Esa tarde, la última tarde, fuimos a lavar el coche porque ya no se podía tolerar. Y empezamos a ver unas nubes. Y cuando estábamos ya tomando algo comenzamos a sentir algo casi olvidado. Empezamos a sentir airecillo fresquito. Y veíamos los rayos que caían en la lejanía. Y llovió por la noche, casi toda la noche. Y era lo que se esperaba.
Las vacaciones y contar las vacaciones. Hacer un diario de viaje. Contar las vacaciones como las pensabas vivir o como las has vivido al final. Contar las vacaciones como si hubiera que superar las vacaciones anteriores. Contar las vacaciones cuando sabes que esto de las vacaciones no es como para enseñarlo tanto. Contar las vacaciones repitiéndote que las mismas cosas, contadas por otros, las mismas fotos sacadas por otros, los mismos platos comidos por otros, esos mismos atardeceres vistos en los ojos de otras personas, parecen mejores, más divertidos, más suculentos, más emocionantes. Contar tus vacaciones a los ojos de lo que vivieron otros. Contar tus vacaciones habiendo vivido tú lo que estaba pasando. Vivir las vacaciones, el viaje, como un propósito de enmienda. Si el año ha sido una mierda, si el año ha sido asqueroso, si el año ha hecho que pierdas la poca confianza que te queda en cierta comunión grupal, si la temporada ha concluido casi en el límite del desquiciamiento, se supone que las vacaciones, la ausencia del lugar de los hechos, el viaje, deberían servir para tomar otro punto de vista, una nueva perspectiva, un algo diferente. El viaje, los viajes, para enriquecer el alma, oxigenar el cerebro, llenar la barriga de cerveza, alimentarte en vaso. El viaje y una barriga que ha vuelto. El viaje y lo que nos gusta el viaje y enseñar el viaje. El viaje y lo que le gusta a la gente a la que no le interesas ni esto saber dónde y cómo y qué. Y con quién. El viaje y las fiestas. El viaje y levantarte tarde y acostarte temprano. El viaje y subvertir las normas. El viaje y el viaje dentro del viaje. El viaje y todo lo que conlleva. El viaje y los subviajes. El viaje y los paisajes.
Hace mucho tiempo que vengo dándole vueltas a una cosa. Algo que tiene que ver con la amplitud de la mirada. Me pasa que desde que iba y venía a Jaén para ver a mi padre he descubierto que todo es como más amplio. Que acostumbrado a mirar hacia abajo, hacia el suelo, encajonado entre las calles de la gran ciudad... va. Vamos a comenzar.
El primer asalto tiene lugar en Madrid y tiene lugar antes que nada durante el viaje con quizás las tres mejores horas de música, sino cuatro horas, que jamás escuchamos durante todo el verano. Un viaje a Madrid de dos días, tres, que tiene como objeto visitar Madrid, visitar Madrid con el Edu y la Rosi, repasar si todo lo que se dice de Madrid es cierto, si ha cambiado mucho Madrid desde la última vez que estuve y visitar el Prado one more time. La visita cumple con lo prometido. Madrid continúa un poco más o menos con la evolución de todas las ciudades de su tamaño, no te acabas de creer cómo puede ser que en Madrid gobierne quien gobierna con lo majos que parecen y los sitios tan chulos que tienen, pero es que siempre estamos con lo mismo, de majos y de majas y de sitios chulos no se vive y es todo mucho más complejo. Ya os lo digo ahora, no me he separado del móvil. Mal asunto. Madrid y sus sitios y lugares, arrastramos al Edu a Malasaña y a sitios que supongo que él hace mil que ya no. Vamos de nuevo al Vía láctea y aunque sigue siendo un muy buen lugar vemos que la gente que va es joven. Joven. De juventud. Deambulamos por más lugares y acabamos en un sitio llamado José Alfredo donde, aquí sí, nos encontramos como en casa. Primera noche acabando muy arriba. Día siguiente de Rastro, Lavapies y lugares de postín como el Achuri. Se nos hace tan largo el día que lo pagamos al día siguiente arrastrando nuestros cuerpos por el museo del Prado resultando una visita no muy allá. Resultado de la visita a Madrid, todo eso de la Libertad y de tal y cual, Madrid sigue siendo una ciudad que mola mucho y a la que mola ir. Lo demás es otra cosa.
