no tripulados, sin exponerse, con gente mirando desde las colinas como esas hormiguitas palestinas corren intentando no morir... y no ocurre nada. Impunemente. Los palestinos están perdidos. La causa palestina está perdida. Los jeques árabes, las grandes fortunas del Golfo, el régimen militar de Egipto, nadie sale en su ayuda. Al contrario, fomentan divisiones, les llevan al matadero. Una y otra vez. Una y otra vez. Nueva ofensiva en Gaza, doscientos muertos, mil muertos, dos mil muertos. ¿Y qué?
Ayer dieron de nuevo 'La lista de Schindler', en la Primera. Una película que está muy de actualidad porque supongo que Liam Neeson es protagonista de una película de estreno, de Seth Macfarlane, el de Padre de familia. Si la cosa se pone fea, pon la Lista de Schindler. Soy un conspiranoico.
Vean la imagen. Días de playa en Tel Aviv. Yo no quiero que en Tel Aviv la gente deje de ir a la playa, ni que jueguen a la pala, o que no puedan vivir tranquilamente, civilizadamente, occidentalmente. Lo que yo quiero es que no masacren a un pueblo para conseguir eso. Que dejen vivir a los palestinos, que no consideren que tengan derecho a dejar vivir a nadie, que nadie crea que tiene derecho a decidir sobre la vida de los demás para poder seguir jugando a la pala en la playa.
Y yo ya he escrito este texto de mierda, creo que varias veces, para decir lo que me parece todo esto del conflicto en Oriente Medio, esa gran estafa. Y cada vez me parece que está todo un poquito más perdido y que un día, quizás dentro de 20 años, ya no habrá palestinos, que todos jugaremos a la pala y que necesitaremos otros bárbaros para que mantengamos prietas las filas.
jueves, 10 de julio de 2014
El miedo
El señor Schepens entró en la taberna con aire de estar haciendo algo que venía ocurriendo desde hacía mucho tiempo, pero eso no era así. Ya hacía muchos, muchos años, que el señor Schepens no visitaba la taberna. Dejó de frecuentar aquel lugar cuando se estableció definitivamente como pasante en el pueblo y se casó con Albertina Martins. Durante los años que él llamaba 'perdidos', había sido un asiduo visitante de aquel lugar confortable y pacífico que se encontraba cerca del río que atravesaba la ciudad antes de ir a parar, pesado y oscuro, a un mar inhóspito y gris. El señor Schepens se sorprendió al encontrar el mismo calor de siempre, aquella sensación de haber llegado a un punto seguro una vez que había tenido que deambular por calles en las que el viento helado, casi durante todo el año presente en aquel lugar, no animaba precisamente a pasear. El señor Schepens empujó la puerta, se reconoció en aquel ambiente cargado y cálido y casi sin querer, buscó con la vista una cara con la que había estado pensando en secreto durante mucho tiempo. Hacía muchos años, mucho tiempo que no había vuelto por aquel lugar. Su profesión, su matrimonio, la vida, le había alejado para bien de aquel ambiente pesado y plagado de pensamientos tristes, vagos, perezosos. El señor Schepens ya hacía tiempo que había reconducido su vida. Su negocio marchaba bien, tenía cada vez más clientes y se había hecho un nombre respetado en todo el país. Incluso había escrito algún artículo para la revista de la Asociación Real de Abogados y Legistas, que recibió elogios por parte de más de un profesor de la Universidad por su conocimiento y estar 'realmente con los pies en el suelo, sabiendo de lo que habla'.
Schepens, que no encontró la cara que buscaba y que no quería encontrar, se dirigió a una de las mesas, pegada a la pared, que reconoció claramente como 'su lugar de siempre', en aquella taberna. Sentado ya, se acercó a él el señor Bolkenmans, el dueño de la taberna, para ofrecerle algo de comer. Schepens le contestó que ya había comido y le pidió simplemente una copa de... Se había acostumbrado a beber Whisky en sus reuniones con otros potentados y había perdido la costumbre de bebidas más agrestes. No supo que pedir. Finalmente se decidió por una cerveza. Estuvo tentado de preguntar a Bolkenmans sobre cómo marchaba el negocio, o la vida en general, después de tanto tiempo, pero no lo hizo. Bolkenmans se había dirigido a él como siempre, con la misma actitud distante que siempre agradaba a clientes con pocas ganas de decir ni de saber. Schepens no quería reconocer porqué había ido a aquella taberna de nuevo. Los días previos habían transcurrido sin más sobresaltos, ni decepciones, ni un incidente que reseñar. Todo marchaba correctamente.
Alguien dijo un nombre. No recuerda cómo ocurrió. Y tuvo que volver.
Schepens, que no encontró la cara que buscaba y que no quería encontrar, se dirigió a una de las mesas, pegada a la pared, que reconoció claramente como 'su lugar de siempre', en aquella taberna. Sentado ya, se acercó a él el señor Bolkenmans, el dueño de la taberna, para ofrecerle algo de comer. Schepens le contestó que ya había comido y le pidió simplemente una copa de... Se había acostumbrado a beber Whisky en sus reuniones con otros potentados y había perdido la costumbre de bebidas más agrestes. No supo que pedir. Finalmente se decidió por una cerveza. Estuvo tentado de preguntar a Bolkenmans sobre cómo marchaba el negocio, o la vida en general, después de tanto tiempo, pero no lo hizo. Bolkenmans se había dirigido a él como siempre, con la misma actitud distante que siempre agradaba a clientes con pocas ganas de decir ni de saber. Schepens no quería reconocer porqué había ido a aquella taberna de nuevo. Los días previos habían transcurrido sin más sobresaltos, ni decepciones, ni un incidente que reseñar. Todo marchaba correctamente.
Alguien dijo un nombre. No recuerda cómo ocurrió. Y tuvo que volver.
miércoles, 9 de julio de 2014
Yo vi a Brasil perder siete a uno. Y me alegré.
Vean esa cara. Es David Luiz, central (a veces mediocentro) brasileño de pelo rizado, que tras encajar uno de los goles que ayer recibió la selección verdeamarela mira con cara de 'pero qué coño...'. Cara de no estar de acuerdo, de que no es posible, de que alguien no está haciendo algo bien... y no es él. A ellos no les podía pasar eso. Brasil iba a perder siete a uno contra Alemania en la semifinal del Mundial, de su Mundial, y alguien estaba haciendo algo mal.
A todas luces, geopolíticamente hablando, una persona de bien debe ir siempre con Brasil juegue casi contra quien juegue. Brasil es un país de desigualdades espeluznantes, de riquezas naturales abrumadoras de las que no disfruta más que una minoría, de miserias perennes, de pobreza sin cuento. Un país que pretendidamente busca situarse entre las potencias emergentes en base a un modelo de desarrollo que nos suena mucho por aquí. Un país que busca (y que siempre ha utilizado) en el fútbol, un modo de legitimarse, de reivindicarse. Eso también nos suena mucho por aquí. Postguerra, Di Stéfano, Real Madrid, Copas de Europa. Brasil, pobreza, desigualdades, dictaduras, Pelé, Copas del Mundo.
