jueves, 2 de noviembre de 2023

Predilección


Y Elejalde se subió a aquel taxi. Hay momentos, puntuales, en los que pienso que todo lo que pasa, lo que ocurre, esos momentos en los que parece que todo es espantoso, horrible, un sinsentido de muertes y de terror, no es más que el intento infructuoso por sobrevivir de algo que está ya condenado a morir. Cuesta que muera, que cambie, que desaparezca y por delante se lleva tantas cosas, pero al final, cae. Elejalde se subió a ese taxi y le dijo al conductor que le llevase a la calle Tal. Elejalde quería visitar a un familiar de la señora Elexpuru. Este familiar, el señor Alonso, había sido un abogado de prestigio, mucho dinero, y Elejalde pretendía hacerle algunas preguntas porque la muerte de la señora Elexpuru seguía sin resolverse. Elejalde se hizo el sorprendido. No sabía que iba a casa del señor Alonso con esa intención, él creía que, pero no. Él creía que el caso ya estaba resuelto, que todo estaba ya encauzado. Pero no, pero él creía que sí pero no, pero él creía que sí. El taxi llegó a su destino y Elejalde no sabía si bajar del coche o pedirle al taxista que le llevase a otra parte. El señor Alonso era mucho más mayor de lo que Elejalde esperaba. Su entrevista no duró ni diez minutos, porque el abogado apenas podía balbucear alguna palabra. En algún momento, Elejalde se puso nervioso y abandonó el edificio. No sabía porqué seguía enganchado al caso de la señora Elexpuru. La gente hablaba de él a sus espaldas, creían que se había vuelto loco. Elejalde en primera persona, apareció en uno de esos bares para comerse un bocadillo y tomarse una cerveza. El camarero sonrió cuando recibió el pedido. La señora Elexpuru... escuchó Elejalde. Alguien se rio a sus espaldas. Quiso contestar algo. Pero ya me he aburrido, no voy a escribir más de esto hoy. Siempre hago igual. 

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