Nos vamos de Madrid víctimas de los excesos y nos dirigimos a Vilches, Vilches Jaén. El primer día, por la mañana, camino de la visita a mi padre, vemos a dos mujeres que hablan en la calle San Marcos mientras están comprando melones. '¿Verano? ¿Esto es verano? Qué ganas de que haga fresco, si ya tenemos tiempo de que haga fresco. En verano tiene que hacer calor.' Esta señora ponía en su boca mi pensamiento. Pero el Señor, que no se corta un pelo, sabe castigar nuestras ínfulas y si cuando en Madrid y recién llegados disfrutamos de un clima benigno, nos estaba esperando el mismo Averno. Sea como sea, consideraciones previas. Tengo 46 años y creo que cada año de mi vida una o dos veces he ido a Vilches, Jaén. Durante tantos años, todos los años, he hecho tan pocas cosas que cuando he tenido que afrontar que quizás a todo el mundo no le gusta este plan de me levanto voy a la plaza y me bajo a la estación, emulando el clásico plan de mi padre, me encuentro digo, con que no he ido a ninguna parte. Así las cosas, este año ha vuelto a ser un año de día sí día no, fuera de Vilches o dentro de Vilches. Por ejemplo, bajo el influjo de los atardeceres marianos, de la María próxima alcaldesa de Vilches, nos propusimos ver atardecer nosotros también. Jamás pensé en ver atardecer. Y hemos visto atardecer desde lugares tan insospechados como la cima de Jarabancil. Jamás subí a Jarabancil. Ni siquiera me había quedado a medio camino. Jamás. Puestas de sol en el Mortero, puestas de sol en el Paseo marítimo... Visitas a Baeza y a Úbeda. Normalmente estas visitas a Baeza y Úbeda se hacen el mismo día. Nosotros las hemos hecho en días alternos. Primero visita a Baeza en mitad de unas fiestas x y con un concierto de ópera programado en un rinconcillo magnífico, que no pudimos más que contemplar desde fuera. Visita al instituto donde dio clases Antonio Machado, una cervecita en una terraza de las que no estaban reservadas, y cena en un lugar moderno pero con platos tradicionales. Muy bonito todo. En Úbeda la visita fue matinal y duró casi todo el día. El balance es que yo no sabía nada de Úbeda y merece mucho la pena ir. La lástima fueron las moscas que, en forma de plaga bíblica, fastidiaron la comida. Del calor no merece la pena hablar porque ya es un tema que se da por descontado. Qué sabía yo de Úbeda, nada, qué sé ahora, que molaría ir cuando Satán deje de enviar moscas.
Estar en Vilches y no comentar el programa de fiestas no fiestas de cada año parece una falta de respeto. Creo que si se tiene a bien hacer un programa de fiestas anual con la contribución de las gentes vilcheñas y sus expresiones y sus formas de hacer, será para que los listos de fuera lo comentemos. En este caso no me dedicaré a comentar las interesantes aportaciones de Juan Peña o la aparición de mi prima Laura en una foto, sino que comentaré el artículo dedicado a los semanadas, es decir, a los vilcheños y vilcheñas emigrados que vuelven cada agosto al pueblo, o bien sus hijos como yo, a gastarse 'la semanada'. El artículo está bien en lo que se refiere a la descripción de la presencia de los vilcheños emigrados y en el regusto final un poco amargo sobre el fin de una época, los semanadas van desapareciendo, los hijos no encontramos tiempo, las dinámicas cambian. Y me molesta como siempre el empeño en hacer aparecer a la Virgen del Castillo como motor de cualquier actividad o pensamiento. No me figuro ni a mis padres ni a ningún amigo de mis padres girando la vista y despidiéndose de su Madre cada vez que volvían a Barcelona. No es que no me lo imagine, es que jamás pasó. Estoy convencido de que si volvían la vista era para recordar a sus padres, hermanos, y todos los recuerdos de la infancia y juventud que dejaban allí. Pero a la Virgen del Castillo, amos anda. Que esto siga siendo el motivo principal sobre el que pivota el programa de fiestas, pues en fin. Eso sí, la portada de este año, era chula. No hay fotos antiguas, cosa que tampoco entiendo, en fin.