Uno debería ir siempre con Brasil. Pero no. El día de los octavos entre Brasil y Chile, en el Airiños, la camarera brasileña me preguntó que porqué iba con Chile. Le dije que no iba con Chile... que iba contra Brasil. No soporto a Brasil futbolísticamente hablando. Lo pondré en una línea a parte para que se entienda mejor.
No soporto a Brasil, futbolísticamente hablando.
Creo que desde el Mundial 82. Brasil tenía el equipo que mejor jugaba. Sócrates tiraba penalties de tacón, Zico era el mejor jugador del mundo pero yo no le vi nunca hacer nada, Toninho Cerezo, Falcao, Junior... El favoritismo de los medios con Brasil era abrumador. Eran los mejores. Pero llegó Italia y les ganó. Una injusticia, se dijo, que le mejor equipo no fuera campeón. El fútbol es así. Yo tenía siete años y es muy posible que todo lo que les cuente lo haya creado en mi mente a posteriori. Pero en el mundial siguiente, en México 86 yo ya tenía 11 años y lo que les cuento es cierto. Francia contra Brasil. Y yo deseaba con toda mi alma que perdiera Brasil. ¿Pero por qué?
Brasil juega al fútbol con el convencimiento de que ellos juegan al fútbol. Es una cuestión de percepción. Les ves jugar y parece que ellos tienen derecho a otro reglamento, a otras normas, a que los rivales asuman que pueden hacer lo que quieran, sus mejores jugadores son los mejores jugadores del mundo, sus jugadores son siempre simpáticos, bromistas, alguno es guapo, el que es feo es tan gracioso y hace cosas tan peculiares, las marcas comerciales se los rifan, da igual que sean serios o poco profesionales, importa que son brasileños y que son muy buenos y que por narices tienes que asumir que son los mejores, que se merecen ganar. Algunos de sus jugadores vienen de la miseria más terrible, otros son gente de posibles. Tanto unos como otros tienen excusa, el que es pobre puede ser un indolente malcriado, un teatrero cuentista que finge y finge y finge contínuamente, que provoca y que llora, porque viene de un ambiente espeluznante y claro, se le ha de compadecer. El que es rico, lo ha tenido todo y no asume que haya normas. Brasil con la complicidad de las grandes marcas de ropa deportiva, con la Fifa gobernada por un brasileño durante décadas, con todo a su favor. Siempre. Un país pobre, pero una potencia futbolística. Abajo la potencias.
Brasil ha tenido jugadores fabulosos. Seamos serios. Los mejores. Los más técnicos. Pero los que menos lo han demostrado. Si algo tiene el fútbol de entretenido es que es muy posible que el mejor no gane. Que el más técnico, el más voluntarioso, no gane. Porque la suerte, la potra, la picardía, cuenta.
Mundial Italia 90. Argentina contra Brasil en cuartos, creo recordar. Brasil con otro equipo tremendo, aunque ya no tan tremendo como otras veces. Brasil empieza a pensar que tanto juego bonito, que tanto juego fabuloso no les sirve, que tienen que 'europeizarse'. Como la fábula del león que se quita la barba por una mujer, antes tenías dignidad, ahora no tienes nada. Brasil empieza a jugar feo. Argentina tiene a Maradona medio cojo y a Claudio Paul 'el pájaro' Caniggia en punta. En una jugada memorable, Maradona arranca medio muerto, se lleva el balón y deja sólo a Caniggia delante del portero brasileño, diría que Taffarel, o puede que Carlos. Gol de Argentina. Uno a cero. Alegría inmensa. Todo lo que cantan los argentinos estos días tiene que ver con esa jugada. Brasil gana un mundial en 2002 con un equipazo, con Ronaldo, Ronaldinho, Rivaldo, Roberto Carlos... y Scolari de entrenador.
Scolari es Satán para el fútbol. Scolari es el entrenador brasileño que admira a Pinochet porque puso orden en Chile. Scolari es una persona de orden que se queja de los árbitros como un vulgar entrenador del Elche. En los minutos previos al partido de ayer, el locutor dice que el mediocampo de Alemania es infinitamente superior al de Brasil. Sólo por ese comentario, deberían haber echado a Scolari. He visto hacer cosas a Brasil en estos partidos que hacían daño. Desde mi posición de irreductible enemistad futbolística con la habitual displicencia brasileña, la confianza en su técnica y su habilidad y la permisividad arbitral para con ellos, he de decir que al menos, aquellas selecciones brasileñas enseñaban alguna cosa. Lo de este año ha sido espantoso. Partido Colombia Brasil. Colombia encierra a Brasil y Marcelo, lateral del Real Madrid, que no es manco precisamente, se encuentra con una pelota al borde de su área. Presa del pánico, echa a correr con el balón y sin encomendarse a Dios o al Diablo da un patadón hacia arriba quitándosela de encima, una patada hacia ningún sitio. Algo indigno de un jugador brasileño. Al menos, antes, teníais dignidad.
El tan temido Maracanazo, el recuerdo de la victoria de Uruguay en el mundial 50 sobrevolaba en el ambiente. La expulsión de Luis Suárez del campeonato por su famoso mordisco, parecía evitar que algo así volviera a repetirse. Uruguay, el equipo honesto, que pega, que da, que te cose, con sus limitaciones, estaba fuera. Brasil respiraba tranquila. Argentina da penita y aún así era un rival temible para los brasileños. Sólo Alemania puede ganarles en Semifinales.
Neymar queda lesionado en el partido contra Colombia. Neymar. Jugador vistoso, pero no es un crack. Dónde están los cracks de siempre en Brasil... dónde está el delantero centro que deja turulato al universo... dónde el centrocampista que hace lo que quiere, el virguero, el que no corre pero que cuando la toca la rompe... dónde están... no están. Sólo gente que corre mucho, que hace aspavientos, que canta el himno gritando. Tan sólo un chavalito de pelos raros que hace bicicletas. Lesionado. Un central brasileño, Thiago Silva, en la más infame tradición llorica, dice que ha sido lesionado adrede. Estas cosas se pagan.
Siete a uno. Alemania le ha ganado siete a uno a Brasil en Brasil. Lo repetiré en otra línea a parte, para que la gente a la que nos gusta el fútbol, la saboreemos como se merece.
Alemania le ha ganado siete a uno a Brasil en Brasil.
Y yo, escuchando Os Mutantes mientras escribo esto, me alegro.
A todas luces, geopolíticamente hablando, una persona de bien debe ir siempre con Brasil juegue casi contra quien juegue. Brasil es un país de desigualdades espeluznantes, de riquezas naturales abrumadoras de las que no disfruta más que una minoría, de miserias perennes, de pobreza sin cuento. Un país que pretendidamente busca situarse entre las potencias emergentes en base a un modelo de desarrollo que nos suena mucho por aquí. Un país que busca (y que siempre ha utilizado) en el fútbol, un modo de legitimarse, de reivindicarse. Eso también nos suena mucho por aquí. Postguerra, Di Stéfano, Real Madrid, Copas de Europa. Brasil, pobreza, desigualdades, dictaduras, Pelé, Copas del Mundo.
Uno debería ir siempre con Brasil. Pero no. El día de los octavos entre Brasil y Chile, en el Airiños, la camarera brasileña me preguntó que porqué iba con Chile. Le dije que no iba con Chile... que iba contra Brasil. No soporto a Brasil futbolísticamente hablando. Lo pondré en una línea a parte para que se entienda mejor.
No soporto a Brasil, futbolísticamente hablando.
Creo que desde el Mundial 82. Brasil tenía el equipo que mejor jugaba. Sócrates tiraba penalties de tacón, Zico era el mejor jugador del mundo pero yo no le vi nunca hacer nada, Toninho Cerezo, Falcao, Junior... El favoritismo de los medios con Brasil era abrumador. Eran los mejores. Pero llegó Italia y les ganó. Una injusticia, se dijo, que le mejor equipo no fuera campeón. El fútbol es así. Yo tenía siete años y es muy posible que todo lo que les cuente lo haya creado en mi mente a posteriori. Pero en el mundial siguiente, en México 86 yo ya tenía 11 años y lo que les cuento es cierto. Francia contra Brasil. Y yo deseaba con toda mi alma que perdiera Brasil. ¿Pero por qué?
Brasil juega al fútbol con el convencimiento de que ellos juegan al fútbol. Es una cuestión de percepción. Les ves jugar y parece que ellos tienen derecho a otro reglamento, a otras normas, a que los rivales asuman que pueden hacer lo que quieran, sus mejores jugadores son los mejores jugadores del mundo, sus jugadores son siempre simpáticos, bromistas, alguno es guapo, el que es feo es tan gracioso y hace cosas tan peculiares, las marcas comerciales se los rifan, da igual que sean serios o poco profesionales, importa que son brasileños y que son muy buenos y que por narices tienes que asumir que son los mejores, que se merecen ganar. Algunos de sus jugadores vienen de la miseria más terrible, otros son gente de posibles. Tanto unos como otros tienen excusa, el que es pobre puede ser un indolente malcriado, un teatrero cuentista que finge y finge y finge contínuamente, que provoca y que llora, porque viene de un ambiente espeluznante y claro, se le ha de compadecer. El que es rico, lo ha tenido todo y no asume que haya normas. Brasil con la complicidad de las grandes marcas de ropa deportiva, con la Fifa gobernada por un brasileño durante décadas, con todo a su favor. Siempre. Un país pobre, pero una potencia futbolística. Abajo la potencias.
Brasil ha tenido jugadores fabulosos. Seamos serios. Los mejores. Los más técnicos. Pero los que menos lo han demostrado. Si algo tiene el fútbol de entretenido es que es muy posible que el mejor no gane. Que el más técnico, el más voluntarioso, no gane. Porque la suerte, la potra, la picardía, cuenta.
Mundial Italia 90. Argentina contra Brasil en cuartos, creo recordar. Brasil con otro equipo tremendo, aunque ya no tan tremendo como otras veces. Brasil empieza a pensar que tanto juego bonito, que tanto juego fabuloso no les sirve, que tienen que 'europeizarse'. Como la fábula del león que se quita la barba por una mujer, antes tenías dignidad, ahora no tienes nada. Brasil empieza a jugar feo. Argentina tiene a Maradona medio cojo y a Claudio Paul 'el pájaro' Caniggia en punta. En una jugada memorable, Maradona arranca medio muerto, se lleva el balón y deja sólo a Caniggia delante del portero brasileño, diría que Taffarel, o puede que Carlos. Gol de Argentina. Uno a cero. Alegría inmensa. Todo lo que cantan los argentinos estos días tiene que ver con esa jugada. Brasil gana un mundial en 2002 con un equipazo, con Ronaldo, Ronaldinho, Rivaldo, Roberto Carlos... y Scolari de entrenador.
Scolari es Satán para el fútbol. Scolari es el entrenador brasileño que admira a Pinochet porque puso orden en Chile. Scolari es una persona de orden que se queja de los árbitros como un vulgar entrenador del Elche. En los minutos previos al partido de ayer, el locutor dice que el mediocampo de Alemania es infinitamente superior al de Brasil. Sólo por ese comentario, deberían haber echado a Scolari. He visto hacer cosas a Brasil en estos partidos que hacían daño. Desde mi posición de irreductible enemistad futbolística con la habitual displicencia brasileña, la confianza en su técnica y su habilidad y la permisividad arbitral para con ellos, he de decir que al menos, aquellas selecciones brasileñas enseñaban alguna cosa. Lo de este año ha sido espantoso. Partido Colombia Brasil. Colombia encierra a Brasil y Marcelo, lateral del Real Madrid, que no es manco precisamente, se encuentra con una pelota al borde de su área. Presa del pánico, echa a correr con el balón y sin encomendarse a Dios o al Diablo da un patadón hacia arriba quitándosela de encima, una patada hacia ningún sitio. Algo indigno de un jugador brasileño. Al menos, antes, teníais dignidad.
El tan temido Maracanazo, el recuerdo de la victoria de Uruguay en el mundial 50 sobrevolaba en el ambiente. La expulsión de Luis Suárez del campeonato por su famoso mordisco, parecía evitar que algo así volviera a repetirse. Uruguay, el equipo honesto, que pega, que da, que te cose, con sus limitaciones, estaba fuera. Brasil respiraba tranquila. Argentina da penita y aún así era un rival temible para los brasileños. Sólo Alemania puede ganarles en Semifinales.
Neymar queda lesionado en el partido contra Colombia. Neymar. Jugador vistoso, pero no es un crack. Dónde están los cracks de siempre en Brasil... dónde está el delantero centro que deja turulato al universo... dónde el centrocampista que hace lo que quiere, el virguero, el que no corre pero que cuando la toca la rompe... dónde están... no están. Sólo gente que corre mucho, que hace aspavientos, que canta el himno gritando. Tan sólo un chavalito de pelos raros que hace bicicletas. Lesionado. Un central brasileño, Thiago Silva, en la más infame tradición llorica, dice que ha sido lesionado adrede. Estas cosas se pagan.
Siete a uno. Alemania le ha ganado siete a uno a Brasil en Brasil. Lo repetiré en otra línea a parte, para que la gente a la que nos gusta el fútbol, la saboreemos como se merece.
Alemania le ha ganado siete a uno a Brasil en Brasil.