Al lío. Hemos visto a casi todo el mundo. Desde la inigualable Marina y al resto de compañeros y compañeras, a buena parte de la familia, mis primas Juani y Juli... Jaén. Visita a Jaén capital. Claro que me acordé algo de Pedro Cano. Visita a Jaén. Dejamos el coche en el Hospital Neurotraumatológico de Jaén. Puede parecer extraño pero es que yo no tengo mal recuerdo del hospital, de cuando estuvimos allí, porque allí mi padre estuvo bien. Aunque estuviera fatal. Pero se puso medio bien. Y no se me hizo raro. Lo que fue un error. Porque pudiendo haber entrado en el mismo Jaén con el coche le hicimos caso al proverbial fatalismo vilcheño y nos creímos que Jaén era Hong kong. El caso es que subimos al castillo de Jaén en Taxi y una vez allí comprobamos lo siguiente, algo que corroboramos luego en los baños árabes. Que los museos o las ruinas no se explican solas. Y que hay que poner más interés en hacer comprensibles las cosas que se enseñan. El caso de los baños árabes de Jaén es digno de mención, ya que incluyen un muestrario de elementos de la provincia que dejan a medio explicar, sin explicar o a la simple imaginación del que lo visita. Un desastre. Comida en Jaén con mi prima Juani y Jaén ya está visitada, hecho insólito. Faltó algo más de callejeo y cerveceo, pero otra vez será.
De vuelta a Vilches, la consabida actuación de la banda municipal quedó eclipsada por la visita de mi prima Juli. Tanto mi Juli como mi Juani. Una pena que vivan tan lejos. Este año hemos visto de chaspi a la tita Antoñita, no hemos visto al tito Martín, no hemos ido a Bailén ni hemos visto a la prima Elena o David o Jesús, y no hemos ido al Porrosillo. Sí que fuimos a Arquillos buscando una bici que dejamos en un taller el año pasado, el taller desapareció, el dueño se fue a Arquillos, estuvimos buscándolo, creímos encontrarlo... pero no era él. Seguimos sin encontrar nuestra bici. Bueno, era la bici de mi hermano.
Mi hermano bajó y antes bajaron los colegas, la Estefi y el Jon. Les gustó la experiencia del pueblo el año pasado y repitieron. Nunca se me ocurriría recomendarle a nadie que venga al pueblo porque las cosas que yo he hecho siempre en el pueblo son nada. Pero claro, si haces algo, el pueblo gana. Y cuando alguien hace algo en el pueblo, parece mejor. Comimos Jarapos con conejo, 'esollé' el conejo, hay fotos que harían llorar a... y mi madre hizo un guiso estupendo, que repitió un día antes de subir a Santa Coloma de nuevo. Mi madre en el pueblo y yo con mi madre en Vilches. Piscina chica y unas magdalenas que compré en un super local, las típicas magdalenas jaeneras con doble de aceite y que ya advertí que las compraba por el remember y que de nuevo aparecieron en casa porque es que somos así y no podemos evitarlo. Y podríamos. Pero y qué.
El aceite. De un año o dos a esta parte nos interesa el aceite. El aceite bueno, el aceite bueno del pueblo, los aceites buenos del pueblo. Este año nos hemos subido aceite como si no conociéramos otra cosa que el desayuno con aceite. Y luego no desayunamos con nada. Leche galopeá y fuera. Pero venga a comprar aceite. No hemos comprado surtidos de patés del Pipi, pero ya hemos aventurado la posibilidad de montar un negocio de importación de productos locales que seguro que tendría salida. Fiestas del pueblo. No fiestas. No fui al pregón este año así que no tengo nada que comentar sobre uno de los eventos principales del verano vilcheño. Tampoco fui a la primera actuación en la piscina de un humorista local. Lo local, hablando con mi prima Ana, mi joven e increíble prima Ana, el acento, el andaluz, el andaluz light como diría érroneamente, creo, mi primo Jesús, espejo y fantasma del pasado y del futuro, el andalucismo, Andalucía, sevilla, córdoba, granada, jaén, Qué andalucía conocemos y cuál es la buena. Qué andalucía sale por la tele y qué es lo que sale por la tele. El rollo de Teresa Rodríguez o mantener la esencia con Izquierda Unida. Debates que se han dado que necesitan creo algo más de profundidad. La juventud y Andalucía y la gente de ciudad y Andalucía y el aferrarse a algo o entender que algo pasa. No lo sé. Este año hemos hablado poco de política, la verdad.