Y yo, escuchando Os Mutantes mientras escribo esto, me alegro.
martes, 8 de julio de 2014
Peregrinación espiritual y material
Recogemos ahora un texto de Evelina Dorivalic, que recoge en un curioso libro llamado 'Charlas con peregrinos', en el que recoge sus conversaciones con diversos personajes a las puertas de la catedral de Barcelona. El relato que sigue a continuación se llama 'Asdrúbal Arantes Villarroel', título que coincide con el nombre del personaje y que responde al patrón elegido para titular cada texto con el nombre del... en fin.
'La mañana estaba fresquita y no correspondía con el tiempo que debía hacer en aquella época del año, por eso no me sorprendió ver a un moreno mozo vestido de traje y chaqueta entre tanto tirante y tanta bermuda y tanta pierna suelta. Aquel moreno sonriente llevaba además una cruz ostensiblemente visible fuera de la camisa y arrastraba una maleta de viaje. Me pareció interesante acercarme a él y preguntarle por su viaje, el motivo de peregrinación y qué pensaba de la ciudad. Lo habitual. El chico, que dijo llamarse Asdrúbal Arantes Villarroel, venía del Perú y pertenecía a la Concesión Católica de Elementos Itinerantes, asociación o entidad de la que en mi vida había oído hablar. Según Asdrúbal, dicha Concesión respondía a un interés de la curia en mantener una estrecha vigilancia del sentido del peregrinaje a lo largo y ancho del mundo, recoger experiencias y a partir de ahí diseñar una estrategia para ofrecer y proponer nuevos itinerarios, relatos y elementos que pudieran satisfacer a este cuerpo de militantes de la Fé.
Casualmente, le dije, soy una persona que está realizando un trabajo muy similar al que vosotros realizáis, ya que me dedico a entrevistar a personas que acuden a esta Catedral que, aunque catedral y católica, ve acudir cada día a multitud de visitantes que ni tienen interés en la religión verdadera o bien son herejes convencidos e incluso quienes vienen a esta Catedral como el que acude a una taberna o un espectáculo típico. Mi trabajo consiste en...
No me dejó acabar. Con una sonrisa resplandeciente y un gesto que enamoraría a las masas si esas masas tuvieran tiempo de escuchar la verdadera palabra, me dijo 'lo siento señora, pero yo cobro por lo que hago, que no digo yo que su trabajo y el mío no tengan mérito, pero el mero hecho de yo recibir un estipendio por la labor que realiza, como se figura, ya le da un realce y un sentido que en su caso no le encuentro. No se ofenda.' Me dejó algo descolocada, la verdad.
Asdrúbal se adentró en la Catedral y sacó de un bolsillo una llave que dirigió a una de las muchas huchas que allí se encuentran para limosnas, en concreto en la del Culto a los Santos Lugares, la vació, se guardó las monedas y volvió a salir tan ancho.
Un profesional.'
'La mañana estaba fresquita y no correspondía con el tiempo que debía hacer en aquella época del año, por eso no me sorprendió ver a un moreno mozo vestido de traje y chaqueta entre tanto tirante y tanta bermuda y tanta pierna suelta. Aquel moreno sonriente llevaba además una cruz ostensiblemente visible fuera de la camisa y arrastraba una maleta de viaje. Me pareció interesante acercarme a él y preguntarle por su viaje, el motivo de peregrinación y qué pensaba de la ciudad. Lo habitual. El chico, que dijo llamarse Asdrúbal Arantes Villarroel, venía del Perú y pertenecía a la Concesión Católica de Elementos Itinerantes, asociación o entidad de la que en mi vida había oído hablar. Según Asdrúbal, dicha Concesión respondía a un interés de la curia en mantener una estrecha vigilancia del sentido del peregrinaje a lo largo y ancho del mundo, recoger experiencias y a partir de ahí diseñar una estrategia para ofrecer y proponer nuevos itinerarios, relatos y elementos que pudieran satisfacer a este cuerpo de militantes de la Fé.
Casualmente, le dije, soy una persona que está realizando un trabajo muy similar al que vosotros realizáis, ya que me dedico a entrevistar a personas que acuden a esta Catedral que, aunque catedral y católica, ve acudir cada día a multitud de visitantes que ni tienen interés en la religión verdadera o bien son herejes convencidos e incluso quienes vienen a esta Catedral como el que acude a una taberna o un espectáculo típico. Mi trabajo consiste en...
No me dejó acabar. Con una sonrisa resplandeciente y un gesto que enamoraría a las masas si esas masas tuvieran tiempo de escuchar la verdadera palabra, me dijo 'lo siento señora, pero yo cobro por lo que hago, que no digo yo que su trabajo y el mío no tengan mérito, pero el mero hecho de yo recibir un estipendio por la labor que realiza, como se figura, ya le da un realce y un sentido que en su caso no le encuentro. No se ofenda.' Me dejó algo descolocada, la verdad.
Asdrúbal se adentró en la Catedral y sacó de un bolsillo una llave que dirigió a una de las muchas huchas que allí se encuentran para limosnas, en concreto en la del Culto a los Santos Lugares, la vació, se guardó las monedas y volvió a salir tan ancho.
Un profesional.'
lunes, 7 de julio de 2014
Cómo funciona la música - David Byrne
David Byrne es un... Voy a empezar otra vez.
'Cómo funciona la música' es un libro escrito por David Byrne. David Byrne fue miembro, (por no decir líder), de la mítica y nunca bien ponderada banda norteamericana Talking Heads y desde finales de los ochenta ha desarrollado una carrera musical en solitario que tiene sus altos y sus bajos, por decirlo de una manera suave. Su trabajo como músico no desmerece su tarea como divulgador e investigador musical. Así, por ejemplo, gracias a él, servidor de ustedes ha podido conocer la obra de Os Mutantes o Tom Zé, ya que recopiló canciones de estos fenómenos brasileños para su sello Luaka Bop. Por lo que respecta a su trabajo como músico, muy recientemente editó un disco junto a St. Vincent que el aquí escribiente no ha tenido el gusto de escuchar más de una canción del mismo y, pese a no estar mal, no invita a ir más allá.
'Cómo funciona la música' es un intento por parte de David Byrne de explicar qué es la música, porqué se hace música, porqué la música nos gusta o no nos gusta, qué es la buena música y porqué hay buena y mala música y quién decide que así sea, cómo funciona el negocio musical, qué diferencias hay entre los distintos soportes de audio, por qué los discos duran lo que duran, cuál es la gracia de 'hacer una recopilación de canciones', porqué se prima 'escuchar' música a 'hacer' música en las escuelas y en la vida en general, qué significa actuar en directo, qué diferencias hay entre la música en directo y la música en estudio, qué significa escuchar música... Como ven, muchas preguntas, algunas de las cuales parecen demasiado sencillas y que, bien al contrario, tienen una respuesta bastante compleja.
El libro está escrito de una forma muy amena y directa. Cuando tiene que tirar de referencias personales, lo hace sin ningún pudor, pero así, de esa manera, uno entiende mucho mejor lo que nos quiere decir. Así, por ejemplo, nos cuenta su experiencia como artista en directo, como músico que tiene que ofrecer un espectáculo. Cómo lo hace cómo piensa lo que va a hacer, cómo se van a colocar, qué actitud, qué vestuario, todo. Tanto con los Talking Heads (sabido es que Byrne no terminó muy bien con el resto de la banda, pero aquí ese tema no se toca y se habla siempre muy elegantemente de sus excompañeros) como en solitario (aquí se hace hincapié en la figura de Brian Eno, productor y socio musical de Byrne en algunas aventuras). Todo está pensado. También nos cuenta cómo se graba un disco, cómo lo planifican, quién compone, cómo se colabora con otros músicos, también desde una perspectiva personal.
Nos introduce en la música de una manera que dan ganas de 'hacer música', de escuchar música también, pero sobre todo de hacerla, de crearla. Sea como sea. Nos cuenta cómo la música es tan diversa y plural que no puede haber una música mejor que otra, que la música que se oye en los auditorios no es mejor que la que se oye en el CBGB, que los virtuosos quizás no sepan transmitir, que el gran guitarrista es posible que no sepa tocar un rock primario, que hay una música para cada espacio y para cada momento y que no se puede 'educar' el oído, sino es con un fin ideológico, clasista y al final comercial.
David Byrne también tiene momentos para la ida de pelota. La parte final del libro nos habla del gran sonido del Universo, de planetas que giran y que crean una melodía que se nos escapa, de ondas, de líneas, de cuerpos y de fenómenos que le pillan a uno un poco lejos. Hasta habla de un debate con Steve Pinker, glups. Pero el daño ya está hecho. El libro enseña a no dejarse apabullar por la experiencia o la inexperiencia, a no creer que hay que saber de música para poder crear música, que la verdadera educación musical consiste en hacer tú mismo lo que buenamente puedas, que lo adornes, lo vistas, lo ejecutes y disfrutes con ello. O no. Que de todo hay en la viña del señor y músicos atormentados también los ha habido y no pocos precisamente.
David Byrne cita a investigadores, científicos, pensadores, productores, músicos, él mismo... para que lo que cuente no sea una simple sucesión de majaradas sin más. El bueno de David Byrne lo tiene todo muy bien preparado y calculado. Al final del libro, como un apéndice, recoge una serie tanto de lecturas como de referencias musicales para ayudar al lector a comprender de qué está hablando.
Fascinante libro y muy ilustrativo para los que sin música no sabríamos vivir. Mentira. Viviríamos como vive mucha gente, claro. Pero la vida sería infinitamente peor.
Muchas gracias a las chicas más chulas de Santaco por semejante regalo. Me dieron en el hueso del gusto.
'Cómo funciona la música' es un libro escrito por David Byrne. David Byrne fue miembro, (por no decir líder), de la mítica y nunca bien ponderada banda norteamericana Talking Heads y desde finales de los ochenta ha desarrollado una carrera musical en solitario que tiene sus altos y sus bajos, por decirlo de una manera suave. Su trabajo como músico no desmerece su tarea como divulgador e investigador musical. Así, por ejemplo, gracias a él, servidor de ustedes ha podido conocer la obra de Os Mutantes o Tom Zé, ya que recopiló canciones de estos fenómenos brasileños para su sello Luaka Bop. Por lo que respecta a su trabajo como músico, muy recientemente editó un disco junto a St. Vincent que el aquí escribiente no ha tenido el gusto de escuchar más de una canción del mismo y, pese a no estar mal, no invita a ir más allá.
'Cómo funciona la música' es un intento por parte de David Byrne de explicar qué es la música, porqué se hace música, porqué la música nos gusta o no nos gusta, qué es la buena música y porqué hay buena y mala música y quién decide que así sea, cómo funciona el negocio musical, qué diferencias hay entre los distintos soportes de audio, por qué los discos duran lo que duran, cuál es la gracia de 'hacer una recopilación de canciones', porqué se prima 'escuchar' música a 'hacer' música en las escuelas y en la vida en general, qué significa actuar en directo, qué diferencias hay entre la música en directo y la música en estudio, qué significa escuchar música... Como ven, muchas preguntas, algunas de las cuales parecen demasiado sencillas y que, bien al contrario, tienen una respuesta bastante compleja.
El libro está escrito de una forma muy amena y directa. Cuando tiene que tirar de referencias personales, lo hace sin ningún pudor, pero así, de esa manera, uno entiende mucho mejor lo que nos quiere decir. Así, por ejemplo, nos cuenta su experiencia como artista en directo, como músico que tiene que ofrecer un espectáculo. Cómo lo hace cómo piensa lo que va a hacer, cómo se van a colocar, qué actitud, qué vestuario, todo. Tanto con los Talking Heads (sabido es que Byrne no terminó muy bien con el resto de la banda, pero aquí ese tema no se toca y se habla siempre muy elegantemente de sus excompañeros) como en solitario (aquí se hace hincapié en la figura de Brian Eno, productor y socio musical de Byrne en algunas aventuras). Todo está pensado. También nos cuenta cómo se graba un disco, cómo lo planifican, quién compone, cómo se colabora con otros músicos, también desde una perspectiva personal.
Nos introduce en la música de una manera que dan ganas de 'hacer música', de escuchar música también, pero sobre todo de hacerla, de crearla. Sea como sea. Nos cuenta cómo la música es tan diversa y plural que no puede haber una música mejor que otra, que la música que se oye en los auditorios no es mejor que la que se oye en el CBGB, que los virtuosos quizás no sepan transmitir, que el gran guitarrista es posible que no sepa tocar un rock primario, que hay una música para cada espacio y para cada momento y que no se puede 'educar' el oído, sino es con un fin ideológico, clasista y al final comercial.
David Byrne también tiene momentos para la ida de pelota. La parte final del libro nos habla del gran sonido del Universo, de planetas que giran y que crean una melodía que se nos escapa, de ondas, de líneas, de cuerpos y de fenómenos que le pillan a uno un poco lejos. Hasta habla de un debate con Steve Pinker, glups. Pero el daño ya está hecho. El libro enseña a no dejarse apabullar por la experiencia o la inexperiencia, a no creer que hay que saber de música para poder crear música, que la verdadera educación musical consiste en hacer tú mismo lo que buenamente puedas, que lo adornes, lo vistas, lo ejecutes y disfrutes con ello. O no. Que de todo hay en la viña del señor y músicos atormentados también los ha habido y no pocos precisamente.
David Byrne cita a investigadores, científicos, pensadores, productores, músicos, él mismo... para que lo que cuente no sea una simple sucesión de majaradas sin más. El bueno de David Byrne lo tiene todo muy bien preparado y calculado. Al final del libro, como un apéndice, recoge una serie tanto de lecturas como de referencias musicales para ayudar al lector a comprender de qué está hablando.
Fascinante libro y muy ilustrativo para los que sin música no sabríamos vivir. Mentira. Viviríamos como vive mucha gente, claro. Pero la vida sería infinitamente peor.