Granada has dicho. Porque he he oído decir algo sobre Granada. Hemos estado también en Granada. Este año hemos estado en todos esos sitios donde habéis estado. Somos ya este tipo de gente que empieza a haber estado en lo sitios. Granada es el sitio donde siempre hay que ir, volver. Estar y parecer. A Granada un trasnoche. A dormir en el Albaicín en un sitio bizarro y a comer en el Albaicín y encontrarte con el Lee, un colomino, y a dar vueltas por el Albaicín y por la Granada que conocemos y a dar más vueltas por el Realejo por la tarde y pensar que no vamos a llegar al Sacromonte y pasarnos por el bar el Eric, cerrado y Bora Bora, cerrado igual. Y qué bonito es todo y qué ganas de... convenimos en que tenemos que venirnos a vivir al Realejo. Porque sí. Porque es nuestro sitio. Y vamos caminandillo al Sacromonte y queremos encontrar el sitio aquel, el Kiki y no lo encontramos, o lo encontrramos pero está cerrado y nos vamos al bar de abajo. Y en ese bar nos tomamos algo fresquito, con la Alhambra ahí al fondo iluminada y a nuestro lado cinco granaínas en ebullición. 'Me cago en mis estudios primarios'. Otra frase para enmarcar. El camarero atraviesa la carretera en un patín de esos de dos ruedas paralelas. Al día siguiente, a la Chana. Nos perdemos. Comemos, en plena ola de ultra calor. Nos volvemos a Vilches. No corre pelo de aire. Es como morir el calor que hace.
Fiestas y piscina. Este año hemos vuelto a la piscina a ver una actuación, la de un grupo de tributo a Queen. Ni bien ni mal, si no te gusta Queen en exceso ni en defecto como es mi caso, pues nada. Pero la piscina se medio llenó y la gente tiene ganas de cosas, de que pasen cosas. Algo que habrá entender para un futuro. Hacer que pasen cosas. Ese día en la piscina nos reencontramos con las sevillanas, la Isabelita, más estupenda que jamás y la Marijose, en su momento. También vimos al tito Manolo al que descubrimos en un estado sorprendentemente calmado. Tranquilo. Auténticamente un Jesucristo. Cabeza gorda. Pero siempre está ahí.
Al día siguiente, a Cádiz. A Zahora, no a Zahara. Destino playero por excelencia ya supondrán que el Señor no me ha llamado nunca por el camino de la playa, ni de la arena, ni del sol. Así que han sido seis días de estar fuera de mi elemento. ¿Cuál es mi elemento? Es una buena pregunta. Vamos a Cádiz toda la tropa, el lugar es excelente, al ladito de la playa y las referencias son buenísimas. Este año no parece que vayamos a ir a perder el tiempo a Cádiz, cádiz, que es lo que más me gusta. Playa, comer, sobremesas largas, músicas de baile, gintonics, ausencia. Vamos a Zahara de los Atunes a revivir lo que fue un éxito de las vacaciones pasadas que no vivimos. Atardecer espectacular, comida buenísima. Cádiz y esa parte de Cádiz. Coches que te pasan a los lados, tipos de gente. Parece que todo el mundo es gente bien, me da la impresión de que todo el mundo parece estar disfrazado de algo. Disfrazado de 'estoy en la playa'. Me da tiempo a hacer, no en Cádiz, no en Zahora, una teoría sobre las camisas hawaianas y sobre lo que expresan. Expresan una voluntad 'me lo estoy pasando genial'. He venido al mundo a pasármelo genial. Y nada ni nadie me lo van a impedir. Ni tus muermos, ni tus movidas, ni lo que pase. Camisa hawaiana para anunciar que me importa todo una mierda. Por supuesto, no llevo ninguna camisa hawaiana y no todos mis días son un cascabelito. Repito visita a Vejer de la Frontera, música de Son de la Frontera y de Pata Negra. Calor. Pero es otro calor. No entraremos más. Contemplo cómo el ser humano se esfuerza en hacer cosas incomprensibles como el surf. Topetazo tras topetazo hasta la victoria final. En Cádiz con la gente de siempre. Mi hermano ha venido y nos ha traído con su coche, que no es un coche nuevo pero es su coche nuevo. Un muy buen coche. Mi hermano conduciendo. Por esos carriles de Cádiz. No hemos ido a Bolonia, no hemos ido a Caños, no hemos estado en la zona de Conil, hemos estado en el Palmar, en chiringuitos donde nos han clavado en Zahora, no hemos ido al sitio ese donde pincharon The Gardener en Zahora, nos hemos hecho miles de fotos en atardeceres, hemos comido pescado y no he probado el atún. Hemos hecho las cosas que se hacen habitualmente en un lugar así. Me compré una sillita en Úbeda (Übeda), para estar más cómodo y la verdad es que era esto. Estar cómodo. Con la sillita, con las espardeñas, con la camisetita puesta en cuanto eso. Al final es hacerte a lo que te conviene. Como todo. Y pese a las ausencias, las desconexiones y el puto movil todo el día en la mano (en mi descargo diré que este año me he currado unas listas en el spoty que te cagas), la estancia en Cádiz sirve para, como dijo aquella mujer en La Carolina (es que este año he ido hasta a La Carolina), que se cruzó con otra que iba con muletas y le preguntó cómo iba y esta le dice que bueno, mejor y la otra le responde a su vez, te veo 'de lo muerto a lo vivo'. Pues es un poco eso.