Muchas gracias a las chicas más chulas de Santaco por semejante regalo. Me dieron en el hueso del gusto.
viernes, 4 de julio de 2014
Miscelánea
Empecemos. El 3 de julio, sin avisar a nadie, han celebrado los que se han enterado el aniversario de la muerte de Brian Jones. Así. Sin decírselo a la peña ni nada. En plan 'nos lo montamos nosotros y pasando de todo'. Pues muy bien. La gente sin contar con nadie va a su rollo. Pues nada, nosotros lo celebraremos hoy como dios manda. A lo grande. Camiseta de Brian Jonestown Massacre en ristre y Rolling Stones a tope. Aquí tenemos una bonita canción interpretada en directo, al menos las voces, llamada Paint it Black, del disco Aftermath, que es uno de los mejores discos de los Rolling Stones. Han estado en Madrid, no he ido a verlos. No pasa nada. Lo llevo bien. No llevo tan bien que no avisen del aniversario de la muerte de Brian Jones. Mírenlo que mono tocando su sitar. Qué águila.
https://www.youtube.com/watch?v=2yClt_hDRqs
Soy una persona mayor a la que, lógicamente, le gusta la música de su época. Estos son de mi época, estos no son de mi época. Mi época se extiende por el tiempo durante unos veinte años, aproximadamente, y podríamos decir que finalizó hace un mes y muy poco. Mi época ha pasado. Mi época, de manera explícita, la podríamos situar a mediados de los noventa. los dieciocho... los veintipocos. Esa era mi época. La música de mi época. Beck, por ejemplo, era de mi época. El disco Loser era de mi época. Beck tiene otros discos muy buenos, pero el de mi época era Loser. Soy un perdedor. Esta canción se llama Nitemare Hippie Girl. El que entienda la letra que me lo explique. ¿Le gusta la hippie o no le gusta? Que a mí me da igual, pero la intriga me come. Desde hace años. Desde mi época.
https://www.youtube.com/watch?v=mQIVUy9bdxE
Soy una persona que ya tiene una edad. Y me gusta la música de mi época. Me gustan unos grupos que se escuchaban mucho entre el círculo de amigos que yo tenía... en mi época. Ahora esos grupos se escuchan más o menos. Muchos de esos grupos, por ejemplo, no son conocidos por gente algo más joven. No mucho más. Me gustaban los Yo la Tengo, que, aunque eran algo más antiguos, sacaron muy buenos discos en mi época. Mi época ya ha pasado y quizás canciones como esta versión de Anita Bryant, My little corner of the world, tienen más sentido que antes. Es curioso, ni los grupos de mi época, tocaban canciones que tuviesen relación con mi edad. Qué pequeño rincón del mundo iba a tener yo con 20 años... en fin. Sea como sea, esta canción es tan bonita como las cosas bonitas que hay por el mundo y por esos campos. Nos va a castigar el señor a todos por ser tan ñoños.
https://www.youtube.com/watch?v=bjJu2bR7Om8
¿Cuánto hace que no ponemos una canción de los Beatles? No ponemos, hablemos en plural, que ahora es lo que se lleva mucho. Una canción de los Beatles, pero una de las raras. Y una de las guapas. You Know my name, look up the number es esa canción que no parece de los Beatles, porque claro, como van a hacer los Beatles algo tan así. Y lo hacen. Esa es la gracia de los Beatles, que son capaces de bufarse de lo más sagrado. Bah, qué frase tan tonta acabo de poner. Qué ñoño. Qué así. Una canción en la que Brian Jones participó, ahí está la gracia del asunto, tocando el saxofón. Casi nada. John Lennon haciendo el payaso y Brian Jones colaborando en la rifa. Sabes mi nombre, mira el número. Un mensaje sencillo y conciso. Una canción, en cambio, para complicarse.
https://www.youtube.com/watch?v=UCsgZ9zU7IA
Soy una persona ya mayor, que ha visto pasar los mejores años de su vida y, a la hora de escuchar música, lógicamente se va hacia lo que es el sonido de su época. Eso es así. Soundgarden no era el grupo que más me ha gustado en la vida. Ni siquiera es un grupo que me guste demasiado, pero tiene dos canciones que son muy, pero que muy buenas. Una de ellas es Pretty Noose. Una canción que nos gustaba mucho al Edu y a mí cuando éramos jóvenes. En nuestra época. Canciones de cuando nosotros éramos jóvenes y todavía podíamos hacer cantidad de cosas guapas. Canciones de nuestra época. Ahora nos contentamos con comentar partidos de fútbol por el watsap y tal. Y a la hora de quedar pongo objeciones. No quedemos tarde, cuidado a ver qué hacemos. Y procuramos ir a sitios donde pongan canciones de nuestra época. Esta es una de ellas. Un cancionazo de asustar. Chris Cornell da rabia.
https://www.youtube.com/watch?v=f8nkHrv_4Mg
Soy una persona mayor, pero no tan mayor. A ver, eso, que yo ya... pocas hazañas bélicas voy a llevar a cabo. Bueno. Un homenaje a Syd Barrett por el morro. Porque iba a escuchar la de Maisie, que es una canción-inspiración, pero resulta que aparece aquí la de It's no good trying. Esta canción es del Madcap Laughs, que es el primer disco de Barrett sin los Pink Floyd. Algunos que hayan leído esto alguna vez deben estar hasta los mengues de Syd Barrett ya. Pero ese es un problema que no nos compete resolver aquí. You know you should be home in bed. Qué figura el Barrett y qué cabeza, angelico. Y cuidado, Robert Wyatt toca la batería. Ojo.
https://www.youtube.com/watch?v=1M9U_DrpWYs
Pues ya está. No hay mucho más. Que tengan un buen fin de semana todos y cada uno de los presentes y los ausentes, por ser educados, también.
https://www.youtube.com/watch?v=2yClt_hDRqs
Soy una persona mayor a la que, lógicamente, le gusta la música de su época. Estos son de mi época, estos no son de mi época. Mi época se extiende por el tiempo durante unos veinte años, aproximadamente, y podríamos decir que finalizó hace un mes y muy poco. Mi época ha pasado. Mi época, de manera explícita, la podríamos situar a mediados de los noventa. los dieciocho... los veintipocos. Esa era mi época. La música de mi época. Beck, por ejemplo, era de mi época. El disco Loser era de mi época. Beck tiene otros discos muy buenos, pero el de mi época era Loser. Soy un perdedor. Esta canción se llama Nitemare Hippie Girl. El que entienda la letra que me lo explique. ¿Le gusta la hippie o no le gusta? Que a mí me da igual, pero la intriga me come. Desde hace años. Desde mi época.