Estancia para pasar de lo muerto a lo vivo y encarar lo que viene con... encararlo. No nos flipemos tampoco.
Y volver a Vilches escuchando cuatro horas de Radio Clásica en el coche (gracias paco), y en Vilches reencontrarnos con las sevillanas y con la Marina y con el Jordi y Amanda. Jordi hace diez años que aterrizó en Vilches, una tarde de agosto, se presentó allí solo, sin mi hermano y tuve que hacerle de anfitrión en un Vilches que yo pensaba que era una cosa y era otra. Como siempre, uno piensa que es una cosa y a los ojos de otros es otra. Y esa noche en la plaza con la gente hablando de todo y de lo que importa. Y sin hablar, tenerlo claro. Y ya espero que sea el año que viene. Bares. Hemos estado en los bares de rigor pero hemos estado en menos bares. El de Rafi lo hemos pisado un día y de milagro. Al de Ginés ni siquiera hemos ido, gravísima falta. El de las Olas no está abierto y deseamos encarecidamente que vuelva a abrir. Otra falta grave, el Ágora. ¿Qué hemos hecho este año? Como somos unos puretas nos hemos centrado mucho en el Aljarafe. Que no es mal ni mucho menos, pero oiga usted.
Y una mención especial para acabar. Este año he visto al tito Basilio. El año pasado no lo vimos, creo. El tito Basilio era el compañero de aventuras de mi padre. Lo fue en Vilches, lo fue en la mili, lo fue en Barcelona, lo fue también cada vez que bajábamos al pueblo. Ir a buscar al tito Basilio y tomarnos algo con él mientras despotricaban de los fachas del pueblo o los fachas en general. El tito Basilio bajando a buscar a mi padre por la mañana temprano para ir a por chumbos, o higos, o espárragos o níscalos. El tito Basilio que baja con un conejo. El tito Basilio ahora está en Vilches. Lo vemos en la plaza con unos amigos, todas la noches. Le decimos que se baje a comer, que se baje a desayunar con nosotros. Si le hablamos mucho se pone a llorar. Como lo vemos muy a menudo durante estos días, las últimas veces ya no le damos importancia. Pero la tiene. Porque me gustaría verlo el año que viene otra vez. Y con mejor ánimo.
Y nos vamos. Han sido muchos días de muchas cosas. Viajes y vacaciones. Nos volvemos con la pena de que nos tenemos que volver y que dejamos allí a mucha gente que echamos de menos aquí. La Marina que no se canse nunca con nadie, la Marijose, la María, la Isabelita más estupenda que nunca, Bartolo y mi prima María José, la Yolanda (no voy a poner lo del gato cazando al pájarillo porque esto no es el hombre y la tierra) y el Antonio que dice que vio al Pechuga este año y nos dio tiempo de acordarnos de Felipe.
Hablar del calor este año ya decimos que es que no merece la pena.
Vacaciones y vuelta. Volvemos y al echar la mirada atrás como mucho se me va la vista al Castillo, pero no para ver a nuestra Madre, sino para ver al papa, que yo pensaba que desde ahí iba a estar todo el rato viendo Jarabancil y va a ver na y na.