https://www.youtube.com/watch?v=mQIVUy9bdxE
Soy una persona que ya tiene una edad. Y me gusta la música de mi época. Me gustan unos grupos que se escuchaban mucho entre el círculo de amigos que yo tenía... en mi época. Ahora esos grupos se escuchan más o menos. Muchos de esos grupos, por ejemplo, no son conocidos por gente algo más joven. No mucho más. Me gustaban los Yo la Tengo, que, aunque eran algo más antiguos, sacaron muy buenos discos en mi época. Mi época ya ha pasado y quizás canciones como esta versión de Anita Bryant, My little corner of the world, tienen más sentido que antes. Es curioso, ni los grupos de mi época, tocaban canciones que tuviesen relación con mi edad. Qué pequeño rincón del mundo iba a tener yo con 20 años... en fin. Sea como sea, esta canción es tan bonita como las cosas bonitas que hay por el mundo y por esos campos. Nos va a castigar el señor a todos por ser tan ñoños.
https://www.youtube.com/watch?v=bjJu2bR7Om8
¿Cuánto hace que no ponemos una canción de los Beatles? No ponemos, hablemos en plural, que ahora es lo que se lleva mucho. Una canción de los Beatles, pero una de las raras. Y una de las guapas. You Know my name, look up the number es esa canción que no parece de los Beatles, porque claro, como van a hacer los Beatles algo tan así. Y lo hacen. Esa es la gracia de los Beatles, que son capaces de bufarse de lo más sagrado. Bah, qué frase tan tonta acabo de poner. Qué ñoño. Qué así. Una canción en la que Brian Jones participó, ahí está la gracia del asunto, tocando el saxofón. Casi nada. John Lennon haciendo el payaso y Brian Jones colaborando en la rifa. Sabes mi nombre, mira el número. Un mensaje sencillo y conciso. Una canción, en cambio, para complicarse.
https://www.youtube.com/watch?v=UCsgZ9zU7IA
Soy una persona ya mayor, que ha visto pasar los mejores años de su vida y, a la hora de escuchar música, lógicamente se va hacia lo que es el sonido de su época. Eso es así. Soundgarden no era el grupo que más me ha gustado en la vida. Ni siquiera es un grupo que me guste demasiado, pero tiene dos canciones que son muy, pero que muy buenas. Una de ellas es Pretty Noose. Una canción que nos gustaba mucho al Edu y a mí cuando éramos jóvenes. En nuestra época. Canciones de cuando nosotros éramos jóvenes y todavía podíamos hacer cantidad de cosas guapas. Canciones de nuestra época. Ahora nos contentamos con comentar partidos de fútbol por el watsap y tal. Y a la hora de quedar pongo objeciones. No quedemos tarde, cuidado a ver qué hacemos. Y procuramos ir a sitios donde pongan canciones de nuestra época. Esta es una de ellas. Un cancionazo de asustar. Chris Cornell da rabia.
https://www.youtube.com/watch?v=f8nkHrv_4Mg
Soy una persona mayor, pero no tan mayor. A ver, eso, que yo ya... pocas hazañas bélicas voy a llevar a cabo. Bueno. Un homenaje a Syd Barrett por el morro. Porque iba a escuchar la de Maisie, que es una canción-inspiración, pero resulta que aparece aquí la de It's no good trying. Esta canción es del Madcap Laughs, que es el primer disco de Barrett sin los Pink Floyd. Algunos que hayan leído esto alguna vez deben estar hasta los mengues de Syd Barrett ya. Pero ese es un problema que no nos compete resolver aquí. You know you should be home in bed. Qué figura el Barrett y qué cabeza, angelico. Y cuidado, Robert Wyatt toca la batería. Ojo.
https://www.youtube.com/watch?v=1M9U_DrpWYs
Pues ya está. No hay mucho más. Que tengan un buen fin de semana todos y cada uno de los presentes y los ausentes, por ser educados, también.
jueves, 3 de julio de 2014
Flor de cactus
Recogemos en esta ocasión una rareza en nuestro repertorio dado que no solemos incluir en este espacio artículos o textos a cargo de personas dedicadas a la ámbitos no estrictamente literarios, pero creemos que este caso merece la pena. Del botánico Osiris Delapierre recogemos la entrada que hizo dedicada a la Flor de Cactus en su obra 'Enciclopedia de las flores', en principio un volumen divulgativo pero, como verán, un tanto fuera de lo que diríamos... formal. En fin.
'Flor de cactus. Un día duras. Un día escaso. Una noche. Flor de cactus que te abres de noche para que nadie te vea y al llegar el día decides morir. Lo decides. Estoy seguro. Estoy convencido de que sabes lo que haces. Tanto tiempo que te llevo vigilando y apreciando y en el momento en el que tienes realmente algo hermoso que enseñarme, lo haces de noche, con mala sombra, con ganas de fastidiar. Cactus que no tienes otra cosa que hacer que crecer lentamente hacia alguna parte que se me escapa. Cactus que vas pariendo pequeños hijitos que suben, se paran, se tuercen, encuentran un obstáculo y no dan la vuelta si no que deciden crear un brazo más para seguir creciendo. Cactus que no necesitas el agua que el resto de plantas reclama sin cesar. Cactus que eres pequeño y finito y no tienes importancia y que de repente, al cabo de los años, al cabo de muchos muchos años de tenerte presente todos los días, decides sacar la flor. Flor de cactus. La flor más bonita que se ha visto jamás. Una flor de cactus que has decidido alumbrar de noche y que es de noche cuando realmente apareces en todo tu esplendor. Fascinante. Una flor blanca, como un fantasma. una flor que tiene el aspecto de los vestidos de las damas blancas que se aparecen en los bosques, con sus vestidos vaporosos, de esas mujeres espectrales vestidas de blanco que vagan por los palacios abandonados, por los cementerios más lúgubres. Flor de cactus que de noche y solo de noche has decidido vivir. Al llegar el día, todavía son apreciables tus encantos. Pero sabe uno que morirás pronto. Como todas las flores. No sé cómo conservarte, flor de cactus. Flor de cactus como un fantasma que por el día sigue allí pero ya como un anuncio de lo efímero de tu existencia. Maldita botánica. Maldita biología. Maldita ciencia en su conjunto que no es capaz de preservar la vida de un fantasma que nace de una planta tan arisca y falta de gracia. Maldita sea la naturaleza que es capaz de crear algo tan fascinante a partir de un tronco espinoso y mal administrado. Flor de cactus. Un día has durado. Durante una noche has sido la reina de las flores. ¿Quién puede ahora mirar tubérculos, comprobar raíces de gramíneas, comparar hojas caducas, seleccionar semillas, cuando el recuerdo de un fantasma le acompañará siempre?'.
'Flor de cactus. Un día duras. Un día escaso. Una noche. Flor de cactus que te abres de noche para que nadie te vea y al llegar el día decides morir. Lo decides. Estoy seguro. Estoy convencido de que sabes lo que haces. Tanto tiempo que te llevo vigilando y apreciando y en el momento en el que tienes realmente algo hermoso que enseñarme, lo haces de noche, con mala sombra, con ganas de fastidiar. Cactus que no tienes otra cosa que hacer que crecer lentamente hacia alguna parte que se me escapa. Cactus que vas pariendo pequeños hijitos que suben, se paran, se tuercen, encuentran un obstáculo y no dan la vuelta si no que deciden crear un brazo más para seguir creciendo. Cactus que no necesitas el agua que el resto de plantas reclama sin cesar. Cactus que eres pequeño y finito y no tienes importancia y que de repente, al cabo de los años, al cabo de muchos muchos años de tenerte presente todos los días, decides sacar la flor. Flor de cactus. La flor más bonita que se ha visto jamás. Una flor de cactus que has decidido alumbrar de noche y que es de noche cuando realmente apareces en todo tu esplendor. Fascinante. Una flor blanca, como un fantasma. una flor que tiene el aspecto de los vestidos de las damas blancas que se aparecen en los bosques, con sus vestidos vaporosos, de esas mujeres espectrales vestidas de blanco que vagan por los palacios abandonados, por los cementerios más lúgubres. Flor de cactus que de noche y solo de noche has decidido vivir. Al llegar el día, todavía son apreciables tus encantos. Pero sabe uno que morirás pronto. Como todas las flores. No sé cómo conservarte, flor de cactus. Flor de cactus como un fantasma que por el día sigue allí pero ya como un anuncio de lo efímero de tu existencia. Maldita botánica. Maldita biología. Maldita ciencia en su conjunto que no es capaz de preservar la vida de un fantasma que nace de una planta tan arisca y falta de gracia. Maldita sea la naturaleza que es capaz de crear algo tan fascinante a partir de un tronco espinoso y mal administrado. Flor de cactus. Un día has durado. Durante una noche has sido la reina de las flores. ¿Quién puede ahora mirar tubérculos, comprobar raíces de gramíneas, comparar hojas caducas, seleccionar semillas, cuando el recuerdo de un fantasma le acompañará siempre?'.
miércoles, 2 de julio de 2014
Brotes verdes
A las siete y media, siete, que suelen ser las ocho, ya estoy de pie. Me ducho el día que digo que me tengo que duchar, pero claro, ducharme por ducharme, tampoco. Ducharse ¿para qué? Si tuviera que ir a algún sitio, me ducharía, pero con apañarme un poco la cara y la sobaquera y eso, ya está bien. El pelo. Bueno. Como me lo rapo cada semana no hay problema de pelo ni ostias. Así cortito no se nota si está sucio o está limpio. El pelo de esos que lo llevan tan largo, claro, se lo deben lavar cada día. Hay gente que se echa cremas y todo en el pelo. Todas esas mariconadas me ponen enfermo. Tampoco está el negocio como para ir gastando agua por gastar. Voy a casa del Desto y allí me lo rapa con una maquinilla que tiene. No pongo la radio porque me aburro. Oigo a gente que habla de arreglar el mundo, de cosas que pasan y de toda esa puta mierda, pero de mí no habla nadie. Y como de mí y de lo mío no habla nadie, pues que les den por el culo a todos. Así de claro. A las ocho y media ya estoy hasta los huevos de estar en casa. Si no he quedado con nadie para ayudarle a hacer alguna chapuza por ahí, pues me bajo al bar un rato. Por la mañana a primera hora es cuando mejor se está. Bajo y me pido una copeja. No me gusta la leche, desde pequeño. Me hacía daño en el estómago. La copa me sienta mejor. Digo que a primera hora es cuando mejor se está porque es cuando va la gente que va a trabajar y están también las chicas del súper y al menos uno alegra la vista un poco. Tampoco es que haya ninguna que esté muy allá, pero yo a más de una le daba un buen viaje. Está la gente que va a trabajar en lo del agua y algunos de la brigada esa del Ayuntamiento, que digo yo que les habrán metido porque conocerán a alguien, porque a muchos no los conozco de nada y tienen pinta de no haber trabajado en su puta vida. Van con unas gafitas y unas pintas a currar que no sé qué parecen. Eso sí, todos con su chalequito, su camiseta con el logo de la brigada... Me tomo un par de copas por la mañana. Salgo a fumar. Esto de que no se pueda fumar, al principio me pareció una puta mierda, pero luego, te vas acostumbrando y es distraído. En la calle se está muchas veces mejor que en el bar. Y mira que en este bar se está de puta madre, que lo lleva ahora una gente de puta madre, una chica muy maja que ha pillado el negocio. Yo venía aquí de siempre, de antes incluso, cuando trabajaba. Llevaba el bar el Tal, un tío serio pero que estaba ya hasta los huevos del bar. Lo jodido es que dejó el bar, pilló la pasta para irse a una torre que tenía en Campdeflan y a los dos meses ya había montado otro bar, porque estaba hasta los huevos otra vez, pero de no hacer nada. Es que las personas somos la ostia. Pues mejor que el bar lo lleve gente así que lo necesite. Al parecer la chica se había quedado en el paro y con el dinero del paro y con los suegros que la ayudan se ha quedado el bar. Ponen tapas, que antes el Tal no te ponía ni el vaso si podía. No sé cómo le irá el negocio, pero se ve más gente que antes. Al menos viene el novio de la chica y sus colegas y hacen bulto. El novio también se pasa aquí casi todo el día, porque está de baja. Es buen tío el novio. Del Madrid, pero buen tío. A las once o así, si no tengo que ir a ningún sitio, me tomo una cervecita. Es cuando mejor sientan las cervezas, así a media mañana, porque luego te las tomas con ansia, con sed, y así no se disfruta. Mejor bebértela disfrutando. Eso lo tengo yo comprobado. Como va viniendo gente, me entretengo hablando de esto y de lo otro con la gente. Está la tele puesta y con los programas del corazón esos me río un rato. No sé cómo a las mujeres les puede gustar esa mierda. Sólo salen mariconas. Voy a comprar sobre las dos o así. Ya se han ido las marujas y tengo el súper para mí. De puta madre. Aunque se han llevado ya las ofertas y los descuentos de esos de lo que va a caducar, pero bueno, tampoco compro caviar. Si veo a alguien cuando vengo de la compra me paro a echar un quintillo. Me hago de comer cualquier cosa. Macarrones y espaguetis, que me salen de puta madre. Por la tarde me bajo otro rato porque suele venir el Deste, que viene a por el crío al colegio aquí cerca y como no tiene curro tampoco, la parienta le encarga a él que venga a por el crío. Y él, normal, pues se viene antes y ya que tiene que pringar, pues eso. A las nueve o así la chica los bares de la calle cierran, pero la chica abre, porque es cuando vienen los colegas del novio. Y, normal, hay que aprovechar. Y eso, que si sales a fumar, que si las risas con la gente que pasa, que si vuelves a entrar, que si un quintillo. Bueno, así no piensa uno. Los fines de semana con los coches y las motos montamos unos debates muy guapos con el Alonso y el Márquez. Es una pasada el Márquez ese, qué huevos le pone el chaval. A ver si te vienes un día.
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